Los ojos de Heinz se clavaron en los de Ha-na, llenos de una intensidad contenida. Ella sostenía su mirada sin parpadear, sin ceder un ápice de terreno en aquel enfrentamiento silencioso. Podía sentir la rabia y la decepción de él, pero también el cansancio que ambos compartían después de tantas horas de hostilidad no resuelta. Era como si en ese momento cada uno estuviera pidiendo, sin palabras, una respuesta a una pregunta que ni siquiera querían formular.Heinz extendió la mano y tomó la nota de sus labios, retirándola de su rostro con una calma tensa. La observó con detenimiento, con sus ojos captando el rojo vibrante de los labios de Ha-na marcados en el papel, como una huella indeleble de la distancia y el dolor que los separaban. Su expresión permanecía seria, pero sus ojos mostraban una chispa de algo más, una mezcla de frustración y algo parecido a una súplica. Quería decir algo, tal vez aclarar lo que había sucedido entre ellos, pero las palabras parecían atoradas en su garg
Heinz también estaba ante un sentimiento primitivo e impulsivo, que había cegado su entendimiento. El beso era una especie de confesión que no podía reprimir. En cada roce de sus labios y suspiro compartido, se escondían emociones profundas, miedos y deseos que nunca había expresado en palabras. Sentía que su control, ese que tanto se esforzaba en mantener, se disolvía en el contacto con ella. Era como si sus sentimientos, habitualmente confinados tras una máscara de rigidez y disciplina, se hubieran liberado. La fragilidad de su alma, algo que siempre evitaba mostrar, se desbordaba al estar con Ha-na. En esos momentos, no había jefes, ni contratos, ni acuerdos. Solo estaban ellos dos, atrapados en el calor y la intimidad que habían creado sin proponérselo.Ha-na comenzó a corresponder con una pasión suave, dejándose llevar por el fervor de Heinz. Sentía sus manos en su espalda, fuertes y exploradoras, y algo en su interior se quebró. Un hormigueo recorrió su piel, y un leve suspiro se
El camino al penthouse se sentía eterno, cada minuto al volante se prolongaba como una especie de prueba silenciosa que ambos parecían estar enfrentando con toda la paciencia y el autocontrol que podían reunir. El auto avanzaba por las calles iluminadas por las luces de la ciudad, pero dentro de él, el silencio seguía pesando, dándole al aire una sensación eléctrica. Heinz estaba consciente de que, en cada parada, en cada semáforo, el reflejo de Ha-na en la ventana le devolvía esa imagen serena pero contenida que tanto lo atraía y desesperaba al mismo tiempo. Cada vez que el carro se detenía, podía percibir el leve cambio en su respiración, la manera en que sus dedos se enredaban entre sí en un gesto de nerviosismo que ella intentaba disimular. Ese pequeño detalle lo hacía sentir una especie de alivio, una extraña satisfacción al darse cuenta de que él no era el único que estaba siendo afectado por la situación. Entendía que, por mucho que ella intentara ocultarlo, había una conexión
Ha-na estaba por conciliar el sueño. Pero le llegó una notificación de mensaje. Era de parte de Erik, su amigo de la universidad y compañero de trabajo.Erik.Hola, Ha-na. ¿Estás libre mañana después del trabajo?Ha-na.¿Por qué?Erik.Quisiera invitarte a cenar. Una cita en la tarde.Si no te molesta.Ha-na se mantuvo mirando la pantalla del celular, asimilando la invitación. Tensó la mandíbula. La verdad era que Erik era amable, atento y siempre se la pasaba bien con él. era más divertido. A diferencia de Heinz que era un ogro gruñón, mandón y posesivo. Estaba enojada y molesta con él.Ha-na.Sí. Está bien.Ha-na suspiró con cansancio. Apagó la pantalla del celular y se preparó para dormir. Mas, la invitación de Erik aún rondaba en su mente. Miró al techo de su habitación, sintiendo el peso de esa salida próxima y un remolino de emociones en el pecho. Por un lado, la idea de pasar un rato con alguien agradable, alguien que no la haría enojar, la aliviaba. Erik siempre había sido una
Hield Dietrich había despertado en ese día tenso y preocupado. Su hermano Heinz se mostraba negativo ante la idea de ir a recoger a la mujer que venía de Corea del Sur. Su padre le enviaba mensajes, presionándolo para que expiara a Heinz.En su penthuose, con su traje de sastre elegante. Estaba nervioso y ansioso. Intentó llamar a su hermano, pero recordó su actitud negativa y hostil. Veía el reloj en su muñeca como el tiempo avanzaba. Suspiró con resignación. Él mismo tendría que ir a buscarla al aeropuerto.Hield fue al estacionamiento y se mantuvo allí, eligiendo el auto. Optó por un Ferrari oscuro deportivo y manejó a hacia el punto destino. Entró al lugar. Aguardaba en sala de espera. Veía como llegaban e iban personas de muchas nacionalidades, americanos, latinos, europeos.A pesar de su nerviosismo, intentaba mantener la compostura, erguido en su traje de sastre perfectamente ajustado, pero la ansiedad lo traicionaba de vez en cuando con un suspiro o una mirada rápida al reloj.
