****Elena****La puerta seguía cerrada, y la paciencia que nunca había tenido, se me estaba agotando. El aire húmedo se colaba bajo mi chaqueta, pero lo ignoré. Era lo de menos. Lo que no podía ignorar era la imagen de Cristhian ahí dentro, con ella. Sabía que estaba con alguien, lo sentía en mis huesos, y si no abría esa m*****a puerta de una vez, la iba a tirar yo misma.Golpeé otra vez, más fuerte esta vez.—¡Cristhian! ¡Abre esta m*****a puerta!El viento se burlaba de mí, me hacía sentir estúpida por estar allí parada, golpeando como una loca, pero no me importaba. Yo no era la loca. Él era el idiota.Finalmente, la puerta se abrió. Y claro, tenía que ser ella. Rubí, con esa cara de “estoy por encima de todo” que me hervía la sangre. ¿Qué m****a se creía? Ni siquiera intentó esconderlo, solo se quedó allí, en el marco de la puerta, sonriendo. Sonriendo.—¿Elena? —dijo con una voz que me dieron ganas de arrancarle de la garganta. Me sonreía como si no fuera la razón de que todo en
****Sarah***El aire frío me golpeó cuando salí de la cabaña, y la lluvia se deslizó por los cristales de la ventana, como si el mundo exterior se compadeciera de mi tormento interno. El chofer había dejado el auto y se había ido en un taxi, dejándome a solas con mis pensamientos. Cada giro del volante parecía llevarme más lejos de la cabaña, y de Cristhian, pero también más cerca de mis recuerdos.Mientras conducía, el teléfono vibró en el asiento del copiloto. Una llamada de Xavier. Su voz, siempre firme y controlada, resonó en mis oídos.—He tenido que volver antes, Rubí. Hay algunos asuntos que necesito resolver.La palabra "asuntos" me hizo sentir un escalofrío. Esa era la forma en que solía hablar, como si el mundo girara a su alrededor y todos debíamos acomodarnos a su agenda. Aun así, traté de mantener la calma.—Está bien. Te esperaré en casa.Colgué, sintiendo que cada palabra pronunciada se alejaba de mí, como si cada vez que hablaba con él, una parte de mí se desvanecía. A
****Xavier****El silencio de la oficina es perfecto, tan impecable como la alfombra de lana tibetana bajo mis pies, una pieza que costó más de lo que alguien de mi pasado podría siquiera imaginar. Las paredes están adornadas con obras de arte exclusivas, pero hay una en particular, una pintura del Renacimiento que ocupa un lugar especial. La compré en una subasta privada, después de una feroz competencia con coleccionistas que claramente no sabían con quién estaban lidiando. El cuero italiano de mi sillón cruje bajo mi peso mientras observo la ciudad desde el ventanal. Todo lo que veo desde aquí lo he ganado, pieza por pieza.—Hecho, señor Xanders —la voz de Julius me saca de mis pensamientos.No levanto la mirada de la pequeña escultura de bronce en mi escritorio, una de esas ediciones limitadas que algunos llamarían "minimalista". Pero su costo sería suficiente para darle de comer a una familia durante meses. Es irónico.—Hecho, señor Xanders —dice Julius, mi empleado más leal, tra
***Xavier ***El teléfono sonaba mientras esperaba pacientemente, pero en mi mente ya contaba los segundos. Tres timbres antes de que Rubí contestara. Solía ser más rápida, más precisa en esto. ¿Qué le tomaba tanto tiempo?—Hola, Xavier —dijo al fin, su voz tan tranquila como siempre, aunque no lo suficiente para engañarme. Había algo... una tensión. ¿Creía que no lo notaría?—Hola, Rubí —respondí, dejando que mi voz sonara amable, como si fuera una conversación cualquiera. Pero no lo era. —¿Cómo va todo?Hubo una pausa. Eso no es habitual en ella. Nada dramático, pero era la clase de cosa que yo siempre percibía. Finalmente, habló:—Todo va bien. —Su tono era tan natural, tan perfectamente ensayado, que casi podía creerlo—. Acabo de salir de la reunión de padres... y bueno, me eligieron presidenta de la comisión de la fiesta de fin de año.Escuché su risa, ligera, encantadora. La misma risa que engañaba a todo el mundo, menos a mí. Porque yo sabía lo que no decía.