ARDIANEl cansancio se había apoderado de mí. Cada paso que daba sobre el suelo húmedo del bosque parecía más pesado que el anterior. Miré a mi alrededor; Loan y Rase estaban un poco más adelante, discutiendo la posibilidad de acampar por la noche. La idea me resultaba atractiva, pero mi mente estaba ocupada en otros asuntos: en Leni, en lo que había hecho. —Ardian, deberíamos descansar un poco ¿qué opinas? —me preguntó Loan, sacándome de mi ensimismamiento. —Tal vez sea una buena idea —respondí, tratando de sonar despreocupado, aunque por dentro estaba en un torbellino de emociones. Me preocupaba profundamente cómo reaccionaría Leni cuando despertara y se diera cuenta de que le había inyectado un sedante. No era solo la misión lo que me atormentaba; era el temor de perder su confianza. Había algo en su mirada que me hacía sentir que había cruzado una línea que no debería haber tocado. —Vamos a acampar —confirmó Rase, su entusiasmo era contagioso, aunque no podía compartirlo. Mie
LENIMe desperté de un sobresalto; el grito de "¡Ardian!" se escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo. La oscuridad de la habitación me envolvió, pero mi mente estaba llena de imágenes vívidas y aterradoras. Recordé aquel momento: el pinchazo frío en mi cuello, la mirada decidida de Ardian mientras me inyectaba algo. La ira y la confusión se mezclaron en mi interior, y por un segundo, me sentí atrapada entre la realidad y la pesadilla.—Leni, cariño, no te preocupes —dijo mi madre, su voz suave y tranquilizadora cortando el aire tenso—. Solo fue una pesadilla. Estás a salvo aquí.Aún temblando, miré a mi alrededor en busca de respuestas. Mis ojos se posaron en mi madre, luego en mi padre, quien permanecía en un rincón de la habitación, con su expresión seria. Sentí el nudo de la indignación formarse en mi pecho.—¿Dónde está Ardian? —pregunté, la rabia asomándose en mi tono.—Oh, eso —respondió mi madre con un tono irónico—. Pregúntale a tu padre; él sabe más.Me volví haci
LENI—¡No! ¡No! ¡Por favor, no! —Ardian gritó, mientras sus pies corrían hacia el oscuro interior del Castillo. La imagen de Ardian sosteniendo a su hermana Leysa, yaciendo sin vida en sus brazos, se grabó en mi mente como una herida que nunca sanaría. La desesperación en su rostro era un reflejo de mi propio dolor. Su expresión era de impotencia.—No puedo hacer nada —La voz de mi madre resonó en el aire, fría y firme—. Está muerta.Ardian apretó los dientes, su mirada se tornó oscura, y la rabia comenzó a brotar de su interior. Era un hombre fuerte, pero en ese momento, se sentía quebrado, como vidrio expuesto a una tormenta. La desesperación se apoderó de él, y su grito desgarrador atravesó el silencio del castillo, resonando en las piedras como un eco de su sufrimiento.—¡Reinhold es el responsable! —gritó, su voz temblando entre la ira y el dolor—. ¡Él te hizo esto! Descarga tu rabia con él, no conmigo. Mi corazón se detuvo por un instante. El nombre de Reinhold era como un ven
LENINo puedo evitar sentir que el aire se me escapa cada vez que Ardian pasa a mi lado sin dirigirme la palabra. Es como si estuviese atrapada en una burbuja de incomunicación, un silencio denso que se cierne entre nosotros, un espacio que se agranda con cada día que pasa. Me duele pensar en cómo antes compartíamos risas y secretos, y ahora, su mirada se posa en mí como si fuera una extraña. En el comedor, el ambiente se siente tenso, más que nunca. —Lo siento mucho, Leysa —le susurro cuando se sienta a mi lado. Sabe a lo que me refiero. —No te preocupes, por otro lado… mi hermano ¿sigue sin hablarte? —Me ignora todo el tiempo. Leysa me mira con compasión. Su hermano, Ardian, ha estado distante, y yo me siento perdida. Es un círculo vicioso: él se aleja y yo me esfuerzo por acercarme, pero cada intento me topo con su frialdad. —Ya se le pasará el enojo —asegura Leysa, aunque sus palabras no me traen consuelo. —¿Y si no? —mi voz suena más frágil de lo que pretendía—. ¿Y si esto
