| En la lista |Terminé de colocarme mi peluca negra. La usaba para viajes. Volvería a Seattle para tomar el té con mi padre. Me puse un abrigo blanco y cogí mi bolso. Cuando usaba está personalidad falsa, me hacía llamar Polet, Polet Harrister. Salí de mi departamento. Contaba con uno en cada cuidad a la que era enviada, cada uno estaba lleno de armas y circuitos de seguridad ocultos. Eran mi nido especial.Tomé un taxi en la esquina de un café. Apenas estaba amaneciendo, los pequeños rayos del sol se colaban por la ventanilla. —Al aeropuerto—. Pedí en Japonés.—Colman. ¿Cómo nos fue anoche?—Pregunté por el auricular.—Enviaron agentes de seguridad para revisar la explosión. La policía quiere seguir investigando sin embargo mandamos a nuestro agente. Todo quedó como una fuga de gas que ocasionó el accidente— Sonreí complacida.—Perfecto, estaré allá al amanecer. Odio estos cambios de horarios que tiene cada País. ¿Quién sigue en la lista?— Pregunté cubriendo de labial rojo mis lab
El rizado llegó a mi vida una noche de tormenta. Había sido herida luego de un trabajo— que obviamente no elaboré correctamente— puesto que el objetivo se cumplió. Pero una apuñalada en mi hombro no estaba en mis planes.El chiquillo tenía apenas trece años, me ayudó a llegar a su casa. Su madre una completa alcohólica, y su padre cumpliendo una condena en prisión. No eran para nada el pilar que un niño necesitaba. Me identifique con él.Pagué sus estudios y lo sigo haciendo hasta el día de hoy. Supe que era un experto en computadoras al siguiente día, cuando desperté sobre un pequeño sofá. Al frente se encontraban varios aparatos eléctricos, los había sacado de la basura y vuelto a reconstruir. Astuto de su parte. Le dí las herramientas para que fuese mi compañero, necesitaba de alguien en quien confiar, y él era el candidato perfecto.Actualmente su madre vive en una casa decente que yo misma adquirí para ellos. Estuvo un año en un centro de rehabilitación. La ve una vez cada quince
Aparco el auto que alquilé a una cuadra del que alguna vez fue mi hogar. Mi única y cuerda razón es que deseo prolongar este momento lo más posible. Hace más de seis años que me fui del país, cada año lograba inventar una escusa para no acudir a cualquier fecha importante; cumpleaños, navidad, año nuevo. Lo cierto es que está vez, no intenté pensar en una nueva.El viento fresco de enero rosa mi rostro de manera furiosa provocándome un pequeño escalofrío, meto mis manos cubiertas por unos guantes de cuero al abrigo que porto.Observo la calle antes de cruzar, no a cambiado mucho, el viejo café de Simón Kisgler sigue usando la misma carpa de publicidad. Del otro lado a unos metros logro apreciar la florería de Lena Jhonson, aunque por lo que me contó mi madre hace unos meses está falleció. Ahora su hija Cecilia se hace cargo del lugar. Debo remarcar que las decoraciones en la fachada no son las mejores. Por alguna razón mi pulso aumenta al estar a unos cuantos pasos del hogar Wright. N
Llegué al consultorio de mi padre, bajé del auto abriendo la puerta del copiloto. Quité su cinturón de seguridad. La tomé en brazos y corrí con la misma euforia que me caracterizaba en las carreras de atletismo en preparatoria.—¡Espere no puede entrar!— Reconocí la voz de Margaret la vieja secretaria de mi padre. Ignoré su pedido, no sabía que era yo, abrí con una patada la puerta sobresaltado a mi padre.—¿Marco?—Necesito que la ayudes— señalé a la joven en mis brazos y la dejé sobre la camilla en medio de la habitación.—Sin querer choque con ella cuerpo a cuerpo, se golpeó la cabeza duro.—No puedo creerlo, no llevas ni un día aquí y ya causaste un accidente, ¿porqué no llamaste a una ambulancia— aprieto el puente de mi nariz con mis dedos, esto es frustrante.—No accedió, a parte mencionó que no tenía seguro médico— Me mira confundido y regresa la mirada a la chica.—Doctor lamento la intromisión, el joven se a colado de…repente— calla abruptamente.—¿Marco? Eres tú— sus ojos se
