CUARENTA Y OCHO

—LEX—

Cuando veo aparecer a Lyam y Kail, soy incapaz de cubrir mi pésimo estado, por lo que intento esquivar sus miradas cuando me buscan, posiblemente intentando cerciorarse de como realmente me está sentando todo esto.

—¿Y por qué no empezamos con las tortitas de chocolate? —Anuncia Kail a nuestros hijos, intentando captar su atención cuando Lyam se escurre a mi lado, quitándome el bol donde pretendía hacer la crema de las tortitas y tendiéndosela a Kail.

No discuto cuando su mano me arrastra lejos de la cocina, el cansancio y las horas en la que mi cabeza a estado machacándose una y otra vez, me niegan la posible fuerza para escapar de lo que sé será un interrogatorio perspicaz y sin filtro.

Atravesamos el comedor, acomodándonos casi frente la puerta del jardín a disposición del comedor.

Queda demás decir que la casa tiene varias salidas al exterior, estando rodeados de bosque y conociendo nuestra naturaleza licántropa, era un hecho casi evidente que nuestro aclamado hogar fuera de
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