CristhianEl día había llegado, y lo sentía como un peso en el pecho. El evento de fin de año era perfecto, planeado con una precisión que rozaba la obsesión. Todo estaba bajo control: las luces deslumbrantes, las animaciones para los niños, los regalos cuidadosamente seleccionados. Cada detalle reflejaba lo que se esperaba de mí: perfección. Pero dentro de mí, todo estaba en caos.Rubí no estaba. Exqaminé el lugar como quien verifica que todo marcha bien, pero me importaba un carajo que todo marchara bien, lo que me interesaba en ese momento era ella; RubíMe esforzaba por parecer tranquilo, por mantener esa fachada fría e imperturbable que todos esperaban, pero era muy agotador y cada segundo que pasaba sin verla me arrancaba pedazos. Mi necesidad de verla todos los días se había convertido en algo que no entendía y que apenas podía soportar.Zackary correteaba entre los niños, y Elena, siempre impecable, se aseguraba de ser el centro de atención. Me mantenía cerca de ellos, pero mi
DevonSostenía mi copa de champán con una mezcla de desdén y resignación, el líquido burbujeante en mi vaso capturando la luz del candelabro como si fuera un reflejo de todo lo que estaba mal con el lugar. El resplandor dorado del cristal me devolvía una visión distorsionada de la escena, como si todo fuera una broma, un escenario cuidadosamente diseñado para impresionar a personas que probablemente ni siquiera sabían qué hacer con sus vidas más allá de llenar sus vacíos con más brillo y adornos. Estaba rodeado de extravagancia, de sonrisas de porcelana y risas que se desvanecían en la niebla del artificialismo. Este no era el mundo al que pertenecía, no importa cuán bien me vistiera para encajar en él.. De pie bajo un dosel de luces titilantes y adornos tan elaborados que parecían querer compensar el vacío emocional del lugar, no podía evitar preguntarme por qué demonios había aceptado venir. Ah, sí, Rubí. Me había convencido diciéndome que no se le daban bien este tipo de eventos, p
Después de todo el alboroto y estravagancia de la fiesta, ese lunes la oficina parecía perturbadoramente tranquila. El sonido del teclado de mi computadora era lo único que rompía el silencio, y aunque necesitaba concentrarme en los papeles frente a mí, mi mente no podía dejar de vagar hacia los últimos días. Hacia ese momento en que Cristhian le había pidido matrimonio a Elena. Sabía que ese momento llegría, yo misma, la secretaria perfecta, había ayudado a planificarlo todo, pero en el momento en que sucedía no pude evitar sentir cómo se me hacía un nudo en el estómago. Yo había estado esperando una señal, algo que me indicara que podía detenerlo, que podía interrumpirlo, gritarle la verdad. "Soy Sarah Blake", podía decirle, "tu esposa, la misma mujer a la que pensaste muerta". Pero no lo hice. No pude.Y aunque todo en mí gritaba que debía hacerlo, me quedé en silencio, observando cómo ese otro trozo de mi vida se alejaba más y más de mi alcance. No me importaba la venganza, no aho
La mansión Vandervert se alzaba ante mí, imponente como siempre, pero esta vez el aire que la rodeaba estaba impregnado de algo diferente. Algo más denso. El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rojizos, y con él, los recuerdos comenzaron a regresar, pesados y ruidosos, como si las paredes mismas de la mansión quisieran hablarme. Cada paso que daba me regresaba a un pasado que no podía deshacer, a una historia que seguía escribiéndose sin importar cuán lejos tratara de huir.Zackary, por otro lado, parecía mucho más tranquilo que yo. La mansión Vandervert era para él todo lo contrario de lo que fue para mí, para él era realmente su el hogar. Podía sentir cómo le alegraba el regreso, cómo extrañaba este lugar. La mansión Vandervert había sido su casa, aunque las circunstancias lo habían llevado lejos de ella. —¿Estas feliz de volver a casa, cariño? —le pregunté con una sonrisa suave, aunque mi voz temblaba por dentro.Zacky no respondió, solo asintió con un
