¿Su padre?

~Matías~

Esa noche, Alessandra me contó más sobre ella y su niñez. Ahora sé que su madre es enfermera y que contrajo matrimonio muy joven con su padre, Henry. Cuando Alessandra tenía seis años, él comenzó a ausentarse, llegando a casa borracho a altas horas de la madrugada. Un día, simplemente no regresó más, hasta once años después, que fue el motivo por el que salieron huyendo.

Cuando su mamá, Anna, se negó a que él se metiera en sus vidas, Henry intentó convencerla de que había cambiado.

Se atrevió a ir a ver a Alessandra a su anterior instituto, pero los profesores, a petición de Anna, no lo dejaron llevarse a su hija, obligándolos a llamar incluso a la policía. Eso fue la gota que colmó el vaso para Henry. Días más tarde, Anna no regresó a casa al salir del trabajo; fue encontrada inconsciente por uno de los guardias de vigilancia del hospital donde trabajaba.

Tras ese escándalo público y el acoso de Henry, pasando noches en la puerta de la casa, las chicas se mudaron desde Roma a Nápoles, escondiéndose en casa de amigos de la madre de Alessandra. Estas amistades les informaron que la nueva esposa de Henry le había quitado todo en el divorcio, dejándolo en bancarrota; eso las hizo creer que, si se marchaban lejos, lo perderían de vista para siempre.

Anna trabajaba en una pequeña clínica en Nápoles. Una noche, Henry se presentó fuera de su trabajo, amenazándola con llevarse a Alessandra. Lo único que evitó esta vez que algo horrible ocurriera fue un amigo de Anna, quien se interpuso y echó a Henry del lugar. Eso sucedió hace pocas semanas, justo antes de mudarse a Camden.

Percibí la preocupación de Alessandra por mí después de ver mi decaimiento esta mañana. Me preguntó cómo se encontraba Eloy y le puse la excusa de que se había topado con malas personas en la calle, omitiendo, por supuesto, que fue atacado por un hombre lobo.

Incluso consideró hablar con su madre para que esta fuera a verlo como enfermera; se lo agradecí, haciéndole saber que ya estaba siendo atendido por médicos amigos de mi familia. Esto pareció dejarla más tranquila, y me sentí aliviado, ya que al menos por ahora me negaba a exponerla a un mundo desconocido para ella, donde podría correr verdadero peligro.

Cambiamos de tema y hablamos de música y lectura. Lo que más llamó mi atención fueron sus gustos literarios. Casualidad, leía sobre nosotros, los hombres lobo. Con ternura, me confesó que, aunque sabía que era pronto para encontrar su primer amor, le encantaría vivir un romance como los de sus historias, algo tan intenso y real como el amor que un alfa siente por su mate.

–Hay, si tú supieras –pensé, con la ilusión a flor de piel.

La dejé en su casa justo ahora. Me ofrecí a esperar con ella a que llegara su madre, pero me dijo que no era necesario, que iba a cenar algo rápido y se iría a dormir para no llegar tarde mañana a clase.

Regresé a casa atravesando el bosque. Pasé a ver a Eloy antes de cenar. Nana le había vuelto a curar sus heridas con su ungüento para evitar posibles infecciones. Al verlo relajado, le di un beso en la frente y me marché a descansar. Entrando en casa, todo estaba en calma y papá veía la televisión. En cuanto sintió que había llegado, se levantó a recibirme.

–Hola, hijo. ¿Cómo fue tu día?

–Mucho mejor que el resto –sonreí como un tonto enamorado–. Ella es simplemente perfecta, lo mejor que me ha pasado. Cuando está cerca, me olvido de todo lo malo, pero mi temor sigue ahí. Tengo miedo de que Ethan decida hacerle daño por mi interés en ella –dije con tristeza.

Papá puso una mano en mi hombro derecho y, mirándome con toda la comprensión del mundo, dijo:

–Sabes que tienes un ejército que te respalda, incluyéndome. Es tu mate y, por lo tanto, nuestra luna; tendrá la protección de toda esta manada. La protegeremos.

