Un escalofrío recorre mi columna vertebral, aunque mis músculos siguen sin reaccionar, lo que me deja totalmente vulnerable ante estos asesinos. Es cuando me pregunto cómo rayos pasé de ser la prisionera de Einar a ser raptada por sus propios esbirros, que no se detienen siquiera a pensar a quién le quitan la vida y no es que sintiera simpatía por Baylor, pero lo aniquilaron como a una cucaracha.
Tal parece que no hay honor entre ladrones, o entre asesinos, por lo menos.
“No nos van a matar”, me susurra Niebla, que ha entrado en pánico y trata de convencerse a sí misma.
“No, todavía”, le confieso, que también siento terror.
―Quería que fuera más sencillo―confiesa―quería crear una distracción en la van y lograr capturar a Baylor para que nos dejara entrar a la base, pero tenías que entrar en pánico y volver a colocarle la droga a Alanna.
―Tú mismo lo dijiste, podía volcar el auto y rompernos el cuello―se excusa el esbirro―se supone que deberíam
Los soldados frente a nosotras han sacado sus garras para cortarnos en pedacitos con sus caras de rasgos lobunos mostrando los dientes y la espuma saliendo por sus bocas. Sus ojos están inyectados en sangre y de su nariz emana vaho, inhalando y exhalando con fuerza. “Olemos a miedo”, me dice Niebla y tiene razón, porque tenemos el corazón a mil por hora, “pero ellos no son rivales para nosotras, Bianca, tienes que confiar en mí, no nos van a vencer”. "¿En serio?", me burlo, "es todo un escuadrón y, por si fuera poco, hay un alfa y cuatro omegas que quieren una parte de nosotras, creo que tengo suficientes razones para temer". "Solo no lo demuestres, ¿quieres?", me pide. Así que luchamos contra el instinto primario de bajar las orejas y colocar nuestra cola entre las patas traseras. Procuramos levantarnos a todo lo que da nuestra enorme altura y les mostramos los dientes con la boca babeante, gruñendo. Nuestro lomo está totalmente encrestado y afianzam
La hilera de soldados que se encuentran detrás de Einar tienen sus manos convertidas en garras y están mostrando sus dientes en mi dirección, con la boca babeante, tratando de lucir intimidantes. Pero esta vez no estamos solas, como cuando estuvimos hace un rato rodeadas de enemigos, ya que los lobos a mi espalda están dispuestos a luchar por mí y tomo fuerza del coraje que infunden. Entonces somos nosotras las que nos reímos con ganas esta vez, porque es nuestro momento de demostrarle que ya no somos la lobezna que él piensa. “Supones bien, Einar”, le respondo mentalmente, “tampoco es que vayas a tener alguna oportunidad”. ―Reconozco que eres fuerte, Alanna―me contesta también sonriendo triunfante, como si esta fuera su oportunidad―pero eres muy joven y no tienes experiencia. En cambio yo he estado preparándome toda mi vida para lo que va a ocurrir y tú, cachorra, no vas a impedir que lo consiga. “Si, si, ya recuerdo”, me burlo de él, “porque
Un mes y medio después. Estimada alfa de la Manada Plata y de la Manada de los Desterrados: Sé que tienes demasiadas obligaciones como alfa de dos manadas, pero quiero hablarte de tus responsabilidades como luna. Entiendo que todo esto de aprender sobre la marcha el significado de ser un alfa y que sea por partida doble, además, teniendo que lidiar con lobos de una manada tan orgullosa y que no quiere mezclarse con miembros indeseables de nuestra sociedad, o el hecho de que la naturaleza salvaje de los desterrados, a quienes les ha tocado encarrilar tanto mi padre como tu madre ha sido demasiado complicado, o que tu tiempo ha tenido que dividirse en cuatro, siendo alfa de dos manadas, luna en otra y hermana e hija de una familia que ahora se reúne, después de todo lo que ha sufrido, se sienta muy pesado para ti. Te diría que creo que te perdonaría si estás con tu madre y tus hermanos en la manada Media Noche, ahora
