El silencio de la enorme mansión se termina cuando un grito de dolor se oye entre sus paredes.
La servidumbre corre para asistir a la señora, quien se encuentra embarazada y todos están muy pendientes de ella.
—¡Señora! —grita el ama de llaves al verla de rodillas al lado de la cama, con una mano en el piso y la otra sosteniendo su vientre.
—Llama… llama al médico —dice Gretta jadeante.
—Podemos llevarla al hospital, hay tiempo.
—No… no me moveré de aquí, sin mi esposo no saldré de la mansión —la mujer mira a una de las chicas del servicio y esta corre para llamar al doctor, mientras que ella ayuda a Gretta a recostarse en la cama.
—Moveré a las muchachas para preparar el cuarto para recibir a la niña.
—Justina… no me dejes sola —la mujer sonríe con cariño, su jefa es joven y este es su primer hijo, por lo que entiende que tenga miedo de dar a luz y además sin su esposo a su lado.
—No, señora, yo estaré aquí.
Todos los empleados se dedican a preparar el cuarto para recibir al bebé, el doctor llega y asegura que lo mejor fue no sacarla de la casa.
—Bien, señora Petrucci, nos quedan un par de horas más para traer a su bebé al mundo.
—¡Me duele! —grita Gretta en medio de otra contracción, retorciendo las sábanas.
Justina le va quitando el sudor de la frente y le da su apoyo sosteniendo la mano. Todos los demás empleados están fuera del cuarto esperando por el nacimiento de la heredera de la familia Petrucci.
—Justina, ¿llamaste a mi esposo? —pregunta casi sin fuerzas.
—Sí, pero no respondió, señora. Le dejé un mensaje en su teléfono y en el hotel.
—Siento que… me estoy partiendo… —dice cansada, el doctor vuelve a comprobar la dilatación y mueve a todas en el cuarto.
—¡Llegó la hora! Señora Petrucci, necesito que puje cuando le diga, vamos a traer al mundo a esta preciosura de bebé.
Justina la ayuda a sentarse y en cuanto el doctor da la orden, Gretta comienza a pujar. Siente que se está partiendo, pero hace todo lo que puede para traer a su hija al mundo, hasta que siente un alivio y ese llanto delicado.
—Déjeme… déjeme verla, por favor —le pide al doctor, quien luego de envolver a la criatura entre una sábana limpia, la acerca a la madre—. Mira esos ojos, Justina… mi niña es hermosa.
La mujer se acerca para ver a la bebé y puede ver lo bella que es, con sus labios como en forma de corazón y rojos, su piel rosadita, sus escasos cabellos rubios y los ojos… como un par de cielos.
El médico termina de atender a la mujer y le dice que todo ha resultado perfecto. Revisa a la pequeña, quien se aferra al pecho de su madre para alimentarse, sacándole una sonrisa a la mujer, quien no deja de admirarla.
Se dedican a limpiar el cuarto y la cama, mientras que Gretta se encarga de su pequeña, sin dejar de mirarla y pensar en lo hermosa que es.
El teléfono de la casa suena y Justina se apresura a responder, para luego entregarle el auricular a su jefa.
—Es el señor —Gretta sonríe como enamorada y responde de inmediato.
—¡Mi amor, voy saliendo de regreso a Riccione! Yo sabía que debía traerte a la casa de Roma, pero mi esposa es tan consentida. ¿Cómo están mis amores?
—Estamos bien… tienes que apresurarte, es realmente hermosa, un angelito… es idéntica a tu madre, mi amor.
—Aproximadamente en unas cinco horas estaré allí, llegaré a mimarlas y para no separarme más al menos en un mes, te amo cariño.
—Y yo a ti, mi amor, te esperamos.
La emoción que embarga a Joshua es indescriptible, sobre todo porque su niña será la consentida de toda la familia, ya que él es uno de los nueve hijos varones de su padre y hasta ahora todos han tenido la misma suerte. Su niña es la primera nieta y la ilusión de su padre, quien ha decidido favorecerla por esa razón.
