Anna sale de la biblioteca con el corazón latiéndole a mil por hora, no sabe si quiere reír o llorar, no tiene idea de qué hacer, así que llama a la única persona que le puede ayudar en ese momento.
—Mi niña…
—No me abandonaron —le dice con un susurro ahogado y buscando dónde meterse para hablar tranquila.
—¿Encontraste a tu familia?
—Creo… creo que sí. No estoy segura de que sean ellos, pero vi una foto de quién podría ser mi abuela, ¡somos idénticas!
—Mi niña, ese puede ser un engaño de tu mente…
—¡No! Se lo juro, le enviaré una fotografía, necesito irme a Roma lo antes posible.
—Bien… haremos lo siguiente, iré a verte a Prato…
—Estoy en Florencia, veámonos en el café que está cerca de orfanato, voy para allá.
Se despiden y Anna sale disparada para reunirse con la señora Moretti, en este momento es la única que le puede ayudar a buscar a su familia. Quiere aferrarse a la idea de que son ellos, porque si es así, esa idea con la que creció acerca de que la habían abandonado sólo fue una cruel mentira de la vida.
Cuando llega al café, la señora Moretti está allí y la abraza con fuerza, toman asiento y Anna le muestra todas las pruebas que tiene de que los Petrucci son su familia. La mujer mirada casa impresión y se queda impactada, especialmente por algo que ella sabe, pero no quiere decirle a Anna en ese momento.
—Anna, esto es… ¡Linda, encontraste a tu familia! —le dice con lágrimas en los ojos—. Tienes razón, esta mujer es idéntica a ti… y tienes dos hermanos menores.
—Por eso necesito irme a Roma, saber qué pasó en realidad. Sé que, si me ven, van a reconocerme de inmediato, yo… yo quiero verlos.
—Y lo harás, cariño. Vamos a comprar un boleto de avión, el primero que salga para Roma y te irás a buscar a tu familia. Mientras consigues irte, quédate aquí, en mi departamento y yo buscaré la dirección de su empresa o su casa.
—Gracias, no sé qué haría sin su ayuda. Todo este tiempo de espera valió la pena, tenía razón, de haberme dado la cadena antes, no hubiese podido hacer nada.
La mujer le toma las manos y la aprieta con cariño, mientras que en su mente tiene muchas preguntas para hacerle a la directora… su hermana.
Se despiden de momento, porque Anna quiere ir a Prato por sus cosas, a renunciar a su trabajo y regresar a Florencia. La señora Moretti se encarga de comprar el boleto de avión y le avisa a Anna que saldrá a Roma en dos días.
Mientras, ella se encarga de buscar los contactos de Joshua Petrucci, hasta que da con su correo electrónico personal. Quiere enfrentar a su hermana, pero su instinto le dice que es mejor esperar a que Anna se vaya a Roma, porque si ella está involucrada en esto, puede poner trabas para que la chica vaya a reencontrarse con su familia.
Por la noche, Anna se reencuentra con la señora Moretti y las dos quedan de acuerdo en el plan que la chica debe seguir en Roma.
De más esta decir que esos dos días se le pasan realmente lentos, pero cuando llega el momento de tomar el vuelo, la señora Moretti le entrega todos los contactos de Joshua Petrucci.
—Fue difícil conseguirlos, los de tu madre son realmente imposibles, es como si tuviera un bloqueo. Pero creo que esto es mejor, ya que tu padre se mueve mucho entre la casa y sus empresas. Sólo escríbele, envíale una foto y dile que quiere verlo. Ofrécele la prueba de ADN, te daré el dinero para eso, que vea que no estás interesada en su fortuna, sino en conocerlo y saber si en realidad son familia.
—Y eso es lo único que quiero… sólo quiero abrazarlos y decirles cuánto los pensé en todos estos años. Lo demás no me interesa, incluso estoy dispuesta a regresar a trabajar en la cosecha.
La mujer sonríe, porque sabe que Anna es sincera.
Se despiden y Anna se sube por primera vez al avión, pero los nervios de su primer vuelo se ven opacados por los que siente al saber que conocerá a sus padres y hermanos.
Mientras, la señora Moretti llega a la institución y se va directo a la oficina de la directora, entra a la oficina sin llamar a la puerta y la mujer se pone de pie para regañarla.
—¡Señora Moretti, esa no es manera de entrar a mi oficina! —pero la mujer cierra la puerta sin inmutarse y cuando la mira, lo hace con una seriedad que su hermana nunca le vio antes.
—Quiero que me digas ahora mismo, ¿por qué ocultaste la identidad de Anna? ¡Y no te atrevas a mentirme, Giada Petrucci! —la mujer abre los ojos asustada, sin saber qué decir en ese momento, sin embargo, lo único que atina es a marcar su teléfono a aquel número, para que la persona del otro lado oiga todo.
