Ámbar.Mi vista se enfocó también en otro de los guardaespaldas del lugar, porque mi instinto de detector de tragedias me lo advirtió; una mesera entre tantas estaba dándole un vaso de licor, y pude observar lentamente, mientras Darwin hablaba con Owen, cómo el hombre que había tomado aquello se llevaba la mano a la cabeza y luego también se dirigía al baño.—Darwin algo no está bien —susurré en su oído, inclinándome un poco, nerviosa.Mi marido me miró de forma confusa.—¿Qué?—Que algo no está…—¡Todos al suelo ahora!Y seguido de muchos lloriqueos me congelé; sentí las manos de Darwin tomar el control de mi cuerpo, y para cuando reaccioné, me encontraba boca abajo en el suelo, escuchándolo maldecir muchas veces mientras intentaba sacar el teléfono.—Ni se le ocurra, candidato Baker, es un caso perdido —le dijo uno de los encapuchados, y Darwin solo puso las manos en el aire un momento tras soltar el teléfono.Entonces colocaron de rodillas a la familia Owen y al jefe de mi amor mie
Ámbar.—¿Ya se fue? —Mi hombre cuestiona asomando su nariz por una pequeña línea entre la puerta y el marco.—Sí, ven, por favor…Tomo su mano para salir del baño, y luego, desde mi cama, estiro mis manos hacia él. Sí, comportándome con una niña porque así me siento, pequeña, con ganas de que me mime y me dé todo el calor que he extrañado tanto de él.Nunca me había sentido de esta forma con nadie más. Toda mi vida tuve que hacer el papel de una niña, adolescente, mujer, fuerte. Y a pesar de que cuando Darwin llegó y me hizo sentir afortunada y consentida, jamás me sentí como ahora.Ahora sé que definidamente no se puede comprar la seguridad cuando se habla del corazón. Estando con Darwin me sentía segura, pero gracias a su guardaespaldas y el dinero que tiene; pero con Elian, solo me bastan sus palabras, mirar sus ojos, sentir sus labios y su corazón junto al mío, para estar más que segura de que con él puedo ser yo misma, inclusive si eso significa querer comportarme como una niña.
Ámbar.—¿Ámbar? ¿Quién es…?Elian me aprieta con fuerza después de sentir cómo se acomoda el pantalón, y luego de darle un beso a mi hombro, se levanta, con cautela.—No soy un extraño. —Escucho que le dice—. Amo a tu hermana más que a mi propia vida.Y aquellas palabras hacen que finalmente tome las fuerzas para sentarme en la camilla, acomodando mi bata, para ver los ojos de Adrián; aunque con los latidos de mi corazón aun causando estragos por imaginar que fuese otra persona.—Te prometo que voy a explicarte todo, pero déjame…—Está bien… —Adrián me interrumpe y mete sus manos en los bolsillos aunque viéndose entre perdido y asombrado—. Sebastian está fuera, yo… voy a decirle que estás durmiendo, creo, y veré cómo puedo alejarlo para…—Tranquilo, Adrián. —Elian le da una leve sonrisa—. Gracias.Mi hermano me da una última mirada, intensa, antes de perderse fuera y cerrar la puerta.Suelto un exhalo. Mi hombre se acerca y toma mis manos para besarlas una y otra vez, al igual que mi
Ian.—¿Y estamos escondiéndonos porque...?—¡Ian! —Ella me jala del brazo—. Tú muy bien sabes por qué.—Ni con esa ropa horrorosa dejas de destacar, a ver… —Le quito las gafas sin formula—. Ya dime para qué me citaste.Tomamos asiento en unas mesas al final del pasillo. No son horas para estar en una cita, y mucho menos para hablar de mi hermano si eso es lo que ella quiere.—Ian; dejé un par de cosas en esa casa y necesito que me ayudes a sacarlas. —Ronett por fin me dice—. No quiero pasar por ellas porque mamá no me dejará ir, y no quiero volver a cruzarme con tu hermanito además.—Darwin no tiene nada qué hacer en casa de nuestros padres —expreso, y le sonrío al mesero el cual nos deja agua—. Yo solo quiero un batido de frutas mixtas.—Y yo. —La rubia esboza una sonrisa hacia él y me ve de nuevo cuando el chico se retira—. ¿Desde cuándo te gustan los batidos mixtos?—Desde que Ronetta cocina exclusivamente para mí.Ronett me tira los lentes y los tomo antes de que caigan en el sue
Ian.Cansado y con algo de sueño entro a casa para recibir la luz de la cocina en su máximo esplendor.—¿En dónde está? —me cuestiona Ronetta.Se encuentra tomando algo en una taza pequeña, luce cansada y preocupada.—No lo sé, me llamó para lo de su colección… —Tomo asiento con ella afincando mis codos de la isla y ella me observa con fijeza—. Nos vimos en un restaurante de paso, no me comentó sobre su vida.—Me siento sola —expresa mi madrastra con tristeza después de un largo silencio—. Sasha está más distante que nunca desde que volvió a ser senador; tu hermano no está siquiera para hacerme una mala cara, y peor aún: mi hija parece que quiere sobre-independizarse.—Yo estoy aquí… —Tomo su mano con cautela haciendo que ella me vea con un pequeño brillo en los ojos—. Si quieres hablar, y si quieres regañarme porque… antes de que Darwin llamara por lo que le pasó a Ámbar… rompí el vaso de vidrio en donde me diste el jugo de Kiwi.Ronetta ríe con tantas ganas que me llena de emoción.
