― ¡Despierta, Bianca! ―me grita Meg al oído y abro los ojos algo aturdida. Me paso la mano por el cuello que me duele por haber dormido mal en la silla junto a la cama de Matt, quien estuvo con fiebre toda la noche.
Pobre chico, no paraba de quejarse por el malestar, pero Richard no quiere llevarnos al hospital a que nos atiendan. Dice que están llenos de gérmenes y que uno entra con una enfermedad y sale con otras tres. A veces me molestan ese tipo de manías de su parte, como por ejemplo, no le gusta que esté cerca cuando está meditando.
Pero con eso de que no quiere llevarnos al médico se pasa. Por suerte para él, los chicos que vivimos en su casa de acogida somos muy sanos, claro, salvo cuando nos cae una enfermedad como la varicela.
Como siempre, yo estoy al pie de la cama cuando se sienten mal. No tengo ni idea de cómo curarlos. No soy enfermera ni quiero ser una, yo voy a ser abogada y lo mío son las leyes, no las inyecciones. Por suerte, todos los chicos que he cuidado se curan muy pronto. Aunque sí debo confesar que me alegra cuidarlos y ver cómo sanan.
Me hace sentir algo especial.
― ¡Vamos dormilona! ―vuelve a gritar la linda niña de ojos azules que trata de desprenderme el brazo―acaba de llegar la chica nueva, vi el auto de Maggie por la calle desde mi ventana.
―Ten calma―le digo a Meg―solo tengo dos brazos y vas a quitarme uno―trato de bromear, pero ella me hace un puchero y entrecierra los ojos. Me restriego la cara y me estiro en la silla―déjame ver cómo está Matt y ya bajo.
―Pero vamos a verla juntas, tú me lo prometiste―me reclama. Aunque para ella es emocionante recibir a una nueva hermana, como ella nos llama, para mí es algo normal. He visto tanta gente ir y venir de la casa de Richard, que ahora trato de no encariñarme con ellos, aunque, claro, es difícil no amar a la pequeña Meg, con esa mirada dulce y cálidos risos dorados.
Me le acerco y le planto un beso en la coronilla y tomo el termómetro de la mesita de noche y se lo coloco a Matt, mientras le acaricio la cabeza a la pequeña Meg. Cuando suena el marcador de tiempo, vuelvo a observar el aparato y compruebo que la temperatura está normal.
―Ya podemos ir, pequeña―le informo a la linda impaciente.
―Entonces ya Matt no se va a morir―se burla la muy descarada, mientras bajamos las escaleras al recibidor.
― ¡Por supuesto que no! ―le digo con falso asombro.
―Es que él gritaba ayer que se estaba muriendo―me comenta. Pobre Matt, le tiene miedo a todo, pero no lo puedo culpar, apenas tiene siete años y ha vivido más cosas que un niño promedio: la pérdida de sus padres en un accidente y tener que vivir con extraños desde hace seis meses.
―Claro que no, si solo era varicela―le respondo y ella me mira algo extrañada.
― A mí me dio varicela y mi mamá me cuidó por un montón de tiempo. Tenía mucha fiebre y me salieron unos granos llenos de agua. Hay que ponerle medicina por todo el cuerpo―me comenta y ahora soy yo la que quedo extrañada. En todo el tiempo que he vivido con Richard, o sea, toda mi vida, nunca he visto a ningún niño con varicela que dure más de dos días con fiebre y solamente les he visto un par de ronchitas a cada uno.
No me extraña de Meg, es un poco exagerada, la otra vez tuvo una herida que se hizo con un cuchillo y dijo que iba a morir, pero su herida se cerró en cosa de minutos, luego que le puse algo de agua oxigenada. A veces se me olvida que solo tiene ocho años y que cualquier cosa la asusta.
―Bueno, vamos a ver a la nueva, pero primero tengo que tomar café, ¿de acuerdo? ―le pregunto.
