Elena—Mamá —abracé a Igor y lo apreté en mi pecho. —Elena —insistió Alaric, esperando una respuesta a su pregunta—. Elena, debemos hablar.El ya sabía la verdad, No había duda. Era obvio que Atenea no iba a quedarse callada. —No hay nada que discutir, Alaric.Sentí su presencia acercarse de nuevo, pero antes de que pudiera responder, otro conjunto de pasos se unió a nosotros. Liana llegó, su respiración agitada.—Elena, algo urgente ha sucedido.Junto a ella, un beta de la manada se adelantó.—Hemos recibido esto.Me entregó una flecha con un trapo rojo atado. Conocía bien su significado.—¿Una declaración de guerra?Mi mente se llenó de confusión. ¿Quién se atrevía a esto? —Mi tío se aseguró de forjar alianzas.El beta asintió, aunque su preocupación era palpable.—Al parecer alguien de nuestra manada fue el primero en enviar una advertencia.—Eso no es posible, nunca haría algo como eso y nadie además de mí podría hacer algo como esto. Iré a hablar con el Alfa de esa manada. Nec
ALARICEl aroma de la madera húmeda y el musgo fresco impregnaba el aire mientras cruzábamos el umbral del territorio de los Moon Gray. Caminamos junto al beta que nos guiaba. —Espéranos aquí. —le ordenó Elena, mientras caminamos hacia la entrada principal. —Quiero ver al Alfa —exigió Elena con un tono firme, directo, como siempre.Un beta de los Moon Gray, corpulento y de mirada recelosa, asintió y desapareció entre los árboles para buscarlo. Mientras esperábamos, no podía dejar de observarla. Elena tenía una presencia que superaba cualquier limitación. Era su manera de erguirse, de hablar, de parecer intocable, incluso en territorio enemigo. Ahora estaba más hermosa, no me enamore por su físico, sino por su corazón, su sencillez y nobleza, y ahora que no tomaba el dichoso vino, me daba cuenta del gran daño que le causé.Y lo más importante. Un hijo. Igor, ese cachorro indetenible era mi hijo. Después de unos minutos, el sonido de pasos se acercó. Un hombre alto, de cabello oscu
ELENAEl estudio de mi tío Adriel siempre había sido un lugar sagrado para mí.Este lugar había sido el corazón de la manada, y ahora, como líder, era mío. Pero hoy no me sentía fuerte, ni invencible. Me sentía traicionada.Esperaba a Dante. Mi esposo. La persona en quien más confiaba… hasta que dejó de serlo. Cada segundo que pasaba sin que llegara se sentía como una piedra más en el creciente peso que cargaba en el pecho. Finalmente, escuché el sonido de sus botas contra el suelo del pasillo.—Elena. —Su voz grave llenó el espacio antes de que él lo hiciera.La puerta se cerró detrás de él con un suave clic, y su aroma, una mezcla de cedro y cuero, envolvió el aire. No hubo vacilación en sus pasos; se acercó a mí con determinación y, antes de que pudiera decir nada, sentí sus labios sobre los míos. —Hola amor. —me besó y le correspondí—. Tus ojos. —dijo de pronto al darse cuenta de que no me encontraba con ceguera. Hizo un gesto y supe que su pregunta no tardaría. —¿Dónde está Ig
—Elena, ya no te amo —expresó sin más. Mi corazón se partió en dos cuando mi Alfa me empujó al suelo y tomó la mano de otra mujer.Llevamos tres años casados, tres años desde que él me escogiera, fue un asombro para toda la manada e incluso para mí. Yo era considerada una mujer débil y frágil debido a la falta de mi lobo interior y el rasgo de mis ojos blancos. Tuve fiebre durante tres días después de que él me marcó por primera vez, era excesivamente frágil, pero Alfa me rescató y se volvió en contra de los ancianos que se oponían a nuestra relación y me convirtió en su luna. Estoy profundamente enamorada de él. Siempre he luchado por poder tener un cachorro con él, sin embargo, es algo que no he podido lograr. Pero estaba segura que todo estaba bien entre los dos, hasta que ella regresó a nuestras vidas.¡YA NO TE AMO!Me escocían los ojos al ver que la mujer a la que Alfa miraba en cariñoso silencio no era yo.—Pero Alaric, ¿por qué? tú y yo tenemos una conexión especial. —T