Casi una hora después, el avión aterriza en Roma, Anna se baja y coge su equipaje con una sonrisa que le contagia a algunas de las personas que están allí. No tienen idea de lo que para ella significa estar en la capital, el estar más cerca de la verdad de su origen y saber quién la separó de sus progenitores.
Antes de salir a tomar el taxi, se anima y le escribe un correo a Joshua, enviándole una fotografía y diciéndole que quiere hablar con él. Allí le explica todo lo que ha pasado y cómo se enteró de que tal vez podría ser la hija que le arrebataron al nacer.
Presiona el botón de enviar y sale del aeropuerto para irse directo a la dirección que la señora Moretti le ha dado de la empresa, pero la respuesta del correo no se hace esperar y su corazón salta de emoción cuando le da la dirección de la mansión, para que se vaya directo hacia allá.
El taxi la deja hasta donde llega el camino, ya que desde allí es una zona exclusiva cuyo acceso es sólo para los residentes. Se queda esperando allí, le envía un correo a su padre y se queda esperando la respuesta, tal vez por eso no se da cuenta del auto que se detiene a unos metros de ella.
Ni tampoco tiene oportunidad de pelear cuando le cubren la boca, intenta gritar, pero en lugar de eso aspira el olor de un químico que la duerme sin poder evitarlo, sin saber lo que le espera a partir de allí.
En la oficina Joshua está concentrado en lo suyo, pero como siempre, atento a sus mensajes y correos, hasta que la notificación de uno le llega, al leerlo se queda impactado, más que por el texto, por aquella fotografía en donde ve a una joven que le saca las lágrimas de los ojos.—No lo puedo creer…No duda en responderle, porque está seguro de que es ella.Su hija, su niña.La cita en la mansión porque no quiere que nadie más se entere de que la ha encontrado, prefiere mantenerlo en privado y eso en la empresa no sucederá.Se debate entre llamar a su esposa o no para contarle la buena noticia, pero decide que es mejor enfrentar todo de una vez.Se come las calles desesperado, pensando en qué le dirá, cómo será ese reencuentro y siente una ansiedad enorme, siente su cuerpo hinchado por tanta felicidad y sólo quiere abrazarla, estrecharla entre sus brazos y no dejarla ir más.—Ni cuando se case… se quedará conmigo en casa hasta que se haga una ancianita —dice con los ojos anegados de
Anna siente que su cuerpo está a punto de colapsar, Egan da un paso hacia ella y su instinto le dice que se aleje, así que lo hace rápidamente, hasta que queda atrapada entre la pared y aquella figura. Cierra los ojos asustada, recordando las veces que las chicas en el orfanato la encerraron o acorralaron, pero ahora no están ni la señora Moretti ni Vittoria para protegerla.—Por favor… —le dice ella con el labio temblando e intenta mirarlo a los ojos, aunque en la penumbra no los encuentra—. No sé qué le hice, yo nunca le he hecho daño a nadie, se lo suplico…—¿Acaso crees que tienes que hacerle algo a la gente para que quiera hacerte daño? —le dice con un claro tono de desprecio—. Ya te digo yo que no. El mundo es cruel, muchachita, ¿dónde estabas que no te diste cuenta?—Yo… —gruesas lágrimas caen por sus mejillas, Egan se acerca a ella hasta quedar a escasos centímetros, los suficientes para que el aroma de la chica inunde sus fosas nasales y eso lo hace perder el control.Se agac
Si creen por un segundo que Anna es valiente, están muy equivocados. Aquella orden salió de lo más profundo de su miedo, porque en verdad temía que el animal fuese a causarle más daño y tanto Egan como Ángel no vieron que ella también se quedó con la boca abierta.Aunque el animal sigue algo inquieto, no vuelve a atacar a Anna como al inicio. Ella se mueve lentamente a su alrededor, hasta que termina y le ofrece unos terrones de azúcar.—Eres magnífico —le dice acariciando al animal y él relincha en respuesta.—¡¿Qué crees que haces?! —Anna se encoge enseguida ante el grito de Egan y se gira lentamente para guardar el cepillo—. ¡¿Acaso me estás ignorando?! —se acerca a ella y la toma por el brazo con fuerza.—N-no… es sólo que… le tengo miedo —le dice ella sin mirarlo a la cara, Egan sonríe con satisfacción y le dice muy cerca de su oído.—Haces muy bien, niña —la suelta con violencia y se aleja de ella—. ¡Ángel! Dale la siguiente orden, no quiero que pare en todo el día. Yo me voy po