―Está bien, pero no te tardes. Yo estaré en la puerta para ver cuando bajan del auto―me dice y yo asiento con la cabeza, mientras me dirijo a la cocina.
― ¿Cómo sigue Matt? ―me pregunta Richard al entrar a la cocina, sin decirme ni hola ni nada. Típico de él.
―Ya no tiene fiebre―le respondo, mientras comienzo a colocar la mesa para los ocho puestos, como si Andrew fuera a aparecer hoy. Dejo la tetera cerca del asiento de Maggie, quien no le gusta el café. Ella es buena para ser una trabajadora social, de las cuales he escuchado historias de terror de otros chicos que se han quedado por aquí. Cuando termino, me sirvo mi taza de café para quitarme el sueño.
Maggie es la encargada de todos los chicos que llegan aquí, menos de mí. No sé quién es mi trabajadora social, pero nunca he necesitado una porque me llevo muy bien con Richard y no he querido escapar, como Andrew. Richard es un gran amigo, excepto cuando está meditando.
Al rato se aparece Velkan bajando por las escaleras acompañado del pequeño Matt, quien luce mucho mejor. Ambos se sientan a la mesa y empiezan a servirse el desayuno que ya está colocado en cuencos, gracias a Richard.
― ¡Llegaron! ―dice Meg entusiasmada, lo que provoca la molestia de Velkan y Matt, quienes estaban a punto de morder sus bagels con mermelada.
―Vamos, chicos―les pide Richard―tenemos que recibir a su nueva hermana.
Cuando los chicos, Richard y yo nos dirigimos a la puerta, Meg la tiene abierta con dos personas en el umbral. Maggie, luce igual que siempre, con ese traje marrón y negro, con la pañoleta adornando su cuello que la hace ver como una anciana, pero que a ella no le importa. A su lado, una chica de piel bronceada, cabello rojo hasta el cuello de un lado y al rape, del otro, con una chaqueta de cuero negra y botas a juego, pantalones rotos y ajustados a los tobillos y una camisa ajustada que enseña su ombligo. Típica chica de casas de acogida.
Velkan carraspea haciendo mucho ruido, lo que provoca que Matt se ría por lo bajo. Entre tanto, Meg le toma la mano a la nueva y le da un abrazo. Nadie se resiste a los encantos de Meg.
―Mi nombre es Megan―le dice―pero todos me llaman Meg.
―Hola, Meg―le responde la nueva con una sonrisa de oreja a oreja, lo que le quita un poco esa imagen de malota que tiene―mi nombre es Kayra.
―Ven, te llevo al comedor, ya está todo listo, hay bagels, mermelada, tocino, huevos revueltos, café…―Meg le continúa la lista, mientras la lleva hasta donde está dispuesta la mesa.
―Hola a todos―saluda Maggie.
―Hola―respondemos y nos dirigimos por el camino que acaba de tomar Meg y Kayra.
―Veo que la mesa está dispuesta para ocho personas―comenta Maggie con cierta suspicacia.
―Por supuesto―le responde Richard―sé que Andrew volverá.
―De eso hablaremos luego―se limita a decir Maggie.
Todos nos sentamos en la mesa a comer. Meg se sienta al lado de Kayra, la nueva, lo que me provoca un poco de celos, porque hasta hace cinco minutos yo era su favorita. Creo que será una de las pocas que extrañaré cuando cumpla la mayoría de edad dentro de unos meses. A ella y a Richard, que ha sido como mi padre, claro, muy a su manera.
Se ha preocupado por educarme en casa, a diferencia de los otros chicos que han estado aquí, que han estudiado en el colegio local. Eso ha sido bueno, porque me ha adelantado tantas materias que este año me gradué con solo diecisiete y voy a ir a la universidad en otoño, con una beca que gané. Él hizo todo lo posible para que eso pasara.
