Siento que mi pecho se libera de una gran presión al escuchar las palabras de Abel.
—Gracias —soy sincera.
—Regresarás a casa de tu tía y quiero que respondas a mis llamadas de vez en cuando ¿vale?
Asiento gustosa. Por fin intentaría tener una vida normal.
—Por otro lado, déjame ver qué hacer con el asunto de Zed, yo me encargo, pero si no puedo hacer nada tendremos que ir a Rusia a verlo, y digo “tendremos” porque no pienso dejarte subir sola a un avión y que te encuentres con él —es firme en su petición y lo acepto.
—Me parece bien.
—Y Nat, una última cosa —se acerca y toma uno de mis mechones rubios sueltos y alborotados—.
Ese día y la semana siguiente no tuve noticias de Abel, había encontrado trabajo en una cafetería, mi horario era sencillo, de tres de la tarde a ocho de la noche, quedaba cerca de la casa, lo cual me facilitaba mucho las cosas, los tipos que mandaba Abel me seguían a todas partes, me llevaban al trabajo y de vuelta a casa, mi tía los invitaba a comer de vez en cuando y parecían buenas personas, pero mi mente no dejaba de repetirme una y otra vez que eran gente que trabajaba para Abel, lo que significaba que igual eran asesinos.Las semanas pasaron y no sabía nada de Abel o de mi divorcio, no llamaba y tampoco me buscaba, tampoco tenía noticias de Karola, mi tía no me ayudaba mucho, guardaba montones de secretos que no me compartía. Al final pasó un mes y ahora era viernes, mi día de descanso, y mientras
ZEDRespiro profundo, la rabia que siento hacia mi padre y hacia Abel no desaparecen, me dejaron como si fuera una vil rata, soportando todo un mes de tratos inhumanos, supuestamente es una jodida institución de calidad que le ofrece al paciente un servicio psiquiátrico, pero al parecer se han olvidado de que soy Zed Jefferson, hijo de uno de los doctores más importantes y poderosos del país, y quien tiene muchas conexiones con los gobiernos, amistades con altos cargos como para sacarme con un chasquido de dedos o hundirme en un abrir y cerrar de ojos como lo estaba haciendo en estos momentos.Las terapias a las que me sometían eran dolorosas, no paraban de darme choques eléctricos, colocando máquinas en mi cabeza y dándome descargas de alto voltaje que me nublaban
En mi vida me han sucedido varias cosas llenas de incomodidad, pero sin duda, esta se llevaba todos los trofeos. La mirada penetrante de Abel no dejaba de aniquilarme, mientras mi mejor amiga Karyne no deja de parlotear con Rita, cargando a Jean entre sus brazos. Y es que después del incidente, él insistió en llevarnos a casa de mi tía, no pude negarme, después de todo fue mi culpa, por más que entró al servicio de baño para asearse y no oler a vómito, el ceño fruncido en su rostro seguía bien marcado, y ahora estábamos dentro de su jodida camioneta, viéndonos el uno a otro como si fuéramos enemigos.—Me alegra verte Nat —la voz melódica de Rita me saca de mis cavilaciones y me obliga a girar y darle una falsa sonrisa.&m
—¿Acaso Abel se mostró como jodido enamorado con Rita? No, prefirió sentarse a tu lado, la ignoró por completo y se concentró en ti.—Si eso fuera cierto ¿por qué mierda no me ha buscado, ni llamado? Porque estaba con Rita y con su hijo, todo este tiempo…—Maldita sea Nat, te quiero a montones, pero es que es en estos momentos en los que me dan ganas de abofetearte, tú misma me dijiste que le pediste tiempo, estoy segura de que Abel quiso complacerte, mandó a esos dos pitos que están afuera por tu seguridad, además, estabas tan entretenida intentando mantener tus putos celos a raya, que no escuchaste cuando Rita dijo que Abel se estaba quedando en el hotel, es decir, ni siquiera viven juntos, ¿crees que si él estuviera ena
Dejo el agua correr por todo mi cuerpo, ha pasado una semana en la que luego de que Abel confirmara el embarazo mediante los resultados de una prueba de sangre, no me ha querido dejar sola un solo segundo, me obligó prácticamente a mudarme a su hotel, en donde literalmente lo acondicionó para que pudiera estar cómoda, se adjudicó el ser mi doctor de cabecera, y cada cierto tiempo me revisa, exagera, más aún porque en mis resultados salí con una ligera anemia. Karyne regresó a su casa y no dejó de repetirme que no fuera idiota.Así que no solo estaba dispuesto a ser mi doctor y mi chicle, sino, a engordarme como vaca, mi tía no deja de avisarle a medio mundo que estoy embarazada y aunque muchos en Alaska lo tomaron mal, llamándome caza fortunas y cuanto más se les ocurría con su lengua viperina, la mayoría lo aceptó y no dejan de felicitarme, también se ha encargado de convencer a Abel de
Sus brazos me envuelven e inspira mi olor con desespero.—Todo está bien.—No me mientas, sé que se trata de Zed, escapó ¿cierto?No nos miramos pero juro que siento su cuerpo estremecerse, se tensa y se aferra más a mi como si fuera un jodido salvavidas.—Escapó de Rusia, no sabemos dónde están pero si lo ha hecho es porque vendrá a Alaska por ti, no pienso dejar que te ponga una sola mano encima, mucho menos ahora que estás esperando un hijo mío —me explica y besa mi nariz—. Solo sigue al pie de la letra mis instrucciones, no te alejes de mis hombres, y no sueltes el celular, tiene un chip de rastreo en el que podré localizarte en todo momento.Son tantas cosas pero asiento.
ABELSeis horas antes del suceso…Cuando cuelgo, siento que todo mi mundo se derrumba, cometer un error dentro de este mundo equivale a perder la vida, me habían avisado que algunos de mis hombres me dieron la espalda y cambiaron de bando, pero no cualquiera, sino, los mismos a los que les confíe la vida de la mujer que más amo, y la vida de Rita, la madre de mi hijo. Zed pagaría caro el haberse metido conmigo cuando le di más de mil advertencias.Prefirió ignorarme, decidió no hacerme casi y ahora aquí estaban las consecuencias de sus actos, iba en camino en donde me dijeron que la tía de Nat estaba echa un mar de lágrimas, no me quisieron dar más detalles, pero algo me decía que se habían llevado a Nat, lo sentía en mi jodido pecho.
El grito de Nat me hace despertar de mi pasivo estado, le ha dado en el brazo y soltándola corre hacia mí, se abalanza y le doy un puñetazo en el rostro que lo hace tambalearse. Suelto tres disparos al aire que es la señal para que mis hombres aparezcan y se desata la puta guerra.—¡Debiste haberte muerto, hijo de perra! —brama dándome un puñetazo nada limpio en las costillas.—Y tú debiste haberte quedado en Rusia, maldito enfermo de mierda.Le doy dos puñetazos seguidos, me abalanzo sobre él y a horcajadas no paro con los golpes hasta dejarlo casi irreconocible. El sudor me empapa, todo a mí alrededor es ruido lejano, veo rojo, su sangre me salpica y quiero más, necesito que pague por arrebatarme muchas cosas, no me detengo, no se queda inconsciente y no deja de reírse.