Cuando Ángel regresa, se da cuenta de que Anna tiene el espacio de Zafiro impecable, la yegua parece tranquila y ella se ve bastante sucia.—Ven —el dice con el mismo tono serio y se la lleva a una casa que está tras el establo. Anna se queda parada en medio del camino, el hombre se da cuenta de que ella no avanza y la mira extraño—. ¿Pasa algo?—Yo no debería ir allí…—¿Quieres quedarte sucia?—Él… él se dará cuenta y yo no quiero meterlo en problemas —ella baja la mirada y a Ángel se le revuelve el estómago de la rabia que siente.Aquella muchacha prefiere quedarse sucia antes que meterlo en problemas, pero a él eso poco le importa.—Sólo ven, aquí es normal que estas cosas pasen, pasa.Ella duda unos minutos, pero luego decide entrar a la casa y hacer lo que Ángel le dice. Se da cuenta de que no es una casa como tal, sino más bien como un comedor para los trabajadores. Allí, en el comedor, están todos reunidos esperando la cena.Cada par de ojos se queda mirando a la chica, ella ba
Para ese día da las mismas instrucciones acerca de Anna, quien no debe comer ni beber nada a menos que él no ordene. Por la tarde, se va de allí a la misma hora y queda en regresar temprano al día siguiente.Esta vez Ángel se la lleva a la casa de los trabajadores, pero por la parte trasera directamente, la deja en el baño y él se va por la cena para los dos.—Hoy hace frío como para comer afuera.—No importa, Mariana —le dice Ángel a la mujer joven—. Sabes que me gusta comer afuera.—Sí… a mí me parece que te gusta comer con la mocosa.—Tiene aquí dos días, yo llevo tres años comiendo afuera cada vez que se me pega la gana —sisea él recibiendo su plato y el pan para Anna—. Especialmente si no tengo que verte a ti.La boca de la chica se convierte en una fina línea mientras que él sale de allí. Anna sale del baño, se sienta a su lado y el hombre vuelve a cambiar el plato.—¿Ha pensado en qué pasaría si nos descubren? —dice ella mirando aquella pasta con carne asada.—No tengo miedo de
Anna se entierra en la cama, sobre aquellos cartones que se humedecen, mira su sudadera, porque es lo único que tiene para colocarse seco, así que decide quitarse la ropa interior y cubrirse con ella. Se suelta el cabello para que se le seque, llora las lágrimas que puede, sus labios ya están agrietados por la falta de líquido, su estómago ni siquiera le duele por el hambre y sólo cierra los ojos para ver si cuando los abre, sólo es un terrible sueño.La puerta se abre de manera abrupta, lo cual la hace acurrucarse más para cubrir su intimidad, aunque al ver que es Mariana, se relaja un poco.—¡Toma! —le dice lanzándole el mono de trabajo.—Di-disculpa, ¿sabes dónde quedó mi ropa? —le pregunta caminando hasta donde quedó el uniforme tirado en el suelo.—¡¿Tengo cara de ropero o qué?! Tu ropa no es mi problema, mocosa.Sale de allí cerrando la puerta, mientras que Anna sólo deja salir un suspiro y se coloca la prenda para tratar de no sentir frío.Mira a todos lados, aprovechando la es
El doctor entra a la propiedad y se ca directo a la casa de los empleados, sabe donde queda porque no es la primera vez que debe atender a un trabajador.En ese instante Ángel saca a Anna de la tina, Guillermina la cubre con una enorme toalla y la sientan en la cama, en un estado de semi consciencia que la hace sonreír.—¿Señora Moretti? —le dice a Guillermina y ella le sonríe—. Parece que me enfermé otra vez…—Sí, cariño, pero estarás bien… ya verás.Anna asiente, ángel le coloca una playera suya y la mujer le mete los pies dentro de un bóxer nuevo del hombre. El doctor aparece en el cuarto y se acerca a la chica, en donde lo ponen al tanto de lo que le ocurre, sin decirle las razones de por qué está así. Egan, quien vio llegar al doctor, va a la casa y se queda cerca de la habitación.—¿
Ángel se queda al lado de Anna para estar a su lado para lo que pueda necesitar, la oye llamar constantemente a su madre y le da pesar no poder complacerla.Luego de tres horas dormida, Anna abre los ojos con dificultad y al darse cuenta de dónde está, se sienta en la cama con brusquedad, mirando a todos lados asustada, hasta que ve a Ángel a su lado.—Tranquila… estoy contigo —le dice él tomándole la mano.—¿Dónde estoy?—Estás en la habitación de Egan —ella hace el intento de salir de la cama, pero Ángel la detiene—. Él ordenó que te trajera aquí, no te angusties, ahora sólo debes descansar y reponerte.—Qué dijo el médico, recuerdo a un señor que me dio agua —pregunta ella con voz baja.—Tienes una gripe bastante agresiva, te sentirás débil unos días, ordenó una dieta especial, descanso extra y tranquilidad.—Todo lo que el señor no quiere darme —dice ella con las lágrimas al borde de sus ojos.—Ya no, en realidad estaba muy preocupado —le miente Ángel y ella, extrañamente sonríe.