― ¡Despierta, Bianca! ―me grita Meg al oído y abro los ojos algo aturdida. Me paso la mano por el cuello que me duele por haber dormido mal en la silla junto a la cama de Matt, quien estuvo con fiebre toda la noche. Pobre chico, no paraba de quejarse por el malestar, pero Richard no quiere llevarnos al hospital a que nos atiendan. Dice que están llenos de gérmenes y que uno entra con una enfermedad y sale con otras tres. A veces me molestan ese tipo de manías de su parte, como por ejemplo, no le gusta que esté cerca cuando está meditando. Pero con eso de que no quiere llevarnos al médico se pasa. Por suerte para él, los chicos que vivimos en su casa de acogida somos muy sanos, claro, salvo cuando nos cae una enfermedad como la varicela. Como siempre, yo estoy al pie de la cama cuando se sienten mal. No tengo ni idea de cómo curarlos. No soy enfermera ni quiero ser una, yo voy a ser abogada y lo mío son las leyes, no las inyecciones. Por suerte, todos los chic
―No tengo nada qué ponerme―le susurro a Kayra, quien pone los ojos en blanco. Estamos en mi habitación. Le dijimos a Richard que íbamos a tener una especie de piyamada, tratando de que Meg no se enterara porque no queremos romperle el corazón. ―Descuida―dice, mientras revuelve su maleta―por aquí tengo algunos vestidos que te deben quedar bien. Pone sobre mi cama un par de trajes, el primero es salmón intenso, holgado en la parte de enfrente, pero se ajusta en la cintura con unas tiras de cuero negras y tiene vuelo en la falda que llega a medio muslo, atrás tiene un escote que llega a media espalda, la cual se entrecruza con una tira de cuero igual a la que está enfrente. El segundo es de satín, con mangas en tres cuartos y un escote en la parte de adelante, que se ajusta en el corpiño y hace una campana a medio muslos. Ambos son perfectos para usar con mis botines negros, pero me decido por el primero, ya que hace que se vea un poco medieval. A Kayra no le qu
― Ya está despertando―escucho una voz masculina a mi lado―debemos darle algo para que siga inconsciente.Tengo un dolor punzante en mi sien y la boca seca. Mis ojos siguen cerrados. Me siento asustada. No recuerdo muy bien cómo llegué aquí o dónde estoy o quién es esta gente.―No podemos darle más droga, lo que se tomó era suficiente para dormir a un caballo―dice una chica―pero ella se lo bebió todo como agua, tiene demasiada resistencia al licor o al licor más la droga en todo caso.― ¿Qué esperabas de ella, Astrid? ―le dice otra chica, cuya voz reconozco―su hígado debe procesar lo que le pongan, alcohol, drogas, lo que sea. Cualquiera amaría un hígado como ese―se burla.―Les dije que la había encontrado―dice otra vez el hombre. Ahora estoy segura de quién es. Velkan.―Me di cuenta en cuanto la vi, cariño―dice la otra chica
― ¿Qué? ―me burlo de Kieran cuando nos encontramos en su habitación― ¿necesitas una excusa para estar con una mujer? ―tengo los labios fruncidos de la rabia y mi boca sigue destilando veneno―intenta tocarme y te arranco la cabeza.Kieran se ríe a carcajadas ante mi amenaza. Es cierto, él es enorme, debe tener como un metro noventa de estatura y su cuerpo es muy musculoso, así que una cosa menuda como yo en comparación no debe tener ningún tipo de oportunidad.Eso no significa que se la voy a dejar tan fácil, si cree que voy a caer rendida a sus pies está muy equivocado.―Por qué no comes y dejas de amenazarme―dice entre risas, tratando de volver a su postura fría sin conseguirlo―solo quiero que estés bien y tú tienes hambre, así que come.―Si me quieres bien, devuélveme a mi casa―le espeto― ¿sabes lo difícil que es para una
―Va a estar bien, mi alfa―escucho decir a Velkan, quien está sentado en la cama contigua a la mía. Mis ojos están entrecerrados y el dolor en mi costado saca un quejido de mi boca. ― ¿Estás seguro? ―le pregunta Kayra con voz temblorosa―esa rama estaba metida entre las costillas y le debe haber perforado el pulmón. Estaba empapada en sangre. Por lo que sé, hasta debió atravesarle el corazón. ―Recuerda quién es―le responde Velkan, pero antes de que continúe trato de incorporarme. ― ¿Y quién se supone que soy? ―le digo, mirando mi costado. El dolor disminuye poco a poco, como si hubiera tomado alguna medicina para el dolor y ahora estuviera haciendo efecto―y creo que están exagerando, solo me hice un rasguño, mira―le muestro a Kayra, quien se lleva la mano a la boca. La medicina o lo que sea que me hayan dado acaba por hacer su efecto y ahora estoy mucho mejor. Me siento al borde de la cama todavía débil y veo a mi alrededor. Los rayos del sol me pegan d