Ya había mandado a buscar con el enfermero, a los guardaespaldas que contrató para la seguridad de la propiedad y se acercaban al sitio.Quería también utilizar este suceso, para escarmentar a todos los empleados y que vieran las consecuencias de hacer mal su trabajo.— Señor, por favor, discúlpenos, nosotras nos equivocamos. Nos arrodillaremos delante de la señora, si es necesario, ¡déjenos ir por favor! – una de las doncellas comenzó a suplicar y todas las demás las siguieron.Perder el empleo era malo, pero después de lo que hicieron, si solo se iban con ese castigo, sería bueno, pero Henry, no era tan benevolente como Eva.— ¿Arrodillarse? Claro que se van a arrodillar, pero aun así, no compensarán el haberse aprovechado así de mi esposa, ¿quién les dio la valentía para creerse las dueñas de la casa?— ¡¿Antonio, la policía para cuando?! – le rugió al jefe de los guardaespaldas que se acercó hasta él con la cabeza baja.— Sr. ya vienen en camino— Po…poli…cía ¿por qué, nosotros no
Henry se tensó. Sabía muy bien que esta conversación vendría en cuanto escuchó las palabras de esa atrevida doncella.Nunca se imaginó que su vergonzoso secreto saldría así a la luz y menos delante de Eva, pero la miró de frente y decidió que ya era hora de hablar sobre este tema escabroso.Ambos eran una pareja de adultos.— Es cierto, yo, desde que comencé a tomar autonomía de mi cuerpo, he tenido deseos… sexuales, Eva – observaba todas las reacciones de su cara y ya se imaginaba por dónde andaban rondando las ideas equivocadas de su esposa.— Pero… por qué nunca me dijiste, sé que no tengo experiencia en eso… quizás…— Eva no sabía cómo organizar sus ideas y bajó la cabeza, apretando sus manos sudadas con nerviosismo.No era tan estúpida como para no entender las palabras hirientes de esas mujeres.Sabía muy bien que Henry era un hombre y tenía sus necesidades.Ella misma se tensaba cada vez que él la había intentado tocar y no porque lo odiara, sino porque tenía traumas y miedos.T
Caminó al baño y buscó en ese cajón, que pensó que nadie utilizaba. Encontró la dichosa cajita y se la llevó a Henry.— No me la des, ábrela y mira el contenido – Eva no entendía nada, pero abrió la caja y al mirar adentro se asombró.Dentro había una de sus bragas.De hecho, sucedía algo extraño últimamente, se le desaparecían bragas del cesto de ropa y luego volvían a aparecer de repente.Pensó que eran ideas suyas, pero ahora, parece que había otra explicación más escabrosa.— Para que veas si te deseo o no, he tenido que convertirme en un enfermo mental que se roba la ropa interior de su propia mujer para masturbarse a escondidas, oliéndola como pervertido – las crudas palabras del hombre hicieron que Eva quisiera abrir un hueco y esconderse.Pero a la vez, una sensación de felicidad revoloteaba dentro de ella y otra sensación más caliente se iba a acumulando en el punto entre sus piernas, al imaginarse a Henry fantaseando con ella.— Ven, siéntate sobre mí… no de lado, Eva, de fr
Henry tragó en seco ante la visión esos tiernos pechos al descubierto, el duro pezón rosado, llamándolo y tentándolo.Bajó la cabeza y dio una suave lamida, rodó la punta de su lengua por toda la aure0la, provocando y probando, sintiendo las reacciones de Eva.— Mmm, delicioso - sopló encima de la sensible piel, que se erizó por completo.Jugó con el pezón endurecido entre sus dedos, subiendo la cabeza para ver a Eva con los ojos cerrados, pero nada de cara de disgusto.De entre sus labios semiabiertos salían pequeños gemidos excitados.Henry dejó la prudencia, acunó el seno con su mano masculina y lo chupó en su boca gimiendo de placer. El olor de Eva, su delicada piel virginal, todo lo provocaba a cometer locuras.Succionó con fuerza, comiéndose ese delicioso manjar, mientras su mano se trasladaba a acariciar el otro pecho, que pedía atención.Su lengua lamía, enredaba el duro pico y Eva gemía perdida en las nuevas sensaciones que nunca pensó experimentar, agarrándose con fuerza al
