Todo ardía, había fuego por todas partes y Emma apenas podía respirar, el humo era muy denso, ella trató de acercarse a la habitación de sus padres, mientras escombros caían del techo.
Vió a sus padres inmóviles en su cama, incapaces de despertarse, estaban completamente calcinados y su hermano no aparecía por ninguna parte.
Intentó pedir ayuda pero no pudo, temblaba de miedo, y su corazón sólo sentía desesperación.
Creía que era su fin, que moriría quemada, sentía que ya no podía respirar, no había ningún lugar por el que pudiera escapar.
Hasta que oyó el aullido de un lobo y antes de perder el conocimiento, vió cómo un lobo grande y blanco como la nieve se abalanzaba sobre ella y se ponía como un dios en medio del fuego.
Emma se desmayó y el lobo blanco tomó la forma de un joven de impresionante belleza que cogió a la chica en brazos y la sacó del bosque.
–¡Mamá! ¡Papá! Hay fuego por todas partes. ¡Despierten! ¡Andrew! ¿Dónde estás? Siento que no puedo respirar, todo está envuelto en llamas, tengo mucho miedo… ¡Me quema! Emma despertó gritando de terror, el corazón latiendo tan rápido y fuerte que le dolía cada latido. Había tenido una pesadilla de aquel accidente trágico, en su sueño su cuerpo estaba ardiendo en llamas, sólo podía sentir desesperación. Tenía esperanzas que al abrir sus ojos, podría ver, pero sólo se encontró con una densa oscuridad. Estaba sudada. Sintió su mano cálida, sus latidos empezaron a calmarse, al recordar que el hombre que ella amaba, estaba a su lado, sosteniendo su mano. Emma siempre tenía pesadillas. Han pasado tres meses desde que ocurrió ese accidente, si no estuviera Nathan su hermano adoptivo, ella se sentiría completamente sola. –Descansa, pequeña niña, todo está bien, yo estoy aquí, te protegeré, aunque todo arda, yo seré tu escudo, cuándo sientas que ya no hay esperanza, yo te daré mi mano
Nathan al ver cómo su madrastra tenía a Emma agarrada del cuello, enfureció, él siempre quería cuidar de Emma. Cuándo la vió en peligro, enloqueció por completo. Se abalanzó sobre la mujer de su padre, y la empujó, lanzándola con fuerza al suelo. –¡No tienes ningún derecho en ponerle una mano encima! Y no me importa lo que tenga que hacer para que lo entiendas. ¡Es sólo una niña! ¿Por qué le haces esto? –No entiendo por qué te importa tanto esa niña, ni siquiera es miembro de esta familia, ni siquiera es de nuestra raza. ¿No lo entiendes? –la madrastra de Nathan estaba furiosa, quería matar a Emma, sin importar qué podría suceder sí lo hacía. –Yo decidí adoptarla, cuidarla, yo soy el futuro Alfa de esta manada, y tú debes respetarme. Ella es mi responsabilidad. No vas a pasar por sobre mí –Se acercó amenazante a su madrastra, quería agarrarla por el cuello y hacerle lo mismo que ella le había hecho a su pequeña niña. No podía perdonarla. El ambiente estaba tenso, Emma no podí
–Nathan… por favor, despierta, ¿Qué te pasó? ¿Me escuchas? No puedo verte. Dime algo por favor –Su guardián tenía la cabeza recostada en su regazo. Ella se estaba desesperando, sí perdía a Nathan, su mundo se iba a desbordar aún más, ya que ella lo amaba con todo su corazón, desde que era una niña. Sus lágrimas empezaron a empapar su rostro. –Todos tenían razón, sólo soy una ciega inútil, una niña pobre, sin familia, no soy nada, no pude ser capaz de salvar a mi familia. Ni siquiera puedo salvar al hombre que amo. Nathan FitzGerald, no puedo perderte, eres todo para mí. Por favor, te lo suplico, despierta.Emma frotó sus ojos que estaban cubiertos de lágrimas, y en ese momento, una imagen muy borrosa apareció, no tenía forma, pero se fue haciendo más clara. Pensó que quizás era alguna imagen de su imaginación. Luego pudo enfocar, y ahí estaba, un hombre de increíble belleza, con rasgos afilados, piel blanca cómo leche, cabello largo y oscuro como la noche. Estaba viendo el rostro
–Ocho, nueve y díez. ¡Allá voy! –Andrew estaba terminando de contar. Mientras su hermana se escondía. Era algo que siempre hacían luego de almorzar. Ellos vivían cerca del bosque, pero sus padres les tenían prohibido escabullirse en el bosque, fuera de los límites que conocían.Su hermana corrió entre los árboles del bosque, no se percató de que había traspasado el límite que estaba permitido, y sin darse cuenta se perdió, todos los lugares a dónde miraba se veían exactamente igual. Estaba nevando, pero ella confiaba en que su hermano la encontraría. Así que se agachó detrás de un árbol. Escuchó como algo se aproximaba a su dirección, asustada levantó el rostro y vió cómo un lobo gigante de pelaje negro y ojos rojizos, corría hacía dónde ella estaba. No lo pensó dos veces y ella también empezó a correr. La bestia la estaba persiguiendo y Emma empezó a gritar.–¡Andrew! ¡Ayúdame! ¡Hermano! ¡Auxilio! –tropezó con una rama y cayó.Andrew después de contar fue en busca de su hermana
