Capítulo 2 —El depredador
Narrador:
El silencio en la oficina era tan denso que Maya sentía cómo cada respiración resonaba en sus oídos. Liam no apartó la vista de ella mientras se levantaba lentamente de su silla. Sus movimientos eran deliberados, llenos de una calma que solo servía para intensificar la tensión. Se estiró con una languidez que no coincidía con la dureza de su mirada. Luego, sin prisas, comenzó a caminar hacia ella. Maya no pudo evitar dar un paso hacia atrás, su espalda chocando contra el borde del escritorio que tenía detrás. Sus dedos se aferraron al mueble en un intento de encontrar algo que la anclara.
—¿Tienes miedo, Maya? —murmuró él, con una voz tan baja que la obligó a contener el aliento para no perder ninguna palabra.
Ella negó con la cabeza, pero el temblor de sus manos la delató. Liam sonrió con una satisfecha arrogancia, como si su miedo fuera precisamente lo que había buscado. Pasó a su lado, deteniéndose lo suficiente para que ella pudiera sentir el calor de su cuerpo. La fragancia de su colonia, mezclada con la esencia propia de él, la envolvió. Maya se estremeció, odiándose por la reacción que él sin duda había notado. Liam caminó hasta la puerta y la abrió con un movimiento firme. Desde el pasillo, la secretaria levantó la vista con una expresión de sorpresa, pero no tuvo tiempo de decir nada.
—No quiero ser molestado bajo ningún concepto —ordenó Liam, sin necesidad de elevar la voz para dejar clara la seriedad de su petición. —Cerró la puerta y giró el seguro. El clic del mecanismo resonó en la habitación, y Maya sintió un espasmo recorrer su cuerpo. Sus manos se crisparon sobre el escritorio, y su respiración se aceleró. Había algo profundamente intimidante en la forma en que él la miraba, como si cada acción estuviera calculada para recordarle que estaba atrapada. —No pareces muy convencida de tu decisión —dijo Liam, acercándose lentamente por su espalda. Su voz era un susurro, un arma cargada.
Maya cerró los ojos cuando sintió sus dedos apartar un mechón de cabello que caía sobre su cuello. La sensación de su piel desnuda quedando expuesta la hizo contener la respiración. Antes de que pudiera moverse, él se inclinó, enterrando su nariz en el hueco de su cuello. El contacto era tan íntimo como inesperado.
—¡Aléjate! —exclamó, intentando moverse, pero él no retrocedió.
—¿Estás segura de que quieres que me detenga? —susurró, su voz cargada de provocación. Sus manos no la tocaron, pero su proximidad era suficiente para que cada nervio en el cuerpo de Maya gritara.
Ella se giró bruscamente, apartándolo con las manos. Sus ojos buscaban los de él, intentando encontrar algo que no fuera esa frialdad dominadora.
—Esto no tiene que ver conmigo. Es por nuestro padre —replicó, su voz temblorosa pero decidida.
Liam dio un paso atrás, pero su mirada seguía clavada en ella, desnudándola de una forma que iba más allá de lo físico.
—Claro que tiene que ver contigo, Maya —dijo, su tono más suave, pero no menos cargado de intención —Todo esto siempre ha tenido que ver contigo. No te engañes. —Ella frunció el ceño, sin entender del todo a qué se refería. Pero antes de que pudiera responder, él volvió a acercarse, esta vez más rápido, ella retrocedó, volviendo a chocarse contra el mueble. Sus manos se apoyaron en el escritorio a ambos lados de su cuerpo, atrapándola. —Aceptaste mi condición —dijo, inclinándose hasta que sus rostros quedaron a pocos centímetros —Ahora, Maya, quiero saber si eres tan valiente como aparentas y la acatas.
Ella sintió que su corazón palpitaba contra su pecho. La cercanía de él era abrumadora, sofocante, y a pesar de su miedo, había una parte de ella que no podía ignorar el magnetismo que emanaba de él.
—No te pertenezco, Liam —escupió, intentando mantener la compostura.
