Karman respiró hondo al entrar al hospital y no borró su grandiosa sonrisa ni le quitó la mirada al doctor que la observa desde más allá, pero inevitablemente desvió su mirada para seguir con su camino, finalmente había pasado el día y sus óvulos estarán congelados y listos para esperar a que su amor cambie de opinión.
Trevor no dudó en seguirla, quiere estar ahí cuando se esté haciendo el procedimiento y desea asegurarse de que ella se vaya a su casa y vuelva después, no puede permitir que ese dispositivo sea colocado, debe hacer lo posible para que la excusa de su colega sea realmente buena y ella no vaya a otro lado a hacerse lo que ahí no le hacen.
―Señorita Malfatti. ―El doctor la invitó a pasar. ―¿Está lista? ―Sonrió mostrándole la silla.
―Un poco nerviosa. ―Susurró estrujando sus manos. ―Pero lista, eso sí. ―Le aclaró divertida.
―Bien, solo llenaré la documentación para iniciar, usted puede irse cambiando. ―Karman se apresuró a ponerse la bata, el frío crudo del consultorio le erizó la piel con el roce de su la ropa, jamás se había sentido de esa manera.
Trevor entró al consultorio y se colocó tras el cristal, quiere estar presente en el proceso, desea ver el momento uno en el que su hijo es implantado en el vientre de esa humana. Karman con un sentimiento inexplicable, siguió las indicaciones del doctor.
―¿Así está bien? ―Preguntó una vez se acomodó sobre la camilla.
―Sí, así está bien. ―Se posicionó. ―Mantén las piernas abiertas, no las cierres, por muy incómodo que sea, ¿De acuerdo? ―Karman solamente asintió y cerró los ojos, ya había iniciado y no había marcha atrás.
El corazón de Trevor inició a latir con fuerza una vez el doctor inició con el procedimiento, por alguna razón su lobo estaba muy inquieto, sin duda los nervios los estaban matando. Como doctor sabe que puede no funcionar y el expediente de esa humana no es muy alentador, pero era la única opción y debe poner su confianza en que funcionará.
Karman frunció el ceño y abrió los ojos para mirar directo a la ventana que está a su lado, es como si la mirada de ese hombre la llamara al punto de mirar exactamente ese lugar sin equivocarse. Se le hacía muy extraño que la estuviera mirando, pero no dijo nada, es doctor y es normal entre ellos hacer algo como eso.
Trevor por su parte vibró por su dulce mirada y resplandeciente que lo cautivó como el día anterior, ese parecido a su amada lo petrificó, anonadó y descolocó. ¿Cómo puede existir una mujer tan parecida a su perfecto amor? Eso no se lo puede explicar.
El trabajo estaba hecho, al contrario de sacarle óvulos, hubo una inseminación y ahora solo quedaba esperar. Trevor asintió al comprender la mirada del doctor y se marchó con la esperanza de que su hijo pudiera lograrlo.
Karman agrandó la sonrisa al escuchar el tono de llamada, ese es su amor llamándola y asegurándose de que estuviera bien como siempre. Al abrir la llamada, lo primero que escuchó fue un: te amo con la voz más dulce del mundo.
―Yo también te amo, creo que esta mañana me lo dejaste muy claro, amor… aún te siento en la piel. ―Se ruborizó a pesar de que él no la estaba mirando.
―¿Ya te atenderán? Odio no poder estar ahí contigo, tengo demasiado trabajo. ―Se lamentó haciéndole temblar el corazón a Karman.
―Lo sé y lo comprendo, amor, no te preocupes, ¿Sí? ―Llegó a la sala. ―Ahora estoy a espera de mi doctor, así que no te preocupes por mí y céntrate en tu trabajo.
―De acuerdo, amor, estaré en una junta importante, te llamaré cuando salga. ¿Irás a casa pronto? ―Preguntó curioso.
―No, iré a ver a un cliente. ―Mintió. ―Así que tardaré un poco.
―Deberías ir de comprar para que se te quite el estrés, quiero que estés bien, ¿Vale? ―Karman le tiró un beso, cerró la llamada y soltó un largo suspiro, había llegado el día, ya no podría atrasar lo inevitable.
―Señorita Malfatti. ―Karman giró al escuchar la voz de su doctor. ―¿Cómo está?
―Muy bien, doctor. ―Le sonrió con calidez. ―¿Cómo está usted? ―Frunció el ceño al notarlo un poco inquieto.
―No muy bien. ―Resopló. ―Debo salir y por ende las citas se reagendarán para dentro de tres días. ―Karman se preocupó.
―¿Está usted bien? ―El hombro sonrió conmovido por la chica.
―Sí, lo estoy, pero tengo una urgencia en otro estado, ¿Será buena y esperará a su doctor? ―Enarcó una ceja.
―Tranquilo, no me atendería con nadie que no fuera usted. ―El hombre se lo agradeció.
―Bien, la recepcionista estará reagendando, nos vemos en tres días. ―Karman se colocó en la fila, aun cuando es una clínica privada, tiene mucha clientela por ser el mejor hospital de Milán.
Trevor respiró aliviado al verla en la fila, temía que se marchara a otro hospital, el solo pensar que su cachorrito podría no nacer, le dio escalofríos, no podría vivir sin un hijo de su amada.
―Dios. ―Karman recogió los documentos que cayeron al piso. ―Lo siento tanto hombre, tú también deberías ver por dónde vas. ―Se enderezó para entregarle los papeles. ―Para ser doctor es un poco despistado. ―Trevor alzó las cejas, es una atrevida.
