–Nathan… por favor, despierta, ¿Qué te pasó? ¿Me escuchas? No puedo verte. Dime algo por favor –Su guardián tenía la cabeza recostada en su regazo.
Ella se estaba desesperando, sí perdía a Nathan, su mundo se iba a desbordar aún más, ya que ella lo amaba con todo su corazón, desde que era una niña. Sus lágrimas empezaron a empapar su rostro.
–Todos tenían razón, sólo soy una ciega inútil, una niña pobre, sin familia, no soy nada, no pude ser capaz de salvar a mi familia. Ni siquiera puedo salvar al hombre que amo. Nathan FitzGerald, no puedo perderte, eres todo para mí. Por favor, te lo suplico, despierta.
Emma frotó sus ojos que estaban cubiertos de lágrimas, y en ese momento, una imagen muy borrosa apareció, no tenía forma, pero se fue haciendo más clara.
Pensó que quizás era alguna imagen de su imaginación.
Luego pudo enfocar, y ahí estaba, un hombre de increíble belleza, con rasgos afilados, piel blanca cómo leche, cabello largo y oscuro como la noche.
Estaba viendo el rostro del hombre que amaba, pero estaba ensangrentado y tenía la ropa mugrosa.
Estaba completamente asustada, necesitaba hacer algo.
No le dió tiempo de pensar en que podía ver.
Tenía que salvar a su amado, y lo pudo levantar, tenía una increíble fuerza y llevó a Nathan hasta su habitación.
Lo acostó en la cama. Y rápidamente buscó agua tibia, y unas gasas, para limpiarle las heridas.
Ella lo miró, a pesar de que estuviera en esa situación, se veía cómo un hombre muy fuerte, pero estaba vulnerable.
Le dió algo de vergüenza pensar en que tenía que quitarle la ropa para curar sus heridas.
Pero, no era momento para avergonzarse.
Con mucho cuidado le quitó la camisa desgarrada a Nathan, tenía miedo de hacerle daño y despertarlo.
Se sorprendió al ver la cantidad de cicatrices y heridas nuevas que tenía.
Con delicadeza empezó a quitarle la sangre.
Nathan frunció el ceño, al sentir la frescura en sus heridas, entreabrió los ojos y vió a la chiquilla pelirroja al borde de la cama, recordó la promesa que le hizo al hermano de Emma, que la cuidaría cómo a su propia hermana, en caso de que estuvieran en peligro.
Sabía que tenía que volverse más fuerte para protegerla, quería decirle algo, pero su cuerpo no respondía.
El guardián de Emma estaba desmayado, pero, no tenía ninguna herida que pusiera en riesgo su vida.
La última vez que Emma vió al hombre que estaba acostado en su cama, era una niña, y pensó que Nathan era un dios de asombrosa belleza.
Unas lágrimas asomaron en sus ojos, pero las supo contener.
Lentamente retiró el pantalón de su amado, su corazón latía con fuerza.
Limpió cada una de sus heridas, y le colocó vendas en cada una de ellas.
Ya se estaba haciendo de noche, ella se acostó a su lado y se lo quedó observando.
Acarició su rostro con su mano, y le plantó un dulce beso en su frente.
Tomó su mano, deseando que Nathan abriera los ojos.
Fue cuestión de minutos, y también se quedó dormida.
–¡Mamá! ¡Papá! Hay fuego por todas partes. ¡Despierten! ¡Andrew! ¿Dónde estás? Siento que no puedo respirar, todo está envuelto en llamas, tengo mucho miedo… ¡Me quema!
Emma despertó gritando, había tenido la misma pesadilla.
Y de pronto, sintió la mano cálida, la mano de su salvador, de su protector, del hombre que ella tanto amaba, sosteniendo su mano, abrió sus ojos, y se encontró con los suyos, azules y profundos cómo el océano.
Los rayos del sol entraban por la ventana. Nathan había empezado a cantar… y ella se le lanzó encima y lo abrazó. Fue completamente inevitable.
