33. Sorpresa

Si tuviese que elegir no estaría llevando esta bendita venda de ojos, me tiene loca, quiero saber qué está pasando, a dónde me está llevando y tengo un hambre que me comería una vaca entera. Pero no puedo reclamar, aunque, ¿por qué no? Creo que tengo la suficiente confianza como para hablar con él, bueno, ya, veamos.

—¿Ya estamos llegando? No entiendo porque me tienes que vendar los ojos si estamos en el auto.

No pude escuchar su voz pero si su risa, suave y tan bonita que me dio ganas de sacarme la venda para poder verle, pero me quedo en silencio, mirando en la oscuridad todavía. Mis manos fueron directamente a su rostro, al menos eso creo, porque mis manos comenzaron a tocar su mentón, sus labios, sus cejas.

Él llevó sus manos a mis propias manos, guiandolas a sus propios labios, que me dejo unos cuantos besos en la palma de mis manos, algo que me hizo sonreír ampliamente y me mordí los labios, exhalando un suspiro bastante despacio, ligero.

Sus labios me besaron y seguí este beso,
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