Compras de la venganzaPaula parpadeó un par de veces, al escuchar las palabras de su marido.¿Despedida?No, ella no había sido despedida por la directora, Arturo era el responsable, podía leerlo en la culpa que atravesó su mirada, aunque fue breve.—¿Qué es lo que quieres de mí, Arturo? —preguntó con una calma que estaba lejos de sentir—. ¿¡Qué es lo que quieres de mí!? —gritó ante el silencio del hombre.—Yo…—No tienes ningún maldito derecho a interferir en mi vida, ¿Sabes cuánto me costó conseguir ese trabajo? ¿Tienes una puta idea de todo lo que estudié para poder obtener un título y ejercer mi profesión? —cuestionó caminando lejos del hombre.—Paula.—¡No! Arturo, tú no tendrás jamás una jodida idea de los sacrificios que mi abuela y yo hicimos. Las veces que dejamos de comer para comprar un libro, o un par de zapatos. ¡Jamás lo entenderás! Tú que has nacido en cuna de oro, no tendrás jamás una puta idea de lo que acabas de hacer.—Es un trabajo…—Un trabajo que conseguí por mi
¡Esa mujer era el diablo! Arturo cerró y abrió los ojos con cada notificación que le llegaba de las compras que Paula estaba haciendo. Quería venganza y el mensaje era claro. —¿Arturo? —llamó el abogado al ver a su amigo en aquel estado. —Dile a Carolina que me envíe los documentos que necesito firmar —pidió sin verlo. Diego se encogió de hombros, tampoco estaba para rogar a su amigo. Fue Arturo quién se metió en problemas con Paula, era él quien debía sufrir por hacerlo. —Por supuesto —dijo poniéndose de pie para salir de la oficina. Arturo cerró brevemente los ojos, no era el dinero lo que le estaba haciendo sentir aquella frustración e intranquilidad que sentía, sino lo que Paula podría estar comprando en las tiendas de ropa. Una nueva notificación cayó, se resignó a revisarlas, total, ¿Qué podía pasar? ¿Qué podía pasar? Arturo quiso reírse de sí mismo al darse cuenta de que las facturas habían llegado, deslizó el dedo por la pantalla, mientras su corazón se hundía más y m
¿Quién dijo miedo? Arturo caminó detrás de Paula, luego de asegurarse de que Alejandro se diera un rápido baño, bajaron al comedor. La conversación giró en torno a la fiesta, Sofía no dejó de hablar de los invitados, de los millones en sus cuentas bancarias, de mujeres como Jazmín que se sentirían heridas con la noticia del nuevo matrimonio de Arturo. «Sofía y las Urracas parlanchinas debían ser familia», pensó Paula, mientras fingía prestar atención a cada una de sus palabras. Cuando por fin pudo levantarse de la mesa, Paula corrió al lado de Alejandro, se encerró con el niño en su habitación, mientras le ayudaba con las tareas, la tarde pasó en una bruma. Arturo no fue capaz de volver a la oficina y parecía un soldado montando guardia en la puerta de su hijo, pero no fue hasta la cena que miró a Paula de nuevo. Sin embargo, verla no le garantizó el poder hablar con ella, la joven lo ignoró hasta el cansancio y durante la cena que no fue mejor que la comida. Fueron Sofía e Isabe
Noche de películaArturo miró a Diego por un largo momento, mientras el hombre continuaba riéndose a su costa.—Con amigos como tú, ¿Para qué quiero enemigos? —soltó en un gruñido bajo y áspero.—¿De verdad? —Diego se recompuso, abrió su portafolio y extrajo un periódico—. Pensé que era buen amigo, ahora no sé si darte o no este anuncio —dijo.Arturo achicó los ojos.—¿Qué es eso? —preguntó con curiosidad.—Una convocatoria para contratar una maestra en el colegio Montfort, pero en vista que me consideras un enemigo… —Diego se puso de pie, suspiró de manera dramática y se giró para abandonar la oficina de Arturo.—¡Espera, espera! —gritó el magnate al ver las intenciones de su amigo.—¿No somos enemigos? —preguntó el abogado.—¡No! No, no, no, ¡Claro que no! —exclamó Arturo, mientras le arrebataba el periódico de las manos a Diego.Arturo abrió la sección de empleos, la descripción era básica, el tipo de anuncio que pondría cualquier colegio. Eso estaba bien, Paula no podía saber jamá