—¿No? —replicó él con una sonrisa ladeada —Eso lo veremos... —Su mano se movió lentamente hacia el rostro de ella, rozando su mejilla con una caricia inesperadamente suave. Maya cerró los ojos, odiándose por la forma en que su cuerpo reaccionaba a su tacto. De pronto, se apartó bruscamente, como si el contacto la hubiera quemado. Liam retrocedió, pero la sonrisa en su rostro indicaba que había conseguido exactamente lo que quería; desestabilizarla. —No intentes jugar conmigo, Maya. Yo siempre gano —dijo, su voz volviendo a ser cortante.
Liam se apartó con un movimiento deliberado y tomó el intercomunicador de su escritorio.
—Susan, me ausentaré toda la tarde. Encárgate de reprogramar cualquier reunión. —Su tono era firme, sin espacio para preguntas. Maya lo miró, incapaz de controlar el temblor que recorría su cuerpo. Sus pensamientos eran un caos, pero no tuvo tiempo de ordenarlos. Liam caminó hacia la puerta, la abrió y luego giró para mirarla. —Vamos —ordenó, con una mirada que no admitía réplica.
Sin esperar respuesta, salió al pasillo. Maya permaneció inmóvil por un instante, intentando recobrar el control de sí misma. Finalmente, lo siguió, sabiendo que no había marcha atrás. Liam la llevó a su departamento. Maya caminaba detrás de él, sus piernas tambaleándose mientras intentaba mantenerse firme. Su mente no dejaba de repetir las razones que la habían llevado hasta allí, pero nada lograba calmar el nudo que sentía en el estómago. Sabía exactamente por qué él la había llevado, y ese pensamiento era suficiente para que su cuerpo se mantuviera en constante alerta. Una vez dentro, Liam cerró la puerta tras ellos con un movimiento lento y deliberado. La miró por un instante, y Maya tuvo que desviar la mirada, incapaz de sostener el peso de su mirada.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó, mientras caminaba hacia la cocina.
—No —respondió ella con un tono seco, aunque su voz tembló ligeramente
Liam soltó una leve risa, baja y cargada de burla. Se acercó lentamente a ella, sus pasos resonando en el silencio del departamento. La tomó por el cuello con una mano, con suavidad pero con una firmeza que no dejaba lugar a dudas sobre quién tenía el control. Maya sintió cómo su espalda chocaba contra la pared mientras él la acorralaba, invadiendo su espacio con cada movimiento.
—¿Sabes cuánto tiempo he esperado por este momento? —murmuró Liam, sus labios rozando los de ella mientras hablaba —Ya había perdido la esperanza de tenerte así, a mi merced. Y eso me excita más de lo que imaginas.
Maya cerró los ojos, su respiración entrecortada mientras intentaba procesar sus palabras. Sentía cada fibra de su cuerpo en tensión, atrapada entre el miedo y algo más oscuro que no quería reconocer. Liam rozó su boca por el rostro de Maya, comenzando en su mejilla y recorriendo lentamente cada centímetro de su piel hasta llegar a la comisura de sus labios. El aliento de él era cálido, mezclado con la fragancia que ya la había invadido por completo. Maya se quedó inmóvil, su cuerpo rígido, atrapado entre la pared y la intensidad de Liam. Finalmente, Liam envolvió su boca con la suya. Al principio, el beso fue lento, explorador, como si quisiera saborear cada segundo. Maya intentó resistirse, girando ligeramente su cabeza, pero él fue implacable, profundizando el contacto con una firmeza que la dejó sin aliento. El beso se volvió más intenso, más desenfrenado. Liam sujetó su rostro con ambas manos, inclinándose hacia ella como si quisiera consumirla. Maya luchó contra la oleada de emociones que la invadían; miedo, rabia, y algo que no podía definir. Sus manos intentaron empujarlo, pero la fuerza que aplicaba disminuyó poco a poco, hasta que sus dedos se aferraron a los brazos de él. Y, a pesar de sí misma, cedió. Su cuerpo dejó de resistirse, y sus labios comenzaron a responder. Las lenguas de ambos se entrelazaron en una danza de deseo reprimido, cada movimiento cargado de una intensidad que parecía explotar dentro de ella. Sus respiraciones se mezclaron, creando un ritmo desbocado que llenó el espacio silencioso del departamento. El mundo alrededor desapareció, dejando solo el contacto ardiente de sus bocas y el latido frenético de sus corazones. Maya sabía que no debía, que cada segundo que pasaba estaba cruzando una línea de la que no habría retorno, pero en ese momento, nada más parecía importar.