En la mansión, Justina le dice que se quedará atenta a lo que pueda necesitar y se va, dejando a Gretta con una sonrisa en sus labios y a la pequeña dormida.
De pronto, en medio del cansancio, Gretta abre los ojos y ve una silueta que está cerca de la cuna, sonríe pensando que es Joshua, y trata de incorporarse. Aquella figura al verse descubierta sale del cuarto y Gretta enciende la luz asustada, mientras grita desesperada.
—¡Se llevan a mi niña! ¡¡Ayuda!! —sale de la cama adolorida, camina con cierta dificultad a la puerta, logrando ver que una silueta como la de una mujer llega a la escalera con su hija—. ¡¡Justina, ayuda!!
Corre a la escalera, olvidando por completo que está convaleciente, e intenta alcanzar a aquel extraño que se lleva a su hija.
—¡¡Ayuda, se llevan a mi hija!! —comienza a bajar las escaleras, llegan los empleados alertados por los gritos desesperados de Gretta y Justina en cuanto se da cuenta de lo que pasa, corre a la calle—. ¡¡Vayan por mi hija, por favor!!
Se sienta en uno de los peldaños, abandonada a la angustia de perder a su niña, el llanto cae por sus mejillas y siente cómo la noche se hace más oscura conforme pasan los minutos y nadie regresa con noticias.
Hasta que al final, cuando ella llega al primer nivel, ve a Justina aparecer con expresión de derrota y Gretta niega con vehemencia.
—No, dime que no es cierto…
—Lo siento, señora, le juro que corrí, pero el extraño al parecer conocía la casa, porque supo por dónde salir…
—¡No, Justina! ¡¡Nooo!! —Gretta cae al piso de rodillas, sintiendo cómo el aire se le va escapando y lo poco que le queda lo usa para dejarlo salir en un grito desgarrador que estremece los cimientos—. ¡¡Nooo!!
Golpea el piso con sus manos convertidas en duros puños, mientras todos los empleados la van rodeando y Justina la abraza para consolarla.
Gretta llora, grita y pelea con todos, hasta que se pierde en un mundo doloroso y silencioso, en donde sólo sus pensamientos pueden moverse. Así la encuentra Joshua, quien busca en la habitación a su hija, pero cuando posa los ojos en su esposa, sabe que algo anda mal.
—Amor… ¿dónde está nuestra hija?
—Se la llevaron —le dice con el alma desgarrada, Joshua corre hacia ella para abrazarla y Gretta se aferra a su última tabla de salvación—. ¡Se llevaron a nuestra niña!
—¡¿Quién fue?!
—No lo sé, ¡no lo sé! Sólo sé que alguien se la llevó, todos fueron tras el hombre, pero no dieron con ellos… mi niña, Joshua, dime… ¿cómo se supone que viviré sin ella? Era nuestra niña…
—Te juro que la vamos a encontrar, no descansaré hasta dar con ella y al infeliz que se la llevó, le espera el infierno mismo —dice con una expresión de absoluta frialdad, mientras acaricia la espalda de su mujer, quien no tiene consuelo por lo ocurrido.
