Anna siente que su cuerpo está a punto de colapsar, Egan da un paso hacia ella y su instinto le dice que se aleje, así que lo hace rápidamente, hasta que queda atrapada entre la pared y aquella figura. Cierra los ojos asustada, recordando las veces que las chicas en el orfanato la encerraron o acorralaron, pero ahora no están ni la señora Moretti ni Vittoria para protegerla.—Por favor… —le dice ella con el labio temblando e intenta mirarlo a los ojos, aunque en la penumbra no los encuentra—. No sé qué le hice, yo nunca le he hecho daño a nadie, se lo suplico…—¿Acaso crees que tienes que hacerle algo a la gente para que quiera hacerte daño? —le dice con un claro tono de desprecio—. Ya te digo yo que no. El mundo es cruel, muchachita, ¿dónde estabas que no te diste cuenta?—Yo… —gruesas lágrimas caen por sus mejillas, Egan se acerca a ella hasta quedar a escasos centímetros, los suficientes para que el aroma de la chica inunde sus fosas nasales y eso lo hace perder el control.Se agac
Si creen por un segundo que Anna es valiente, están muy equivocados. Aquella orden salió de lo más profundo de su miedo, porque en verdad temía que el animal fuese a causarle más daño y tanto Egan como Ángel no vieron que ella también se quedó con la boca abierta.Aunque el animal sigue algo inquieto, no vuelve a atacar a Anna como al inicio. Ella se mueve lentamente a su alrededor, hasta que termina y le ofrece unos terrones de azúcar.—Eres magnífico —le dice acariciando al animal y él relincha en respuesta.—¡¿Qué crees que haces?! —Anna se encoge enseguida ante el grito de Egan y se gira lentamente para guardar el cepillo—. ¡¿Acaso me estás ignorando?! —se acerca a ella y la toma por el brazo con fuerza.—N-no… es sólo que… le tengo miedo —le dice ella sin mirarlo a la cara, Egan sonríe con satisfacción y le dice muy cerca de su oído.—Haces muy bien, niña —la suelta con violencia y se aleja de ella—. ¡Ángel! Dale la siguiente orden, no quiero que pare en todo el día. Yo me voy po
Cuando Ángel regresa, se da cuenta de que Anna tiene el espacio de Zafiro impecable, la yegua parece tranquila y ella se ve bastante sucia.—Ven —el dice con el mismo tono serio y se la lleva a una casa que está tras el establo. Anna se queda parada en medio del camino, el hombre se da cuenta de que ella no avanza y la mira extraño—. ¿Pasa algo?—Yo no debería ir allí…—¿Quieres quedarte sucia?—Él… él se dará cuenta y yo no quiero meterlo en problemas —ella baja la mirada y a Ángel se le revuelve el estómago de la rabia que siente.Aquella muchacha prefiere quedarse sucia antes que meterlo en problemas, pero a él eso poco le importa.—Sólo ven, aquí es normal que estas cosas pasen, pasa.Ella duda unos minutos, pero luego decide entrar a la casa y hacer lo que Ángel le dice. Se da cuenta de que no es una casa como tal, sino más bien como un comedor para los trabajadores. Allí, en el comedor, están todos reunidos esperando la cena.Cada par de ojos se queda mirando a la chica, ella ba
Para ese día da las mismas instrucciones acerca de Anna, quien no debe comer ni beber nada a menos que él no ordene. Por la tarde, se va de allí a la misma hora y queda en regresar temprano al día siguiente.Esta vez Ángel se la lleva a la casa de los trabajadores, pero por la parte trasera directamente, la deja en el baño y él se va por la cena para los dos.—Hoy hace frío como para comer afuera.—No importa, Mariana —le dice Ángel a la mujer joven—. Sabes que me gusta comer afuera.—Sí… a mí me parece que te gusta comer con la mocosa.—Tiene aquí dos días, yo llevo tres años comiendo afuera cada vez que se me pega la gana —sisea él recibiendo su plato y el pan para Anna—. Especialmente si no tengo que verte a ti.La boca de la chica se convierte en una fina línea mientras que él sale de allí. Anna sale del baño, se sienta a su lado y el hombre vuelve a cambiar el plato.—¿Ha pensado en qué pasaría si nos descubren? —dice ella mirando aquella pasta con carne asada.—No tengo miedo de
