Capítulo 1 —El ultimátum
Narrador:
La voz de Elena resonaba en la mente de Maya como un eco persistente, cargado de urgencia y preocupación.
—Maya, tu padre está muy mal. Los médicos no creen que dure más de unos días —le había dicho su madre adoptiva, con los ojos húmedos y la voz quebrada —Liam se niega a venir. Tú eres la única que puede convencerlo.
Maya había intentado esquivar el peso de esas palabras, pero la mirada de Elena la mantenía anclada a la realidad.
—Hace años que no hablo con él, mamá... No sé si siquiera me escuchará.
—Hija, siempre te ha escuchado. Tú y él tenían un vínculo especial, incluso cuando las cosas se complicaron. Aunque haga tiempo que no hablan, sé que lo hará ahora. Necesito que lo convenzas, a como dé lugar.
Desde que los padres de Liam habían adoptado a Maya, ella había sido cercana a él. Habían compartido secretos, sueños y risas que parecían indestructibles. Pero todo eso se había desmoronado tras aquel acontecimiento que los distanció para siempre. Ahora, sin embargo, debía pensar en su padre adoptivo, en el hombre que le había dado un hogar cuando no tenía nada. Ella sentía como su corazón se desgarraba sabiendo que pronto moriría. Sabía que tendría que dejar atrás los fantasmas del pasado y priorizar su responsabilidad como hija y hermana. Pero una parte de ella temía que Liam no pudiera hacer lo mismo. Ese conflicto, esa línea borrosa entre lo que sentía como mujer y lo que debía hacer como familia, la estaba ahogando. No tenía opción, debía reunir el valor para enfrentarlo, aunque el precio fuera su propia paz. Maya temblaba al cruzar las puertas de cristal de la oficina principal. El edificio, con sus lujosos acabados de mármol y vidrio, la hacía sentir insignificante. Las miradas de los empleados apenas se levantaron de sus escritorios. Era evidente que nadie quería interrumpir al jefe, Liam Kane, cuando estaba de mal humor, algo que, según los rumores, sucedía casi a diario. Había pasado horas practicando lo que diría, ensayando las palabras frente al espejo, repitiéndolas hasta que parecieran creíbles. Pero ahora, frente al despacho de Liam, las palabras se le escapaban como arena entre los dedos. Inspiró profundamente, con los ojos cerrados, intentando reunir el valor que le faltaba. Sus nudillos tocaron la puerta con un golpeteo que parecía demasiado débil para alguien en su posición.
—Adelante.
La voz de él era un cuchillo afilado, cortante y preciso. Maya empujó la puerta, sintiendo que cruzaba un umbral del que no podría regresar. Cerró tras de sí con un clic seco, como el sonido de una trampa cerrándose. Liam estaba de pie junto al ventanal, con la ciudad extendiéndose bajo él como un imperio que parecía poseer. Vestía un traje oscuro que resaltaba la línea de sus hombros y la firmeza de su postura. Sus manos estaban metidas en los bolsillos, y su perfil era el de un hombre que había aprendido a ser impenetrable. Cuando se giró para verla, sus ojos, fríos y calculadores, se clavaron en los de ella como una lanza. Maya sintió un nudo en la garganta. Ese no era el Liam que había conocido de niños, el que la había protegido en el colegio de las burlas, el que le había contado sus sueños de ser algo más que el heredero de su padre. Este Liam era un extraño.
—¿Tú aquí? Aunque no debería sorprenderme, en relidad te estaba esperando —dijo él, cruzándose de brazos. Su voz era baja, pero cargada de tensión —Seguro te enviaron de emisaria para tratar de convencerme de algo que no haré.
Maya tragó saliva y alzó la barbilla, aunque por dentro se sentía como una niña asustada.
—Papá empeoró anoche —dijo, su voz apenas un susurro —No tengo tiempo para tus juegos, Liam. Necesito que vengas a casa.
Él soltó una carcajada seca, desprovista de humor, tan cortante que Maya sintió que el suelo se tambaleaba bajo sus pies.
—¿Te enviaron a negociar? —replicó con sarcasmo, sus ojos brillando con una mezcla de burla y desafío.
—No estoy aquí para negociar —replicó ella, intentando mantener la calma mientras su corazón latía desbocado —Esto es por nuestro padre, somos familia, Liam, por favor.