Aquel hombre hermoso, dejó de cantar y enmudeció, al notar que su pequeña, pudo verlo, y correspondió aquel abrazo.
La chica de cabello rojo como el fuego empezó a llorar.
–¿Cómo es posible esto? –La voz de Nathan expresó total felicidad–. Esto es un milagro, mi pequeña niña, puedes ver. ¿Tú me hiciste esto? –le preguntó a Emma, mientras notaba que tenía el torso desnudo y estaba cubierto de vendas. ¿Cómo llegué hasta aquí?
–Yo tampoco sé cómo es posible, estaba muy asustada, estabas sangrando, no escuchabas mi voz, pensé que te perdería. Y de pronto, pude verte, mi cuerpo se sintió fuerte, y logré cargarte hasta aquí. Estoy muy feliz de poder verte otra vez –Emma tocó la punta de la nariz de su guardián, con una amplia sonrisa.
Nathan quedó impactado, ¿Cómo Emma pudo cargarlo? ¿Cómo sanaron sus ojos? Todos los médicos a los que habían visitado, habían dicho que era imposible que recuperara la vista otra vez.
Era un milagro, algo imposible de creer, pero ahí estaba ella, radiante mirándolo a los ojos.
–Es hora de cambiar la medicación otra vez, tienes mucha fiebre. Por favor, necesito que tomes esto –Emma le ofreció una bebida caliente de hierbas medicinales. Él la olió e hizo un gesto de asco–. No me mires así, te hará bien, bajará tu fiebre y ayudará a estimular tus músculos.
Nathan se quedó mirando a aquella pequeña, siendo cuidadosa con él.
No había notado que era mucho más madura, y que ya no era una niña.
Tenía delante de él a una mujer. Sin embargo, para él seguía siendo su niña pequeña.
Sintió mucha ternura, su corazón empezó a sentir mucha calidez, él creía que amaba a Emma cómo su hermana pequeña, pensar en que era otro tipo de amor le hacía sentir culpable por su diferencia de edad, y también porque eran de distintas razas, y en la manada no estaba permitido que algún miembro estuviera con alguien que fuera completamente humano.
Pensó que tenía que sacar a Emma definitivamente de ese lugar, esa era la decisión correcta.
Ella siempre fue una niña mimada por su familia, y él también la mimaba mucho.
Él quería que siguiera siendo su princesita mimada, y que nunca volviera a ser herida por otra manada de lobos.
Nathan estuvo débil todo el día, la fiebre no bajaba.
Emma le colocaba trapos húmedos en su cabeza. Le cantaba canciones, le contaba historias.
Nathan deliraba por su fiebre de 40°.
El hombre de hermoso aspecto se quedó dormido al llegar la noche. Y entró en un profundo sueño.
Ahí estaba Emma, en medio de la nieve, gritando por ayuda.
Una bestia enorme la estaba persiguiendo, ella corría lo más rápido que podía, y luego tropezó, al levantarse, la bestia con enormes colmillos estaba delante de ella, lista para atacar.
–¡Corre! –Gritó Nathan.
