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5. Nuestra Primera Cena (Parte 2)

[MATÍAS]

El camarero llega con nuestros los platos que hemos pedido y tan solo por ese motivo me quedo en silencio un instante. Luego de que él se retira miro la comida y por alguna razón se me ha ido el apetito, quizás es su simple presencia la que causa esto, estoy nervioso. —Ahora si puedo seguir con mi interrogatorio. — Le digo y observo cómo se queda inmóvil con los cubiertos en el aire y me mira.

—Pensé que ya habías tenido las respuestas suficientes. — Dice y luego finalmente lleva el tenedor a su boca.

—Para nada, esto recién comienza. Quiero conocerte lo mejor que pueda. — Le advierto.

—Te escucho. — Expone cuando termina de tragar el primer bocado.

—¿Edad? — Decido preguntar para volver a hacer que se relaje.

—26, y yo ni pregunto porque ya lo sé. — Explica con una sonrisa con una sonrisa que me cautiva.

—Vale, me ahorro de decir que tengo 28 años— Bromeo —¿Estás soltera en este momento? — Le pregunto y creo que es lo que más interesa saber.

—Sí, de otra manera no estaría aquí. — Explica. — ¿Tú? — Me pregunta sorprendiéndome.

—También y al igual que tú no estaría aquí de no ser así. —Le respondo y luego por primera vez en la noche pruebo un bocado del platillo que ordene.

—¿Por qué me has invitado a cenar? — Me consulta de manera muy directa y por poco me atraganto con la comida.

—Me gusta que preguntes las cosas directamente. — Le digo entre risas y bebo un sorbo de vino para recomponerme.

—Lo siento, tiendo a ser un poco directa a veces. — Se disculpa algo sonrojada.

—Me parece perfecto y respondiendo a tu pregunta; te invite porque me pareces una mujer muy interesante y demasiado hermosa. — Respondo con la misma honestidad.

—Tú también eres muy directo. — Dice entre risas.

—Lo soy, ¿Y tú porque has aceptado? — Indago con una media sonrisa.

Su mirada esquiva la mía y creo que está pensando como contestar a mi pregunta —Por lo mismo, me pareces un hombre interesante y vamos, no es ningún secreto; eres guapo, pero además me preguntaba que querría un hombre como tú con una mujer como yo. — Dice de una manera que me causa una sensación extraña en mí ser; es como si sus palabras fueran un reto y todo mi cuerpo quisiera responder a ese reto.

—No sé cómo es un hombre como yo, pero lo que quiere este hombre es conocerte y poder admirar tu belleza mientras conversamos como ahora. — Le explico y su cuerpo se acomoda en la silla ¿Está nerviosa?

—Vaya que sabes hacerme sentir incomoda. — Confiesa riéndose.

—Eso es lo que menos busco, mejor cambiemos de tema; ¿Qué te gusta hacer además de tu trabajo?, el cual sé que amas. — Averiguo.

—Muchas cosas, ir a la playa, leer, jugar con Daniel, escucharlo tocar el piano. —Dice con una enorme sonrisa. —Escuchar música de todo tipo, en fin... muchas cosas. —

—A mí me gusta casi las mismas cosas y me encetaría ir a escuchar a tu hijo en uno de sus conciertos o algo. — Le digo con sinceridad.

—La verdad es que el próximo viernes tiene una muestra en el conservatorio, pero no sé si quieras ir; estará lleno de gente y quizás no te sea muy cómodo ir, todo el mundo aquí te conoces. — Me dice con algo de pena.

—Me encantaría ir, además tu niño es mi fan; supongo que le encetaría que fuera, recuerda que además de escritor, el piano se me da bien—

—¡Claro que si, seria el más feliz de todos! — Dice segura y con mucho entusiasmo.

El tiempo pasa volando con Aitana, no me equivoque; es una mujer súper interesante y con ella se puede hablar de cualquier tema, desde libros y música hasta algo de filosofía. Tengo la sensación de que he encontrado a alguien que ha capturado mi atención por completo, pero quiero llevar las cosas con calma.

[…]

El camino a casa se me hizo demasiado rápido, y la despedida parece ser igual, lamentablemente ya está con Daniel completamente dormido entre sus brazos y eso quiere decir que es hora del adiós. —Permíteme y te ayudo a llevarlo hasta el coche. — Le digo y tomo al niño en mis brazos. Su cabeza está apoyada sobre mi hombro y cargándolo de esta manera lo sentamos en su asiento en el auto de ella.

—Gracias, cada día me cuesta más cargarlo. — Confiesa.

—Me imagino, ya no es tan pequeño. — Digo entre risas a causa de que he podido sentir lo pesado que es.

—Sí, pero para mí siempre será mi bebé— Murmura.

—Me imagino... — Digo clavando mi mirada en ella.

Ella muerde su labio inferior y realmente quisiera mucho probar el sabor de sus labios, pero sé que no es adecuado. —De verdad que eres preciosa y me haces las cosas muy difíciles. — Le digo sonriente y sin poder si quiera mirarla a los ojos.

—No sé qué te estoy haciendo difícil, pero gracias. —

—No besarte, eso me estás haciendo difícil. — Le confieso y automáticamente sus mejillas vuelven a tornarse de ese color rojizo que me está comenzando a gustar demasiado.

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