Liam dio un paso hacia ella, acortando la distancia. Su presencia era sofocante, como si llenara todo el espacio. Sus ojos, de un gris glacial, se clavaron en los de Maya con una intensidad que la hizo retroceder un paso instintivamente.
—¿Somos familia? —repitió, su tono lleno de burla —Creí que habías dejado claro hace años que no querías tener nada que ver conmigo.
El comentario le golpeó como una bofetada, pero Maya no iba a dejar que él lo notara. No ahora.
—Liam, no se trata del pasado. Luego, si quieres, puedes no volver a hablarme, pero papá… podría morir —dijo, su voz quebrándose a pesar de sus esfuerzos por mantenerse firme —Te lo ruego, haz esto por él, por mamá, hazlo por ti.
Un destello cruzó el rostro de él, algo entre dolor y furia, pero desapareció tan rápido como había llegado. Liam ladeó la cabeza, observándola como si tratara de descifrar un acertijo.
—Hazlo por ti… —repitió en voz baja, probando el sabor de esas palabras. Entonces, sus labios se curvaron en una sonrisa vacía, carente de calidez —No. No funciona así, Maya. —El silencio que siguió fue espeso como humo. Maya sintió que cada segundo se alargaba como una eternidad, y cuando él finalmente habló, sus palabras cayeron como un golpe. —Acepto ir, pero hay una condición.
Maya frunció el ceño, desconfiada. Su instinto le gritaba que corriera, pero sus pies parecían anclados al suelo.
—¿Qué condición?
Liam dio un paso más hacia ella, hasta que el aire entre ambos era casi inexistente. Su voz se volvió un murmullo, pero su tono era implacable.
—Que te conviertas en mi amante. Aquí, ahora, hasta que yo decida que esto termine.
El aire pareció desaparecer de la habitación. Maya lo miró, incrédula, esperando que él se retractara, que dijera que era una broma cruel. Pero Liam no se movió, no parpadeó. Era como si la desafiara a negarse.
—Eso es absurdo, te volviste loco si crees que aceptaré
Liam sonrió, pero era una sonrisa helada, sin rastro de humanidad.
—Tal vez. Pero esas son mis condiciones. Piénsalo, Maya. Tienes hasta mañana para decidir.
Maya sintió una oleada de indignación mezclada con impotencia. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se negó a dejar que él la viera llorar. Dio un paso hacia él, cerrando la brecha entre ambos, y lo miró directamente a los ojos.
—Eres un monstruo —dijo, su voz temblando de rabia —¿Cómo puedes ser tan cruel? Esto no tiene nada que ver contigo, Liam. Es sobre nuestro padre.
—Es mi padre, no el tuyo. —Liam apretó los dientes, y por un instante su máscara de frialdad pareció resquebrajarse —Aun así ese hombre que me ignoró toda la vida, solo me veía como una herramienta más para su legado. No voy a mover un dedo por él, y mucho menos gratis.
Maya sintió que el peso de sus palabras la aplastaba, pero no iba a rendirse. No podía.
—Esto no se trata de ti, Liam. Ni siquiera de él. Es sobre lo que es correcto. Lo que queda de nuestra familia...
Liam se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando sus palabras. Luego, su expresión se endureció.
—Lo que queda de nuestra familia murió hace años. Ahora, la decisión es tuya. Tómalo o déjalo.
Cuando Maya salió de la oficina, se sintió como si hubiera estado peleando una guerra y perdido. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas tan pronto como se cerró la puerta detrás de ella. Sabía que no tenía opción. Por mucho que odiara a Liam en ese momento, su padre necesitaba verlo. Y Maya haría cualquier cosa por su familia, incluso si eso significaba perderse a sí misma en el proceso. Al día siguiente, cuando volvió a enfrentarse a Liam, ya no era la misma. Había llorado, había maldecido, pero también había tomado una decisión. Esta vez, cuando cruzó la puerta, no vaciló. Liam levantó la vista de sus papeles al verla entrar y arqueó una ceja, con una chispa de diversión bailando en sus ojos.
—¿Entonces?
Maya respiró profundamente. Su voz, cuando habló, era firme, aunque por dentro se sentía quebrada.