¡Llévenla al calabozo!Su voz fría era como una espada atravesando mi corazón.¿Calabozo?, un infierno del que nadie ha podido ni salir hasta ahora.Sentí que el aire se escapaba de mis pulmones, y mis piernas comenzaron a fallar mientras me arrastraban. A cada paso que los guardias me obligaban a dar, sentía cómo el vínculo entre Alaric y yo se rompía un poco más, como una cuerda que se deshilacha hasta desaparecer. La intensidad del dolor me nublaba la mente y mis sentidos. Sentía que en mi cuerpo se desarrollaba una batalla interna, dos poderes uno que me quería dañar, mientras que otro trataba de mantenerme viva. Apreté los puños y me mordí el labio con tanta fuerza que sólo el sabor de la sangre pudo mantenerme despierta.El frío de las paredes de piedra, la sensación de manos ásperas sujetándome con brutalidad. Era como si estuviera siendo arrastrada a mi propia tumba.—¡Entra!Sentí que me arrojaban pesadamente al suelo, y el frío contacto hizo que un escalofrío recorriera
ALARICEl rugido de los lobos resonaba en la distancia mientras la luna llena iluminaba el claro donde toda la manada se había congregado. Yo estaba en el centro, de pie sobre la plataforma de piedra que marcaba el lugar de las ceremonias importantes. A mi lado, Selene, con su cabello rojizo reflejando la luz como si fuera un eco de la luna misma, lucía una sonrisa de triunfo. Todo en su porte gritaba victoria, como si este momento le perteneciera desde siempre.Mis manos temblaban a mis costados, pero las mantuve firmes. Es lo correcto. Esto es por la manada, repetí en mi mente como un mantra, pero no lograba acallar el zumbido de duda que retumbaba en mi pecho. —Ahora, por fin, la manada tendrá el heredero que necesita, mi niño —susurró Atenea, mi nana, al pasar junto a mí. Ella era como mi madre, al quedar huérfano se encargó de mi educación y de formarme como el Alfa de la manada Silver Moon, le debía mucho y sus consejos eran sabios. Sentí los ojos de todos sobre nosotros cua
ELENACada paso era un acto de fe. La oscuridad cubría el bosque como una manta de pesadilla, y mis ojos, cada vez más ciegos, apenas captaban las sombras de los árboles que nos rodeaban. Dante iba delante de mí, su respiración entrecortada y su mano firme, sosteniéndome para evitar que cayera otra vez. Sabía que nos perseguían; los ecos de los pasos y las voces de los guardias resonaban más cerca con cada segundo.—No tenemos mucho tiempo, Elena —susurró Dante, su voz cargada de urgencia mientras seguíamos avanzando, los pies hundiéndose en la tierra húmeda y resbaladiza.—¿Cuánto más falta? —pregunté, aunque mi garganta apenas me dejó emitir el sonido. La caída de mi visión y el esfuerzo de la huida me estaban desgastando.Finalmente, nos detuvimos. Sentí el aire despejarse de repente, y el terreno bajo nuestros pies terminó abruptamente. Dante se quedó inmóvil a mi lado y, aunque no podía ver con claridad, sentí el cambio en su respiración; había algo adelante, algo que nos bloquea
ELENA —Yo te rechazo como mi compañera…Elena…Elena…Cuando volví a abrir los ojos, sentí algo extraño. La humedad y el olor a piedra húmeda habían desaparecido. Ahora, en cambio, percibí un aroma distinto: a madera vieja y hierbas, mezclado con un leve aroma a incienso. Me encontraba en una cama, mis manos aferradas a unas mantas suaves, y el aire alrededor era cálido, casi hogareño.Lentamente, abrí los ojos por completo, mi visión aún borrosa pero lo suficientemente clara como para distinguir que no estaba en ninguna celda. Las paredes eran de madera, no de piedra, y una ventana cercana dejaba entrar un rayo de luz. Todo en el lugar era desconocido, pero no amenazante.Con esfuerzo, me incorporé un poco, mi cuerpo aún resentido. La puerta se abrió y vi una figura entrar, sus pasos suaves. Era una mujer de cabello oscuro, con un rostro que irradiaba serenidad y fuerza.—Veo que finalmente despertaste —dijo ella, su voz tranquila y profunda.Mis ojos se entrecerraron, tratando de