Dieciocho años después…Anna tiene todo organizado en su maleta para irse, sin tener idea de a dónde, sólo sabe que debe abandonar el hogar que la protegió lo mejor que pudo porque ha cumplido los dieciocho años.—Es injusto… —le dice Vittoria ayudándola a meter las últimas prendas—. Antes los niños que salían de aquí se quedaban trabajando.—Sí, en la época en que nadie se quería hacer cargo de ellos, ahora es distinto. Quiero quedarme, pero primero debo estudiar, hacer algo de mi vida. Te juro que no me olvidaré de todo lo que han hecho por mí.—¡Nada! —dice exaltada su amiga—. Sólo te dieron techo, comida y educación, pero si no fuera por la señora Moretti, seguro esas condenadas te habrían hecho picadillos. Y ni hablar de la directora, esa mujer te odia y no sé por qué.—Como sea, al menos no me dejaron morir de hambre en la calle —Anna mira por la ventana y deja salir un suspiro—. No te metas en problemas mientras yo no estoy, te esperaré afuera. Florencia es un lindo lugar para
Lejos de allí en Roma, un hombre entra desesperado a su despacho mesándose los cabellos. Aquella sucia jugada que realizó años atrás ahora está a punto de haber sido completamente inútil sólo por el descuido de una persona.—¿Cómo se supone que arreglaré esto ahora? —se deja caer en el sillón frente a su escritorio y se suelta un poco la corbata, como si eso le ayudase a pensar mejor.Mira a todos lados y sus ojos se posan en una pintura que para su familia es una reliquia. Es la representación de dos hombres batiéndose a duelo y de pronto, una idea cruel se le cruza por la mente, toma su teléfono y le pide a su secretaria con urgencia.—Consigue la dirección de Egan Argyris.En cuanto corta la llamada, se pone de pie y saca de su caja fuerte una fotografía relativamente reciente de aquella piedra de tropiezo que puede entorpecer sus planes.Mete todo lo que tiene de la chica dentro de un sobre y sin colocar el remitente, pone el nombre de Egan Argyris y luego la dirección que su secr
Anna sale de la biblioteca con el corazón latiéndole a mil por hora, no sabe si quiere reír o llorar, no tiene idea de qué hacer, así que llama a la única persona que le puede ayudar en ese momento.—Mi niña…—No me abandonaron —le dice con un susurro ahogado y buscando dónde meterse para hablar tranquila.—¿Encontraste a tu familia?—Creo… creo que sí. No estoy segura de que sean ellos, pero vi una foto de quién podría ser mi abuela, ¡somos idénticas!—Mi niña, ese puede ser un engaño de tu mente…—¡No! Se lo juro, le enviaré una fotografía, necesito irme a Roma lo antes posible.—Bien… haremos lo siguiente, iré a verte a Prato…—Estoy en Florencia, veámonos en el café que está cerca de orfanato, voy para allá.Se despiden y Anna sale disparada para reunirse con la señora Moretti, en este momento es la única que le puede ayudar a buscar a su familia. Quiere aferrarse a la idea de que son ellos, porque si es así, esa idea con la que creció acerca de que la habían abandonado sólo fue u
En la oficina Joshua está concentrado en lo suyo, pero como siempre, atento a sus mensajes y correos, hasta que la notificación de uno le llega, al leerlo se queda impactado, más que por el texto, por aquella fotografía en donde ve a una joven que le saca las lágrimas de los ojos.—No lo puedo creer…No duda en responderle, porque está seguro de que es ella.Su hija, su niña.La cita en la mansión porque no quiere que nadie más se entere de que la ha encontrado, prefiere mantenerlo en privado y eso en la empresa no sucederá.Se debate entre llamar a su esposa o no para contarle la buena noticia, pero decide que es mejor enfrentar todo de una vez.Se come las calles desesperado, pensando en qué le dirá, cómo será ese reencuentro y siente una ansiedad enorme, siente su cuerpo hinchado por tanta felicidad y sólo quiere abrazarla, estrecharla entre sus brazos y no dejarla ir más.—Ni cuando se case… se quedará conmigo en casa hasta que se haga una ancianita —dice con los ojos anegados de
