****Sarah****Mientras me preparaba para la fiesta de cumpleaños de Ryan, una mezcla de nervios y emoción me recorría el cuerpo. La expectativa de aquella fiesta me emocionaba demasiado, no era solo otra oportunidad para acercarme a Cristhian y a los Vandervert, mi plan, el plan de Xavier realmente echaría a andar.Estaba en el baño, rodeada de luces brillantes y un espejo que reflejaba a una mujer que había luchado por liberarse de las sombras de su pasado. Con movimientos delicados, apliqué mi maquillaje, acentuando mis ojos con un delineador que resaltaba su color. Mis labios, pintados de rojo, eran un símbolo de mi nueva identidad. Aquella noche daría un paso crucial, ya me había aproximado a los Vandervert lo suficiente como para empezar a recoger evidencias.La venganza era un plato que se servía frío, Xavier siempre me repetía esas palabras y él mismo se había asegurado de dejarme las instrucciones de lo que debía hacer.Elegí un vestido negro ajustado que acentuaba mis curvas.
***Elena***A esas alturas yo ya era la malña de la película, a decir verdad me gustaba ser la mala, pero non delante de Cristhian. Me había esforzado tanto por ser lo que él quería que fuera y tenía que llegar ese maldito mocoso a arruinarlo todo.Decidí esperaren mi lugar en la mesa familiar donde se suponía que debían estar Richard, Melissa, Anastasia y Anabel, pero cada uno de ellos parecía ener sus propios intereses, Ryan era incapaz de comportarse y de tan siquiera llegar solo a su habitación, era una de las personas a las que más detestaba, todo risueño y despreocupado por la vida. Melissa se encargaba de que toda la organización del evento andara bien, la maldita vieja era una controladora de primera, Anabel había engordado mil kilos y estab sentada como una vaca gigante amamantando a su tercer hijo, sola, con las otras dos criaturas haciendo un desastre con la comida en la mesa y el padre, bien gracias, bebiendo un trago en el bar. Anastasia no había ido, y yo, la verdad no l
****Sarah****El viento agitaba las ramas de los árboles con violencia, y la lluvia no daba tregua. Cada gota que caía sobre mí parecía pesar más que la anterior, hundiéndome más en la tierra embarrada del cementerio. No muy lejos, Cristhian estaba de rodillas frente a la tumba de Sarah, mi tumba. Sus hombros, que solían ser el símbolo de su imponente presencia, ahora temblaban bajo el peso del arrepentimiento. Lo observaba en silencio, oculta tras la penumbra de la noche, mi corazón latiendo tan fuerte que temía que él pudiera escucharlo, incluso con el rugido del viento.Nunca imaginé ver a Cristhian así. En cada uno de nuestros encuentros, había sido el hombre frío, calculador, alguien que rara vez mostraba vulnerabilidad. Y sin embargo, aquí estaba, quebrado frente a la lápida de una esposa a la que nunca había amado. Me costaba asimilarlo. Yo había venido aquí para mantenerme firme en mi propósito, para recordar por qué debía destruirlo a él y a toda su familia. Pero lo que estab
****Elena***Llamé a Cristhian desesperada por milésima vez. ¡Mil veces! Y el muy imbécil seguía sin contestar. Colgué el teléfono con tanta fuerza que casi rompo la pantalla. Respiré hondo, intentando calmarme, pero fue inútil. Lo peor no era que no me contestara; lo peor era que sabía dónde estaba, y eso me enloquecía más. Abrí la aplicación que usaba para rastrear su celular. Sí, lo rastreaba, ¿y qué? Cristhian no podía tener secretos conmigo. El teléfono mostraba su ubicación exacta, y estaba lejos, demasiado lejos.El departamento estaba en completo silencio, solo se escuchaba el eco de mis tacones en el piso de mármol. A pesar de su elegancia, este lugar siempre me pareció vacío, despersonalizado. Glamuroso, sí, como todo lo que poseía, pero frío. Las cortinas de terciopelo rojo, las obras de arte que nunca miraba, el sofá de cuero italiano donde nadie se sentaba. Era como si cada rincón del departamento gritara lo que yo sentía por dentro: soledad. Pero no una soledad triste, n
****Elena****La puerta seguía cerrada, y la paciencia que nunca había tenido, se me estaba agotando. El aire húmedo se colaba bajo mi chaqueta, pero lo ignoré. Era lo de menos. Lo que no podía ignorar era la imagen de Cristhian ahí dentro, con ella. Sabía que estaba con alguien, lo sentía en mis huesos, y si no abría esa m*****a puerta de una vez, la iba a tirar yo misma.Golpeé otra vez, más fuerte esta vez.