Aitiana.
Mi corazón parecía estar a punto de estallar dentro de mi pecho mientras releía aquel papel en mis manos, intentando procesar lo que significaba. Las palabras eran claras, pero mi mente se negaba a aceptarlas: debía acostarme con el hermano del Señor Eros, actuar como su prometida después que la noche de compromiso se acabara. Y para eso debía usar una mascara. ¿Cómo era esto posible? ¿Cómo se suponía que debía llevar una máscara, que e****a tan vil? Mi dignidad estaba siendo pisoteada y mi vida se reducía a cumplir un papel en un plan que ni siquiera entendía.
—Si cumples, tendrás un mejor salario—, había dicho mi jefe con una frialdad que me heló los huesos.—Y sobre todo, podrás contratar un buen médico para tu hermana. ¿No te parece justo?
Solté el papel y levanté la vista hacia él. Su voz, cargada de autoridad y amenaza, resonaba en mi cabeza. Todo se sentía como un mal sueño.
—Esto es muy delicado, Señor Eros. No puedo hacerlo... no puedo...— murmuré, intentando contener las lágrimas.
Pero él simplemente me miró con esa sonrisa cruel, una mezcla de burla y poder. Sacó otro documento y lo puso sobre la mesa.
—Recuerda que firmaste esto ayer, ¿no? ¿Se te olvidó lo que dice? Si no cumples, perderás tu trabajo, no tendrás derecho a liquidación y, lo peor, podrías acabar presa por fraude.
Mi cabeza daba vueltas. ¿Cómo podía ser esto posible? ¿De qué hablaba? Sentí cómo las palabras me arrancaban el aire.
—¿Fraude? Yo no he hecho nada...— Intenté argumentar, pero su mirada fue como un golpe.
—Firmaste, Aitiana. Todo lo hiciste por mí. Ahora cumple con el contrato. Mi hermano nunca sabrá quién eres. Solo debes actuar. Calladita. Y obedecer. ¿Cumples o no?
Mi cuerpo entero temblaba. Mis manos se volvieron incapaces de sostener el papel y lo dejé caer al suelo. En ese momento pensé en mi hermana, en su enfermedad, en todo lo que dependía de mí. Si algo me pasaba, ¿quién la cuidaría? ¿Cómo pagaríamos su tratamiento?
Mis ojos ardían de rabia e impotencia. Miré a mi jefe, al hombre que me había traicionado de la peor manera. Apretaba mis puños con tanta fuerza que podía sentir las uñas clavándose en mis palmas. De repente, sentí un frío recorrido por mi espalda cuando vi a la mujer a su lado. Su sonrisa era amplia, como si disfrutara viéndome caer en esa red de manipulación.
—Es tu decisión, Aitiana. Pero recuerda, ese papel podría enviarte a prisión. Piensa en tu hermana— remató él, como si mi dolor le divirtiera.
Apreté los dientes.
—¿En qué m****a me he metido?—susurré para mí misma, mientras el peso de mi propia decisión comenzaba a sofocarme.
—Eres virgen, se nota —mencionó la mujer, acercándose a mí con una sonrisa fría.
—No entiendo a qué se refiere, señora... —respondí, confundida y temblorosa.
Ella avanzó con calma, deteniéndose justo frente a mí. Me tocó la mejilla y luego me observó de pies a cabeza.
—Eres delgada, tus pechos son pequeños, no tienes buen trasero todavía, y te dedicas mucho a tu hermana. Eres joven, y sé que eres virgen. Por eso queremos a una mujer como tú para hacerse pasar como la prometida del señor Xavier.
Me quedé helada, sin saber cómo reaccionar. Negué instintivamente mientras apretaba los puños.
—No me diga que adivino, señorita— Replique enojada.
—No, pero descubrimos que tu querido novio Marcos vino a buscarte un sinfín de veces y le dijo a Eros que, si tenías una relación con él, ya que nunca te entregabas.
Sentí que mi rostro ardía de vergüenza e indignación. ¿Qué tenía que ver Marcos con esto? Todo esto, según parecía, era provocado por su celosa imaginación.
—Al parecer, tu noviecito pensó que tú y yo teníamos algo. Pero no me metería con una mujer de tan bajo nivel. —Se rió con desprecio, y yo apreté más los puños, humillada.
—Discúlpe señor, tampoco me metería con un hombre como usted. — declare con firmeza y el se encogió de hombros.
—Ahora ya sabesz no confies en nadie. El sábado irás a la fiesta, pero solo entrarás cuando yo te lo diga. Te ayudaré para que pases desapercibida. Quiero que veas cómo es mi hermano, pero ya sabes, calladita, o te irá muy, muy mal. Luego te irás de ahí, un auto te esperara en la salida.