–Gracias. Dime, ¿cómo estuvo la reunión? –pregunté con curiosidad.

–Comprende que debemos actuar conforme a los actos de su hijo, pero Hank todavía se mostraba algo incrédulo al principio. Le advertí que si no confrontaba a su hijo, no le iba a gustar nada lo que tenía en mente para Ethan. Al final, dijo que él impartiría un castigo conforme al crimen cometido. –Iba a responder, pero fuimos interrumpidos por unos toques en la puerta principal; eran dos de nuestros hombres.

–¿Qué ocurre? –preguntó mi padre a Austin.

–Alfas, hemos venido en cuanto Nana nos lo solicitó; se trata de... –instantáneamente pensé en mi hermano. ¿Mi mayor miedo se había cumplido? Con brusquedad, aparté a papá y a toda carrera me dirigí a la habitación de Eloy, escuchando cómo mi padre gritaba mi nombre. Lo ignoré y continué mi camino.

–Nana, ¿qué diablos ocurre? –pregunté.

–Comenzó a convulsionar. Los hombres que envié a buscaros lo sujetaron hasta que todo se calmó un poco; temí que se hiciese daño. Le ha subido la fiebre demasiado y, con gran dolor, gritaba tu nombre una y otra vez –respondió.

–¿Y sus heridas?

–Infectadas. Hay que volver a cambiar su vendaje y el ungüento; pero antes, debemos meterlo en la bañera para bajar esta horrible fiebre –respondió Nana cuando papá se unía a nosotros.

–Está bien, dinos qué podemos hacer –respondimos.

–Scott, tú métete con tu hijo en la bañera, juntos bajaremos su temperatura. Tú, Matías, prepara su siguiente vendaje; en cuanto lo volvamos a acostar, deberemos aplicárselo –ordenó Nana, y cumplimos con sus instrucciones.

Esa noche la pasamos vigilando la salud de mi hermano. En la madrugada, la fiebre parecía haber remitido y él tenía su color habitual.

Con los primeros rayos de sol, se oyeron gritos y rugidos feroces. Evidentemente algo sucedía, nuestra gente corría despavorida temiendo por sus vidas. En medio del caos, pude centrarme en una voz que, con tono amenazante, me decía:

–Has hecho que mi padre se vuelva en contra mía, me ha desterrado quitándome todo cuanto una vez poseía. Ahora es mi turno. Te lo dije, te quitaré todo cuanto amas. Ven a buscarme, alfa; estaré esperándote. Hasta entonces, ve morir a tu gente –dijo Ethan por link, desde algún punto del bosque.

Salimos al exterior y solo encontramos muerte y destrucción. Mi corazón se hizo pedazos cuando vi a lo lejos una niña correr por su vida y ser alcanzada por un lobo del otro bando. Esto no iba a quedar así; me encargaría de que ese embustero muriera por mis propias manos. Encolerizado, avanzaba hasta ser detenido por mi padre.

–¿A dónde irás, hijo? –preguntó con seriedad. Me giré y el cambio en el color de mis ojos le dio la respuesta que necesitaba. Me soltó de su agarre y, antes de continuar mi paso, dijo:

–No te conviertas en él, tú no eres un asesino. Recuérdalo y cuídate –dijo en tono suplicante.

–Tú encárgate de los nuestros, por favor; esto comenzó con su odio hacia mí, y me corresponde terminarlo –respondí.

–Grrr –gruñimos al unísono al ver cómo tres lobos rebeldes de Ethan arrinconaban a un cachorro de cinco años de los nuestros.

–Ve con él, te necesita. Yo haré el resto –le dije a mi padre. Él se marchó con el muchacho en brazos, y yo me uní a los guardias que, con gran ímpetu, nos protegían en la batalla.

Envié a Jeff y Christian a buscar a Hank Johnson, quien debía ver con sus propios ojos lo que Ethan ha ocasionado. Entre los ataques incesantes de los lobos, busqué a Ethan con la mirada, pero había desaparecido. Intenté olfatear su rastro, pero solo pude percibir el olor a sangre que se había derramado; entonces Look hizo la conexión.

