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Capítulo ocho

Me duelen los pies de tanto caminar.

Son las dos y media de la mañana y a penas vengo llegando a la casa.

¿El motivo?

Le di una ubicación distinta a Mery y Alexander para que no supiesen donde vivo en realidad.

¿Lo malo?

No se me ocurrió otra cosa que decir que vivo casi a la otra punta del mapa.

¿Lo bueno?

Al menos sé que ellos no saben dónde vivo en realidad.

Me detengo en la puerta de seguridad del condominio y veo al guardia dormido en la silla giratoria con los pies sobre la mesa.

¿Este es tu seguridad? El mío no.

Muerdo mis labios, ahora como entro si hay dos líneas de corriente que no me dejan saltar al otro lado escalando. 

Va

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