Tragué saliva, confundida, con un nudo en la garganta.
—Todo esto será en un penthouse. Vas a usar una máscara. Mientras tanto, tu hermana estará en una habitación para asegurarnos de que haces el trabajo.
—¿Pero porque la involucra?
—Para qué cumplas o ya sabes. Por otro lado habrá cámaras cerca por si acaso.
—¿Cómo voy a... cómo va a ser esto? —logré preguntar, asustada.
—No te preocupes, no habrá cámaras en lo que tú y mi hermano hagan, por supuesto. Pero tendré personas vigilando que cumplas tu tarea.
—Pero, señor ¿por qué... por qué me pide esto?
—Una palabra más y llamo a la policía —interrumpió, levantando un documento—. Aquí tengo pruebas de un supuesto fraude ilícito que cometiste en la empresa, desviando dinero y vendiendo pastillas por otro lado.
La sangre abandonó mi rostro. Todo era mentira, pero las pruebas parecían demasiado reales. Me sentí mareada, atrapada.
—Ya sabes lo que tienes que hacer. Toma este cheque. No quiero escuchar excusas. Busca un vestido de calidad, zapatos... lo que sea. Ponte bonita. Te veo el sábado. No hay marcha atrás.
Intenté protestar, pero mis palabras quedaron atrapadas en mi garganta.
—No olvides conseguir una máscara adecuada. Que solo se vean tus labios. Píntalos bien. Quiero que estés impecable. Si te niegas, no dudes que encontraré a tu hermanita y será peor para las dos. Hazlo o tu hermanita pagara las consecuencias — Está vez la que hablo fue la mujer, ¿ Me pregunto quien demonios será ella y que tenía que ver en todo esto?— ¡Entendiste muñeca!
Asentí, derrotada, mientras mi pecho se apretaba con furia contenida. Tomé el cheque con manos sudorosas y salí del lugar apresuradamente, sintiéndome un títere sin voluntad.
El sudor corría frío por mi espalda mientras mis manos temblorosas apretaban el cheque. Mi mente era un caos de preguntas y miedos. ¿Cómo había llegado a esto? Mi vida, hasta ese momento, había sido sencilla, sin mayores complicaciones más allá de trabajar para mantener a mi hermana Claudia. Ahora estaba atrapada en un juego sucio, oscuro y peligroso, orquestado por gente sin escrúpulos.
Subí a un taxi sin destino fijo, incapaz de regresar a casa. No quería que Claudia me viera así.
—¿A dónde vamos? —preguntó el taxista, mirándome por el retrovisor.
—Solo conduzca —respondí con voz quebrada.
Mientras avanzábamos, las lágrimas brotaron sin control. “Hazlo o tu hermana pagará las consecuencias” resonaba la voz de aquella mujer en mi mente. Por Claudia soportaría cualquier cosa. Pero algo en mi interior se resistía. ¿Qué clase de persona era Xavier? ¿Por qué el señor Eros y esa mujer estaban por engañarlo?
El taxi me dejó en un parque. Sentada en un banco, intenté calmarme, pero las palabras de aquella mujer seguían doliendo. Y lo de Marcos. Su traición me quemaba por dentro. Todo por no entregarme a él, incluso fue a esa empresa, quizas penso que tenia algo con mi jefe. Esa decisión que creí correcta ahora parecía haberme condenado.
No podía escapar. Claudia dependía de mí. Sus tratamientos eran caros, y la amenaza de aquella mujer era real. Por ella debía mantenerme fuerte, aunque por dentro estuviera rota. Si esto era necesario para su bienestar, lo haría. Pero también sabía que buscaría una salida. Una forma de acabar con este infierno.
***Los días siguientes pasaron como un borrón. Cada paso hacia la fiesta era un paso más hacia lo desconocido. El vestido, la máscara, los tacones. Todo lo compré como me pidieron, pero cada pieza que añadía a mi atuendo era como una cadena más que me ataba a ellos.
El sábado por la mañana llegó el chófer que había contratado, pero no venía solo. Una mujer bajó del coche y, sin decir nada, entró directamente a la habitación donde estaba mi hermana. Sentí cómo un nudo se formaba en mi garganta. Me esforcé por mantener la calma y le dije a Claudia que ella estaría con una amiga, que no se preocupara.
Cuando salí de la vivienda, con cada paso sentía el peso de mi decisión aplastándome. Subí al coche, y durante la hora que duró el trayecto, mi mente no paraba de dar vueltas. Pero todo pensamiento quedó en pausa cuando llegamos. Frente a mí se alzaba una mansión inmensa, imponente, como sacada de un sueño... o una pesadilla.