—¡Cristhian! ¡Abre esta m*****a puerta!El viento se burlaba de mí, me hacía sentir estúpida por estar allí parada, golpeando como una loca, pero no me importaba. Yo no era la loca. Él era el idiota.Finalmente, la puerta se abrió. Y claro, tenía que ser ella. Rubí, con esa cara de “estoy por encima de todo” que me hervía la sangre. ¿Qué m****a se creía? Ni siquiera intentó esconderlo, solo se quedó allí, en el marco de la puerta, sonriendo. Sonriendo.—¿Elena? —dijo con una voz que me dieron ganas de arrancarle de la garganta. Me sonreía como si no fuera la razón de que todo en
****Sarah***El aire frío me golpeó cuando salí de la cabaña, y la lluvia se deslizó por los cristales de la ventana, como si el mundo exterior se compadeciera de mi tormento interno. El chofer había dejado el auto y se había ido en un taxi, dejándome a solas con mis pensamientos. Cada giro del volante parecía llevarme más lejos de la cabaña, y de Cristhian, pero también más cerca de mis recuerdos.Mientras conducía, el teléfono vibró en el asiento del copiloto. Una llamada de Xavier. Su voz, siempre firme y controlada, resonó en mis oídos.—He tenido que volver antes, Rubí. Hay algunos asuntos que necesito resolver.La palabra "asuntos" me hizo sentir un escalofrío. Esa era la forma en que solía hablar, como si el mundo girara a su alrededor y todos debíamos acomodarnos a su agenda. Aun así, traté de mantener la calma.—Está bien. Te esperaré en casa.Colgué, sintiendo que cada palabra pronunciada se alejaba de mí, como si cada vez que hablaba con él, una parte de mí se desvanecía. A
****Xavier****El silencio de la oficina es perfecto, tan impecable como la alfombra de lana tibetana bajo mis pies, una pieza que costó más de lo que alguien de mi pasado podría siquiera imaginar. Las paredes están adornadas con obras de arte exclusivas, pero hay una en particular, una pintura del Renacimiento que ocupa un lugar especial. La compré en una subasta privada, después de una feroz competencia con coleccionistas que claramente no sabían con quién estaban lidiando. El cuero italiano de mi sillón cruje bajo mi peso mientras observo la ciudad desde el ventanal. Todo lo que veo desde aquí lo he ganado, pieza por pieza.—Hecho, señor Xanders —la voz de Julius me saca de mis pensamientos.No levanto la mirada de la pequeña escultura de bronce en mi escritorio, una de esas ediciones limitadas que algunos llamarían "minimalista". Pero su costo sería suficiente para darle de comer a una familia durante meses. Es irónico.—Hecho, señor Xanders —dice Julius, mi empleado más leal, tra
***Xavier ***El teléfono sonaba mientras esperaba pacientemente, pero en mi mente ya contaba los segundos. Tres timbres antes de que Rubí contestara. Solía ser más rápida, más precisa en esto. ¿Qué le tomaba tanto tiempo?—Hola, Xavier —dijo al fin, su voz tan tranquila como siempre, aunque no lo suficiente para engañarme. Había algo... una tensión. ¿Creía que no lo notaría?—Hola, Rubí —respondí, dejando que mi voz sonara amable, como si fuera una conversación cualquiera. Pero no lo era. —¿Cómo va todo?Hubo una pausa. Eso no es habitual en ella. Nada dramático, pero era la clase de cosa que yo siempre percibía. Finalmente, habló:—Todo va bien. —Su tono era tan natural, tan perfectamente ensayado, que casi podía creerlo—. Acabo de salir de la reunión de padres... y bueno, me eligieron presidenta de la comisión de la fiesta de fin de año.Escuché su risa, ligera, encantadora. La misma risa que engañaba a todo el mundo, menos a mí. Porque yo sabía lo que no decía.—Claro que te eligi