Anna se entierra en la cama, sobre aquellos cartones que se humedecen, mira su sudadera, porque es lo único que tiene para colocarse seco, así que decide quitarse la ropa interior y cubrirse con ella. Se suelta el cabello para que se le seque, llora las lágrimas que puede, sus labios ya están agrietados por la falta de líquido, su estómago ni siquiera le duele por el hambre y sólo cierra los ojos para ver si cuando los abre, sólo es un terrible sueño.La puerta se abre de manera abrupta, lo cual la hace acurrucarse más para cubrir su intimidad, aunque al ver que es Mariana, se relaja un poco.—¡Toma! —le dice lanzándole el mono de trabajo.—Di-disculpa, ¿sabes dónde quedó mi ropa? —le pregunta caminando hasta donde quedó el uniforme tirado en el suelo.—¡¿Tengo cara de ropero o qué?! Tu ropa no es mi problema, mocosa.Sale de allí cerrando la puerta, mientras que Anna sólo deja salir un suspiro y se coloca la prenda para tratar de no sentir frío.Mira a todos lados, aprovechando la es
El doctor entra a la propiedad y se ca directo a la casa de los empleados, sabe donde queda porque no es la primera vez que debe atender a un trabajador.En ese instante Ángel saca a Anna de la tina, Guillermina la cubre con una enorme toalla y la sientan en la cama, en un estado de semi consciencia que la hace sonreír.—¿Señora Moretti? —le dice a Guillermina y ella le sonríe—. Parece que me enfermé otra vez…—Sí, cariño, pero estarás bien… ya verás.Anna asiente, ángel le coloca una playera suya y la mujer le mete los pies dentro de un bóxer nuevo del hombre. El doctor aparece en el cuarto y se acerca a la chica, en donde lo ponen al tanto de lo que le ocurre, sin decirle las razones de por qué está así. Egan, quien vio llegar al doctor, va a la casa y se queda cerca de la habitación.—¿
Ángel se queda al lado de Anna para estar a su lado para lo que pueda necesitar, la oye llamar constantemente a su madre y le da pesar no poder complacerla.Luego de tres horas dormida, Anna abre los ojos con dificultad y al darse cuenta de dónde está, se sienta en la cama con brusquedad, mirando a todos lados asustada, hasta que ve a Ángel a su lado.—Tranquila… estoy contigo —le dice él tomándole la mano.—¿Dónde estoy?—Estás en la habitación de Egan —ella hace el intento de salir de la cama, pero Ángel la detiene—. Él ordenó que te trajera aquí, no te angusties, ahora sólo debes descansar y reponerte.—Qué dijo el médico, recuerdo a un señor que me dio agua —pregunta ella con voz baja.—Tienes una gripe bastante agresiva, te sentirás débil unos días, ordenó una dieta especial, descanso extra y tranquilidad.—Todo lo que el señor no quiere darme —dice ella con las lágrimas al borde de sus ojos.—Ya no, en realidad estaba muy preocupado —le miente Ángel y ella, extrañamente sonríe.
Egan aparece en su cuarto, en donde Anna trata de dormir, aunque primero quiere cambiarse de ropa. Se gira hacia la puerta cuando oye los pasos de alguien y se sienta en la cama mirando la blanca sábana.—Quería darle las gracias por dejarme quedar aquí, ya me siento mejor, si quiere puedo irme a…—A ninguna parte —dice él con seriedad y se acerca a ella para tocarle la frente—. Sigues con algo de temperatura, ¿has tomado agua?—Sí —Anna se cubre hasta el cuello y se queda quieta, casi sin respirar. Egan no sabe qué decir, tampoco es que tenga ganas de hablar con ella, así que sólo se sienta en el sofá a revisar correos y arreglar cosas del trabajo.Ángel aparece con la ropa de Anna, ella ve la bolsa y abre los ojos, sale de la cama para ver lo que trae allí y mira al hombre que le sonríe.—¿Qué es esto?—Justamente lo que crees, es ropa nueva para ti.—¡Gracias! —le dice ella con una sonrisa revisando que incluso hay un pijama y pantuflas para ella, pero tras ellos Egan se aclara la