Cuando terminamos de desayunar, Richard y Maggie se dirigen a la oficina de este para conversar acerca de Andrew, el último chico que se fue de aquí. Por lo general, la mayoría de los chicos que vienen se quedan hasta cumplir la mayoría de edad, pero él se fue sin decirle nada a nadie. Sé que eso pasa en otros hogares, pero nunca habíamos tenido un caso como ese. Richard no es precisamente el mejor amigo de todos, pero nos da techo y comida, además, se preocupa por nosotros, muy a su manera, claro.
Incluso nos lleva a dar paseos de verano. Una vez nos llevó a visitar el mar y fue maravilloso respirar tanto aire puro, que sentía como mis pulmones se renovaban. Este año iremos a la montaña, en una reserva que tiene un lago. Eso es bueno porque nos aleja del estrés de esta enorme ciudad tan sucia y llena de humo y gente y autos ruidosos. Creo que cuando ya sea abogada, viviré en un lugar más pequeño y tranquilo.
―Y entonces, que hacen ustedes aquí―pregunta Kayra, sacándome de mis pensamientos.
―Lo mismo que en todos lados―le responde Velkan, que no puede disimular lo embobado que está con la nueva. Yo hago un ademán para limpiarle la boca.
―Se está saliendo la baba, hermano―le digo por lo bajo y él pone los ojos en blanco y se acerca a la nueva. Yo decido dejarlos solos, así que me llevo a los niños a la parte de atrás, para que recojan los platos y me dispongo a fregar. Cuando termino, mando a Matt y a Meg a jugar en el patio trasero y yo me dirijo escaleras arriba hasta mi habitación. Es una ventaja de haber crecido aquí desde que era un bebé, me he ganado el derecho a tener mi propia habitación.
Pero abro los ojos como platos, cuando veo a Velkan arrinconando contra la pared a la nueva, Kayra, quien se lo está comiendo a besos. Las manos de los dos están por todas partes y están tan acaramelados que hasta me da envidia.
― ¡Dios! ―les digo con falsa sorpresa―al paso que van, tendré sobrinos pronto―me burlo. Ambos se separan con una sonrisa pícara y mirando para paredes diferentes.
―Queríamos proponerte algo, pero tiene que ser algo entre nosotros―me dice Velkan, como si no los hubiera encontrado metiéndose mano.
―A ver, dispara―le respondo.
―Pues―dice un poco dubitativo, pero me mira a los ojos con una sonrisa retorcida― es que te la pasas trabajando tanto aquí y creemos que querrías salir a un club.
―Conozco uno cerca, se llama Luna Escarlata, es para adolescentes, te va a encantar―añade Kayra con una sonrisa, mientras me pasa el brazo por los hombros.
―Club para adolescentes, mis narices―les respondo y doy un bufido―no hay tal cosa y no tengo una identificación falsa.
―Tranquila―dice Kayra―yo tengo todo arreglado. Conozco al seguridad de la puerta. Unos amigos míos estarán en la ciudad y quiero saludarlos.
―Velkan, conoces a Richard, nada de ir a clubes y lo sabes―si lo sabré yo, cuántas veces no se lo he escuchado decir a todos los chicos que han pasado por aquí.
―Él no tiene por qué saberlo, Bianca―me guiña un ojo y yo pongo los ojos en blanco―vamos, hermanita, ¿no estás cansada de ser la niña mimada de Richard?
―No soy la niña mimada, solo soy la que más ha estado aquí―le espeto poniendo los ojos en blanco. Kayra me mira haciendo un puchero, aún con el brazo sobre mi hombro.
―Vamos, piensa que es mi bienvenida a la casa de Richard―me dice y yo medito un poco. En realidad, nunca salgo de la casa, hasta estudio aquí. Mi vida social es un gran cero. Además, esta chica tiene cara de divertirse y mucho, así que nada se interpondrá entre ella y el club esta noche.
―Está bien, vamos―les digo a ambos, levantando mis manos a manera de rendición. Ellos intercambian una mirada de complicidad que no me tienen que aclarar. Parece que en los cinco minutos que tienen de conocerse es suficiente para entenderse de toda la vida. Como si fueran dos imanes. Eso es bueno para Velkan, que es un poco esquivo a veces. Parece eso que le llaman amor a primera vista, aunque me siga pareciendo ridículo.