–Mate –dijo con desespero.

–¿Cómo no fui capaz de verlo antes? ¡Maldición! Alessandra... –respondí a Look, angustiado. No vi acercarse a dos de mis lobos, Connor y Áurea, quienes al ver mi estado preguntaron:

–¿Qué ocurre, alfa?

–¿Connor? ¿Áurea? ¿Se encuentran bien?

–Sí, dinos qué está pasando –preguntó Connor.

–Es Ethan.

–Te ayudaremos a dar con él –respondió Áurea. Ambos entraron en el bosque para ayudar, cuando un aullido lastimero, que conocía muy bien, captó mi atención.

Primero escuché a Nana, pero el más audible y doloroso fue el de mi padre; entonces lo supe, ¡Eloy! Regresé a toda prisa al hospital.

Nana se estaba desangrando, había dado pelea y las paredes estaban repletas de salpicaduras de sangre. Posé la vista sobre mi padre, que se arrodillaba en la cama de Eloy, donde vi marcas de garras y mucha sangre. Pero no hallaba a mi hermano por ninguna parte. Me acerqué a mi padre, quien lloraba desconsolado, y con una mano en su hombro dije:

–Daremos con él, papá, y lo traeremos de vuelta a casa.

Furibundo, salí al exterior. A solas, marché hacia la manada Colmillo Blanco con la intención de rendir cuentas. Me sorprendí al llegar y ver que Christian y Jeff no habían vuelto a casa, porque estaban ayudando a las personas que habían sido atacadas.

Divisé a Hank entre la multitud y, en mi forma de lobo, me acerqué a él con decisión. Me miró a los ojos con arrepentimiento y dijo:

–No sé dónde puede estar. Cuando le transmití mi descontento y sus consecuencias por sus acciones, me atacó. –Me mostró un desgarro que no pasaba desapercibido en medio de su pecho. –Diez de los nuestros creyeron fielmente en él y han partido juntos.

–Ha atacado nuestra manada y se ha llevado a mi hermano. ¿Sabe lo que eso significa?

–Sí, y tendrán mi bendición para ello. Podrán contar conmigo si lo necesitan –respondió, mirándome directamente a los ojos y permitiéndome ver sus lágrimas contenidas.

–Lo lamento, ojalá todo fuese diferente. Jamás le di motivo para esto.

–Lo sé, tu padre ha hablado conmigo. Desde hoy, Ethan será desterrado de la manada que lo vio crecer, y ayudaremos a capturarlo. Debe enfrentar las consecuencias de lo que ha causado.

–¿A dónde lo envío?

–A convertirse en un verdadero alfa, con disciplina y honor; al internado al que una vez fui, es el mejor de su clase. Y ahora dime, ¿necesitas nuestra ayuda? –respondió.

–No se preocupe, tenemos todo bajo control; serás informado de cualquier novedad, ya sea buena o mala. –respondí, luego me giré hacia los míos y dije:

–Christian, Jeff, vengan conmigo. –me despedí y nos marchamos.

Llegamos y todo había terminado. Atendían a los heridos y apartaban a los muertos. A simple vista, había mucho trabajo por delante para dejar todo como estaba, ya que habían destruido todo a su paso. Posé la vista en una niña de apenas seis años, que con un desgarro de garras no muy profundo en su hombro, lloraba. Mi primer instinto fue querer ir a consolarla y ayudarla.

Pero... tres pasos más adelante, un terrible dolor en mi pecho me hizo detenerme abruptamente, llevándome la mano a mi corazón. Daba la sensación de haberse detenido. Caí de rodillas frente a todos y grité, creyendo que me ayudaría a calmar este dolor incesante.

–¡Ah! –inmediatamente los chicos y papá, quien me atrapó en sus brazos, se arrodillaron junto a mí.

–¡Hijo! ¿Qué te está pasando? –preguntó desconcertado, pero me fue imposible responderle en el momento. Haciendo acopio de toda mi fuerza, susurré:

–Alessandra.

–Alessandra, su mate, señor –dijo Connor.

