Capítulo 37

Nunca imaginé que las ansias por saber algo, me fueran a causar tanto malestar, en cuanto las palabras de la chica se deslizaron de sus labios, sentí como una parte de mi interior se estremecía a tal punto de quebrarse, y ahora me encontraba echa un lío, sentada en la estancia principal a la espera de que ambos aparezcan, ya que Abel le pidió a la chica que se presente después como Rita, que hablaran en su despacho. Llevaban poco más de tres horas sin salir, solo uno de sus empleados entró hace veinte minutos con una charola de plata que contenía fruta picada, leche caliente y un café.

Después de eso nada, ni rastros de él, las manos me sudan y el aire que se mantiene comprimido en mis pulmones se desvanece. He olvidado como respirar y estoy a nada de levantarme, cuando escucho la puerta de su despacho ab

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