Hee-sook se mantuvo detallándolo. Se veía muy joven y era más bajo que ella. Sus ojos azules y su cabello marrón eran la imagen de un auténtico europeo. Tenían entendido que eran de raíces alemanas. Con semblante inmutable serio e intimidante le correspondió el saludo. ¿Él era su prometido? Sus padres le habían hablado de su compromiso con el hijo de la familia Dietrich. No imaginaba que sería una persona tan menuda y tímida. Sin embargo, era un poco lindo. Desprendía inocencia y pureza. Entonces, le correspondió el saludo de una manera lenta y elegante.Hield estaba al borde del desconcierto, y su mente intentaba procesar lo que acababa de hacer. Había mentido sin titubear, presentándose como su hermano mayor, Heinz, para evitar la furia de su padre y cumplir la exigencia de recibir a Hee-sook. Sentía un peso de ansiedad en el pecho, pero, al ver el semblante imperturbable de la mujer frente a él, hizo su mayor esfuerzo por mantener su fachada. Sin embargo, no era solo su expresión,
Hield rodó el equipaje de Hee-sook al auto y la llevó a su cuarto de hotel. La acompañó a desayunar y luego a hacer ejercicio. Intentaba disimular el impacto que le provocaba ver a Hee-sook en su ropa deportiva, un conjunto ajustado en tono morado oscuro que se pegaba a su figura alta y esbelta, resaltando cada línea de su cuerpo. Era imposible ignorar la elegancia de su físico, desde las piernas largas y tonificadas que parecían infinitas, hasta el contorno definido de sus brazos, que mostraban la fuerza y disciplina de alguien acostumbrado al ejercicio riguroso.Su abdomen plano era una visión impresionante, marcada de forma sutil pero precisa, como si cada músculo hubiera sido esculpido con intencionalidad y paciencia. El ombligo se le notaba de forma afable. La tela parecía estar diseñada solo para ella, amoldándose a sus caderas y delineando cada curva sin perder un ápice de su sofisticación. Su porte no era solo atlético; tenía un toque de gracia que la hacía ver casi irreal,
Minutos después, ambos se separaron, y el aire entre ellos quedó cargado de una tensión que iba más allá del cansancio físico.Se reposaron un momento, mientras que Hield evitaba verla, ella lo miraba con fijeza. Luego fueron al cuarto del hotel. Allí cada uno fue a una ducha y se limpiaron el sudor.Hield pensaba en Hee-sook. ¿Qué estaba haciendo? Ella era la prometida de su hermano Heinz. Pero Heinz estaba enamorado de Ha-na y había ignorado a Hee-sook. Sí, pero eso no justificaba nada. Sin embargo, nunca había estado con una mujer, era virgen e inexperto y ella era muy hermosa, peligrosa y muy alta. La sensación del roce de ella en su entrepierna lo hizo estimularse y ya que no había nadie, dejó que su atributo se irguiera ante la erección. Había aguantado, pero ya no podía. Nunca antes había tenido una excitación así de dura, ni siquiera en las mañanas; lo que estaba experimentando era algo más fuerte intenso que hasta su propia dureza era incómoda para él. Jadeaba, tratando de co