Dieciocho años después…
Anna tiene todo organizado en su maleta para irse, sin tener idea de a dónde, sólo sabe que debe abandonar el hogar que la protegió lo mejor que pudo porque ha cumplido los dieciocho años.
—Es injusto… —le dice Vittoria ayudándola a meter las últimas prendas—. Antes los niños que salían de aquí se quedaban trabajando.
—Sí, en la época en que nadie se quería hacer cargo de ellos, ahora es distinto. Quiero quedarme, pero primero debo estudiar, hacer algo de mi vida. Te juro que no me olvidaré de todo lo que han hecho por mí.
—¡Nada! —dice exaltada su amiga—. Sólo te dieron techo, comida y educación, pero si no fuera por la señora Moretti, seguro esas condenadas te habrían hecho picadillos. Y ni hablar de la directora, esa mujer te odia y no sé por qué.
—Como sea, al menos no me dejaron morir de hambre en la calle —Anna mira por la ventana y deja salir un suspiro—. No te metas en problemas mientras yo no estoy, te esperaré afuera. Florencia es un lindo lugar para vivir.
—Yo me quiero ir a Roma, es mejor y tiene más opciones de trabajo para nosotras, sin mencionar que allí están las mejores universidades.
—Pero estamos en temporada de cosecha, así que el dinero que necesito lo sacaré de Florencia, prometo ahorrar lo que pueda para esperarte e irnos a donde quieras.
—¡Vive, mujer! —le dice su amiga sacudiéndola y luego la mira con pesar—. ¿Todavía piensas en buscar a tu familia?
—Sí, quiero saber por qué no me quisieron… necesito cerrar ese ciclo, aunque sea saber en dónde nací.
—Yo no quiero saber —dice Vittoria lanzándose a la cama con los zapatos sucios—. Si me dejaron aquí es porque no me querían y punto. Ya encontraré quién me quiera.
—Yo te quiero —las dos se ríen y suspiran al mismo tiempo.
Se quedan así en silencio unos minutos más, hasta que unos golpes en la puerta las hacen reaccionar. La señora Moretti se acerca a ellas y frunce el ceño en señal de desaprobación a Vittoria, pero antes de que la regañe, salta de la cama.
—Yo me acordé de una cosa que se me olvidó —dice rápidamente y sale allí. La señora Moretti rueda los ojos, para luego entregarle una caja a Anna y le dice bajito.
—No debería dártelo, la directora no quería que lo hiciera, así que escóndelo… pero creo que eso te ayudará con lo que quieres hacer al salir de aquí.
—¿Qué es? —dice ella abriendo la cajita y encontrando una fina cadena de oro blanco.
—Es una cadena que venía entre tu ropa. Tal vez puedas investigar dónde la hicieron, porque no es algo usual… es como un escudo, ¿ves?
Anna se queda viendo la cadena, una serie de preguntas se formulan en su mente, pero la principal es ¿por qué la directora no quería que ella tuviera esa cadena?
Sin embargo, no dice nada más, sólo escucha las explicaciones de la señora Moretti y luego se queda sola terminando de empacar.
Días después, Anna se queda mirando el edificio que fue su hogar por tanto tiempo, sonríe al pensar en las nuevas oportunidades que se vienen para ella, pero lo más importante, es que ahora sabe por dónde comenzar a buscar a su familia.
La explicación de la señora Moretti fue sencilla, de haberle dado la cadena antes, se habrían metido en problemas y de nada habría servido saber algo tan importante como aquello. Pero ahora, que ella puede ir a buscar la verdad por su cuenta, es mucho más sencillo.
—Señorita Esposito —le dice con desdén la directora—. Aquí están sus documentos y el aporte monetario que se le da a todos los chicos que salen de esta institución. Le deseo suerte.
—Gracias —le dice la chica aceptando lo que la mujer le ofrece—. Extrañaré estar aquí, prometo que, en cuanto pueda, regresaré para trabajar con los chicos.
—Debería olvidarse de todos aquí, haga su vida lejos, incluso puede irse de Italia. Ha sido una de las mejores estudiantes de idiomas, seguro le iría bien en cualquier país —a Anna le parece que las palabras de la mujer no son sinceras, son más bien una manera de animarla a que se largue de Italia y una parte de ella le dice que sabe quiénes son sus padres.
Según lo que la señora Moretti le dijo siempre, es que la directora fue quien la encontró en la puerta de la institución.
