Inicio / Romance / La Herencia del PECADO / Capítulo 4 —Términos
Capítulo 4 —Términos

Capítulo 4Términos

Narrador:

Liam se levantó de la cama, dejándola aún envuelta en el silencio que había caído sobre ellos. Su figura, alta y dominante, se recortaba contra la luz tenue de la habitación mientras recogía una toalla.

—Voy a quedarme en el cuarto de huéspedes esta noche —dijo, su voz calmada pero autoritaria —En el baño tienes más toallas limpias, si las necesitas. Tómate tu tiempo para ducharte. —Maya lo miró, aún temblando, pero tratando de recuperar algo de compostura. Sentía su cuerpo entumecido por la intensidad de lo que había pasado, pero asintió ligeramente. Liam se acercó al cajón y sacó un pantalón deportivo y una camiseta suya, colocándolos cuidadosamente sobre la cama. —Póntelos cuando termines. Te estaré esperando en la cocina —continuó, sin mirarla directamente esta vez —Hay algo que necesitamos discutir.

Maya lo observó salir de la habitación, su porte inquebrantable y su presencia llena de control. Escuchó el eco de sus pasos alejarse antes de reunir el valor para levantarse. Caminó hacia el baño, cada movimiento sintiéndose pesado, como si su cuerpo no fuera del todo suyo. Al abrir la puerta, un escalofrío recorrió su espalda, todo gritaba Liam alli, el aroma a su perfume, el jabón con el que se bañaba, hasta el pote de su espuma de afeitar, el cual abrió y dejó que el aroma impregnara su nariz, haciendo que se le escapara un largo suspiro. Ella sabía que no era el escenario perfecto para estar con él, pero no dejaba de reconocer lo bien que se sentían sus besos... sus caricias. Abrió la llave de la ducha, dejando que el agua caliente cayera sobre su piel y arrastrara consigo los restos de la tensión que la consumía. Cerró los ojos, permitiendo que el momento la envolviera, pero las palabras de Liam resonaban en su mente: “Hay algo que necesitamos discutir”. Cuando finalmente salió, secó su cuerpo con rapidez y se puso las prendas que él había dejado. La camiseta era demasiado grande para ella, el tejido suave cayendo hasta sus muslos, al ponerse los pantalones, le era imposible caminar con ellos, así que se lo squitpó, quedando solo en camiseta. Inspiró profundamente y salió del cuarto, siguiendo la luz que provenía de la cocina. Liam estaba sentado a la mesa, con una taza de café frente a él. Había preparado algo de comida sencilla; pan tostado, queso, y un par de frutas cortadas que descansaban en un plato entre ambos. Cuando la vio aparecer, metida en su camiseta, desclaza, con sus piernas desnudas y su cabello húmedo, mojando el cuello de la prenda, no pudo evitar morderse el labio inferior y sus ojos soltaron destellos de deseo, pero trató de mantener la actitud de un hombre de negocios a punto de hacer la transacción de su vida.

—Siéntate —ordenó, sin dureza pero con la misma autoridad de siempre. Maya obedeció, ocupando la silla frente a él. El silencio entre ambos era denso, pero no cargado de hostilidad. Liam la observó por un momento antes de hablar. —Sobre los términos de nuestro acuerdo —comenzó, con una voz tan controlada como cortante —Quiero que entiendas algo. Esto no es solo un trato para que yo vea a mi padre. También hay algo más en juego. Sabes tan bien como yo que cuando él muera, tú no recibirás nada. Ni un centavo. No tienes su apellido, ni un lugar en su testamento. Pero yo puedo cambiar eso. Si cumples con el acuerdo, me aseguraré de que recibas la parte de la herencia que te correspondería si fueras su hija biológica. Hablo de una cantidad suficiente para que nunca tengas que preocuparte por nada en tu vida. —hizo una pequeña pausa —Además, te voy a aclara, para que no haya malentendidos; no soy un hombre de una sola mujer. Podré estar con quien yo quiera, cuando quiera. Eso no cambia nada de lo que tenemos aquí. Pero tú... —su voz bajó un tono, haciéndola estremecer —no puedes estar con nadie más, a menos que me lo solicites. Y solo si yo lo autorizo. —El aire pareció volverse más denso entre ellos. Maya no apartó la mirada, aunque la sensación de sometimiento se apoderaba de su pecho. Liam sonrió ligeramente, consciente del impacto de sus palabras. —Esta no es una discusión, Maya. Es una regla. Espero que quede claro. —Ella asintió, su voz atrapada en su garganta mientras Liam se recostaba nuevamente en la silla, satisfecho con su declaración. —A partir de este momento, estarás disponible para mí las 24 horas del día, los 7 días de la semana. No habrá objeciones, excusas o retrasos. Cuando te llame, vienes. Cuando te necesite, apareces. ¿Entendido? —Ella tragó saliva, incapaz de responder al instante. Liam no esperó una réplica antes de añadir —Además, nadie debe saber lo que sucede entre nosotros. Esto es privado, completamente entre tú y yo. Si alguien llega a enterarse, todo se acaba. ¿Está claro? —Maya asintió lentamente, sintiendo cómo las palabras de Liam la envolvían como una red de la que no podía escapar. Pero había algo en su mirada que la retaba, que exigía más. —Respóndeme, Maya. ¿Está claro? —presionó él, su tono firme y frío.

—Sí, está claro —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.

Liam se recostó ligeramente en su silla, observándola con una intensidad que la hacía temblar.

—Bien. Entonces comamos algo y terminemos esta conversación. Mañana será un día largo.

Maya bajó la mirada hacia sus manos, incapaz de seguir enfrentando la intensidad de los ojos de Liam. Después de unos momentos en silencio, levantó la cabeza y habló, con su voz temblando ligeramente.

—Lo hago por él. No tienes idea cuanto lo quiero y lo que significa para mí. Sé que nunca fui realmente parte de esta familia, pero Carlos es lo más parecido a un padre que tengo. Y ahora verlo a punto de morir, sin que se reconcilie con su hijo, me parte el corazón, y también está Elena, que ha sido más madre de lo que yo conozco, ya la mía me abandonó, y ahora sufre por dos lados, su esposo a punto de morir y su hijo lejos...

La vulnerabilidad en su voz hizo que algo parpadeara en los ojos de Liam, un destello de humanidad que desapareció tan rápido como había llegado. Se enderezó en su silla, como si hubiera cometido un error al dejar que sus emociones se filtraran.

—Eso que me dices, no cambia nada, Maya —respondió con frialdad —No mezcles sentimientos en esto. Es un trato, nada más. Mientras lo tengas claro, estarás bien —Ella lo miró, su respiración acelerada mientras trataba de contener la mezcla de ira y tristeza que se apoderaba de su pecho. Antes de que pudiera decir algo más, Liam se levantó de la silla y caminó hacia ella. Su presencia volvió a ser arrolladora cuando se inclinó lo suficiente para invadir su espacio personal. —Y recuerda algo —murmuró, con un tono bajo y provocativo —No me pongas límites. No intentes establecerlos. Cada vez que lo hagas, te demostraré que no puedes ganar. —Liam levantó una mano y, con un movimiento lento, rozó su mejilla antes de inclinarse hacia su oído. —Ahora ve a dormir. Mañana empieza tu verdadero trabajo.

Se apartó, dejando a Maya completamente inmóvil, atrapada entre la rabia y una extraña atracción que no podía explicar. Mientras lo veía salir de la cocina, supo que su vida acababa de ser sellada en un acuerdo del que sabía que no saldría intacta.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP