El timbre del celular que sonaba con insistencia hizo que el sueño profundo en el que estaban se viera interrumpido. —Hola —respondió Helena al ver que era Fernanda la que llamaba.—Apenas pasa de las siete ¿ya estabas dormida?—Sí, pero no importa ¿Qué pasa?—Que hemos postergado la visita a la persona que hablamos el lunes día que te enfermaste ¿Vamos mañana?—Claro ¿Estás libre?—Todo el día. —Ok. Nos vemos mañana entonces.Colgó el teléfono y se enredó de nuevo entre las sábanas y el cuerpo de Damián.—¿Quién era? —Preguntó intrigado —¿A quién verás mañana?—A Fer, iremos a almorzar y luego por ahí —le mintió sin saber el motivo.—¿Por ahí? Si van a ver hombres te aseguro que Fernanda se va a meter en serios problemas conmigo. Helena soltó una carcajada y Damián puso cara seria ante tal hecho, sabía perfecto que era una broma y quiso evitar reírse y prefirió mantener su postura de macho alfa.A la mañana siguiente Helena se levantó muy temprano para prepararse. Se dio un baño r
—¿Y entonces? —Le habló Fernanda para sacarla de su nube en la que se encontraba.—Entonces ¿Qué?—¿Buscamos a tu abuelo?—Quizá después, ahora debo asimilar esto y ahogar las ganas de matar a Prudencia.Fernanda la miró compasiva, su amiga se había enterado de cosas que sin duda le removían sus memorias y entendía que pudiera estar sensible.—Tranquila, ahora tú sabes la verdad y no podrá jamás hacerte daño a ti de esa manera.Volvieron a casa y Helena permaneció en silencio durante el camino, solo pudo pensar en lo que su madre pudo pasar a causa de Prudencia y también en su abuela, su otra abuela; la que al igual que su madre trabajó para darle lo mejor a su hija. ¿A caso una especie de maldición las perseguía? De no ser así no se explicaba que les haya tocado pasar algo tan duro a todas, porque Helena estaba segura de que ella aún tenía por vivir cosas difíciles. —¿Cómo te sientes? —Le preguntó Fernanda al llegar a casa —¿Quieres que te lleve a la Hacienda o que pida que vengan p
—¡¿Qué demonios dices, mamá?! ¡¿De dónde sacas eso?! —Estaba montado en cólera y comenzó a llorar con rabia, esa rabia que le hacía pensar que solo era una treta más para hacerlo que cediera a su voluntad. —La verdad, Damián. Solo digo la verdad. Helena y tú son hermanos de sangre, no pueden estar juntos como pareja, no pueden verse de otra forma que no sea como hermanos. —Usted miente —Helena se atrevió a hablar y lo hizo con serenidad y calma aparentes, una calma que para nada sentía en su interior —es solo una artimaña de usted en acuerdo con la bruja esa que está ahí —señaló a Prudencia —por eso ha venido, para ver que todo salga conforme a lo planeado, pero a ustedes no se les puede creer nada. —Yo aquí no tengo nada que ver —expresó Prudencia con un descaro increíble, estaba gozando el momento —me toma por sorpresa, igual que a todos. Yo solo he venido porque mi nuera me lo ha pedido. —Es demasiada casualidad, tú no eres de venir y sentarte, tú eres de insultar y agredir y h
Al entrar se le hizo un hueco en el estómago al ver la puerta cerrada, aquella puerta que separaba ambas oficinas y que Damián le dijo que quería ver siempre abierta y que ahora era lo último que quería, ni pensarlo siquiera porque el sentimiento no que ella tenía hacia él no podía cambiar de la noche a la mañana y estaba segura que de estar cerca muchas cosas podían pasar y eso no podía permitirlo, por lo que debía poner distancia clara entre ellos y empezaría justo por esa puerta. Caminó hasta ella y puso seguro, del otro lado estaba Damián en una llamada y no se percató del hecho.Apenas iba camino a su escritorio cuando el teléfono sonó y se apresuró a responder.—Dime, Lulú —dijo al recibir la llamada.—Tengo en la línea al señor Trevor de Nueva York, quiere hablar con el señor Damián pero él está en otra llamada ¿Puede atenderlo usted?—Pues de poder, sí. Solo dime quién es y cuál es el asunto y listo.—Su papá estaba tratando de llevar el café orgánico al extranjero en un volum