―No tengo nada qué ponerme―le susurro a Kayra, quien pone los ojos en blanco. Estamos en mi habitación. Le dijimos a Richard que íbamos a tener una especie de piyamada, tratando de que Meg no se enterara porque no queremos romperle el corazón. ―Descuida―dice, mientras revuelve su maleta―por aquí tengo algunos vestidos que te deben quedar bien. Pone sobre mi cama un par de trajes, el primero es salmón intenso, holgado en la parte de enfrente, pero se ajusta en la cintura con unas tiras de cuero negras y tiene vuelo en la falda que llega a medio muslo, atrás tiene un escote que llega a media espalda, la cual se entrecruza con una tira de cuero igual a la que está enfrente. El segundo es de satín, con mangas en tres cuartos y un escote en la parte de adelante, que se ajusta en el corpiño y hace una campana a medio muslos. Ambos son perfectos para usar con mis botines negros, pero me decido por el primero, ya que hace que se vea un poco medieval. A Kayra no le qu
― Ya está despertando―escucho una voz masculina a mi lado―debemos darle algo para que siga inconsciente.Tengo un dolor punzante en mi sien y la boca seca. Mis ojos siguen cerrados. Me siento asustada. No recuerdo muy bien cómo llegué aquí o dónde estoy o quién es esta gente.―No podemos darle más droga, lo que se tomó era suficiente para dormir a un caballo―dice una chica―pero ella se lo bebió todo como agua, tiene demasiada resistencia al licor o al licor más la droga en todo caso.― ¿Qué esperabas de ella, Astrid? ―le dice otra chica, cuya voz reconozco―su hígado debe procesar lo que le pongan, alcohol, drogas, lo que sea. Cualquiera amaría un hígado como ese―se burla.―Les dije que la había encontrado―dice otra vez el hombre. Ahora estoy segura de quién es. Velkan.―Me di cuenta en cuanto la vi, cariño―dice la otra chica
― ¿Qué? ―me burlo de Kieran cuando nos encontramos en su habitación― ¿necesitas una excusa para estar con una mujer? ―tengo los labios fruncidos de la rabia y mi boca sigue destilando veneno―intenta tocarme y te arranco la cabeza.Kieran se ríe a carcajadas ante mi amenaza. Es cierto, él es enorme, debe tener como un metro noventa de estatura y su cuerpo es muy musculoso, así que una cosa menuda como yo en comparación no debe tener ningún tipo de oportunidad.Eso no significa que se la voy a dejar tan fácil, si cree que voy a caer rendida a sus pies está muy equivocado.―Por qué no comes y dejas de amenazarme―dice entre risas, tratando de volver a su postura fría sin conseguirlo―solo quiero que estés bien y tú tienes hambre, así que come.―Si me quieres bien, devuélveme a mi casa―le espeto― ¿sabes lo difícil que es para una
―Va a estar bien, mi alfa―escucho decir a Velkan, quien está sentado en la cama contigua a la mía. Mis ojos están entrecerrados y el dolor en mi costado saca un quejido de mi boca. ― ¿Estás seguro? ―le pregunta Kayra con voz temblorosa―esa rama estaba metida entre las costillas y le debe haber perforado el pulmón. Estaba empapada en sangre. Por lo que sé, hasta debió atravesarle el corazón. ―Recuerda quién es―le responde Velkan, pero antes de que continúe trato de incorporarme. ― ¿Y quién se supone que soy? ―le digo, mirando mi costado. El dolor disminuye poco a poco, como si hubiera tomado alguna medicina para el dolor y ahora estuviera haciendo efecto―y creo que están exagerando, solo me hice un rasguño, mira―le muestro a Kayra, quien se lleva la mano a la boca. La medicina o lo que sea que me hayan dado acaba por hacer su efecto y ahora estoy mucho mejor. Me siento al borde de la cama todavía débil y veo a mi alrededor. Los rayos del sol me pegan d
