Sabía que Devon hablaba en serio. Lo conocía lo suficiente como para saber que lo que acababa de decir le importaba. Aun así, muy en el fondo, guardaba la tonta esperanza de que mostrara una sonrisa, algo que indicara que estaba bromeando.—¿Rubí? —traté de disimular mi desconcierto—. ¡Vaya! Supongo que se veía venir. Después de todo, ella vive en tu departamento, y bueno, no es precisamente una santa.—No te atrevas a...—Lo siento, lo siento —dije rápidamente. Había logrado lo que quería: provocarlo. Devon formaba parte de mi infancia, de mi juventud, una parte que creía perdida por un tonto malentendido, pero que había logrado recuperar. Sin embargo, de repente, su amistad dejaba de importarme tanto. No quería ofender a Rubí, pero es que... —hice una pausa, buscando la mejor manera de continuar—. Tal vez hablar mal de Rubí no tendría el efecto que esperaba. Si quería alejar a Devon de ella, tenía que dejarlo intrigado. ¿Y si le digo que Rubí es realmente Sarah Blake? No. Sacudí la
SarahTenía media docena de llamadas perdidas de Cristhian y otra media docena de mensajes."El lunes debes llegar temprano.""Hay muchos pendientes que arreglar en la oficina.""¿Xavier te ha contactado?""¿Sabías que pretendía demandar al grupo Vandervert?""Tenemos que hablar.""Siento molestarte, no quiero interrumpirte a ti y a Devon. Sé que deben estar ocupados, pero necesito que contestes mis llamadas."No respondí a ninguno de ellos. La noche anterior había decidido que me alejaría de Cristhian, que lo dejaría todo atrás, pero ahí estaba, llegando a la oficina, temprano como él me lo había exigido, con los ojos que se notaban hinchados a pesar de mis intentos por cubrirlos con maquillaje, con más cafeína que sangre en las venas y con el corazón hecho pedazos.—¿Por qué no has contestado mis mensajes? —fueron sus palabras en cuanto me vio. Estaba sentado frente a su escritorio rebuscando en una pila de papeles como si buscara una aguja en un pajar. Había colgado el saco en el r
—Se suponía que debías encargarte de Rubí, Sarah, o como quieras llamarla.La luz del sol hacía que Kiara achicara la mirada mientras me hablaba. Era eso o estaba realmente enojada; como fuese, el ceño fruncido la hacía ver incluso más bonita de lo que era.—Se suponía que ella debía morir en el accidente de auto.Agité mi copa con un movimiento suave. Kiara permaneció en silencio; me conocía lo suficiente como para saber que diría algo más.—Pero ya está resuelto. Estará muerta hoy por vuelta de las seis (es su hora de salida) o, si decide irse del trabajo más temprano, pues se le adelantará su hora.Los ojos de Kiara chispearon de emoción. Tenían un brillo diferente; ya no eran de ese marrón oscuro de siempre, parecían más de un tono almendra suave. No demoró en hacer la pregunta que ya sabía que haría.—¿Cómo será? —sus labios se surcaron en una sonrisa emocionada.—Cuando entre a su auto, cerrará la puerta... —bebí un sorbo de vino. El sabor estalló en mi paladar como fuegos artif
Al cerrar la puerta del auto, me ajusté el cinturón de seguridad. Con cada segundo que pasaba, el aire parecía más difícil de respirar. Me sentí asfixiada. Mis manos temblaban mientras intentaba introducir la llave. Cuando al fin lo logré, sujeté el volante con ambas manos y cogí una bocanada de aire.Xavier me había engañado todo el tiempo. Nunca tuvo intenciones de ayudarme a recuperar lo que me pertenecía, eso ya lo sabía. Pero descubrir que él siempre había sido el albacea de mis bienes fue como un balde de agua fría. Mi destino, y el de Elena, siempre estuvo en sus manos. Él solo había jugado conmigo. Las lágrimas me quemaron las mejillas al caer.El zumbido de mi teléfono dentro de mi bolso me sacó del trance."Me desocupé antes. Llego en cinco minutos."Era mejor esperar a Devon; no estaba en condiciones de conducir.—¡Rubí! —la voz de Cristhian llegó junto a un par de golpecitos en la ventanilla. ¡Genial! Justo lo que necesitaba: Cristhian y sus cuestionamientos. Intenté bajar
