Noche de películaArturo miró a Diego por un largo momento, mientras el hombre continuaba riéndose a su costa.—Con amigos como tú, ¿Para qué quiero enemigos? —soltó en un gruñido bajo y áspero.—¿De verdad? —Diego se recompuso, abrió su portafolio y extrajo un periódico—. Pensé que era buen amigo, ahora no sé si darte o no este anuncio —dijo.Arturo achicó los ojos.—¿Qué es eso? —preguntó con curiosidad.—Una convocatoria para contratar una maestra en el colegio Montfort, pero en vista que me consideras un enemigo… —Diego se puso de pie, suspiró de manera dramática y se giró para abandonar la oficina de Arturo.—¡Espera, espera! —gritó el magnate al ver las intenciones de su amigo.—¿No somos enemigos? —preguntó el abogado.—¡No! No, no, no, ¡Claro que no! —exclamó Arturo, mientras le arrebataba el periódico de las manos a Diego.Arturo abrió la sección de empleos, la descripción era básica, el tipo de anuncio que pondría cualquier colegio. Eso estaba bien, Paula no podía saber jamá
La fiestaPaula miró a padre hijo dormir en la cama de la habitación principal. No había podido negarse ante la petición de Alejandro, había sido bastante incómodo.En un principio ella se imaginó que Alejandro dormiría en medio de ellos y al final fue ella quien se quedó en medio de los dos.—Un plan con maña —gruñó antes de abandonar la habitación.Arturo sonrió al escucharla.Paula bajó a la cocina, era temprano y sabía por Sofía que la comida de la fiesta no sería preparada en la mansión, sino por un servicio de catering, por lo que no se molestó y se adueñó del recinto.—¿puedo ayudarla en algo, señora? —preguntó el ama de llaves.—Buenos días, —saludó la joven—. ¿Podrías amasar un poco de harina?, quiero hacerle bizcochos a Alejandro.—En seguida, cualquier otra cosa que necesite solo tiene que pedirlo —respondió el ama de llaves.Paula le sonrió en agradecimiento.Los minutos pasaron volando, una hora y media después, la cocina olía a pan recién horneado y el cítrico del jugo r
¡El diablo tiene nombre de mujer!Paula batió las pestañas durante varios segundos, se sentía… ella no sabía cómo explicarlo en ese momento, no cuando la mano de Arturo entró en contacto con la piel de su espalda descubierta, Paula tembló, sin embargo, no pudo alejarse, Arturo pegó sus cuerpos y por un breve momento se dejó llevar pensando que esto era parte del contrato.¡Eso era, un contrato y nada más!Es lo que Paula y Arturo repitieron en sus cabezas casi en sincronía mientras sus labios continuaban unidos.—¡Bravo!El aplauso y el grito de los invitados les hizo caer en cuenta de que no estaban solos, un pequeño detalle que habían olvidado.Arturo se apartó de Paula un tanto renuente a dejarla ir, ahora que había probado el sabor de sus labios…—Esto va a costarte muy caro —susurró Paula en medio de una ligera sonrisa para complacer a los invitados.—Esta noche estoy dispuesto a descender al infierno, si el diablo eres tú…—Dicen que… el diablo tiene nombre de mujer, ¿no tienes
¿A quién le dan pan que llore? «¿Quieres saber que llevo debajo del vestido?»«Nada»Arturo no podía dejar de pensar en las palabras de Paula, ¿no llevaba nada debajo del vestido?¡Era imposible! ¡Impensable!Sin embargo, Arturo no tenía la seguridad de que Paula hubiese estado bromeando al respecto y sin poder evitarlo evocó la imagen de su esposa mientras se acariciaba, ¡Se estaba dando placer así mismo como si fuera un jodido adolescente!«¡Estás jodido! ¡Jodido, jodido!», le gritó su conciencia.Arturo hizo caso omiso y continuó hasta correrse en honor de su esposa, esta era la segunda vez que lo hacía.«La segunda de muchas, ella va a castigarte por tu brillante acuerdo de castidad», incordió de nuevo su conciencia.Arturo gruñó bajo la ducha, no había nada que pudiera hacer para remediar la situación a menos que… ¿Y si la conquistaba?Era una brillante idea, hasta que recordó que él se había casado con el fin de no enamorarse…A la mañana siguiente, Paula entró sigilosamente a
