8. Sospechas

[MATÍAS]

La observo detenidamente desde abajo del arco que divide la cocina de la sala. Está llenando la mesa de la sala con comida de esos que le encantan a los niños; pizza, hamburguesas, patatas fritas y demás. En lo único que yo puedo centrarme es de lo increíble que luce y en los recuerdos del beso que le he dado hace tan solo unos cuantos minutos. Los niños comienzan a correr alrededor de la mesa mientras buscan su comida y regresan al jardín, donde hay un área de juegos preparada, cada sonrisa que le da a cada uno de esos niños es otro flechazo directo al corazón. Creo que Cupido ha hecho de las suyas... tengo la sensación de que me enamorado y en tiempo record. No sé porque me sorprendo; es tan perfecta. Es prácticamente imposible no enamorarse de una mujer así y si bien tengo miedo de muchas cosas, no me perderé la oportunidad de tener una historia con ella. Sus palabras me han dejado saber que también siente cosas por mí y si cuando hable con ella con más calma me da la oportunidad; la conquistare e internare que construyamos algo juntos.

—¡¿Matías?! — Me interrumpe su voz, y al verla una de sus manos se pasa por delante de mi rostro.

—¿Estás aquí? — Me pregunta entre risas.

—No, lo siento... me he quedado en la puerta de entrada prendido a tus labios. — Le admito y me da una sonrisa que hace temblar mi mundo.

—¿Me podrías hacer un favor? — Me pregunta.

—El que tú quieras. — Respondo inmediatamente.

—En mi estudio ha quedado la tijera y la necesito para abrir un paquete, ¿Me la traes por favor? — Me pide y asiento.

—Por supuesto, ¿Qué cuarto es? — Averiguo.

—La tercera puerta a la izquierda. — Dice y luego sale al jardín a supervisar a los niños.

Voy hacia el estudio, enciendo la luz al entrar al cuarto y comienzo a buscar la tijera en su escritorio. De repente una foto que tiene enmarcada allí llama mi atención. Es ella junto a otra mujer que yo conocí, la mujer es rubia y de ojos verdes al igual que Aitana. 《No puede ser... ella no puede ser su hermana.》 La Carla que yo conocí no puede ser la misma que es hermana de Aitana... Los recuerdos de aquella noche después de aquella firma de libros regresan a mi mente y creo que me estoy sintiendo muy mal.

Me siento en la silla aun con la foto en mi mano y comienzo a revivir aquella noche de hace poco más de cinco casi seis años atrás. La manera que me beso en aquel bar a la salida de aquella firma de libros, la manera que perdimos el control y terminamos en mi habitación de hotel... 《no puede ser.》 Mi corazón late más fuerte que nunca y mi mente no deja de dar vueltas entre el pasado y el presente. 《¿Y si Daniel es mi hijo? 》 Hago cuentas en mi cabeza y las probabilidades son muy grandes. Ese niño está por cumplir cinco años, le encanta mis libros, el piano... su cabello es del mismo color que el mío cuando era pequeño... 《No... esto no me puede estar pasando.》

Necesito saber si él es mi hijo o no... pero, tampoco quiero que Aitana se aleje de mi. No puedo decirle que estuve con su hermana y si ese niño es mío seguramente me odiara por dejarla embarazada ya que a causa de ese embarazo ella falleció... 《¿Qué rayos se supone que deba hacer en este momento?》

—¿La encontraste? — Me interrumpe su voz entrando al estudio y automáticamente dejo la foto sobre su escritorio.

—Perdón, me llamo la atención la fotografía. — Le digo poniéndome de pie como puedo.

—¿Era muy guapa? ¿No? — Me pregunta tomando la foto entre sus manos.

—¿Ella es tu hermana? — Le pregunto casi con hilo de voz.

—Sí, ella era Carla. — Responde con melancolía y mis peores miedos se hacen realidad.

