42. ¿Secuestrada?

Dos días después de que ella se fue, la extrañé muchísimo. Sabía que ella estaría viendo las cosas con su empresa, así que por esa razón estaba tranquilo.

Aunque por las noches me asaltaba la horrible imagen de ella encontrándose con Enzo, sin que yo pudiera saberlo o hacer nada, traté de confiar. Ella me había confesado su amor, algo muy importante para mí. Pero sin embargo, en ese momento, yo no pude decirle nada.

¿Qué le diría? Sería un hipócrita si le decía que también la amaba cuando acababa de encontrarme con mi secretaria encima del escritorio, y ella recién llegando del lado de Enzo Donatti, mi peor enemigo jurado. Hace unos años atrás, no me habría interesado en lo más mínimo lo que Mel pudiera sentir, en ese entonces yo era una persona distinta. Estaba cegado por las palabras de mi madre contra mi hermano y mi padre, tratando de crear mi propio criterio y no caer en el odio ni en el resentimiento.

Era un hombre totalmente distinto. Del que no me sentía totalmente orgulloso
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