Pequeña diabla Arturo se perdió en los labios de Paula, dejó que el calor inundara su ser como hacía tiempo no le sucedía. El magnate quería más que un beso, quería fundirse en el calor de Paula, hacerla suya… —¡Auch! —gimió bajito. La diabla lo había mordido… —Te dije que no te aprovecharas —le susurró Paula en medio de una hermosa sonrisa. ¿Cómo era que los demás no la escuchaban hablar? —Paula… La muchacha se giró para ver a su abuela, los colores se le subieron al rostro al darse cuenta de cómo debió verse ese beso para ella. Urgido, necesitado… —Lo siento, abuela —se disculpó Paula con rapidez. —¡Mis papitos se aman! ¿No es genial abuelita? —preguntó Alejandro interrumpiendo oportunamente el momento tenso entre los adultos. —Claro que sí, ¿quieres una rebanada de pastel? —preguntó América mientras miraba a Arturo succionar su labio, tenía la impresión de que algo había ocurrido bajo sus narices y no fue capaz de verlo. —¡Sí!, ¿tienes pastel de chocolate? —Alejandro t
Voy a enseñarteArturo entró a la mansión fingiendo una calma que no sentía, su cuerpo estaba enardecido y él no sabía si era por el deseo que corría por cada fibra de su ser o si era el enojo de sentirse burlado. O quizá, y lo más acertado fuese una combinación de ambas, lo que dejaba a Paula en una situación de peligro, él pensaba cobrarse este juego. Aunque también pensaba disfrutarlo y mucho.Un hombre como Arturo, era muy peligroso estando de cacería y ella lo sabía… Había algo en él que deseaba castigarla, pagarle con la misma moneda, provocarla y dejarla con las ganas, tal cual ella lo había hecho con él. Sin embargo, todo el enojo y el ardiente deseo de venganza murió en el momento que el magnate posó los ojos sobre su esposa y su hijo, escuchar el sonido de sus risas le hizo sentir, distinto…Paula jugaba con Alejandro en el jardín.—¡Corre, mamá, pareces una tortuga! —gritó su hijo.Arturo se escondió detrás del follaje para espiarlos en secreto.—¿Cómo me has llamado? —preg
Voy a cuidarteArturo se mesó el cabello, estaba impaciente, desesperado como pocas veces lo había estado en la vida; estar sentado en una dura silla en una sala de espera, sin duda no era como imaginaba que iba a terminar el día, luego de salir de la oficina, dispuesto a darle una lección a Paula.Ahora todo lo que deseaba y anhelaba era saber si ella estaba bien, necesitaba tener la tranquilidad de que su pequeña diabla estaba fuera de peligro.—Es mi culpa —sollozó Alejandro, el niño se negó a quedarse en casa cuando la ambulancia llegó por Paula.—No llores, Alejandro, no fue tu culpa —dijo tratando de escucharse sereno.—Ella me dijo que no podía nadar, yo fui quien le insistió, me ofrecí a ser su profesor y mira cómo terminó, casi muere ahogada —explicó el niño entre lágrimas.—Ella te dijo que no sabía nadar, ¿verdad? —cuestionó.—Sí.—¿Por qué la dejaste sola?Alejandro parpadeó unos segundos.—Fui por un salvavidas al cuarto de limpieza, la puerta se atoró y demoré un poco pa
Maestro de nataciónPaula miró disimuladamente a Arturo, su marido había decidido traer la oficina a la habitación del hospital.—Si tienes algo que decir, solo dilo —dijo sorprendiendo a Paula.—¿Cómo sabes… qué?—Sé qué estás mirándome, Paula —aseguró sin levantar la mirada.Paula se mordió el labio.—Entonces, ¿vas a decirlo? —preguntó.Arturo apartó la mirada de su laptop y presentó real interés a su esposa.—Pienso que exageras, bien pudiste ir a la oficina, y…—Te dije que iba a cuidarte y lo dije muy en serio, Paula. Todo esto ha sucedido por mi culpa —dijo con franqueza.—¿Fuiste tú?Arturo negó.—No, pero de cierta manera te he puesto en esta encrucijada, te juro que no fue esa mi intención.Paula estaba sorprendida, esta era la primera vez que mantenían una conversación decente y era la primera vez que Arturo se culpaba de algo.—¿Estás seguro de que estás bien? —cuestionó Paula.Arturo dejó el sofá y caminó hasta llegar a su lado.—Ahora lo estoy, no sabes el susto que me h