ARDIANLas gotas de lluvia caían pesadamente sobre el suelo, formando charcos que parecían reflejar mi estado interno. Estaba en el campo de entrenamiento, pero mi mente no estaba presente. En lugar de concentrarme en los ejercicios, cada segundo se convertía en una tormenta de mis pensamientos autodestructivos. Leni. Su nombre resonaba en mi cabeza como un mantra que no podía ignorar. Estaba molesto, enojado. No solo con ella, sino conmigo mismo. Me había dado cuenta de que la confianza que había depositado en Dax, ese imbécil que siempre estaba al acecho, me hacía sentir como un tonto. Ella había elegido a alguien más por encima de mí, y eso me dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.—¡Ardian! —gritó Trey desde el otro extremo del campo, sacándome de mi trance. Su voz era como un trueno, fuerte y autoritario—. ¡Deja de pensar en mi hija y concéntrate en el entrenamiento!El tono en su voz me hizo arder de rabia. ¿Cómo podía esperar que me concentrara cuando, cada vez que c
LENI—Leni, voy a buscar agua. No podemos seguir así —anunció Dax, su voz resonando en la penumbra del bosque que nos envolvía. La oscuridad era espesa, casi palpable, y las sombras danzaban en los bordes de nuestra visión, como si el mismo bosque estuviera vivo, observándonos, esperando. Asentí con la cabeza, aunque una parte de mí deseaba que no se alejara. La soledad del lugar me envolvía, y me sentía atrapada en un laberinto de incertidumbre y miedo. Pero sabía que Dax necesitaba ese momento a solas. Su respiración era pesada y su rostro mostraba signos de agotamiento. En un esfuerzo por mantener la calma, decidí dejar que se alejara un poco. Mientras lo veía desaparecer entre los troncos de los árboles, una voz interior comenzó a resonar en mi mente. Era la loba que llevaba dentro, un espíritu indomable que había estado a mi lado en mis momentos más oscuros. —¿Qué piensas, Leni? —me preguntó la loba, su tono era suave, pero firme—. Ardian nos ama. —¿Ama? —bufé—. No esto
LENI—¿No creen que estamos caminando en círculos? —les pregunté, con un suspiro de frustración que apenas logré contener. El aire se sentía pesado entre nosotros, y no era solo por el esfuerzo de la caminata. Dax se detuvo en seco, girando sobre sus talones con una expresión de desafío. —¿Y tú qué propones, Leni? ¿Que nos quedemos aquí y esperemos a que nuestras vidas se resuelvan solas? —No es eso —refuté, sintiendo cómo el agotamiento comenzaba a hacer mella en mí. El sol estaba en su cenit, y la tensión entre ellos no ayudaba en nada. Ardian, a su lado, frunció el ceño, sus ojos fijos en Dax como si estuvieran en una competencia silenciosa. —Entonces, ¿qué quieres? —preguntó Dax, cruzando los brazos sobre su pecho. —No le hables así, Lancaster —intervino Ardian. —Quiero que dejen de competir por mi atención. No puedo más con esto —exclamé con agotada paciencia, sintiendo que si pasábamos un minuto más, encerrados aquí, ellos terminarían matándose. Dax lanzó una ris
ARDIAN —No puedo creer que haya llegado a hacer eso... —murmuré, sintiendo cómo la rabia se acumulaba dentro de mí como una tormenta oscura. Las imágenes seguían atormentando mis pensamientos: Dax besando a Leni, su risa despreocupada resonando en mis oídos, la manera en que ella lo miraba con esos ojos que son solo míos. Era como si alguien me hubiera arrancado el corazón y lo hubiera pisoteado sin piedad. —¿Qué es lo que sucede? —preguntó Leni, intentando calmarme, como si pudiera apagar el fuego que ardía en mi interior. Mis embestidas van en aumento y ella chilla de dolor cuando la penetro hasta el fondo, tiene tan abiertas las piernas, para recibirme solo a mí. Joder, llenarla con mi semen es mi tarea de esta noche. —Lo vi, Leni. Lo vi besándote ¿Cómo puedes estar tan tranquila? —respondí, mi voz temblando entre la furia y la frustración. Me acerqué a ella, tomándola de los brazos con una intensidad que apenas podía contener. —¿Es que no comprendes lo que eso si