—Acepto.
Capítulo 2 —El depredadorNarrador:El silencio en la oficina era tan denso que Maya sentía cómo cada respiración resonaba en sus oídos. Liam no apartó la vista de ella mientras se levantaba lentamente de su silla. Sus movimientos eran deliberados, llenos de una calma que solo servía para intensificar la tensión. Se estiró con una languidez que no coincidía con la dureza de su mirada. Luego, sin prisas, comenzó a caminar hacia ella. Maya no pudo evitar dar un paso hacia atrás, su espalda chocando contra el borde del escritorio que tenía detrás. Sus dedos se aferraron al mueble en un intento de encontrar algo que la anclara.—¿Tienes miedo, Maya? —murmuró él, con una voz tan baja que la obligó a contener el aliento para no perder ninguna palabra.Ella negó con la cabeza, pero el temblor de sus manos la delató. Liam sonrió con una satisfecha arrogancia, como si su miedo fuera precisamente lo que había buscado. Pasó a su lado, deteniéndose lo suficiente para que ella pudiera sentir el ca
Capítulo 3 —La rendicionNarrador:Maya respiraba con dificultad mientras Liam se separaba ligeramente, apenas lo suficiente para mirarla directamente a los ojos sin dejar de mantenerla acorralada contra la pared. Su corazón martillaba en su pecho, desbocado por la mezcla de emociones que la invadía. Sabía exactamente por qué estaba allí, y no había lugar para preguntas ingenuas o negaciones.—Así no —dijo él con calma, pegando su cuerpo un poco más al de ella —No me mires como si no supieras por qué estás aquí.Maya sintió que el aire se volvía más denso. No había escapatoria, ni física ni emocional. Su dignidad estaba colgando de un hilo, y él lo sabía. Pero no iba a permitir que él lo disfrutara sin resistencia.—Haz lo que tengas que hacer —dijo con la barbilla en alto, aunque su voz tembló ligeramente.Liam ladeó la cabeza, esa sonrisa cínica que era tan cruel como magnética apareciendo de nuevo.—¿Así de fácil? No, Maya. Quiero que lo sientas. Quiero que entiendas lo que signifi
Capítulo 4 —TérminosNarrador:Liam se levantó de la cama, dejándola aún envuelta en el silencio que había caído sobre ellos. Su figura, alta y dominante, se recortaba contra la luz tenue de la habitación mientras recogía una toalla.—Voy a quedarme en el cuarto de huéspedes esta noche —dijo, su voz calmada pero autoritaria —En el baño tienes más toallas limpias, si las necesitas. Tómate tu tiempo para ducharte. —Maya lo miró, aún temblando, pero tratando de recuperar algo de compostura. Sentía su cuerpo entumecido por la intensidad de lo que había pasado, pero asintió ligeramente. Liam se acercó al cajón y sacó un pantalón deportivo y una camiseta suya, colocándolos cuidadosamente sobre la cama. —Póntelos cuando termines. Te estaré esperando en la cocina —continuó, sin mirarla directamente esta vez —Hay algo que necesitamos discutir.Maya lo observó salir de la habitación, su porte inquebrantable y su presencia llena de control. Escuchó el eco de sus pasos alejarse antes de reunir el
Capítulo 5 —En sus propios términosNarrador:Cuando aterrizaron los estaba esperando un limosina. Maya se sentó frente a él, sus dedos tamborileando nerviosamente el bolso. Luego de un rato, Liam apartó su vista de la pantalla y la fijó en la joven, quien abrazaba ese accesorio contra su cuerpo mientras frotaba la correa. No pudo evitar recordar la primera vez que la vio... con una claridad inquietante, el día que Maya llegó a su casa por primera vez. Él tenía doce años, y ella era solo una ni*ña pequeña de cinco. Estaba sentado en las escaleras del vestíbulo, observando cómo Elena entraba con una niña delgada, de cabello alborotado y mirada asustada. Maya llevaba una mochila demasiado grande para su tamaño, apretada contra su pecho como si fuera un escudo.—Liam, ven aquí —le llamó su madre, su tono suave pero firme —Quiero presentarte a alguien especial —Él había bajado las escaleras con pereza, sin protestar, ya que estaba acostumbrado a las insistencias de Elena. Pero cuando llegó
