34. Explorando el placer

Esme sabía que aquél hombre era lo suficientemente listo para soportarlo sin que nada les pasara. Desabrochó su pantalón, sacó su miembro pantalón, y comenzó acariciarlo lentamente. «Si las miradas matasen... Estaría cincuenta metros bajo tierra», pensó, complacida.

Entonces se agachó, y lo tomo en su boca. Escuchó que gemía. Comenzó a succionar de arriba hacia abajo mientras su mano lo estimulaba, no supo cuánto tiempo duró aquello, pero la respiración de su amante griego se volvía cada vez más pesada y ruidosa. Sintió una mano en él en su cabeza, y que el coche dejaba de estar en movimiento, le dió un más rápido y frenético, incluso las caderas de él empujaban al interior de su boca. Hasta que sintió los chorros calientes de su orgasmo, el cuerpo de Alistaír tembló y ella bebió su escencia con rápidamente.

Cuando hubo acabado, volvió a colocar todo en orden antes de recostarse en su asiento. Con sorpresa, se dió cuenta que de hecho ya estaban en una especie de estacionamiento proteg
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