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Capítulo treinta y cuatro

Me suelto de su agarre y cruzo los brazos —primero me dices que no te importo y ahora me dices que me quieres, ¿a qué estás jugando, Len? —cuestiono, pero sus ojos sólo están perdidos en los míos, el silencio del cuarto hace que el ambiente se ponga pesado y niego sin más —esto no vale la pena —susurro y voy directo a la puerta. 

Ligeramente la abro sin voltear hacia atrás y una de sus manos la estrella nuevamente en su lugar —No te vas a ir de aquí.

Sonrío irónica —¿ah no? —giro para confrontarlo —¿Tú y cuántos más me van a impedir que me vaya? 

Flexiona sus rodillas para quedar a mi altura y alza mi barbilla, sus ojos cambian de rojos a celestes sin parar y cada vez acerca más sus labios a la

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