MelissaNo había visto a Richard desde la fiesta de cumpleaños de Ryan. En ese momento deseaba no haber organizado ninguna fiesta, o haberla organizado, pero que Ryan, como todos los años anteriores, no hubiese ido. Mi corazón estaría un poco triste por su ausencia, sí, pero ya me había acostumbrado a ese dolor. En cambio, ese año, Ryan había decidido ir. ¡Estaba tan feliz de tener a mi hijo de nuevo en casa! Era como la historia del hijo pródigo, mi pequeño que había decidido explorar el mundo había vuelto. ¿Pero a qué precio? Ryan había hecho lo correcto, él siempre tuvo un sentido bastante desarrollado del bien y el mal, pero a veces no veía que hacer lo correcto o decir la verdad podía herir más que las mentiras y los secretos. Tenía que aprender que no todo es blanco o negro; hay matices, zonas grises que no comprendemos, pero que tienen que existir para que todo mantenga un equilibrio.—Richard —le di unos golpecitos a la puerta de su despacho.No recibí respuesta. Desde la divu
ElenaLa puerta se abrió con un leve crujido y, apenas di un paso hacia afuera, choqué de frente con alguien.Melissa Vandervert.Mi estómago se encogió en un nudo inmediato.—¡Mierda! —murmuré entre dientes, con el corazón saltándome en el pecho.Ahí estaba ella, justo frente a mí, impecable como siempre, con su cabello perfectamente peinado y su mirada dura. Los ojos de Melissa me taladraban, pasando de mi rostro a la puerta detrás de mí, la puerta de la oficina de su esposo, Richard. Todo sucedió en un segundo, pero se sintió como una eternidad.—Elena. —Su voz cortó el aire, gélida, llena de una tensión que me puso la piel de gallina.Mi boca se secó. Tragué con fuerza, luchando por recuperar el control. ¡El momento perfecto! De todos los días y todas las horas que Melissa podía elegir para aparecer, tenía que ser hoy, ahora. ¡Joder! Años sin pisar la empresa, y se le ocurre venir en el maldito minuto exacto en que yo salgo de la oficina de su marido.—Melissa… —traté de decirlo c
SaraEl celular de Cristhian sonó, rompiendo el silencio tenso que para mí había durado una eternidad.—Dime, ¿qué es lo que quieres de mí? —supe de inmediato que era Elena; lo había estado llamando un millón de veces en el transcurso hacia aquí—. Discúlpame —susurró para nosotros y se alejó. Me sentí aliviada; sea lo que fuera que Ryan iba a decirle a Cristhian había sido interrumpido, y yo tenía un poco más de tiempo antes de quedar descubierta. Ryan miró a Cristhian alejarse, asegurándose de que se encontrara a una distancia adecuada; volvió la mirada a mí y yo me puse fría como un témpano de hielo.—¿No vas a preguntarme qué iba a decirle a Cristhian sobre tu esposo? —me preguntó, sus ojos chispeaban intriga.—Creo que, sea lo que sea, deberías esperar a que Cristhian vuelva para hablar de eso —respondí, desplegando una calma que en realidad no tenía.—¿De verdad no te importa que le diga a Cristhian lo que ha hecho tu esposo hoy? —preguntó, tratando de provocarme.—No me involucr
CristhianNunca supe cómo manejar mis emociones. Siempre me había resultado más fácil construir una muralla entre el mundo y yo, un escudo de frialdad que me permitía mantenerme a distancia de lo que realmente importaba. Pero ahora, mientras conducía sin rumbo por las calles vacías, sintiendo la angustia aplastante en mi pecho, me preguntaba si ese muro se había hecho añicos.Elena había llamado, una vez más. Durante semanas, había ignorado sus intentos de comunicarse, pero esa tarde, mientras estaba sentado en el restaurante con Rubí y Ryan, algo me empujó a contestar. La pantalla de mi teléfono iluminó su nombre, y una parte de mí, una parte que creía muerta, decidió que debía escucharla.Su voz temblorosa y suplicante me atravesó como un cuchillo. —Cristhian, por favor… perdóname. No puedo vivir con esto—. A medida que hablaba, sus palabras se convirtieron en un torbellino de desesperación. La rechazaba, pero no podía evitar sentir cómo su dolor se filtraba a través de la línea, ap