–Ocho, nueve y díez. ¡Allá voy! –Andrew estaba terminando de contar. Mientras su hermana se escondía. Era algo que siempre hacían luego de almorzar. Ellos vivían cerca del bosque, pero sus padres les tenían prohibido escabullirse en el bosque, fuera de los límites que conocían.Su hermana corrió entre los árboles del bosque, no se percató de que había traspasado el límite que estaba permitido, y sin darse cuenta se perdió, todos los lugares a dónde miraba se veían exactamente igual. Estaba nevando, pero ella confiaba en que su hermano la encontraría. Así que se agachó detrás de un árbol. Escuchó como algo se aproximaba a su dirección, asustada levantó el rostro y vió cómo un lobo gigante de pelaje negro y ojos rojizos, corría hacía dónde ella estaba. No lo pensó dos veces y ella también empezó a correr. La bestia la estaba persiguiendo y Emma empezó a gritar.–¡Andrew! ¡Ayúdame! ¡Hermano! ¡Auxilio! –tropezó con una rama y cayó.Andrew después de contar fue en busca de su hermana
– ¡Bienvenida a nuestro nuevo hogar! – Nathan tomó la mano de Emma y entró con ella. La niña quedó fascinada, todo era muy precioso, todo estaba decorado sutilmente. No tan sobrecargado cómo la mansión. No era un lugar tan grande, pero era cálido. Tenía varias habitaciones. Una cocina muy elegante, y una sala bastante moderna. Nathan le mostró cuál sería su nueva habitación. Parecía ser una habitación hecha para una niña, quizás Nathan tenía planeado tener una hija a futuro. Era un cuarto rosado, repleto de peluches. La chica pelirroja se sintió un poco incómoda. Al final pareciera que el hombre que ella amaba, nunca la iba a amar cómo ella quisiera.– Iré a ducharme. Iremos a la ciudad. También puedes echarte un baño si quieres. Emma se sentó en su cama, mientras Nathan salía de la habitación. Viviría sola con el hombre de sus sueños. Estaba algo temblorosa, porque tenía muchos deseos de Nathan. Ella quería que él ya no la viera como a una niña. La chica pelirroja se paró y entr
Emma estaba desnuda, al lado de su amado. Ya no era una niña, era una mujer. Ella miraba el cuerpo desnudo de Nathan, y solo podía maravillarse en cada detalle de él. No podía creer lo que había sucedido hace unas horas atrás. Ella quisiera quedarse más tiempo observandolo, pero ya casi amanece. Emma se fue a duchar y se vistió, quería que Nathan empezara el día con un buen desayuno. Nathan al despertar, no recordaba nada de lo que había sucedido en la noche con Emma. Estaba confundido, no entendía por qué estaba desnudo. Su cama olía a Emma. – Es extraño, pero, no puedo recordar nada de lo que sucedió, luego de hablarle sobre el compromiso a Emma… Lo último que recuerdo, es una imágen vaga, de su cuerpo desnudo. Sin embargo, no estoy muy seguro de sí eso en realidad ocurrió – era lo que pensaba Nathan dentro de sí, mientras el olor a comida entraba en la habitación. Luego de vestirse, Emma entró a la habitación de Nathan, venía con unas tostadas, huevos y jugo de naranja.
– Por favor vete. Quiero estar sola.– Tengo órdenes del señor FitzGerald, de cuidarla hasta que él esté de regreso, señorita.– Austin… Yo no necesito un guardaespaldas. Yo soy dueña de mi propia vida. Así cómo él es dueño de la suya. No soy una prisionera. ¿Acaso no ves cómo estoy y cómo me duele esta situación? – Es mi trabajo. No puedo irme. Lo siento. Aún así, me da curiosidad. ¿Por qué le afecta tanto que su hermano se vaya a casar? – Nathan no es mi hermano. Lo conozco desde que era una niña. Fue amor a primera vista. Lástima que él nunca me vió con los mismos ojos. Sólo me ve cómo su hermana menor.– Pero, aún así ¿No crees que es común el rechazo? Digo, la diferencia de edad es algo notoria.– No lo entenderías. No se trata de la edad. Siempre he tenido la sensación de que… Estamos hechos para estar juntos. Es una mala jugada del destino nuestra diferencia de edad, pero, es un obstáculo que no es imposible atravesar. – Sé que esto no es de mi incumbencia pero, quizás deber