—Claro que te eligi
****Ryan****La mañana se había deslizado como un susurro entre mis pensamientos, y yo me encontraba en un hotel, refugiado de la tensión familiar que había estallado desde que envié el video. Desde entonces, todos en casa se habían vuelto sombras, evitándome con una destreza que me hacía sentir como un extraño en mi propia familia. Así que decidí alejarme, buscar inspiración para la próxima aventura que estaba planificando y, quizás, encontrar un nuevo lugar donde escribir.La cafetería era un rincón acogedor, lleno de aromas a café recién hecho y repostería. Me senté en una mesa en la esquina, abriendo mi laptop mientras observaba a la gente pasar. El ruido de las conversaciones se mezclaba con la música suave, creando una atmósfera perfecta para dejar volar mi imaginación. Pero esa tranquilidad se rompió cuando lo vi.Un hombre entró, vestido de forma elegante, con un abrigo negro y corbata. No encajaba en el ambiente relajado de la cafetería. Sus movimientos eran demasiado preciso
*** Sarah ***El día comenzó con un aire de ansiedad que me envolvía, como si el universo entero contuviera la respiración a mi alrededor. Xavier no había regresado a cenar la noche anterior, como había prometido, y esa incertidumbre me dejaba inquieta. Tenía que enfrentar la rutina, pero hoy era diferente: era el día de la primera reunión de la comisión de padres. Sentía la necesidad de aferrarme a mi papel, de ser fuerte.Al llegar al colegio, dejé a Addy con la auxiliar en la entrada, sintiendo el nudo en mi estómago afianzarse. Caminé hacia la secretaría con un propósito claro, aunque mis manos temblaban un poco.—¿Podrías decirme en qué sala será la reunión de la comisión de fin de año? —pregunté, esforzándome por mantener la voz firme.La secretaria levantó la mirada, amable y comprensiva.—Sala B7.No tenía idea de dónde quedaba esa sala, pero vi que faltaban tuna hora para la reunión y decidí aprovechar el tiempo. Mi mente se centró de inmediato en Zacky. Debía verlo, aunque s
*** Ryan ***Había olvidado que Julius tenía un audífono puesto, entonces, cuando la llamada entró, él pudo escuchar el tono de la llamada. No tardó en entrar de nuevo en la cafetería; parecía muy agitado, como si su vida dependiera de recuperar ese teléfono. Por un momento, pensé en esconder el aparato, pero ya era tarde; me había visto y, aun si no había notado que tenía su teléfono en mis manos, un movimiento brusco le daría la seguridad de que estaba ocultando algo. En vez de eso, le hice señas levantando el teléfono.—Has olvidado tu teléfono —le dije, poniéndome de pie mientras él se acercaba—. Estaba a punto de salir corriendo para llevártelo.Una capa de sudor brillaba en su frente, y no pude evitar sentir un atisbo de empatía por su situación. Comprendía lo tedioso que podía ser perder un teléfono: los contactos, las fotos, los documentos. Todo un mundo digital, arriesgado en un instante si no se había hecho un respaldo. Pero su preocupación parecía ir más allá de la simple p
En la penumbra de la cabaña, me encuentro sumida en mis pensamientos, la lluvia golpeando el tejado como un latido ansioso. Me siento atrapada entre dos mundos: el de la mujer que he sido y el de la que anhelo ser. Pero de pronto, es como si un espítu que cohabita mi cuerpo saliera de él, es una mujer con cicatrices en el rostro, el cabello despeinado, los ojos rodeados de ojeras, hacía tanto que no veía ese rostro en el reflejo del espejo, es Sarah, la parte de mí que ha permanecido oculta, está ahí, expectante esperando para escuchar lo que tengo para decirle y es como conversar con una persona diferente a mí, pero al mismo tiempo siendo dueña de un eco de recuerdos y emociones que son tanto suyos como mios y que no se han desvanecidoSarah, siempre has deseado venganza, le dijo, mi voz apenas un susurro. Pero yo… no estoy segura de que sea lo que realmente quiero. A veces siento que todo este odio me consume. ¿De verdad necesitamos hacerles daño?¿Por qué dudas, Rubí? pregunta Sar