Me quedé allí, paralizada, observando aquel lugar que reflejaba la magnitud del juego en el que me había metido. Mientras cruzaba el umbral, sentí mis manos temblar y mi corazón golpeaba con fuerza contra mi pecho. Apenas podía respirar. En medio de mi miedo y confusión, solo un pensamiento me daba fuerza: Claudia.
Ella era mi todo, mi ancla, la razón por la que estaba dispuesta a hacer lo que fuera. Incluso si lo que estaba por hacer significaba destruirme por completo.
FIESTA DE COMPROMISO 🥳Xavier El salón estaba impecable. Cada detalle de la decoración era exactamente como lo había ordenado. El aroma a flores frescas impregnaba el aire, y las luces cuidadosamente instaladas creaban una atmósfera cálida y elegante. Era el día de mi compromiso con Josean, la mujer que, aunque no había logrado despertar en mí un amor profundo, me había cautivado con su delicadeza, su inteligencia y su impecable gusto. Todo en ella era distinto, y por eso quería hacerla sentir especial, única. Quería que este día quedara grabado en su memoria como uno de los más hermosos de su vida.Me detuve un momento frente al enorme pastel que estaban decorando. Margarita, una de las empleadas más dedicadas, se esmeraba en colocar cada flor de azúcar con precisión. —¿Todo va según lo que pedí, Margarita? —pregunté. —Sí, señor Xavier. Todo estará listo tal como lo pidió. —Perfecto, muchas gracias. —Le dediqué una sonrisa y me dirigí hacia el jardín. Afuera, los jardineros
SERA UNA NOCHE INOLVIDABLE 🥰 Xavier.Josean finalmente había llegado, y mi corazón dio un vuelco al verla entrar. Vestía un deslumbrante vestido plateado que parecía capturar la luz y devolverla en forma de destellos. Pero lo que realmente captó mi atención fue la máscara que llevaba puesta: un complemento inesperado, misterioso y cautivador. Caminó hacia mí con una sonrisa que dejaba entrever su diversión. Se detuvo a mi lado y, con un gesto teatral, se quitó la máscara. —Quería verme radiante para ti. Es solo un jueguito… ¿Qué te parece?— Comentó sonriente. —Estás hermosa, mi amor. Impecable— le respondí sinceramente. Ella se inclinó para besarme, y al instante sentí como un torbellino de emociones me envolvía. No cabía duda de que estaba perdidamente enamorado Josean. Aunque nuestra relación apenas comenzaba a tomar forma, sentía que había encontrado a la persona con quien deseaba compartirlo todo. El salón comenzó a llenarse con los invitados. Pronto el murmullo de las c
¿QUE ESCONDÍA, JOSEAN?🤔Xavier.—Déjame así.No sé si fue el vino o el ambiente cargado de expectación, pero algo me desconcertaba y, al mismo tiempo, me hacía desearla más. Sus besos en mi cuello encendieron algo en mí. Me dejé llevar, acariciando su piel, sintiendo su cuerpo bajo el mío. Era más delgada de lo que recordaba, pero achacaba esa percepción al alcohol.La habitación estaba sumida en la penumbra. Apenas podía distinguir los contornos de los muebles, pero ahí estábamos, ella y yo, atrapados en el momento. Habíamos tomado unas copas, tal vez más de las necesarias, pero no quería que eso arruinara lo que sentía en ese instante. Su silencio me desconcertaba; no dijo nada cuando me acerqué, cuando mi mano rozó la suya y luego siguió el camino hacia su rostro.—¿Qué pasa, mi amor?— murmuré.—Nada—, respondió en un susurro apenas audible. Su voz era diferente, como si algo la contuviera, pero yo quería perderme en ella.Empecé a besarla, despacio al principio, dejando que nuest
Cometí una locura 😶 Aitiana.Suavemente, retiré las manos fuertes que rodeaban mi cuerpo y me levanté con cuidado, procurando no hacer ruido. Miré al hombre que dormía plácidamente en la cama y una punzada de culpa atravesó mi pecho. Jamás imaginé que perdería mi virginidad de esta manera, por un maldito contrato que no leí. Una vil trampa. Había cometido el peor error de mi vida y ya no había marcha atrás. Tampoco podía arrepentirme. Suspiré en silencio mientras apartaba las sábanas manchadas de sangre, sintiendo cómo la vergüenza se apoderaba de mí. Me vestí rápidamente, con el peso de la culpa clavado en mi corazón. Esto que había hecho no estaba bien. Salí de aquella hermosa habitación, tratando de dejar mi vergüenza atrás. Una vez fuera, tomé mi teléfono y llamé al señor Eros responsable de esto. —Señor, ya he cumplido con mi trabajo. Acabo de salir de la suite de su hermano.—Muy bien, Aitiana. Hasta luego. Colgué de inmediato, sin querer escuchar nada más. Cuando estaba
