ENCUENTRO INCÓMODO

Alec

Caleb tiene mucho que contar. Después de mandar a la cocinera a hacer algunas galletas para él, se sienta a la mesa en el jardín. Yo me quedo frente a él, mientras se llena la boca con la golosina. Se ve particularmente adorable, su inocencia me hace creer que todavía queda algo de bondad en este mundo podrido.

—Entonces, ¿por qué crees que tu madre me extraña?

—Ella no se ha dado cuenta, pero en las noches, se sale a la sala y se queda en el sillón hasta que se queda dormida. En sueños dice su nombre.

—¿Mi nombre?

—Ajam —afirma con la cabeza, al tiempo que menea los pies de un lado a otro.

—Pero eso no significa que ella me quiera. Quizá son pesadillas.

—No, yo la conozco. Ella cree que no me doy cuenta de las cosas, pero sí lo noto.

Abro los ojos con sorpresa, la verdad es que no me esperé que un niño de siete años tuviera tal capacidad de percibir las emociones de su madre; aunque, pensándolo bien, tiene bastante lógica.

—Si sabes todo esto, ¿por qué no hablaste con ella en lu
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