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Capítulo cuarenta y dos

Salgo de la cama con cuidado de no despertar a mi señora madre y estiro mi cuerpo entumecido después de horas esperando que se me pasara la medicación.

Aún no me siento del todo bien, pero el pequeño dolor que tengo en ciertas partes es soportable.

Dirijo mis pies al baño y al llegar observo mi aspecto en el gran espejo de cuerpo completo —estoy hecha un lío —mi cabello es un desastre, no tengo casi cejas, mis pestañas largas están chamuscadas, hay zonas rojas por mi cuello y pecho, los pelitos de mis brazos desaparecieron y dejaron pequeñas bolitas de agua por las quemadas... 

Podría seguir mencionando muchas más cosas, pero la verdad es que no tengo ganas de verme más en el espejo.

Giro y me despojo de la bata que cargo, entro a la ducha y p

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