Más que nunca necesito saber si Daniel es mi hijo o no... pero 《¿cómo hacerlo sin decirle nada a ella?》

[…]

Después de haber encontrado la dichosa tijera que hizo que todo mi mundo comience a temblar, regreso a la sala y solo puedo sentir esta enorme necesidad de salir al jardín y verlo. Me paro a un costado de la puerta que divide el jardín de la casa y lo observo jugar con sus amiguitos. Una sensación completamente extraña se apodera de mí al verlo, el solo hecho de imaginarme que ese niño sea mi hijo me provoca muchísimas ganas de ir y abrazarlo, conocerlo, y protegerlo, pero ni siquiera sé si es realmente así. 《¡Matías, cálmate! 》Me grita mi subconsciente. No puedo ir y confundir a este niño sin información certera.

—¿Qué haces aquí tan solo? — Me pregunta es voz que a pesar de todo esto se sigue apoderando de mi.

—Observaba a los niños. — Respondo intentando no demostrar la preocupación que hay en mí.   

—¿Vienes adentro conmigo? — Me propone de una manera a la que no puedo negarme.

—Sí, claro. — Accedo y entro con ella.

—¿Te encuentras bien? — Consulta y me sorprende colocando sus brazos por encima de mis hombros.

—Si haces esto, todo mejora. — Le confieso y es la verdad, su presencia me da calma.

—¿Acaso estás mal por algo? — Indaga.

—No, no te preocupes... Solo quisiera volver a probar el sabor de tus labios. — Murmuro y rozo su labio con mi dedo pulgar.

Sé que esto no está bien, pero es inevitable; lo que me sucede con ella está siendo más fuerte que yo. Solo espero que, si mis sospechas llegan a ser ciertas, ella pueda perdonarme por esto, pero necesito besarla. Acerco mis labios a los suyos y sin poder contener esta necesidad la beso. Es como si sus besos estuviesen siendo mi salvación en este momento. Me alivia, me calma, no sé como lo hace, pero me da la paz que tanto necesito en este instante.

—Matías... no estamos solos. — Me dice en un susurro.

—Lo siento, no sé cómo controlar lo que me está sucediendo contigo y créeme que debería hacerlo. — Le digo y es como si le estuviese advirtiendo tanto a ella como a mí mismo.

—¿De qué hablas? — Me pregunta muy confundida, pero su mano acaricia mi rostro haciendo que cierre mis ojos para absorber la sensación de sus manos sobre mi mejilla.

—No me hagas caso, solo estoy un poco agobiado por algunas cosas, pero junto a ti me olvido de todo. — Explico y acomodo un mechón de cabello detrás de su oreja. —Dr. Di Luna, ¿Ira a darle clases a Danko mañana? — Indago.

—Si, claro. — Responde con una enorme sonrisa.

—Perfecto, si quieres lleva a Daniel; yo lo cuido mientras estas con Danko. — Le propongo.

—No, no te quiero molestar. —

—No lo haces... llévalo contigo. — Insisto y es que debo aclarar estas dudas lo antes posible, pero mientras lo hago siento que debo estar cerca de él.

—De acuerdo, lo hare. — Accede finalmente.

—Sabes, yo debo irme ahora, pero nos vemos mañana, ¿si? — Le dejo saber.

—Por supuesto. —

—¿Te puedo pedir algo? — Le pregunto y acariciando su rostro.

—Dime. —

—Cuídate y cuida mucho a Daniel, es un niño muy especial. — Comento y otra vez esta sensación dentro de mí me hace sentir el ser más vulnerable del mundo.

—Siempre cuide de él. — Me responde entrecerrando sus ojos.

—Lo sé, solo quería que supieras que me preocupo por ustedes. — Me defiendo.

—Gracias por hacerlo. — Dice con esa sonrisa que nuevamente me cautiva.

—Hasta mañana. —Digo despidiéndome y mis labios se despiden de los de ella con un corto beso. Necesito hablar con alguien de esto, debo desahogarme e intentar buscar una manera para seguir adelante sin lastimar a nadie. Necesito saber la verdad, pero también siento que a cada día que pasa la necesito a ella.

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