63. La hoja

Al llegar al penthouse, ambos tomaron caminos separados hacia sus habitaciones, sin cruzar una sola palabra. Ha-na se dirigió a su cuarto y cerró la puerta con cuidado, como si el simple acto de aislarse pudiera protegerla de sus propios pensamientos. Se sentó en la cama, soltando un suspiro profundo mientras sus dedos jugaban con la tela de su camisa. No podía evitar que los recuerdos de aquella noche regresaran una y otra vez, que las palabras de Heinz resonaran en su mente como una letanía interminable.

Se recostó en la cama y miró al techo, sintiendo cómo el peso de aquella discusión seguía oprimiendo su pecho. Recordaba cómo él la había acusado de ser tonta por confiar en los hombres, cómo había insinuado que prefería a alguien más. Esa idea le producía una sensación de vacío en el estómago, un dolor profundo que no lograba entender completamente. Por más que intentaba convencerse de que no debería importarle lo que él pensara, la verdad era que sus palabras la habían herido de u
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