– ¡Bienvenida a nuestro nuevo hogar! – Nathan tomó la mano de Emma y entró con ella. La niña quedó fascinada, todo era muy precioso, todo estaba decorado sutilmente. No tan sobrecargado cómo la mansión. No era un lugar tan grande, pero era cálido. Tenía varias habitaciones. Una cocina muy elegante, y una sala bastante moderna. Nathan le mostró cuál sería su nueva habitación. Parecía ser una habitación hecha para una niña, quizás Nathan tenía planeado tener una hija a futuro. Era un cuarto rosado, repleto de peluches. La chica pelirroja se sintió un poco incómoda. Al final pareciera que el hombre que ella amaba, nunca la iba a amar cómo ella quisiera.– Iré a ducharme. Iremos a la ciudad. También puedes echarte un baño si quieres. Emma se sentó en su cama, mientras Nathan salía de la habitación. Viviría sola con el hombre de sus sueños. Estaba algo temblorosa, porque tenía muchos deseos de Nathan. Ella quería que él ya no la viera como a una niña. La chica pelirroja se paró y entr
Emma estaba desnuda, al lado de su amado. Ya no era una niña, era una mujer. Ella miraba el cuerpo desnudo de Nathan, y solo podía maravillarse en cada detalle de él. No podía creer lo que había sucedido hace unas horas atrás. Ella quisiera quedarse más tiempo observandolo, pero ya casi amanece. Emma se fue a duchar y se vistió, quería que Nathan empezara el día con un buen desayuno. Nathan al despertar, no recordaba nada de lo que había sucedido en la noche con Emma. Estaba confundido, no entendía por qué estaba desnudo. Su cama olía a Emma. – Es extraño, pero, no puedo recordar nada de lo que sucedió, luego de hablarle sobre el compromiso a Emma… Lo último que recuerdo, es una imágen vaga, de su cuerpo desnudo. Sin embargo, no estoy muy seguro de sí eso en realidad ocurrió – era lo que pensaba Nathan dentro de sí, mientras el olor a comida entraba en la habitación. Luego de vestirse, Emma entró a la habitación de Nathan, venía con unas tostadas, huevos y jugo de naranja.
– Por favor vete. Quiero estar sola.– Tengo órdenes del señor FitzGerald, de cuidarla hasta que él esté de regreso, señorita.– Austin… Yo no necesito un guardaespaldas. Yo soy dueña de mi propia vida. Así cómo él es dueño de la suya. No soy una prisionera. ¿Acaso no ves cómo estoy y cómo me duele esta situación? – Es mi trabajo. No puedo irme. Lo siento. Aún así, me da curiosidad. ¿Por qué le afecta tanto que su hermano se vaya a casar? – Nathan no es mi hermano. Lo conozco desde que era una niña. Fue amor a primera vista. Lástima que él nunca me vió con los mismos ojos. Sólo me ve cómo su hermana menor.– Pero, aún así ¿No crees que es común el rechazo? Digo, la diferencia de edad es algo notoria.– No lo entenderías. No se trata de la edad. Siempre he tenido la sensación de que… Estamos hechos para estar juntos. Es una mala jugada del destino nuestra diferencia de edad, pero, es un obstáculo que no es imposible atravesar. – Sé que esto no es de mi incumbencia pero, quizás deber
Emma fue incapaz de dormir. Estuvo pensando hasta que amaneció. En la nota que le dieron, pusieron la dirección del Instituto médico de Husffen. Era una universidad bastante prestigiosa, y a Emma le dieron una beca. Ella no entendía nada. Pero, iría a encontrar respuestas. – Señorita Emma, soy yo, Austin, todo está listo – El guardaespaldas al no obtener respuestas volvió a tocar la puerta. Emma abrió la puerta, y le entregó su maleta al guardaespaldas, que la recibió con una tierna sonrisa. – ¿Estás segura de esta decisión? Se te ve un poco triste e insegura. – Debo irme, es lo mejor para todos. – Sé que amas al señor FitzGerald, y también estoy seguro de que él te ama. Tanto cómo para dejarte ir tan lejos. – Sólo serán algunos años en los que esté fuera. Para cuándo regrese seguramente se habrá olvidado de mí. Esté casado y… tenga hasta hijos.– Quizás te estás adelantando a los hechos. Aún no has abordado el avión. Debes saber algo, este compromiso tiene intereses de por med