Capítulo 3 —La rendicionNarrador:Maya respiraba con dificultad mientras Liam se separaba ligeramente, apenas lo suficiente para mirarla directamente a los ojos sin dejar de mantenerla acorralada contra la pared. Su corazón martillaba en su pecho, desbocado por la mezcla de emociones que la invadía. Sabía exactamente por qué estaba allí, y no había lugar para preguntas ingenuas o negaciones.—Así no —dijo él con calma, pegando su cuerpo un poco más al de ella —No me mires como si no supieras por qué estás aquí.Maya sintió que el aire se volvía más denso. No había escapatoria, ni física ni emocional. Su dignidad estaba colgando de un hilo, y él lo sabía. Pero no iba a permitir que él lo disfrutara sin resistencia.—Haz lo que tengas que hacer —dijo con la barbilla en alto, aunque su voz tembló ligeramente.Liam ladeó la cabeza, esa sonrisa cínica que era tan cruel como magnética apareciendo de nuevo.—¿Así de fácil? No, Maya. Quiero que lo sientas. Quiero que entiendas lo que signifi
Capítulo 4 —TérminosNarrador:Liam se levantó de la cama, dejándola aún envuelta en el silencio que había caído sobre ellos. Su figura, alta y dominante, se recortaba contra la luz tenue de la habitación mientras recogía una toalla.—Voy a quedarme en el cuarto de huéspedes esta noche —dijo, su voz calmada pero autoritaria —En el baño tienes más toallas limpias, si las necesitas. Tómate tu tiempo para ducharte. —Maya lo miró, aún temblando, pero tratando de recuperar algo de compostura. Sentía su cuerpo entumecido por la intensidad de lo que había pasado, pero asintió ligeramente. Liam se acercó al cajón y sacó un pantalón deportivo y una camiseta suya, colocándolos cuidadosamente sobre la cama. —Póntelos cuando termines. Te estaré esperando en la cocina —continuó, sin mirarla directamente esta vez —Hay algo que necesitamos discutir.Maya lo observó salir de la habitación, su porte inquebrantable y su presencia llena de control. Escuchó el eco de sus pasos alejarse antes de reunir el
Capítulo 5 —En sus propios términosNarrador:Cuando aterrizaron los estaba esperando un limosina. Maya se sentó frente a él, sus dedos tamborileando nerviosamente el bolso. Luego de un rato, Liam apartó su vista de la pantalla y la fijó en la joven, quien abrazaba ese accesorio contra su cuerpo mientras frotaba la correa. No pudo evitar recordar la primera vez que la vio... con una claridad inquietante, el día que Maya llegó a su casa por primera vez. Él tenía doce años, y ella era solo una ni*ña pequeña de cinco. Estaba sentado en las escaleras del vestíbulo, observando cómo Elena entraba con una niña delgada, de cabello alborotado y mirada asustada. Maya llevaba una mochila demasiado grande para su tamaño, apretada contra su pecho como si fuera un escudo.—Liam, ven aquí —le llamó su madre, su tono suave pero firme —Quiero presentarte a alguien especial —Él había bajado las escaleras con pereza, sin protestar, ya que estaba acostumbrado a las insistencias de Elena. Pero cuando llegó
Capítulo 6 —La conversación incómodaNarrador:La cena había sido tranquila, aunque cargada de una tensión sutil que Maya no podía ignorar. Elena, con su calidez habitual, no dejó de intentar llenar los silencios con comentarios amables y recuerdos del pasado.—Es tan bueno tenerte en casa, Liam —dijo Elena con una sonrisa, observando a su hijo con una mezcla de orgullo y melancolía —Más allá de las circunstancias, me hace feliz que estemos todos juntos nuevamente. —Liam no respondió de inmediato. Se limitó a asentir y a tomar un sorbo de su vino, evitando los ojos de su madre. —¿Sabes? —continuó Elena, mientras se servía un poco más de ensalada —Hace unos días me encontré con Anne. Seguro la recuerdas, ¿verdad? Salieron juntos un tiempo. —Liam arqueó una ceja, pero no dijo nada. Maya observó la interacción, sintiendo que había una historia ahí que desconocía. —Ella preguntó por ti. Me dijo que si hablaba contigo, te dijera que te comunicaras con ella. Me pareció curioso, porque parec