Cuando estuvo en la Hacienda se acercó a la cocina para buscar a alguien que le ayudara con las cosas de Helena, le llevaría ropa también para ella pero no quería irrumpir en su intimidad.—Solo un cambio, es para el día que salga del hospital —le indicó a Lolita y esta comenzó a armarle una pequeña maleta, le puso también cosas de aseo personal y le entregó el bolso.—¿Cómo está la señorita?—Pues no muy bien, pasó algo de tiempo y eso perjudicó un poco pero esperamos que mejore poco a poco. Lolita, dime ¿Quién sacó la serpiente? ¿Se revisó todo?—Marco y Felipe se encargaron y revisamos todo este lado y cerramos puertas y ventanas, allá del otro lado siguen viendo.—De acuerdo. Hazme un favor ¿si? —Le pidió poniendo la mano en el hombro de la jovencita y ella asintió con una sonrisa amable —mientras yo voy a ver a los muchachos, tú prepara una maleta ahora para mi hermano, a él ponle unos tres cambios y sus cosas para aseo, el cargador y celular, unos zapatos cómodos. —Claro que sí
Tal cual lo dijo, Benjamín se encargó de coordinar todo con Lulú y esa madrugada estaba saliendo rumbo a Alemania, mientras tanto él se quedó en el hospital con Helena y Fernanda fue a hacerle compañía. —Benjamín —habló la doctora en la sala de espera y se levantó de inmediato al escuchar su nombre.—Dígame ¿Pasó algo con Helena?—Ha despertado —les informó la doctora con alegría —están por pasarla a su habitación y podrán verla, denme diez minutos en lo que la trasladan y pueden pasar. En recepción les dirán qué habitación le asignarán.—Muchas gracias —respondieron ambos a un tiempo y se abrazaron emocionados, pasaron a recepción como les fue indicado y ahí les informaron a dónde ir.—Acá está la 315 —le dice Fernanda al ver el número azul marcando la puerta, giró suavemente el pomo y la vieron ahí en la cama con una mascarilla de oxígeno en su rostro, al verlos sonrió y dejó escapar unas lágrimas. —Tranquila hermanita —le acarició con ternura el cabello Benjamín y le dejó un beso
Damián estaba aterrizando en Cancún, lugar donde lo esperaba ya un helicóptero para llevarlo directamente al hospital, el medicamento venía en hielo y necesitaba llegar lo mas pronto posible para evitar que se descompusiera.—Ya viene, amiga —le alentaba Fernanda a Helena, la cual se quejaba de fuerte dolor a lo largo de toda la zona afectada que iba ya casi a la espinilla.—Me duele horrible, Fer, siento que se me quema toda la pierna —le decía entre lágrimas. —Dijo Benjamín que ya no tardaba, aguanta un poquito.Diez minutos antes de las cuatro de la tarde Damián estaba bajando por el elevador y ya lo esperaba la doctora para preparar todo.—Hay que hacer unas mezclas, en diez minutos estoy con ella para comenzar a pasarle el medicamento. —¿Cómo está? ¿Puedo verla? —Preguntó ansioso.—Claro, puedes pasar. Ella está bien, solo con mucho dolor pero ya no quise administrar analgésicos para a través de ella misma darnos cuenta si hace o no efecto esto.—Confío en usted —le dio una son
—¡Ay madre, te has pasado! —Dijo molesto pero controlando el enojo para no causarle ningún tipo de afectación a Helena.Tocó antes de abrir y escuchó a Fer darle el pase, caminó hasta ellas y las saludó con un beso. Vio el pie mucho mejor que el día anterior y a Helena de mucho mejor ánimo. —Te veo muy mejorada —le comentó con una sonrisa.—Lo estoy, dijo la doctora que en un par de días podré irme.—Eso es excelente, en casa podrás descansar.—Damián, aprovecho que estás aquí para irme un rato. Tengo pendientes en la oficina —se disculpó Fernanda. —Claro, ve con cuidado y gracias por cuidarla —le despidió con otro beso y un abrazo.Se despidió también de Helena y le dijo que volvería en cuanto pudiera, luego los dejó solos.—Muero por llevarte a casa —le confesó Damián y entre las palabras y la mirada que le dio, Helena estaba temblando ya por él. —Quedamos en algo, Damián —le reprende ella con rostro serio.—Quedamos en enfrentarnos al mundo si era necesario —le susurra en el oí