30. Siguen casados
Annabeth se quedó estática, mirando a Sammael. Acababa de anunciar prácticamente que ellos dos eran amantes.

Dominik comenzó a reírse.

—¿Es una especie de broma, no? Eres mi hermano —sacudió la cabeza con incredulidad—. Mi hermano gemelo. Tú sobre todas las personas no deberías...

Sammael alzó una ceja con ironía.

—Te debía el mismo respeto que tú a mí cuando tuve el accidente. Y te casaste con mi mujer —espetó—. Además, en cinco años de matrimonio jamás te importó si ella estaba bien o no, lo que hacía, si era infeliz. Prácticamente ni siquiera la notaste. ¿Por qué ahora que están divorciados te importa tanto? Hace unos días parecías desesperado por separarte para casarte con esa mujer.

Dominik apretó los dientes con rabia.

—Eso es un tema aparte. ¿Te metiste con MI mujer cuando estaba casada conmigo? ¿Desde cuándo?

Annabeth rodeó el escritorio y señaló la puerta.

—Ahora mismo no tengo ganas de discutir contigo, ya no tenemos nada que hablar. Mis abogados te contactarán.

Pero él no es
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