Sarah—Te lo aseguro, todo esto es solo otra de las escenas dramáticas de Elena —dijo Ryan con un tono de exasperación mientras veía a Cristhian alejarse.—¿De verdad crees que ella haría algo así solo para llamar la atención? —pregunté. Ryan se recostó en la silla.—Totalmente. No tienes idea de cuántas veces ha hecho esto. Elena es inestable, ¿sabes? —sus palabras eran duras, pero tenían una nota de resignación—. Pero no sé si sea una mala persona Pidamos una botella de vino. Sugirió y yo estuve de acuerdo.Ryan tomó la botella de vino y sirvió dos copas, el líquido rojo se vertía lentamente, mientras yo intentaba borrar de mi mente la expresión de Cristhian al recibir la noticia de Elena. Esa escena había sido perfecta para desviar la conversación, pero sabía que no duraría mucho. Ryan no era fácil de distraer.Asentí, mirando el vino en mi copa, sin atreverme a levantar la mirada. Inestable. Esa palabra resonó en mi cabeza. A pesar de todo, no podía odiarla, no a Elena. No era res
SarahAl salir de la trattoria me soprendió ver que el sol se estaba poniendo, había perdido la noción de las horas que había pasado bebiendo vino y riendo de cada historia divertida de Ryan. Miré la hora asustada, apenas eran las cinco un alivio, no se me había pasado la hora de ir por Addy. Llamé a la niñera y le pedí que fuera por ella, le debía un montóin de favorers a la pobre chica, aunque seguramente ella era feliz cuando sus cheques remunerando esas horas y favopres extras llegaban. Esperé a Ryan dentro de una panadería con ventanales enormes que me daban una vista estratégica de la calle, cuando lo vi saliendo, sentí pena por él. Xavier le había puesto el ojo y él había sabido defenderse, y no era algo que Xavier dejara pasar, si alguien le impedía obtener lo que quería, lo pagaba caro.Lo seguí a una distancia prudente, aunque lo suficiente para no perderlo de vista. No podía evitar sonreír al verlo tambalearse mientras caminaba. Sus movimientos torpes me recordaban a un niñ
ElenaNo soy buena pidiendo perdón, pero aquí estaba, atrapada en esta habitación de hospital fría y estéril, donde el olor a desinfectante me hacía querer vomitar. La luz blanca iluminaba cada rincón, resaltando las imperfecciones de mi piel, y el ruido monótono de las máquinas me recordaba que estaba viva. Pero la verdad era que me sentía más muerta que nunca. Miré a Cristhian, parado junto a la ventana, con su mirada perdida en el horizonte. Era como un hermoso desastre, y yo estaba ahí, dispuesta a arruinarlo todo aún más.—Cris, necesito que me escuches —dije, mi voz saliendo con más fuerza de lo que sentía. Aunque la verdad, con todo lo que había pasado, estaba lista para que me mandara al carajo.Él giró la cabeza, los ojos duros, pero había algo en su expresión que me decía que estaba dispuesto a escuchar, aunque no lo admitiera. Tomé aire y decidí que ya no podía mantener más secretos.—Lo que pasó entre Richard y yo… todo comenzó cuando era una niña —murmuré, luchando con cad
CristhianDesde niño, había tratado de estar a la altura de la responsabilidad que implicaba ser el heredero del grupo Vandervert. Dejé de divertirme y me concentré en estudiar; tenía que ser el mejor. Mi padre se encargaba de recordármelo constantemente: no podía distraerme con cosas triviales. Los deportes que practicaba eran elegidos por él y nunca los jugaba por diversión, sino por mera competencia. Las películas que veía, la música, la ropa... todo lo elegía Richard por mí. Podría decirse que vivía una vida miserable hasta que Elena apareció en mi vida. O mejor dicho, reapareció. Ella siempre había sido la hija de los mejores amigos y socios de mis padres: Billy y Amanda Blake. Ya nos habíamos visto antes, en reuniones en mi casa o en la de ellos, en fiestas de la empresa, en salidas familiares, pero eso había sido cuando éramos muy pequeños, tanto que apenas lo recordaba. Aquellos momentos con los Blake se esfumaron de la noche a la mañana.Un día, mi madre nos dijo que la hija