—Voy a pensarlo —le dice ella con suavidad. En ese instante Vittoria llega junto a ella y le da un fuerte abrazo.
—Cuídate mucho, me avisas en dónde estarás, en cuatro meses nos podremos reunir y nos iremos a recorrer el mundo —las dos amigas se ven y tratan de ocultar las lágrimas. Minutos después llega la señora Moretti y le da un pequeño regalo.
—No deberías darle nada a la señorita Esposito —la regaña la directora.
—Sabes que entre las dos hay un lazo fuerte de amistad —responde por primera vez tuteándola—. Cuídate mucho, cariño. No dudes en llamarme si necesitas algo, ábrelo en el camino, cuando te dé hambre.
Anna sonríe por el gesto del regalo, se despide con un fuerte abrazo y sale de allí directo a la estación de buses, que la acercará a Prato. Allí pretende buscar un lugar dónde vivir y luego buscar trabajo, el dinero que la institución le da a los chicos que salen es suficiente para algo sencillo.
Al llegar a la estación, compra el boleto a Prato y se sube para esperar la partida. Una vez instalada, abre el regalo de la señora Moretti y sonríe, porque no sólo le ha preparado algo de comer para el camino, sino que dentro hay dos regalos más, regalos que la ayudarán con su nueva vida.
En el orfanato, la directora se va a su oficina, en donde mira a todos lados y sonríe satisfecha, porque piensa que Anna seguramente seguirá su consejo y así podrá cumplir con lo que le pidieron hace tanto tiempo.
Se acerca a su gaveta, abre un compartimento secreto y busca la pequeña caja de madera que guarda celosamente, pero no la encuentra.
—¡No puede ser, tiene que estar aquí! —revisa todas las gavetas, revuelve toda su oficina, pero nada.
Mira a todos lados desesperada, como si de un momento a otro la cadena fuese a aparecer en algún lugar. Pero eso es imposible, hasta que recuerda la discusión que tuvo con su hermana hace un mes.
—Mi hermana… —se pasa las manos por el cabello y toma su teléfono para enviar un mensaje urgente—. Mi hermana tiene que haberle dado la m*****a cadena a esa mocosa… ¡Me va a matar!
La angustia se refleja en su rostro, porque esa cadena es realmente valiosa, no por el material del cual está hecha, sino que es su boleto para vivir cómodamente de por vida por el secreto que involucra, por lo mismo… nunca debió llegar a las manos de Anna.
En Prato, Anna encuentra una pequeña habitación, dos días después consigue trabajo en una hacienda para la cosecha de uva y así inician sus días de trabajo. Los primeros días termina rendida, con las manos rotas por las tareas duras, pero no se rinde y sigue adelante.
Hasta que un día, mirando el techo, decide que debe comenzar a moverse. Mira el escudo que cuelga de su cuello y salta de la cama.
—Mañana iré a Florencia… en la biblioteca debe haber algo relacionado a esto.
Y así lo hace, con la esperanza de encontrar algo que le ayude a llegar a su familia.
Cuando sus pasos la dejan en la biblioteca, se acerca a la encargada y le pregunta por algún libro en donde pueda encontrar escudos de familias. La mujer la lleva a un enorme estante y le indica cuál le podría servir.
Allí se queda casi hasta el mediodía, pero logra encontrar lo que busca. Deja la cadena al lado de la imagen frente a ella y los compara.
—Este es… —lee el nombre de la familia y pasa saliva, porque es el primer indicio que ha encontrado—. La familia Petrucci… ¿serán ellos mi familia? Pero, si tienen siglos de historia, ¿por qué me abandonaron?
En su mente se hace mil ideas, hasta que tal vez es la hija ilegítima de alguno de los herederos o no la quisieron por ser mujer, ya que allí se menciona que todos los últimos herederos son varones.
Anota algunas cosas y luego se va a uno de los ordenadores para iniciar la búsqueda de ellos en internet.
—Joshua Petrucci, uno de los empresarios más importantes… —revisa fotografías de él, hasta que da con una fotografía antigua en donde Joshua es más joven y está con sus padres.
En el instante en que ve a la madre del hombre, su corazón se vuelve loco, las lágrimas se agolpan en sus ojos y se lleva la mano a la boca para que el sollozo que se le escapa no se oiga.
Aquella mujer… ella es idéntica a aquella mujer, quien podría ser su abuela.