Capítulo 6 —La conversación incómodaNarrador:La cena había sido tranquila, aunque cargada de una tensión sutil que Maya no podía ignorar. Elena, con su calidez habitual, no dejó de intentar llenar los silencios con comentarios amables y recuerdos del pasado.—Es tan bueno tenerte en casa, Liam —dijo Elena con una sonrisa, observando a su hijo con una mezcla de orgullo y melancolía —Más allá de las circunstancias, me hace feliz que estemos todos juntos nuevamente. —Liam no respondió de inmediato. Se limitó a asentir y a tomar un sorbo de su vino, evitando los ojos de su madre. —¿Sabes? —continuó Elena, mientras se servía un poco más de ensalada —Hace unos días me encontré con Anne. Seguro la recuerdas, ¿verdad? Salieron juntos un tiempo. —Liam arqueó una ceja, pero no dijo nada. Maya observó la interacción, sintiendo que había una historia ahí que desconocía. —Ella preguntó por ti. Me dijo que si hablaba contigo, te dijera que te comunicaras con ella. Me pareció curioso, porque parec
Capítulo 7 —Delirios de un moribundoNarrador:Maya había pasado la noche en vela, sus pensamientos girando como una espiral interminable. Cada crujido de la casa, cada sombra que se movía bajo la luz de la luna, le hacía contener el aliento. La idea de que Liam pudiera irrumpir en su dormitorio para consolidar ese "trato" que había impuesto era una posibilidad que la mantenía alerta. Pero la noche transcurrió sin incidentes. Liam no apareció, y Maya se sintió tan aliviada como agotada cuando los primeros rayos del sol iluminaron su habitación. En el desayuno, trató de mantener la calma mientras entraba en la cocina. Liam estaba sentado a la mesa, perfectamente arreglado, con una taza de café en una mano y el teléfono en la otra.—Buenos días —saludó ella, intentando sonar casual.—Buenos días —respondió él, levantando la vista para mirarla —¿Cómo dormiste?—Bien —mintió Maya, esforzándose por que su voz no temblara.Liam esbozó una sonrisa ladeada y dejó su teléfono a un lado.—Me al
Capítulo 8 —Verdades a mediasNarrador:El viaje de regreso a la casa fue un silencio interminable, cargado de tanta tensión, que parecía electrificar el aire. Maya estaba sentada en el asiento del copiloto, con los brazos cruzados, mirando por la ventana, mientras Liam conducía con una expresión impenetrable. Cada vez que intentaba juntar las palabras para hablar, el recuerdo de su mirada fría y sus palabras cortantes la paralizaban. Cuando llegaron a la casa, Liam fue el primero en salir del coche. Cerró la puerta de un golpe y entró, dejando a Maya sola unos instantes. Ella apretó los puños, reuniendo el coraje para enfrentarlo. Finalmente, lo siguió adentro. Lo encontró en la sala, de pie junto a la ventana, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el jardín exterior. La luz del atardecer delineaba su figura, pero su postura emanaba una frialdad que hacía que el corazón de Maya latiera con fuerza.—No puedes simplemente ignorarme, Liam —dijo, rompiendo el silencio.Él no
Capítulo 9 —Sellando el acuerdoNarrador:Los días habían pasado desde la última vez que Maya vio a Liam. Se había marchado diciendo que tenía cosas que hacer fuera de la ciudad, y aunque su ausencia debería haber sido un alivio, a Maya le resultó inquietante. Había algo en el vacío que dejó su partida que no podía ignorar. Pero entonces, una tarde, Liam regresó. Cuando entró en la casa, su presencia llenó el espacio como una tormenta anunciada. Maya lo encontró en la sala, descansando despreocupadamente en el sofá como si no hubiera desaparecido sin aviso.—¿Te divertiste abandonándonos sin una clara explicación? —preguntó Maya, cruzándose de brazos.Liam sonrió con esa arrogancia característica, levantando una ceja. —¿Me extrañaste? —replicó, ignorando por completo su tono acusatorio.—No seas idiota, pero papá pudo morir en tu ausenciaMaya rodó los ojos y se giró para salir de la sala, pero su voz la detuvo.—Vamos al hospital. Es hora de ver cómo está el viejo.Maya se giró lenta