Sarah—Sí, soy yo —Xavier respondió la llamada aún acostado, con la cabeza recostada en la almohada—. Sí, ella es mi hermana —permaneció unos segundos en silencio—. ¿¡Qué!? —se sentó de un movimiento brusco; el teléfono casi se le cayó de las manos, pero lo acomodó de nuevo en su oído—. Iré de inmediato —se levantó sin darme explicaciones; yo también me incorporé.—¿Qué ha pasado? —me acerqué a él, que ya había entrado en el vestidor.—Nada. Vuelve a la cama —su voz temblaba. Estaba desnudo, revolviendo entre su ropa como si no supiera lo que hacía. Se giró y me abrazó—. Maddy ha tenido un accidente —dijo entre sollozos—. Tengo que ir al hospital.—Yo te llevaré —le dije, rompiendo el abrazo. Cogí unos jeans y una camiseta, y los puse en sus manos. Me miró, resignado a que no le obedecería. Empezó a vestirse. Le di un abrigo negro—. Ve a lavarte la cara, yo me iré a vestir.Cuando llegamos al hospital, todo era un caos. Había muchas personas preguntando por sus familiares, al parecer
****Cristhian****El golpe me sacudió el auto, y aunque no fue fuerte, esperaba lo básico: que la persona saliera, se disculpara, como cualquiera haría. Mi pie seguía en el freno, los dedos tamborileando en el volante, tratando de no perder la paciencia. Esto es lo que se hace, pensé. Uno choca, se disculpa, intercambia información. Pero no pasó nada. Los segundos se alargaban, y el silencio del otro auto empezaba a ponerme nervioso."Me bajé y caminé hacia la ventanilla. Toqué suavemente. La ventana se abrió apenas un par de centímetros, lo suficiente para que asomara una franja de aire frío y su cara... oculta detrás de lentes de sol. '¿En serio?' pensé. ¿Qué clase de persona ni siquiera se quita los lentes en una situación como esta? La confusión me golpeaba tanto como el enojo. Parecía que estaba viendo una escena absurda, algo que no terminaba de encajar en mi mente."Y entonces, sin previo aviso, la ventanilla se cerró de golpe. El motor rugió, y el auto avanzó, esquivando el tr
****Cristhian****El salón estaba lleno de luces suaves, una mezcla de tonalidades doradas y plateadas que le daban a la habitación un aire elegante. La música sonaba a un volumen perfecto, lo suficiente para ser escuchada sin ahogar las conversaciones. Ryan había elegido uno de los lugares más caros para su fiesta de cumpleaños, y no escatimó en detalles. Todo lo que esperaba de él, pero eso no hizo que mi nerviosismo fuera menor. Rubí había llegado poco después que Elena y yo. La había dejado a Addy con una niñera para poder venir, lo que me sorprendió considerando que hacía poco había empezado a cuidarla. Pero ahí estaba, tan radiante como siempre, vestida en un atuendo que la hacía destacar sin esfuerzo entre la multitud.La llevé a conocer a Ryan, quien, después de tantos años de distancia, me pareció casi un extraño. Mi hermano pequeño, el rebelde, ahora convertido en una especie de figura misteriosa. Se habían conocido antes, pero nunca habían compartido mucho. Sin embargo, est
****Ryan****La habitación se siente como un antiguo refugio del tiempo. A pesar de los años, todo está tal como lo dejé: las paredes aún están adornadas con las mismas pinturas que hice a mano, los pósteres de bandas que ya no escucho cuelgan como fantasmas del pasado, y la cama, un mar de sábanas arrugadas, me recibe con un aire de nostalgia que me abruma. La brisa entra suavemente por la ventana entreabierta, trayendo consigo el aroma de la fiesta que resuena a lo lejos, un eco lejano de risas y música que parece burlarse de mí. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué hago en este lugar que me recuerda tanto a una vida que creí haber dejado atrás?Cristhian se fue, y yo me quedé en este rincón, atrapado entre recuerdos que resuenan como una melodía desgastada. Mis pasos son ligeros mientras me muevo por la habitación, tocando cada superficie, cada objeto. Hay algo inquietante en esta intemporalidad. Es un espacio que se ha mantenido intacto mientras yo he crecido, he cambiado. La vida en la call
****Sarah****Mientras me preparaba para la fiesta de cumpleaños de Ryan, una mezcla de nervios y emoción me recorría el cuerpo. La expectativa de aquella fiesta me emocionaba demasiado, no era solo otra oportunidad para acercarme a Cristhian y a los Vandervert, mi plan, el plan de Xavier realmente echaría a andar.Estaba en el baño, rodeada de luces brillantes y un espejo que reflejaba a una mujer que había luchado por liberarse de las sombras de su pasado. Con movimientos delicados, apliqué mi maquillaje, acentuando mis ojos con un delineador que resaltaba su color. Mis labios, pintados de rojo, eran un símbolo de mi nueva identidad. Aquella noche daría un paso crucial, ya me había aproximado a los Vandervert lo suficiente como para empezar a recoger evidencias.La venganza era un plato que se servía frío, Xavier siempre me repetía esas palabras y él mismo se había asegurado de dejarme las instrucciones de lo que debía hacer.Elegí un vestido negro ajustado que acentuaba mis curvas.