Sigue buscando más acerca de ellos, hasta que una noticia de hace diecisiete años la deja totalmente impactada.
—«La tragedia de los Petrucci y la hija perdida» —Anna siente que le falta el aire, a medida que lee el artículo, descubre que la única niña nacida en la familia fue secuestrada el mismo día de su nacimiento y nunca más supieron de ella…
Lejos de allí en Roma, un hombre entra desesperado a su despacho mesándose los cabellos. Aquella sucia jugada que realizó años atrás ahora está a punto de haber sido completamente inútil sólo por el descuido de una persona.—¿Cómo se supone que arreglaré esto ahora? —se deja caer en el sillón frente a su escritorio y se suelta un poco la corbata, como si eso le ayudase a pensar mejor.Mira a todos lados y sus ojos se posan en una pintura que para su familia es una reliquia. Es la representación de dos hombres batiéndose a duelo y de pronto, una idea cruel se le cruza por la mente, toma su teléfono y le pide a su secretaria con urgencia.—Consigue la dirección de Egan Argyris.En cuanto corta la llamada, se pone de pie y saca de su caja fuerte una fotografía relativamente reciente de aquella piedra de tropiezo que puede entorpecer sus planes.Mete todo lo que tiene de la chica dentro de un sobre y sin colocar el remitente, pone el nombre de Egan Argyris y luego la dirección que su secr
Anna sale de la biblioteca con el corazón latiéndole a mil por hora, no sabe si quiere reír o llorar, no tiene idea de qué hacer, así que llama a la única persona que le puede ayudar en ese momento.—Mi niña…—No me abandonaron —le dice con un susurro ahogado y buscando dónde meterse para hablar tranquila.—¿Encontraste a tu familia?—Creo… creo que sí. No estoy segura de que sean ellos, pero vi una foto de quién podría ser mi abuela, ¡somos idénticas!—Mi niña, ese puede ser un engaño de tu mente…—¡No! Se lo juro, le enviaré una fotografía, necesito irme a Roma lo antes posible.—Bien… haremos lo siguiente, iré a verte a Prato…—Estoy en Florencia, veámonos en el café que está cerca de orfanato, voy para allá.Se despiden y Anna sale disparada para reunirse con la señora Moretti, en este momento es la única que le puede ayudar a buscar a su familia. Quiere aferrarse a la idea de que son ellos, porque si es así, esa idea con la que creció acerca de que la habían abandonado sólo fue u
En la oficina Joshua está concentrado en lo suyo, pero como siempre, atento a sus mensajes y correos, hasta que la notificación de uno le llega, al leerlo se queda impactado, más que por el texto, por aquella fotografía en donde ve a una joven que le saca las lágrimas de los ojos.—No lo puedo creer…No duda en responderle, porque está seguro de que es ella.Su hija, su niña.La cita en la mansión porque no quiere que nadie más se entere de que la ha encontrado, prefiere mantenerlo en privado y eso en la empresa no sucederá.Se debate entre llamar a su esposa o no para contarle la buena noticia, pero decide que es mejor enfrentar todo de una vez.Se come las calles desesperado, pensando en qué le dirá, cómo será ese reencuentro y siente una ansiedad enorme, siente su cuerpo hinchado por tanta felicidad y sólo quiere abrazarla, estrecharla entre sus brazos y no dejarla ir más.—Ni cuando se case… se quedará conmigo en casa hasta que se haga una ancianita —dice con los ojos anegados de
Anna siente que su cuerpo está a punto de colapsar, Egan da un paso hacia ella y su instinto le dice que se aleje, así que lo hace rápidamente, hasta que queda atrapada entre la pared y aquella figura. Cierra los ojos asustada, recordando las veces que las chicas en el orfanato la encerraron o acorralaron, pero ahora no están ni la señora Moretti ni Vittoria para protegerla.—Por favor… —le dice ella con el labio temblando e intenta mirarlo a los ojos, aunque en la penumbra no los encuentra—. No sé qué le hice, yo nunca le he hecho daño a nadie, se lo suplico…—¿Acaso crees que tienes que hacerle algo a la gente para que quiera hacerte daño? —le dice con un claro tono de desprecio—. Ya te digo yo que no. El mundo es cruel, muchachita, ¿dónde estabas que no te diste cuenta?—Yo… —gruesas lágrimas caen por sus mejillas, Egan se acerca a ella hasta quedar a escasos centímetros, los suficientes para que el aroma de la chica inunde sus fosas nasales y eso lo hace perder el control.Se agac