–Debemos encontrarla –respondió mi padre. Era cierto, así que me levanté y les dije:

–Yo puedo encontrarla, además sé dónde vive.

–Guíanos, hijo, iremos contigo.

–No, la manada necesita a uno de nosotros aquí; yo me encargo, debes quedarte –respondí.

–Alfa, yo cuidaré de Matías con mi vida; le aseguro que estará bien. Si le hace sentir más tranquilo, me convertiré en su sombra –dijo Connor.

–Marchen y suerte –respondió papá.

Encabezando el grupo que me acompañaba, junto a mi beta, entramos a trote en el bosque; donde cambiamos con nuestros lobos. Fue entonces cuando Look gruñó diciendo:

–Nuestra mate.

–La encontraremos, viejo amigo –respondí.

–Y mataremos a aquel que le haya hecho daño –contestó Look.

A gran velocidad sorteando la arboleda, llegamos en casi una hora a su casa; palidecí al ver con lo que me encontraba, estaba la puerta destruida. Regresé a mi cuerpo y corrí hacia el interior de la casa, que no se diferenciaba demasiado del estado exterior de la misma.

–¡Alessandra dónde estás!–grité con la pequeña esperanza de recibir respuesta, ya que el olfato me sería inútil pues su aroma estaba por toda la vivienda; no recibí respuesta alguna, y mi desespero crecía–. Connor, tú y los chicos busquen por aquí debajo; subiré a la segunda planta, a revisar –ordené y subí de dos en dos los escalones.

Busqué y nada, no ha habido suerte lo que me empezó a preocupar es que olía a sangre y mucha. Caminaba por el pasillo, buscando en las diversas habitaciones; cuando fui derribado contra la pared próxima, por una figura masculina. Lo más sorprendente, es que tenía cierto parecido a ella; y di por hecho que tenía que ser familia, hasta captar su aroma y confundirme por completo. Sus ojos eran los de Alessandra, pero ella es humana; sin embargo, el hombre que me sujetaba dos palmos sobre el suelo, es un hombre lobo. ¿Cómo puede ser posible?

–Grrr, suéltame ahora mismo –le ordené, con sus ojos amarillos me respondió:

–No soy de los tuyos, a mí no puedes doblegarme.

–No busco doblegarte imbécil, me has atacado y no te conozco –respondí, los chicos subieron a toda prisa para cubrirme; levanté la mano para que se detuviesen y así lo hicieron, sin bajar la guardia.

–Yo sí sé de ti, eres igual a esos imbéciles que se han llevado a mi hija –mi mente hizo un corto circuito, ladeé la cabeza asimilando esta nueva información y pregunté mi duda.

–Espera, ¿hija? ¿Su padre no era Henry un humano? ¿Cómo es posible que sea hija de un hombre lobo y yo no lo percibiera?

–Eso tiene su explicación –respondió.

–Suéltame –pedí amablemente, una vez de nuevo sobre mis dos piernas, dije–: Te equivocas conmigo, no soy como esos que la tienen; he venido a protegerla.

–¿Protegerla?, acaso tú... –lo interrumpí.

–Sí, soy su mate, su alfa. ¿Dónde está Anna?–pregunté preocupado al no verla por ningún lado, soltó un suspiro pesado y dijo:

–Está muy mal, está grave –percibí el dolor en sus palabras, y las lágrimas que buscaba contener.

–¿Cómo te llamas?–pregunté.

–Adriano Bianchi, y las he seguido desde Italia.

–Mi manada no queda lejos, estaremos encantados de poder darle la atención que precisa; acompáñanos.

–¿No será un problema? –preguntó.

–No cuando te lo pide su futuro alfa, además sabiendo quienes son mi padre estará encantado de ayudarles.

–Está bien, iré a por Anna –la sacó de casa en brazos, era cierto estaba muy mal y eso que tenemos prohibido atacar a humanos; precisaba atención inmediata, así que rápidamente nos pusimos en marcha a casa. Al llegar, papá se aproximaba, me giré hacia Connor y dije:

–Guía a Adriano a la enfermería, y pide que sea atendida de inmediato–. Connor asintió y entonces le dije a Adriano–: Tú, búscame luego, necesito que me cuentes todo cuanto sepas; la encontraremos –dicho esto, junto a Connor se encaminaron hacia el hospital.

