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Capítulo trece

Los pasos de Alexander se alejan cada vez más de nosotros a una velocidad impresionante y aferro mis manos a su camisa negra, subo mis ojos con restos de lágrimas y él da una última palmada en mi cabeza —Tenía miedo, de verdad tenía miedo.

—Lo sé, tranquila —me pega a su cuerpo otra vez —ya estoy aquí.

Junto mis cejas y retrocedo —¿Cómo que ya estoy aquí? Si no hubiese abierto la puerta tal vez fuese comida por un bicho enorme —sonríe mostrándome sus dientes y coloca una pierna apoyada en la pared —¿De qué te ríes? A demás, tienes mucho que explicame—me cruzo de brazos —¿Cómo es eso que existen cosas como vampiros y lobos y demonios y que tu eres un asesino?

—Lo soy —remoja sus labio

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