Si creen por un segundo que Anna es valiente, están muy equivocados. Aquella orden salió de lo más profundo de su miedo, porque en verdad temía que el animal fuese a causarle más daño y tanto Egan como Ángel no vieron que ella también se quedó con la boca abierta.Aunque el animal sigue algo inquieto, no vuelve a atacar a Anna como al inicio. Ella se mueve lentamente a su alrededor, hasta que termina y le ofrece unos terrones de azúcar.—Eres magnífico —le dice acariciando al animal y él relincha en respuesta.—¡¿Qué crees que haces?! —Anna se encoge enseguida ante el grito de Egan y se gira lentamente para guardar el cepillo—. ¡¿Acaso me estás ignorando?! —se acerca a ella y la toma por el brazo con fuerza.—N-no… es sólo que… le tengo miedo —le dice ella sin mirarlo a la cara, Egan sonríe con satisfacción y le dice muy cerca de su oído.—Haces muy bien, niña —la suelta con violencia y se aleja de ella—. ¡Ángel! Dale la siguiente orden, no quiero que pare en todo el día. Yo me voy po
Cuando Ángel regresa, se da cuenta de que Anna tiene el espacio de Zafiro impecable, la yegua parece tranquila y ella se ve bastante sucia.—Ven —el dice con el mismo tono serio y se la lleva a una casa que está tras el establo. Anna se queda parada en medio del camino, el hombre se da cuenta de que ella no avanza y la mira extraño—. ¿Pasa algo?—Yo no debería ir allí…—¿Quieres quedarte sucia?—Él… él se dará cuenta y yo no quiero meterlo en problemas —ella baja la mirada y a Ángel se le revuelve el estómago de la rabia que siente.Aquella muchacha prefiere quedarse sucia antes que meterlo en problemas, pero a él eso poco le importa.—Sólo ven, aquí es normal que estas cosas pasen, pasa.Ella duda unos minutos, pero luego decide entrar a la casa y hacer lo que Ángel le dice. Se da cuenta de que no es una casa como tal, sino más bien como un comedor para los trabajadores. Allí, en el comedor, están todos reunidos esperando la cena.Cada par de ojos se queda mirando a la chica, ella ba
Para ese día da las mismas instrucciones acerca de Anna, quien no debe comer ni beber nada a menos que él no ordene. Por la tarde, se va de allí a la misma hora y queda en regresar temprano al día siguiente.Esta vez Ángel se la lleva a la casa de los trabajadores, pero por la parte trasera directamente, la deja en el baño y él se va por la cena para los dos.—Hoy hace frío como para comer afuera.—No importa, Mariana —le dice Ángel a la mujer joven—. Sabes que me gusta comer afuera.—Sí… a mí me parece que te gusta comer con la mocosa.—Tiene aquí dos días, yo llevo tres años comiendo afuera cada vez que se me pega la gana —sisea él recibiendo su plato y el pan para Anna—. Especialmente si no tengo que verte a ti.La boca de la chica se convierte en una fina línea mientras que él sale de allí. Anna sale del baño, se sienta a su lado y el hombre vuelve a cambiar el plato.—¿Ha pensado en qué pasaría si nos descubren? —dice ella mirando aquella pasta con carne asada.—No tengo miedo de
Anna se entierra en la cama, sobre aquellos cartones que se humedecen, mira su sudadera, porque es lo único que tiene para colocarse seco, así que decide quitarse la ropa interior y cubrirse con ella. Se suelta el cabello para que se le seque, llora las lágrimas que puede, sus labios ya están agrietados por la falta de líquido, su estómago ni siquiera le duele por el hambre y sólo cierra los ojos para ver si cuando los abre, sólo es un terrible sueño.La puerta se abre de manera abrupta, lo cual la hace acurrucarse más para cubrir su intimidad, aunque al ver que es Mariana, se relaja un poco.—¡Toma! —le dice lanzándole el mono de trabajo.—Di-disculpa, ¿sabes dónde quedó mi ropa? —le pregunta caminando hasta donde quedó el uniforme tirado en el suelo.—¡¿Tengo cara de ropero o qué?! Tu ropa no es mi problema, mocosa.Sale de allí cerrando la puerta, mientras que Anna sólo deja salir un suspiro y se coloca la prenda para tratar de no sentir frío.Mira a todos lados, aprovechando la es