Anna siente que su cuerpo está a punto de colapsar, Egan da un paso hacia ella y su instinto le dice que se aleje, así que lo hace rápidamente, hasta que queda atrapada entre la pared y aquella figura. Cierra los ojos asustada, recordando las veces que las chicas en el orfanato la encerraron o acorralaron, pero ahora no están ni la señora Moretti ni Vittoria para protegerla.—Por favor… —le dice ella con el labio temblando e intenta mirarlo a los ojos, aunque en la penumbra no los encuentra—. No sé qué le hice, yo nunca le he hecho daño a nadie, se lo suplico…—¿Acaso crees que tienes que hacerle algo a la gente para que quiera hacerte daño? —le dice con un claro tono de desprecio—. Ya te digo yo que no. El mundo es cruel, muchachita, ¿dónde estabas que no te diste cuenta?—Yo… —gruesas lágrimas caen por sus mejillas, Egan se acerca a ella hasta quedar a escasos centímetros, los suficientes para que el aroma de la chica inunde sus fosas nasales y eso lo hace perder el control.Se agac
Si creen por un segundo que Anna es valiente, están muy equivocados. Aquella orden salió de lo más profundo de su miedo, porque en verdad temía que el animal fuese a causarle más daño y tanto Egan como Ángel no vieron que ella también se quedó con la boca abierta.Aunque el animal sigue algo inquieto, no vuelve a atacar a Anna como al inicio. Ella se mueve lentamente a su alrededor, hasta que termina y le ofrece unos terrones de azúcar.—Eres magnífico —le dice acariciando al animal y él relincha en respuesta.—¡¿Qué crees que haces?! —Anna se encoge enseguida ante el grito de Egan y se gira lentamente para guardar el cepillo—. ¡¿Acaso me estás ignorando?! —se acerca a ella y la toma por el brazo con fuerza.—N-no… es sólo que… le tengo miedo —le dice ella sin mirarlo a la cara, Egan sonríe con satisfacción y le dice muy cerca de su oído.—Haces muy bien, niña —la suelta con violencia y se aleja de ella—. ¡Ángel! Dale la siguiente orden, no quiero que pare en todo el día. Yo me voy po
Cuando Ángel regresa, se da cuenta de que Anna tiene el espacio de Zafiro impecable, la yegua parece tranquila y ella se ve bastante sucia.—Ven —el dice con el mismo tono serio y se la lleva a una casa que está tras el establo. Anna se queda parada en medio del camino, el hombre se da cuenta de que ella no avanza y la mira extraño—. ¿Pasa algo?—Yo no debería ir allí…—¿Quieres quedarte sucia?—Él… él se dará cuenta y yo no quiero meterlo en problemas —ella baja la mirada y a Ángel se le revuelve el estómago de la rabia que siente.Aquella muchacha prefiere quedarse sucia antes que meterlo en problemas, pero a él eso poco le importa.—Sólo ven, aquí es normal que estas cosas pasen, pasa.Ella duda unos minutos, pero luego decide entrar a la casa y hacer lo que Ángel le dice. Se da cuenta de que no es una casa como tal, sino más bien como un comedor para los trabajadores. Allí, en el comedor, están todos reunidos esperando la cena.Cada par de ojos se queda mirando a la chica, ella ba
Para ese día da las mismas instrucciones acerca de Anna, quien no debe comer ni beber nada a menos que él no ordene. Por la tarde, se va de allí a la misma hora y queda en regresar temprano al día siguiente.Esta vez Ángel se la lleva a la casa de los trabajadores, pero por la parte trasera directamente, la deja en el baño y él se va por la cena para los dos.—Hoy hace frío como para comer afuera.—No importa, Mariana —le dice Ángel a la mujer joven—. Sabes que me gusta comer afuera.—Sí… a mí me parece que te gusta comer con la mocosa.—Tiene aquí dos días, yo llevo tres años comiendo afuera cada vez que se me pega la gana —sisea él recibiendo su plato y el pan para Anna—. Especialmente si no tengo que verte a ti.La boca de la chica se convierte en una fina línea mientras que él sale de allí. Anna sale del baño, se sienta a su lado y el hombre vuelve a cambiar el plato.—¿Ha pensado en qué pasaría si nos descubren? —dice ella mirando aquella pasta con carne asada.—No tengo miedo de