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Capítulo 2: Un hombre vengativo

Lejos de allí en Roma, un hombre entra desesperado a su despacho mesándose los cabellos. Aquella sucia jugada que realizó años atrás ahora está a punto de haber sido completamente inútil sólo por el descuido de una persona.

—¿Cómo se supone que arreglaré esto ahora? —se deja caer en el sillón frente a su escritorio y se suelta un poco la corbata, como si eso le ayudase a pensar mejor.

Mira a todos lados y sus ojos se posan en una pintura que para su familia es una reliquia. Es la representación de dos hombres batiéndose a duelo y de pronto, una idea cruel se le cruza por la mente, toma su teléfono y le pide a su secretaria con urgencia.

—Consigue la dirección de Egan Argyris.

En cuanto corta la llamada, se pone de pie y saca de su caja fuerte una fotografía relativamente reciente de aquella piedra de tropiezo que puede entorpecer sus planes.

Mete todo lo que tiene de la chica dentro de un sobre y sin colocar el remitente, pone el nombre de Egan Argyris y luego la dirección que su secretaria le ha enviado.

Llama a una de esas personas que se encarga de hacer el trabajo sucio y le ordena específicamente que ese sobre sea entregado en las manos del mismísimo Egan, ya todo correrá por cuenta de este cuando le dé aquella información.

—Veremos cuánto odias a mi hermano…

Una sonrisa maliciosa aparece en el rostro del hombre, quien se siente un poco más tranquilo y cree que ha solucionado aquel inconveniente dentro de sus planes.

Una hora más tarde, en otro lugar de Roma, una joven mensajera entra al edificio de Empresas Argyris, llevando consigo un sobre cuyo destinatario debe ser sólo el CEO de la empresa. Cuando se para frente a la secretaria de Egan, la mujer le dice que ella es quien recibe la correspondencia, pero la muchacha insiste en que debe ser el hombre quien reciba aquel sobre.

En ese momento, la figura de un metro noventa y cuatro va saliendo de una importante reunión y se encuentra con la escena de la mensajera discutiendo con su secretaria. Por lo que aquel carácter tan complicado de Egan sale sin mayor esfuerzo.

—¡¿Por qué tengo que ver este escándalo en mi oficina?! ¡¿Acaso creen que es un mercado?!

—Disculpe, señor Argyris, pero la señorita no quiere entregarme aquel sobre insistiendo en que sólo lo puede recibir usted —Egan le dedica una mirada asesina a la mensajera, quien se ha encogido un poco y extiende el sobre con timidez.

—Lo siento, pero sólo usted puede recibirlo. Esas fueron las especificaciones de quien me lo entregó —Evan se lo arranca de las manos y lo revisa para ver quién es el remitente.

—¡¿Y cómo se supone que debo recibir algo que no sé de quién viene?!

—En verdad, lo lamento… Disculpe —la chica se gira y sale corriendo de allí, sin esperar al ascensor baja directamente por las escaleras.

Él le dedica una mirada fulminante a su secretaria y se mete a su oficina tirando la puerta con fuerza, rasga el sobre y saca el contenido.

Lo primero que se encuentra es la fotografía de una muchacha muy joven, seguramente una niña, de piel blanca, ojos azules como el cielo y un cabello rubio que cae ondulado enmarcando su rostro. Pero lo que más le impacta es la mirada de inocente en una mujer con labios en forma de corazón absolutamente rojos.

No puede evitar dejarse caer en el sillón impactado por la imagen que está viendo, mueve la cabeza de forma negativa y deja la fotografía a un lado.

—¿Quién rayos se supone que es esta mujer? —comienza a leer y la primera impresión que la muchacha le ha causado se borra en una expresión de profundo odio y luego de una sonrisa totalmente siniestra—. Así que la pobre hija perdida del Petrucci ha aparecido… Aunque no ha llegado con su padre aún…

Se pone de pie con las hojas en una mano y la fotografía de la muchacha en la otra, camina hacia la ventana y deja escapar un suspiro de satisfacción. Vuelve a mirar la fotografía y esta vez lo hace de una manera completamente diferente.

En su mente comienza a maquinarse un oscuro plan que para él puede ser la mejor manera de vengarse de aquel hombre que le arrebató una de las cosas más importantes de su vida.

Hace quince años su padre era amigo y socio de Joshua Petrucci, uno de los empresarios más importantes de Italia. Pero un día, uno de los negocios salió mal y su padre perdió absolutamente todo. Quedaron en la calle solamente con lo puesto, porque Petrucci no se hizo cargo de aquella transacción, ni siquiera fue capaz de aparecerse para dar explicaciones.

Su padre cayó en una depresión profunda que lo llevó a quitarse la vida, dejando a Egan absolutamente solo, puesto que su madre había muerto al darlo a luz. Su único tío se lo llevó a su casa para hacerse cargo de él. Su tío le enseñó todo lo que sabe y le dijo la verdad de lo que había ocurrido con su padre.

Desde entonces, en el corazón de Egan se formó una coraza absoluta para que ningún tipo de buen sentimiento entrara en él, sólo el odio ha proliferado dentro del hombre y juró vengar la muerte de su padre.

—Y ahora ha llegado mi momento, Petrucci…

Se acerca a su escritorio y deja todos los documentos metidos dentro del sobre, luego lo guarda en una de sus gavetas, levanta el teléfono y le ordena a uno de sus hombres que se acerque a la oficina de inmediato.

Minutos después un hombre de aspecto peligroso y de mirada penetrante entra a la oficina de Egan, quien se pone de pie, saca el sobre de la gaveta y se lo entrega.

—Quiero que busques a esta muchacha, la sigas y busques la mejor oportunidad para retenerla —el hombre abre los ojos y mira a Egan sin poder creer lo que le está pidiendo.

—Señor…. ¿Me está pidiendo que… secuestrar a esta muchacha?

—Exactamente Basil, Quiero que secuestres a esta muchacha y la lleves a mi finca.

El hombre sólo asiente porque sabe que negarse a los deseos de Egan le puede costar mucho más que el trabajo, además no es la primera vez que hace cosas de este tipo para su jefe, pero siempre fue en contra de hombres sucios, con dobles intenciones, nunca a una criatura que se ve inocente. Pero él no es quién para cuestionar a su jefe, así que sale de allí directo a cumplir con su orden.

Al ver la fotografía de la muchacha siente pena por ella.

—No sé qué mal habrás hecho Egan Argyris, pero muchacha te vas a arrepentir el resto de tu vida… Y dudo que sea mucha la que te quede.

En su oficina, Egan sonríe satisfecho y se frota las manos lentamente, pensando en lo mucho que hará sufrir a Joshua para, de esa manera, cobrarse lo que hace tantos años le hizo a su padre y su familia.

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