La mesa en forma de U es presidida por Kyle en la parte central, con su esposa Luna a un lado y Kieran, al otro. Richard y yo nos sentamos enfrente. Este se pasa las manos por la cara varias veces, dejando una mano acariciando su barba de tres días, como hace cada vez que se queda sin palabras. Pero yo tengo demasiadas cosas qué decir y no tengo tiempo para que él tome el valor que necesita, así que rompo el incómodo silencio. ― ¿Cómo fue que llegaste primero que nosotros? ―Richard me mira sorprendido, porque estoy segura de que no esperaba que esa fuera mi primera pregunta. ―Tomamos un avión―me responde―me dijeron que te llevaron en auto y estuvo bien, es más difícil que te detectaran―añade, como si fuera normal utilizar la palabra “detectaran”. Respiro hondo. Creo que ni él ni yo podemos seguir dándole vueltas a esto un segundo más. ― ¿Es verdad todo lo que me han contado, Richard? ―le pregunto. ―Depende de lo que te han dicho, Bianca―me res
Un fuerte grito me despierta, pero aún me siento un poco mareada, así que no abro los ojos todavía.― ¡Recházala! ―dice una voz femenina, que creo que es Astrid.―Aunque quisiera, no puedo, ella todavía no se ha convertido, ni siquiera sabe qué yo soy―le responde Kieran molesto.― ¿Y qué harás, entonces? ―le pregunta ella― ¿me vas a dejar?―No… lo sé―le responde―aún no sé qué hacer, Astrid―se hace una pausa, hay mucha tensión en el aire, así que cierro más los ojos.―Resuélvelo, Kieran―añade Astrid―ella no puede ser tu Luna, no sabe nada de la manada y ni siquiera le importa nuestro mundo. Yo te apoyaré siempre, sabré ser mejor luna, esta es mi manada, aquí crecí y haré todo por llevarla adelante como tú necesitas.―Astrid, estábamos tonteando t&uacu
―Parezco una zorra―le digo a Kieran disgustada, cuando caminamos por el pasillo hacia las escaleras, para dirigirnos el comedor principal donde se servirá una cena en mi honor. Nunca me ha gustado llamar la atención, me pone nerviosa y torpe y es lo que menos necesito en este momento con tanta gente extraña. Hombres Lobo. Espero que Richard esté presente. No me vendría mal ver una cara conocida, aunque siga molesta por todas sus mentiras. ―Sí, pero una zorra hermosa―me responde muy cerca del oído, colocando su mano sobre mi espalda desnuda, por el escote que me llega hasta la cintura de mi vestido negro de mangas tres cuarto y cuya falda en forma de lápiz me cubre la mitad del muslo. Él va vestido con una camisa negra con dos botones abiertos y remangada en los brazos que le dibuja todos los músculos del torso y los brazos. Su pantalón es negro también. El cabello oscuro lo lleva una cola bien organizada con gel. ―Una zorra es u
―Agradezco a todos por estar aquí, pero debemos dar por terminada la velada―anuncia Kyle a todos, luego dirige su mirada a unos pocos―Maikan, Ketin, acompáñenme al despacho―le dice señalando a Maikan y otro al hombre que habló hace un rato―Kieran, quédate en tu habitación con Bianca, que Derrick y Frans los escolten. Atea, a mi lado, debemos vernos como una manada unida.―Sí, mi alfa―contestan todos, menos yo.―Kyle… eh, perdón, alfa Kyle―me corrijo al ver la mirada de advertencia que me lanza él―si no tiene inconveniente, me gustaría quedarme en la reunión. Creo que le serviré de mucha ayuda si me deja estar presente.―Este mundo es demasiado nuevo para ti, cariño―me dice con más amabilidad de la que esperaba―no sabrás cómo actuar delante de dos alfas y no quisiera una confrontación con Einar hoy. Me gustaría ganar má