18. ¡No usamos protección!
El día pintaba para estar en la cama y ser caluroso y emocionante, Esmeralda pensó nuevamente en el mensaje que había recibido y casi le dieron ganas de apretarle el cuello a alguien, no entendía porqué su madre elegía justo ese viaje para molestarla.

No eran precisamente unidas, de hecho, si no fuera porque aparecía en la partida de su nacimiento pensaría que no tenían nada que ver. Pero ya era una adulta y según su abuela Sadie no era sano guardar rencor, menos con tu propia familia. Y ella obedecía a su abuela, prácticamente la mujer que la crió y a quien consideraba más su madre.

—Estás callada, cariño. ¿Quieres contarme? —le pregunto Alistaír, que estaba manejando entre las calles de Grecia.

Se veía muy guapo detrás del volante, su concentración resultaba sexi, le endurecía la mirada, y esa forma de apretar los labios le gustó mucho. Lo cierto es que era un hombre tan varonil y deseable que casi valía la pena la rompedera de neuronas sobre la mujer desconocida que le daba vueltas
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