***Elena***A esas alturas yo ya era la malña de la película, a decir verdad me gustaba ser la mala, pero non delante de Cristhian. Me había esforzado tanto por ser lo que él quería que fuera y tenía que llegar ese maldito mocoso a arruinarlo todo.Decidí esperaren mi lugar en la mesa familiar donde se suponía que debían estar Richard, Melissa, Anastasia y Anabel, pero cada uno de ellos parecía ener sus propios intereses, Ryan era incapaz de comportarse y de tan siquiera llegar solo a su habitación, era una de las personas a las que más detestaba, todo risueño y despreocupado por la vida. Melissa se encargaba de que toda la organización del evento andara bien, la maldita vieja era una controladora de primera, Anabel había engordado mil kilos y estab sentada como una vaca gigante amamantando a su tercer hijo, sola, con las otras dos criaturas haciendo un desastre con la comida en la mesa y el padre, bien gracias, bebiendo un trago en el bar. Anastasia no había ido, y yo, la verdad no l
****Sarah****El viento agitaba las ramas de los árboles con violencia, y la lluvia no daba tregua. Cada gota que caía sobre mí parecía pesar más que la anterior, hundiéndome más en la tierra embarrada del cementerio. No muy lejos, Cristhian estaba de rodillas frente a la tumba de Sarah, mi tumba. Sus hombros, que solían ser el símbolo de su imponente presencia, ahora temblaban bajo el peso del arrepentimiento. Lo observaba en silencio, oculta tras la penumbra de la noche, mi corazón latiendo tan fuerte que temía que él pudiera escucharlo, incluso con el rugido del viento.Nunca imaginé ver a Cristhian así. En cada uno de nuestros encuentros, había sido el hombre frío, calculador, alguien que rara vez mostraba vulnerabilidad. Y sin embargo, aquí estaba, quebrado frente a la lápida de una esposa a la que nunca había amado. Me costaba asimilarlo. Yo había venido aquí para mantenerme firme en mi propósito, para recordar por qué debía destruirlo a él y a toda su familia. Pero lo que estab
****Elena***Llamé a Cristhian desesperada por milésima vez. ¡Mil veces! Y el muy imbécil seguía sin contestar. Colgué el teléfono con tanta fuerza que casi rompo la pantalla. Respiré hondo, intentando calmarme, pero fue inútil. Lo peor no era que no me contestara; lo peor era que sabía dónde estaba, y eso me enloquecía más. Abrí la aplicación que usaba para rastrear su celular. Sí, lo rastreaba, ¿y qué? Cristhian no podía tener secretos conmigo. El teléfono mostraba su ubicación exacta, y estaba lejos, demasiado lejos.El departamento estaba en completo silencio, solo se escuchaba el eco de mis tacones en el piso de mármol. A pesar de su elegancia, este lugar siempre me pareció vacío, despersonalizado. Glamuroso, sí, como todo lo que poseía, pero frío. Las cortinas de terciopelo rojo, las obras de arte que nunca miraba, el sofá de cuero italiano donde nadie se sentaba. Era como si cada rincón del departamento gritara lo que yo sentía por dentro: soledad. Pero no una soledad triste, n