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Capítulo 3: Una ilusión truncada

Anna sale de la biblioteca con el corazón latiéndole a mil por hora, no sabe si quiere reír o llorar, no tiene idea de qué hacer, así que llama a la única persona que le puede ayudar en ese momento.

—Mi niña…

—No me abandonaron —le dice con un susurro ahogado y buscando dónde meterse para hablar tranquila.

—¿Encontraste a tu familia?

—Creo… creo que sí. No estoy segura de que sean ellos, pero vi una foto de quién podría ser mi abuela, ¡somos idénticas!

—Mi niña, ese puede ser un engaño de tu mente…

—¡No! Se lo juro, le enviaré una fotografía, necesito irme a Roma lo antes posible.

—Bien… haremos lo siguiente, iré a verte a Prato…

—Estoy en Florencia, veámonos en el café que está cerca de orfanato, voy para allá.

Se despiden y Anna sale disparada para reunirse con la señora Moretti, en este momento es la única que le puede ayudar a buscar a su familia. Quiere aferrarse a la idea de que son ellos, porque si es así, esa idea con la que creció acerca de que la habían abandonado sólo fue una cruel mentira de la vida.

Cuando llega al café, la señora Moretti está allí y la abraza con fuerza, toman asiento y Anna le muestra todas las pruebas que tiene de que los Petrucci son su familia. La mujer mirada casa impresión y se queda impactada, especialmente por algo que ella sabe, pero no quiere decirle a Anna en ese momento.

—Anna, esto es… ¡Linda, encontraste a tu familia! —le dice con lágrimas en los ojos—. Tienes razón, esta mujer es idéntica a ti… y tienes dos hermanos menores.

—Por eso necesito irme a Roma, saber qué pasó en realidad. Sé que, si me ven, van a reconocerme de inmediato, yo… yo quiero verlos.

—Y lo harás, cariño. Vamos a comprar un boleto de avión, el primero que salga para Roma y te irás a buscar a tu familia. Mientras consigues irte, quédate aquí, en mi departamento y yo buscaré la dirección de su empresa o su casa.

—Gracias, no sé qué haría sin su ayuda. Todo este tiempo de espera valió la pena, tenía razón, de haberme dado la cadena antes, no hubiese podido hacer nada.

La mujer le toma las manos y la aprieta con cariño, mientras que en su mente tiene muchas preguntas para hacerle a la directora… su hermana.

Se despiden de momento, porque Anna quiere ir a Prato por sus cosas, a renunciar a su trabajo y regresar a Florencia. La señora Moretti se encarga de comprar el boleto de avión y le avisa a Anna que saldrá a Roma en dos días.

Mientras, ella se encarga de buscar los contactos de Joshua Petrucci, hasta que da con su correo electrónico personal. Quiere enfrentar a su hermana, pero su instinto le dice que es mejor esperar a que Anna se vaya a Roma, porque si ella está involucrada en esto, puede poner trabas para que la chica vaya a reencontrarse con su familia.

Por la noche, Anna se reencuentra con la señora Moretti y las dos quedan de acuerdo en el plan que la chica debe seguir en Roma.

De más esta decir que esos dos días se le pasan realmente lentos, pero cuando llega el momento de tomar el vuelo, la señora Moretti le entrega todos los contactos de Joshua Petrucci.

—Fue difícil conseguirlos, los de tu madre son realmente imposibles, es como si tuviera un bloqueo. Pero creo que esto es mejor, ya que tu padre se mueve mucho entre la casa y sus empresas. Sólo escríbele, envíale una foto y dile que quiere verlo. Ofrécele la prueba de ADN, te daré el dinero para eso, que vea que no estás interesada en su fortuna, sino en conocerlo y saber si en realidad son familia.

—Y eso es lo único que quiero… sólo quiero abrazarlos y decirles cuánto los pensé en todos estos años. Lo demás no me interesa, incluso estoy dispuesta a regresar a trabajar en la cosecha.

La mujer sonríe, porque sabe que Anna es sincera.

Se despiden y Anna se sube por primera vez al avión, pero los nervios de su primer vuelo se ven opacados por los que siente al saber que conocerá a sus padres y hermanos.

Mientras, la señora Moretti llega a la institución y se va directo a la oficina de la directora, entra a la oficina sin llamar a la puerta y la mujer se pone de pie para regañarla.

—¡Señora Moretti, esa no es manera de entrar a mi oficina! —pero la mujer cierra la puerta sin inmutarse y cuando la mira, lo hace con una seriedad que su hermana nunca le vio antes.

—Quiero que me digas ahora mismo, ¿por qué ocultaste la identidad de Anna? ¡Y no te atrevas a mentirme, Giada Petrucci! —la mujer abre los ojos asustada, sin saber qué decir en ese momento, sin embargo, lo único que atina es a marcar su teléfono a aquel número, para que la persona del otro lado oiga todo.

Casi una hora después, el avión aterriza en Roma, Anna se baja y coge su equipaje con una sonrisa que le contagia a algunas de las personas que están allí. No tienen idea de lo que para ella significa estar en la capital, el estar más cerca de la verdad de su origen y saber quién la separó de sus progenitores.

Antes de salir a tomar el taxi, se anima y le escribe un correo a Joshua, enviándole una fotografía y diciéndole que quiere hablar con él. Allí le explica todo lo que ha pasado y cómo se enteró de que tal vez podría ser la hija que le arrebataron al nacer.

Presiona el botón de enviar y sale del aeropuerto para irse directo a la dirección que la señora Moretti le ha dado de la empresa, pero la respuesta del correo no se hace esperar y su corazón salta de emoción cuando le da la dirección de la mansión, para que se vaya directo hacia allá.

El taxi la deja hasta donde llega el camino, ya que desde allí es una zona exclusiva cuyo acceso es sólo para los residentes. Se queda esperando allí, le envía un correo a su padre y se queda esperando la respuesta, tal vez por eso no se da cuenta del auto que se detiene a unos metros de ella.

Ni tampoco tiene oportunidad de pelear cuando le cubren la boca, intenta gritar, pero en lugar de eso aspira el olor de un químico que la duerme sin poder evitarlo, sin saber lo que le espera a partir de allí.

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