Capítulo 7 —Delirios de un moribundoNarrador:Maya había pasado la noche en vela, sus pensamientos girando como una espiral interminable. Cada crujido de la casa, cada sombra que se movía bajo la luz de la luna, le hacía contener el aliento. La idea de que Liam pudiera irrumpir en su dormitorio para consolidar ese "trato" que había impuesto era una posibilidad que la mantenía alerta. Pero la noche transcurrió sin incidentes. Liam no apareció, y Maya se sintió tan aliviada como agotada cuando los primeros rayos del sol iluminaron su habitación. En el desayuno, trató de mantener la calma mientras entraba en la cocina. Liam estaba sentado a la mesa, perfectamente arreglado, con una taza de café en una mano y el teléfono en la otra.—Buenos días —saludó ella, intentando sonar casual.—Buenos días —respondió él, levantando la vista para mirarla —¿Cómo dormiste?—Bien —mintió Maya, esforzándose por que su voz no temblara.Liam esbozó una sonrisa ladeada y dejó su teléfono a un lado.—Me al
Capítulo 8 —Verdades a mediasNarrador:El viaje de regreso a la casa fue un silencio interminable, cargado de tanta tensión, que parecía electrificar el aire. Maya estaba sentada en el asiento del copiloto, con los brazos cruzados, mirando por la ventana, mientras Liam conducía con una expresión impenetrable. Cada vez que intentaba juntar las palabras para hablar, el recuerdo de su mirada fría y sus palabras cortantes la paralizaban. Cuando llegaron a la casa, Liam fue el primero en salir del coche. Cerró la puerta de un golpe y entró, dejando a Maya sola unos instantes. Ella apretó los puños, reuniendo el coraje para enfrentarlo. Finalmente, lo siguió adentro. Lo encontró en la sala, de pie junto a la ventana, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el jardín exterior. La luz del atardecer delineaba su figura, pero su postura emanaba una frialdad que hacía que el corazón de Maya latiera con fuerza.—No puedes simplemente ignorarme, Liam —dijo, rompiendo el silencio.Él no
Capítulo 9 —Sellando el acuerdoNarrador:Los días habían pasado desde la última vez que Maya vio a Liam. Se había marchado diciendo que tenía cosas que hacer fuera de la ciudad, y aunque su ausencia debería haber sido un alivio, a Maya le resultó inquietante. Había algo en el vacío que dejó su partida que no podía ignorar. Pero entonces, una tarde, Liam regresó. Cuando entró en la casa, su presencia llenó el espacio como una tormenta anunciada. Maya lo encontró en la sala, descansando despreocupadamente en el sofá como si no hubiera desaparecido sin aviso.—¿Te divertiste abandonándonos sin una clara explicación? —preguntó Maya, cruzándose de brazos.Liam sonrió con esa arrogancia característica, levantando una ceja. —¿Me extrañaste? —replicó, ignorando por completo su tono acusatorio.—No seas idiota, pero papá pudo morir en tu ausenciaMaya rodó los ojos y se giró para salir de la sala, pero su voz la detuvo.—Vamos al hospital. Es hora de ver cómo está el viejo.Maya se giró lenta
Capítulo 10 —Ahora eres miaNarrador:Liam dejó escapar un sonido bajo, algo entre un suspiro y un gruñido, luego la levantó ligeramente, con sus manos firmes en sus muslos, presionándola contra la pared. Maya rodeó su cintura con las piernas, sintiendo cada línea de su cuerpo contra el de ella. El calor de sus manos en su piel era hipnotizante, tanto que apenas se daba cuenta de que sus propios dedos recorrían su cabello, tirando suavemente de él como si necesitara más. Liam levantó la cabeza, sus ojos encontrándose con los de ella. Había algo salvaje en su mirada. Su respiración era irregular, y por un momento, el mundo pareció detenerse.Maya sintió un escalofrío por la espalda, rindiéndose a las sensaciones que recorrían su cuerpo mientras los labios de Liam trazaban un camino por su cuello y sus manos subían aún más, casi como si estuviera explorando territorio prohibido.—Liam… —intentó de nuevo, su voz temblando.—Sabes que no dejaré que nadie más te toque, cariño —Liam dejó esc