Caí en la trampa de mi prometida.😡XavierAbrí los ojos con dificultad, un dolor punzante se apoderaba de mi cabeza. El aire estaba pesado, como si cada respiración se resistiera a entrar en mis pulmones. Giré la cabeza y ahí estaba Josean, desnuda, con su cabello desordenado y su rostro plácido. Me acerqué y besé su mejilla; soltó un suspiro, casi dormida. Las sábanas estaban arrugadas y, al mirarlas, no pude evitar sonreír como un idiota al recordar la noche anterior.Me levanté con esfuerzo y entré en la ducha. El agua fría golpeó mi cuerpo, despertándome por completo. Entonces mi mente empezó a unir los hilos de lo sucedido. Salí rápidamente de la ducha, el corazón latiéndome con fuerza. Algo no cuadraba. Volví a la habitación y observé a Josean. Su cuerpo estaba ahí, perfecto como lo recordaba, pero faltaba algo. Mi mirada se posó en su cuello, sus hombros, su pecho. No había marcas. Ni un solo chupetón. Ayer los había dejado ahí. Estaba seguro.La zarandeé con suavidad, intentan
¿Será que me reconoce? 🫨AitianaLlegué a la empresa con los papeles en mano, decidida a dejar atrás ese maldito trabajo que solo me había traído problemas. A cada paso, sentía el peso del miedo y la incertidumbre en mi pecho. No podía evitar pensar que, si ese hombre llegaba a descubrir el cruel engaño, sería yo quien cargaría con la culpa de algo que jamás hice a propósito. Todo fue obra de esa mujer, una manipuladora que parecía estar involucrada tanto con mi jefe y que, para colmo, se jactaba que pronto sera la esposa de alguien con más poder. Pobre el Ceo de esta empresa, no tiene idea que su prometida tiene algo que ver con su hermano. A veces a los enemigos lo tenemos más cerca de lo que imaginamos.La verdad es que no me importaba. No quería saber en qué lío estaban metidos. Lo único que deseaba era encontrar una forma de salir de ahí sin que ese contrato, que firmé por estupidez o desesperación, terminara hundiéndome.Entré al edificio sintiendo que los muros se cerraban sob
Me parecia conocerla.🤔Xavier.Quedé atrapado en el maldito elevador de mi propia empresa. ¿Cómo era posible que nadie le diera mantenimiento a algo tan esencial? Miré a la chica que estaba allí conmigo. Nerviosa, casi temblando, parecía a punto de entrar en pánico. Me acerqué con cuidado, intentando calmarla. —No te preocupes, saldremos de esta —le dije con un tono firme pero tranquilo, aunque parecía que mi presencia la ponía aún más nerviosa. No pude evitar una sonrisa irónica ante su reacción. Sé que tengo un porte que llama la atención, pero en este caso, ella actuaba como si temiera que fuera a hacerle daño. Por supuesto que no soy capaz de algo así. —Mire, señorita, tranquilícese. Inhale, exhale. Intente olvidarse de este espacio pequeño, cierre los ojos y piense en algo que le guste —le sugerí. Ella asintió con la cabeza y se ubicó en una esquina, obediente pero aún nerviosa. Mientras tanto, revisé mi móvil buscando señales de respuesta de mantenimiento. Nada. Solté un g
Perdidas de medicamentos 😵AitianaLos nervios se apoderaron de mí en el instante en que vi al señor Xavier de pie en la bodega. Su mirada iba y venía entre las cajas y yo, como si buscara algo que no podía encontrar. Tragué saliva, intentando calmarme, y saqué la tableta donde tenía todo el registro. Caminé hacia él con la firmeza que mi temblorosa confianza me permitía.—Buenas tardes, señor —dije, extendiéndole el dispositivo.Él me observó en silencio antes de preguntar:—¿Es usted la encargada de este lugar?—Sí, señor. Aquí tengo todos los informes de entrega, de ventas, de lo que ha salido y lo que ha entrado.Xavier tomó la tableta, pero no miró los datos. En cambio, se la pasó al hombre que lo acompañaba.—Verifica que todo esté en orden —ordenó—. Y que sea ahora mismo, mientras yo estoy aquí con la señorita.—Claro que sí, señor —respondió el otro, desapareciendo rápidamente de la bodega.Entonces, quedamos solos. El aire se tornó pesado y mi mente me gritaba que corriera,