Eva no se resistió más y se dejó llevar por la locura de Henry que la besaba y lamía por todos lados.Sonidos eróticos, húmedos, gemidos, palabras sensuales y sucias se escuchaban en la habitación.Eva no pudo aguantar por mucho tiempo el roce constante contra el grueso y duro eje caliente de Henry.Lo que la hizo explotar de placer, fue cuando la punta de hongo resbalosa, terminó por colarse en su vagin4.— ¡Eva, maldici0n! – Henry maldijo por la sensación de su pene siendo chupado de repente en esa caliente y convulsionante funda, aunque fuera solo el glande.Si hubiese podido moverse, era seguro que empujaría con fuerza hacia adentro por instinto.— Mmmm…aahhh... Henry…Terminaron por correrse en un potente orgasmo que los dejó gimiendo alto y respirando irregular. Vibrando en todo su cuerpo.Henry miró la expresión de placer de Eva, con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, su espalda arqueada y sus labios rojos entreabiertos.Sentía cómo se vaciaba con más fuerza en su coñ0,
Después de que ambos resolvieron muchos de los fantasmas en sus corazones, Henry encontró la oportunidad de un nuevo tratamiento increíble para poder rehabilitar sus piernas en el menor tiempo posible.Era costoso y duro, pero él estaba dispuesto a someterse a eso, solo para acabar de levantarse de esa silla que le limitaba tanto la vida.El mayor problema, era que el doctor que creó ese método de rehabilitación radicaba en otro país y en su hospital privado, era donde tenía todos los equipos necesarios.Henry tuvo que tomar la difícil decisión de separarse unos meses de su esposa y Eva se quedó al frente de las cosas en la mansión.Toc, toc, tocUnos golpes en la puerta, sacaron a Eva de sus pensamientos de anhelo por ver a Henry, suponía que le quedaban al menos unos 15 días de espera, según le había dicho en su última carta.— Pase adelante – ordenó hacia la puerta y el ama de llaves entró en el cuarto.— Sra. Edwards, le ha llegado esta invitación – le pasó un sobre muy elegante y
— Hola, Señorita Alonso, me alegro de que haya regresado bien de su viaje.— Por supuesto, vine a buscar a mi esposa, la Sra. Edwards— y el apuesto hombre rubio, parado en sus 1.92 cm, con un impecable traje hecho a la medida azul marino, que resaltaba sus hermosos ojos grises, miraba fijo a una de las mujeres que se encontraban en la reunión.¿El señor Edwards no era un pobre minusválido gruñón en silla de ruedas, de dónde salió este Adonis baja bragas?— ¿Esposa? – Mildrey no podía procesar lo que escuchaba, debería estar en una pesadilla, pero muy pronto se convenció de que no era el caso.— ¡Henry! – Eva reaccionó finalmente levantándose y caminando apresuradamente hacia ese hombre que casi no reconocía.Henry se había hecho un corte de cabello masculino, con un peinado engominado hacia atrás, pero sensual y relajado, su barba había sido eliminada por completo, y solo sus facciones varoniles y frías, quedaban al descubierto.Abrió los brazos, sonriente al ver acercarse a Eva con c
— Ven, te haré una demostración, aprende bien para más tarde— haló por el brazo a una asombrada Eva, que ya tenía las mejillas en rojo, dándose cuenta a lo que se refería su esposo.— He… Henry estamos en público – Eva estaba a ahorcajadas sobre Henry en el asiento del conductor.— Por aquí no pasa nadie, esto es un camino abandonado. Dime Eva, ¿no extrañaste los besos y las caricias de tu esposo?— ¿Qué piensas de esta nueva versión de mí? No me has dicho nada y ya voy a empezar a creer que preferías al Henry desastroso.— No, no, cómo crees – Eva lo tomó por las mejillas con sus pequeñas manos y lo miró de frente, a ese rostro masculino que le encantaba.— Claro que me gustas, me encanta este Henry, mucho más, pero no solo porque vuelves a parecerte a tu imagen de caballero anterior, sino porque está sano.— Eso es lo más importante para mí – confesó y Henry miró fascinado a esos ojos puros avellanas que lo enloquecían.— ¿Qué voy a hacer contigo Eva Edwards?, ¿cómo es que caigo más