La fiestaPaula miró a padre hijo dormir en la cama de la habitación principal. No había podido negarse ante la petición de Alejandro, había sido bastante incómodo.En un principio ella se imaginó que Alejandro dormiría en medio de ellos y al final fue ella quien se quedó en medio de los dos.—Un plan con maña —gruñó antes de abandonar la habitación.Arturo sonrió al escucharla.Paula bajó a la cocina, era temprano y sabía por Sofía que la comida de la fiesta no sería preparada en la mansión, sino por un servicio de catering, por lo que no se molestó y se adueñó del recinto.—¿puedo ayudarla en algo, señora? —preguntó el ama de llaves.—Buenos días, —saludó la joven—. ¿Podrías amasar un poco de harina?, quiero hacerle bizcochos a Alejandro.—En seguida, cualquier otra cosa que necesite solo tiene que pedirlo —respondió el ama de llaves.Paula le sonrió en agradecimiento.Los minutos pasaron volando, una hora y media después, la cocina olía a pan recién horneado y el cítrico del jugo r
¡El diablo tiene nombre de mujer!Paula batió las pestañas durante varios segundos, se sentía… ella no sabía cómo explicarlo en ese momento, no cuando la mano de Arturo entró en contacto con la piel de su espalda descubierta, Paula tembló, sin embargo, no pudo alejarse, Arturo pegó sus cuerpos y por un breve momento se dejó llevar pensando que esto era parte del contrato.¡Eso era, un contrato y nada más!Es lo que Paula y Arturo repitieron en sus cabezas casi en sincronía mientras sus labios continuaban unidos.—¡Bravo!El aplauso y el grito de los invitados les hizo caer en cuenta de que no estaban solos, un pequeño detalle que habían olvidado.Arturo se apartó de Paula un tanto renuente a dejarla ir, ahora que había probado el sabor de sus labios…—Esto va a costarte muy caro —susurró Paula en medio de una ligera sonrisa para complacer a los invitados.—Esta noche estoy dispuesto a descender al infierno, si el diablo eres tú…—Dicen que… el diablo tiene nombre de mujer, ¿no tienes
¿A quién le dan pan que llore? «¿Quieres saber que llevo debajo del vestido?»«Nada»Arturo no podía dejar de pensar en las palabras de Paula, ¿no llevaba nada debajo del vestido?¡Era imposible! ¡Impensable!Sin embargo, Arturo no tenía la seguridad de que Paula hubiese estado bromeando al respecto y sin poder evitarlo evocó la imagen de su esposa mientras se acariciaba, ¡Se estaba dando placer así mismo como si fuera un jodido adolescente!«¡Estás jodido! ¡Jodido, jodido!», le gritó su conciencia.Arturo hizo caso omiso y continuó hasta correrse en honor de su esposa, esta era la segunda vez que lo hacía.«La segunda de muchas, ella va a castigarte por tu brillante acuerdo de castidad», incordió de nuevo su conciencia.Arturo gruñó bajo la ducha, no había nada que pudiera hacer para remediar la situación a menos que… ¿Y si la conquistaba?Era una brillante idea, hasta que recordó que él se había casado con el fin de no enamorarse…A la mañana siguiente, Paula entró sigilosamente a
Pequeña diabla Arturo se perdió en los labios de Paula, dejó que el calor inundara su ser como hacía tiempo no le sucedía. El magnate quería más que un beso, quería fundirse en el calor de Paula, hacerla suya… —¡Auch! —gimió bajito. La diabla lo había mordido… —Te dije que no te aprovecharas —le susurró Paula en medio de una hermosa sonrisa. ¿Cómo era que los demás no la escuchaban hablar? —Paula… La muchacha se giró para ver a su abuela, los colores se le subieron al rostro al darse cuenta de cómo debió verse ese beso para ella. Urgido, necesitado… —Lo siento, abuela —se disculpó Paula con rapidez. —¡Mis papitos se aman! ¿No es genial abuelita? —preguntó Alejandro interrumpiendo oportunamente el momento tenso entre los adultos. —Claro que sí, ¿quieres una rebanada de pastel? —preguntó América mientras miraba a Arturo succionar su labio, tenía la impresión de que algo había ocurrido bajo sus narices y no fue capaz de verlo. —¡Sí!, ¿tienes pastel de chocolate? —Alejandro t