—Hijo, ¿quién es ese hombre lobo?

—Al parecer, es una historia larga de contar, pero se ha identificado como el padre de Alessandra. La mujer en sus brazos es Anna, su madre.

—¿Y tú, cómo estás?

—Bien, papá —respondí, evidentemente ocultando la verdad. Me mandaría a descansar, y no había tiempo para ello; debía encontrar a Eloy y a mi luna.

—Bueno —respondió, torciendo la boca, poco convencido—. Ahí viene el nuevo —dijo.

—Hola, Adriano. Te presento a mi padre y alfa de esta manada: Scott Weston. —Frente a mi padre, agachó la cabeza como señal de respeto.

—¿Quién eres? —preguntó papá.

–Adriano Bianchi, soy el padre biológico de Alessandra y el mate de Anna. La conocí una noche, no de la mejor forma. Sé quién es Henry. Ese desgraciado, a pocas semanas de casarse con ella, la humilló saliendo de su trabajo; la dejó sola en medio de la fría noche, deshecha en lágrimas. Vagaba por las calles, ocultándome de mi pasado, y la reconocí. Ella no sabía quién era yo. Me ofrecí a ayudarla y me lo permitió. Nos conocimos durante semanas, antes de la boda, que ella detestaba, por supuesto, pero tenía miedo de ese malnacido. Durante nuestro acercamiento, mantuvimos relaciones. Cuando sus sentimientos se contradecían, me suplicó que me alejara, que fuimos un error y que amaba a Henry. Claro que me sentó como una patada en la boca del estómago, pero huyendo constantemente no podía darle la vida que ella merecía. Hice lo que me pidió, no nos vimos más, pero le di mi número y le dije que si su vida corría algún día peligro, que descolgara el teléfono, que yo vendría de inmediato a donde ella estuviese. Nueve meses después, recibí una llamada suya. Entonces, me dio la gran noticia: tras haber confirmado con una prueba de ADN que Alessandra no era de Henry, habíamos tenido una hermosa hija juntos, fruto de nuestro amor. Entonces, las localicé por miedo a que me encontrara mi anterior alfa; las vigilé desde lejos. No podía dejar que llegasen a ellas, exponiéndolas así como así.

–¿Por qué Alessandra no se transforma? –pregunté.

–Conocía a una bruja buena. Le pedí que durmiera a su loba. Vivía entre humanos, no podía dejar que expusiera su naturaleza por error.

Sentí unas ganas repentinas de golpearlo, ¿cómo se le ocurre?

–Grrr... –me detuvo mi padre.

–Hijo, detente ahora mismo.

–¿No pensaste que tal vez era tiempo de decirle la verdad? ¿No pensaste en llevártelas contigo? ¿Acaso sabes que la estabas exponiendo a la posible muerte si el hechizo se rompía por alguna razón aparente?

–Sí, y por eso sé que esto es mi culpa; debía haberme presentado en su puerta hace años –respondió.

Frente a los dos, me desplomé, quedando tendido en el suelo. Ese dolor insoportable había regresado, pero esta vez la escuché gritar; para mí entonces todo se tornó negro.

Desconociendo el tiempo transcurrido, al despertar me encontraba en mi cama. Adriano, Connor y mi padre dormían sentados en sillones individuales en el dormitorio. Me iba a levantar cuando fui detenido por mi padre; ¿no estaba dormido?

–Hijo, no es el momento. Necesitas descansar y reponer fuerzas para cuando salgamos a buscarla.

Me sentía débil, sabía que tenía razón, pero no podía dejar que siguieran haciéndole daño.

–Papá, creo que... –se me quebró la voz. Al recomponerme, le dije entre sollozos–: La oí gritar, la están torturando.

Me abrazó, permitiéndome llorar en su hombro, y oí gruñir a Adriano.

–Descansemos. Al despertar, partiremos en su búsqueda.

–Y los traeremos a los dos a casa –respondí.

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