RyanDevon se había vuelto muy cercano a Rubí. No era la primera vez que se encerraban en su despacho a hacer Dios sabe qué. A decir verdad, me preocupaba que Devon se enamorara solo, porque era más que obvio que Rubí estaba loca por Cristhian.En cuanto entré a la habitación de Dyana sentí el contraste de temperaturas; la habitación estaba tibia, a diferencia del resto del departamento, que estaba un poco más frío.—¿Quieres ir al grupo Vandervert? —Dyana estaba sentada en la cama que llevábamos compartiendo un par de meses. A su lado, un rollo de lana. Estaba concentrada en un video en su celular mientras movía dos agujas grandes entrecruzadas. La forma en que fruncía el ceño era adorable.—¿Qué harás ahí? —preguntó sin quitar la mirada del enredo de hilo que tenía entre manos. Me senté en el borde de la cama. Ella dejó su proyecto de crochet a un lado—. ¿Vas a ver a tu hermano? —preguntó mirándome expectante.—Ya sabes que no, Cristhian y yo...—Lo sé, lo sé, se han distanciado —Dy
Ryan—¿Sarah Blake? ¿Tu esposa? —Cristhian asintió.—Es increíble, lo sé —dijo Cristhian, como si tratara de llenar el silencio que se había extendido mientras yo analizaba lo que acababa de escuchar.Por supuesto que era increíble, más que increíble; era una m*****a locura, pero al mismo tiempo tenía todo el sentido del mundo. Rubí me fue muy familiar desde que la conocí, había una conexión intensa y extraña entre nosotros que no se podía explicar, no del tipo romántico, sino fraternal. Y, por supuesto, ella era Sarah, la niña pequeña que creció en mi casa, con la que jugaba a escondidas porque estaba prohibido socializar con la hija de la sirvienta. Aquella niña famélica a la que solía llevarle golosinas en secreto porque me preocupaba que pudiera morir de hambre, aquella por la que lloraba cuando era maltratada (una de las razones por las que me alejé de mi "familia perfecta"). Se me escapó una risita al pensar en la ironía de todo.Tenía una mezcla agridulce de emociones. Estaba fe
CristhianMe sentía aliviado de haber compartido el secreto de Rubí. También fue tranquilizador saber que Ryan no sabía nada. Él se había vuelto muy cercano a Rubí; vivían en el mismo departamento, y no me hubiese gustado ser el último en enterarse de algo que tenía que ver más conmigo que con Ryan o Devon. Me recliné en la silla y me di la vuelta. Admiré la vista de la ciudad; era una vista borrosa, cubierta por nubes grises que no se parecían a cómo me sentía en ese momento. Haber visto a Ryan me había hecho bien para el alma; había sido reconfortante. Pero tenía que seguir trabajando. Con todo lo de la demanda de Xavier Xanders, me había distraído demasiado y había echado al olvido contratos importantes del grupo Vandervert. No podía simplemente detenerme; Percy se encargaría de la demanda.Un pedazo de tela colgado en una de las sillas de visitantes llamó mi atención. Me levanté para mirar más de cerca. ¡Ah! Esto es de Ryan, lo he visto llegar con ella puesta. Lo llamaré, pensé. B
—¿Qué le pasó? —preguntó uno de los paramédicos.—No lo sé... —miré el auto, tratando de organizar mis ideas. Me temblaban las manos—. Estaba encerrado en el auto y... había mucho humo. Él estaba inconsciente. No le he encontrado el pulso... he intentado darle reanimación cardiopulmonar... —Me cubrí el rostro con ambas manos al sentir que mi expresión se deformaba por el llanto.La impotencia me consumía mientras los dos uniformados atendían a Ryan. En cuestión de minutos, estábamos dentro de la ambulancia camino al hospital. La imagen de mi hermano tendido en la camilla, inconsciente, con un tubo atravesando su boca, era desgarradora. Cada bíp del monitor me recordaba que seguía vivo, pero la incertidumbre era un peso que aplastaba mi pecho.Pensé en llamar a alguien, en buscar ayuda. Mi primer impulso fue marcarle a papá, pero me detuve. No lo había visto desde el funeral de mamá. En aquella ocasión, ni siquiera me dirigió la palabra. Si la muerte de mamá no había mermado su orgullo