El auto negro apareció en el carril de al lado, desplazándose con una agresividad que me puso en alerta inmediata. En cuanto noté que comenzaba a acercarse demasiado por mi derecha, instintivamente giré el volante para apartarme. La presión de mis manos sobre el volante era tal que los nudillos se me pusieron blancos. Sentí el sudor correr por mi espalda y un nudo se formó en mi estómago. Intenté ver el rostro del conductor pero los vidrios eran polarizados, solo conseguí ver el reflejo de mi propio auto.La amenaza era clara: no iba a detenerse. Con el corazón acelerado, cambié de carril para evitar el impacto.Melissa, sentada a mi lado, observaba todo con los ojos desorbitados. Por primera vez, la fría y dominante mujer que siempre había conocido parecía atemorizada. Una chispa de comprensión se reflejó en su mirada, como si finalmente entendiera porque había estado conduciendo de esa forma errática, había comprendido el peligro que nos rodeaba. Giró la cabeza hacia atrás, buscando
Cristhian Colgué la llamada con Rubí mientras corría hacia la puerta del departamento. Apenas tenía tiempo para pensar, para procesar lo que acababa de escuchar. Mi madre… en el hospital… un accidente. Las palabras rebotaban en mi cabeza como ecos. Mi mente iba a mil, pero mi cuerpo se movía en automático. Elena apareció de repente, interponiéndose en mi camino. —¿A dónde vas? —preguntó con el ceño fruncido, una mezcla de confusión e irritación que me pareció insoportable. Se suponía que en momentos como esos, tenía que buscar consuelo en los brazos de mi prometida, pero era todo lo contrario, no quería contarle nada, no quería que me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien —No tengo tiempo ahora, Elena. La esquivé sin siquiera mirarla, pero su voz me siguió, insistente. —¿Otra vez es por Rubí? ¿Qué demonios pasa contigo? Siempre corriendo detrás de esa mujer como si... Cerré la puerta antes de que terminara la frase. Su tono aún resonaba en mis oídos mientras bajaba las e
CristhianLa ira bullía en mi interior mientras salía de la reunión con el detective. Nada, ni una sola pista. Sus palabras resonaban en mi cabeza como un eco vacío: "Estamos investigando, señor Vandervert. A veces lleva tiempo encontrar algo concreto." Tiempo. Esa maldita palabra era lo único que tenía ahora. Tiempo para pensar en la mirada vacía de mi madre en el ataúd. Tiempo para imaginar la desesperación de Rubí sacando a Zackary de entre los restos del auto. Tiempo para recordar que yo la había dejado sola.Caminar sin rumbo era inútil. Estaba cansado, empapado por la humedad del aire nocturno, y con el alma en pedazos. Entré al primer bar que vi, un lugar oscuro y ruidoso que olía a alcohol y humo. Pedí un whisky. Luego otro. Y otro. El ardor bajando por mi garganta me daba algo de consuelo, pero no el suficiente.No podía soportarlo más. Saqué mi teléfono y llamé a Rubí. El tono sonó varias veces sin respuesta. Intenté de nuevo. Nada. El calor de la rabia comenzó a mezclarse c
Cristhian La luz del mediodía se filtraba tímidamente entre las cortinas del café donde había quedado con Devon. Llegué puntual, con un aire que me esforzaba por mantener tranquilo, aunque en mi interior latía una ansiedad electrizante. Desde que Rubí y yo habíamos cruzado esa línea invisible que nunca debimos traspasar, mi vida parecía dividida en dos mundos. Por un lado, el peso de mis responsabilidades y compromisos; por otro, el secreto que compartía con ella, un refugio donde todo lo demás desaparecía. No podía negar que una parte de mí quería decírselo a Devon. No por confianza, ni siquiera por consejo, sino porque me gustaría marcar mi territorio. Pero no era tan estúpido. Sabía que aquello debía permanecer oculto. Ella era mi secretaria, y yo un hombre comprometido con otra mujer. No podía arriesgarlo todo. Devon llegó poco después, como siempre, impecable. Su sonrisa tenía ese aire casual que usaba para ocultar todo lo que realmente pensaba: odiaba todo y a todos, el capita