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Encontró el duro botón sensible del clítoris, lo acarició y pellizcó un poco, ganándose un caliente gemido de la boca de Eva.

Henry no aguantaba, abrió más con sus manos las nalgas de Eva, separó con sus dedos los labios menores de la vulva, dejando expuesta la diminuta entrada rosada virginal de su esposa, que se contraía y lo llamaba para que la profanara.

Acercó su boca, sacó la lengua y comenzó a mamar deliciosamente el coño de Eva.

— Mmmmm sshhh Henry— Eva no pudo evitar mover la pelvis hacia delante ante la placentera invasión de algo suave y resbaloso dentro de ella.

Le daba vergüenza, pero a la vez deseaba que no se detuviese y Henry no pensaba parar ni muerto.

Con las manos en nalgas la movía a su boca, metía y sacaba su lengua, penetrando todo el caliente interior que se convulsionaba y lo apretaba, que le exigía más rápido y profundo.

Sorbía la dulce miel de Eva, le mordisqueaba los labios mayores y su sensible clítoris, chupaba y lamía, metía y sacaba, comiéndose esa delic
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