―Usted también debería ver por dónde camina, pude ser un enfermo. ―Karman, rio, no lo pudo evitar.
―¿Seguro que no lo es? Puede que le hagan falta una vitrina para sus hermosos ojos esmeraldas. ―Trevor la miró con gesto duro.
―Es usted bastante atrevida, ¿Lo sabía? ―Karman alzó la ceja sin borrar su sonrisa.
―Y usted muy gruñón. ―Dejándolo molesto por su manera de ser, se marchó feliz de la vida sin saber que el hombre no deja de gruñir por su osadía e irrespeto.
―Lo hago por mi hijo. ―Respiró hondo. ―Por tener un recuerdo de mi amor, eso lo vale. ―Apretó los puños, ya siente que odia a la mujer, ni siquiera se tomó la molestia de intimidarse por su mirada fría. ¡Ni siquiera lo reconoció! Eso es lo que más le molesta de todo.
El día no fue tan largo como Karman lo pensó, solo tardó media hora en el centro comercial comprando el obsequió para su amor, lo único que deseaba era estar en casa leyendo el libro que había dejado a medias. Muchas veces desearía ser normal y poder recorrer los lugares públicos con normalidad, pero es una cantante bastante afamada y por donde vaya siempre encuentra fans y los ama porque se debe a ellos, pero es estresante tener que pararse cada dos pasos para dar autógrafos y tomarse fotos, además de peligroso porque no le gusta llevar protección.
Finalmente, llegó a casa, le encantaba el olor de su hogar y lo hogareño que todo era, ese era su nidito de amor y le fascinaba. La casa es de dos pisos, nada exagerado, pero es lo suficiente para ella y su novio, también tiene capacidad para dos niños, es todo perfecto.
―Finalmente en casa. ―Se quitó los zapatos, ama sentir los pies descalzos, eso es algo que detesta Leonardo, pero cuando él no está ella es feliz arrastrando sus pies en el suelo frío. ―Qué raro. ―Frunció el ceño al ver la puerta de la habitación cerrada, jamás la cierran cuando salen de casa. Sin prestarle más atención, abrió la puerta y se metió a su habitación. ―¡Leonardo! ―El grito pareció derrumbar todo lo que había en ella, su corazón cayó a su estómago tan fuerte que todo se le revolvió.
Su novio está liado con una mujer embarazada, en su cama, sobre sus sabanas y en el lado que ella duerme. ¿Cómo era posible? Cinco años juntos, años en los que él le demostró ser un buen hombre y ahora lo encuentra f0llándose a una mujer con tanta fuerza que la cama rechinaba como quejándose.
―Karman, puedo explicártelo. ―Se cubrió la erección con la almohada. ―Por favor, respira. ―Le pidió conociéndola, ella jamás ha sido una mujer débil, es fuerte y no se deja pisotear, cosa que nadie sabe por qué generalmente sonríe con dulzura y mira con ternura a todos.
―Está embarazada. ―Es lo único en lo que podía pensar. ―Tú no querías hijos. ―Los ojos se le llenaron de lágrimas.
―¿No le has dicho nada? ―La mujer cubierta con una sábana lo miró descolocada. ―¡Leo! ―Chilló con voz irritante a los oídos de Karman. ―Él desea ser padre, lo hace más que nada en el mundo. ―Karman miró a la mujer un poco confundida. ―Pero no los quiere contigo, tus genes simplemente le dan asco y terror. ―Karman miró a Leo y él no lo negó.
―Tu madre pasó por un cáncer, tu padre fue alcohólico, es lo que decía tu nonna antes de morir de cáncer. ―Resopló. ―Puedo dártelo todo, pero jamás tendría hijos contigo…
―Lárgate. ―Le señaló la puerta, evitando llorar por la herida tan profunda y la humillación de amar a alguien con locura. ―Toma a esta mujer y lárgate de mi casa y de mi vida. ―Leonardo inició a recoger la ropa de la mujer.
―No te sientas mal. ―La mujer se encogió de hombros. ―No siempre se puede ganar, ¿Por qué no aceptas seguir como antes? Yo no sería un problema. ―Le sonrió. ―Eso sí, deberás cuidar también al bebé y…
―¡Sácala de aquí antes de que la mate! ―Gritó llena de ira, ¿Cómo era posible que él le estuviera viendo la cara de tonta? ¿Por qué destrozarla de esa manera? ¿Por qué hacerle eso solo por los genes de su familia?
El mundo de Karman se destrozó por completo, ella lo había perdido todo, porque Leonardo era su todo, lo único que le quedaba en la vida ya que jamás tuvo una buena relación con su familia codiciosa. Todos sus recuerdos son con él, todas sus vivencias fueron a su lado y ahora no tiene nada.
Con ese sentimiento de vacío pasaron los días, no salía de la habitación de invitados, sentía que salir de ahí la mataría por todos los recuerdos que esa casa tenía con ella y Leo. El móvil sonó como siempre, pero al ver el número del hospital tomó la llamada.
―Señorita Malfatti, le hablamos desde la clínica…
―Lo sé. ―Cortó a la recepcionista. ―Me llaman para lo del dispositivo, por favor, dígale al doctor que ya no es necesario, de verdad ya se los he dicho más de cinco veces. ―Cerró la llamada y continuó comiendo helado y ahogándose en el llanto. ―¿Ahora qué? ―Se levantó rabiosa, no dejan de tocar la puerta y sabe que no es Leonardo, ese miserable ni siquiera la ha llamado después de la humillación.
―Huele a mi cachorro. ―Soltó Trevor una vez se abrió la puerta.