Ámbar.Es común que, proviniendo de una familia pobre, alguien siempre tenga ganas de “más”. No limitarme en el sentido económico era lo que había deseado desde que fui consciente de que las familias de bajos recursos no solo tenían que vivir de lo poco, sino que recibir poco de todos.Poca ayuda, poco entendimiento, pocas oportunidades.Falsas miradas de pena y empatía.Sonrisas y promesas deshonestas.Ahora imaginen sumar todo lo que sería terrible para una adolescente con ganas de experimentar, vivir, soñar y triunfar, en un mundo con tan “poco”, el hecho de que, en alguna parte del camino se dio cuenta de hiciera lo que hiciera, el dinero jamás alcanzaría.Poca esperanza, pocas oportunidades, poca empatía, promesas que jamás fueron cumplidas y sonrisas fingidas, pero no de alguien hacia a mí, sino de mí misma contra el mundo.Poco era lo que más había en mi mundo, en mi cabeza, en mis bolsillos, en mis expectativas, en mis sueños, en mis ganas de respirar. Sin embargo, todo cambió
Ámbar “Por favor”Esas dos simples palabras pueden herir los sentimientos de alguien incluso más que una acción, dependiendo del contexto.—De acuerdo… —dije.Hace un par de horas respiré profundo cuando mi esposo, ese que de novios me prometió que mientras estuviese a mi lado nunca jamás me volvería a sentir sola, me dejó a un lado, justo cuando estaba a punto de correrme gracias a sus manos.No se molestó en terminar lo que empezó, tuve que hacerlo yo, con los ojos picándome de la rabia, las lágrimas atoradas en la garganta y el corazón gritándome: ¿segura que puedes resistirlo?No me ha maltratado de ninguna forma, no me ha sido infiel, no me ha hecho sentir mal directamente pero…—Voy a estar muy ocupado, cariño… no creo que podamos tener… —suspiró—. Tú sabes… la vida sexual que hemos estado llevando últimamente.Eso me lo había dicho después de darme la noticia de su postulación. Y yo había asentido estando de acuerdo porque estaba completamente enamorada y no me importaba que,
Elian.—No hay nadie además de usted que pueda ayud… —intento decir.—Nos debes tanto dinero que ni vendiendo tu carne en el matadero cubriría la cuarta parte.La idea de mí siendo comido por algunas personas me causa escalofríos.—Eso no es cierto.—Vete de aquí Elian, vete si no quieres amanecer en una caja mañana hecho picadillo ¡Tienes que pagar tus deudas!—¡Bien! —¡Y no vengas hasta que tengas el dinero! —grita cuando me alejo.Le hago caso a Francis, la esposa del bodeguero Iker porque aunque me dé vergüenza y terror admitirlo: su esposo es capaz de cumplir con todos sus deseos.Siento que a la mitad de la noche si no como algo decente podré desmayarme y entiendo que Francis esté cansada de atenderme cada que ello pasa así que chasqueo la lengua cuando de reojo puedo ver en su mirada lo mucho que quiere ayudarme pero no puede.Yo tampoco lo haría.Me tambaleo hasta subir a mi bicicleta, me pongo el casco. Y no llevándome algunas personas por delante logro actuar como que estoy