Emma fue incapaz de dormir. Estuvo pensando hasta que amaneció. En la nota que le dieron, pusieron la dirección del Instituto médico de Husffen. Era una universidad bastante prestigiosa, y a Emma le dieron una beca. Ella no entendía nada. Pero, iría a encontrar respuestas. – Señorita Emma, soy yo, Austin, todo está listo – El guardaespaldas al no obtener respuestas volvió a tocar la puerta. Emma abrió la puerta, y le entregó su maleta al guardaespaldas, que la recibió con una tierna sonrisa. – ¿Estás segura de esta decisión? Se te ve un poco triste e insegura. – Debo irme, es lo mejor para todos. – Sé que amas al señor FitzGerald, y también estoy seguro de que él te ama. Tanto cómo para dejarte ir tan lejos. – Sólo serán algunos años en los que esté fuera. Para cuándo regrese seguramente se habrá olvidado de mí. Esté casado y… tenga hasta hijos.– Quizás te estás adelantando a los hechos. Aún no has abordado el avión. Debes saber algo, este compromiso tiene intereses de por med
Había turbulencia. Emma estaba muy asustada.– Pasajeros, guarden la calma, sentirán un poco de turbulencia, pero no hay nada de qué preocuparse – La voz de una mujer resonaba en el avión, por un altavoz. El avión aterrizó, empezó a llover a cántaros. Emma sabía que alguien la estaría esperando en el aeropuerto. Habían muchas personas, no sabía exactamente a dónde mirar o a dónde ir, hasta que vió a un hombre bastante robusto, pelirrojo y con barba. Tenía en sus manos un cártel que decía "Bienvenida, Emma Fieldhouse" Al principio Emma estuvo un poco asustada, por el aspecto de aquel hombre. Pero luego notó que era una persona muy amable. La llevó en auto hasta el instituto Husffen. – Si necesita algo, no dude en llamarme – Le entregó una tarjeta, decía "Bryan Radcluffe" y un número de teléfono. – Muchísimas gracias, señor Radcluffe, ha sido muy amable conmigo – Fueron las palabras de Emma al bajar del auto.El lugar era un edificio grande, tenía unos muros bastante altos rodeando
Era de noche, había luna llena, la niebla espesa se colaba entre los árboles del bosque. Nathan se dirigía con una cantidad de 200 hombres lobos, a la mansión FitzGerald. Nathan sabía los planes de su familia de querer ocasionar Caos en el mundo humano, Los FitzGerald estaban hartos de esconderse, querían que el mundo les temiera. Pero, él no podía permitir que alterarán el equilibrio que se había estado manteniendo por siglos.Los vampiros muchas veces encontraban víctimas, se deshacían por completo de los cuerpos, y las personas al no aparecer nunca, sólo quedaba cómo un caso de desaparición sin resolver. Las brujas secuestraban niños para sus rituales, secuestraban adolescentes vírgenes para ofrecerlas a demonios, pero los crímenes eran algo que abundaban en el mundo humano, podría ser otro asesino, otro secuestrador, otro psicópata, nunca se sospecharía de brujas o vampiros, porque se han sabido esconder en la sociedad. Están en medio de nosotros. Sólo que no sabemos distinguirl
Capítulo 11 – Al parecer tu hijo quiere iniciar una guerra contra nosotros; su familia, ¿Este es el futuro alfa de la manada? – Britanny, sólo son rumores, Nathan no sería capaz de tal cosa… No tiene motivos para revelarse a su familia. El único estorbo era aquella chica pelirroja. – Uno de nuestros hombres está infiltrado entre los hombres de Dianne. 200 hombres llegarán esta noche, y nos querrán asesinar. A toda nuestra manaba. Necesitamos aliados, tenemos que llamar a Eva Huffle, la madre de los vampiros, y que nos mande a 100 de sus hombres. Si nosotros morimos nuestros planes no podrán llevarse a cabo. Algunos de nuestros hombres morirán, pero nosotros no podemos morir Harold.– ¿Qué clase de Alfa sería yo, si abandono a mi gente? No soy un cobarde Britanny, yo los enfrentaré, aunque me cueste la vida. – Mi amor – tomó el rostro del Alfa entre sus manos – Sé que quieres proteger a tu gente, es por eso que haremos esto. No podemos vivir más entre las sombras, con miedo a ser d