•Rosas blancas•-Te ves hermosa Adriana- Murmuró mi hermana entrando a mi habitación. Suspiré, me sentía hermosa, era hermosa, pero justo hoy, la poca o mucha belleza que otros dijeran que tenía, no venía para nada bien.«¿De qué sirve ser linda sí el nunca se fijó en mí?»Mordí mi labio inferior dándome la vuelta. Ya no quería verme en el espejo. Y no es que el vestido color lila fuese feo, o mucho menos mi recogido extravagante que había costado más que la prenda que lucía. Era simplemente que hoy me arreglaba para ver ser feliz a la persona que amaba con otra que no era yo.-El tío Jack nos está esperando. Te veo afuera. Vaya que calor hace. Estamos justo en otoño y casi treinta grados. ¡El invierno será una locura!- Bárbara salió de la habitación colocándose las arracadas que mamá usó en su boda con papá.Recogí mi cartera triste, bajé por las escaleras hasta cruzar la sala de estar. El reloj de cucú que la abuela Evangeline le había regalado a mi padre seguía en la pared después
Paso de largo hasta la otra fila, planeo ir con papá y mamá, quienes parecen muy contentos hablando con los padres del rubio. Escarlata, una de las amigas de la víbora mayor. -Porque así es como llamo a Susan-. Me repasa de pies a cabeza, le murmura algo a las demás y solo las noto sonreír y carcajear. Retengo el aire en mis pulmones soltándolo una vez me encuentro en frente de mis padres. Mamá viste un atuendo negro que Bárbara escogió. De hecho ella tomó las decisiones de qué nos pondríamos el día de hoy.-Hija ¿Qué haces aquí? Ya van a entrar los novios. ¿Te ibas a quedar conBárbara no? – Asiento con la cabeza negando al mismo tiempo. -Si pero, bueno pensé que sería mejor si me quedaba con ustedes- Traté de formular una falsa sonrisa. Mi mamá achinó sus ojos. Hizo un ademán restándole importancia.Ellos sabían que era muy diferente a mi hermana mayor. Más de lo que debería.-¡Aquí vienen los novios!- Gritaron desde la entrada. Fabián caminó en un elegante esmoquin. Sus ojos brilla
El sonido de su celular interrumpió sus sueños, se removió somnoliento y aún aturdido entre las sábanas de seda que su cubrían su cuerpo, fue incorporándose lentamente para alcanzar el aparatajo. Frunció el ceño al notar que el número telefónico era privado y prosiguió a deslizar su pulgar por la pantalla para contestar.—¿Quién?— soltó con voz ronca y adormilada.—¿Hablo con el señor Jonathan Larsen Treider ?— una voz masculina se encontraba al otro lado de la línea. En el tiempo que se debatía en preguntar quién lo llamaba miró de reojo el reloj, eran las cuatro y media de la mañana, sin duda haber llegado después de media noche a su departamento no había sido buena idea, pero cuando Marlene lo invitó a su casa por un rato, le fue inevitable el no acceder.—¿Hola?— La voz de nuevo lo sacó de sus pensamientos, carraspeo un tanto intrigado.—¿Quién habla?—Michael Walas, soy médico personal del Sr. Emmanuel Larsen.Sin duda aquello lo confundió, no había escuchado el nombre de su padr
— ¿A dónde vamos señor?— preguntó Iván una vez llegaron al aeropuerto de España, Jonathan ni siquiera sabía con qué cara llegaría a la mansión Larsen.— Tomaremos un taxi- Exclamó caminando hacía los autos de color amarillo y de aspecto viejo. El pelirrojo se quedó con la boca abierta, en los años que llevaba trabajando con él nunca había pedido un taxi.—¿No prefiere que le pida un Uber? Debe haber aquí— dijo buscando en su móvil, su jefe negó con la cabeza y volvió a señalar el área de taxis.Subieron al auto, olía a cigarrillos y aceite, esto le trajo muchos recuerdos buenos. Recuerdos que deseaba revivir.— ¿A dónde queréis que los lleve?— El taxista era un hombre mayor y de aspectos descuidado.— ¿Conoce la mansión Larsen?— preguntó Iván mirando un mapa y buscándola, Jonathan sonrió con su inocencia, estaba verdaderamente preocupado por llevar a su jefe hasta su destino.— ¿La casa de esos riquillos?, si sé en dónde está, pero dudo que los dejen entrar, ese tipo de personas son u