~Adriano~ Intenté mantenerme despierto porque lo primordial era avisar a Matías de lo que Henry pretendía. Al verme, volvió a su forma humana y se dejó caer de rodillas junto a mí; intentó calmarme, pero tomé su mano y lo acerqué a mí. Solo entonces le susurré: –Protégela, la quiere a ella –Sus músculos se tensaron al oírlo. –Tranquilo, yo me encargaré. Descansa –le escuché decir antes de perder la conciencia. ~Matías~ –¡Escúchenme todos! Mantengan los ojos bien abiertos. Vinieron a por nuestra luna y su madre; debemos protegerlas. Pero ahora, levántenlo a la de tres, que tenemos que llevarlo rápidamente a la enfermería. ¿Listos? –pregunté. –Sí, alfa –respondieron. –Una, dos... ¡arriba! –Mis hombres lo levantaron a la altura de sus hombros. Papá y yo nos transformamos para asegurarnos de que llegaban ilesos al hospital. Durante el camino, había algo que me tenía inquieto: “Protégela, la quiere a ella”, dijo. Ahora, la próxima vez que aparezca, le daremos la bienvenida que merec
~Matías~ Quiero hacer algo diferente a lo que se acostumbra. Somos dos almas unidas por la diosa luna. Soy alguien tradicional, me declaro fan del amor a la antigua. Mi propósito para este comienzo es crear juntos momentos únicos que recordemos dentro de un decenio, con el mismo amor que empezamos esta historia. Es poco usual que alguien con nuestra naturaleza le pida la mano de su chica al padre de esta; reconozco que estaba de los nervios, pero se trata de Adriano, un gran hombre, padre y amigo a quien sin duda le confiaría hasta mi vida. Alessandra continúa algo tensa desde que se encontró cara a cara con Henry. Sé que eso le habrá traído recuerdos reprimidos e intenta ocultármelo, pero lo veo en sus ojos. Por ese motivo me tomé el atrevimiento de informar a sus padres que, por una noche, la sacaría de la manada. No muy lejos, acamparemos al aire libre en el bosque, a solas y desconectados del mundo. Quiero que se distraiga y vuelva a sonreír. En lo referente a Derrik, acordamos
~Nikolay~ Todo ha empeorado desde que volví a casa. Una vieja “amiga” ha decidido aparecer y ajustar cuentas con su pasado, cobrándose vidas inocentes a las que se supone que era mi deber proteger. Si preguntan por la manada más grande de todas, perfectamente les podrán decir que es la mía. Porque, según las antiguas historias familiares que mi padre me contaba de niño, uno de mis abuelos decidió acoger a una manada que viajaba a la deriva en busca de un hogar; y aquí aceptaron dárselos con una condición: jurar lealtad al alfa. Hace casi nueve años, nuestra tranquilidad fue interrumpida por un clan de vampiros mezquinos y caprichosos. Se les antojó alojarse en nuestras tierras y pidieron audiencia con mi padre. Este se negó a recibirlos por una sencilla razón: nuestra principal regla en nuestro territorio era la prohibición de entrada para los vampiros, y aquel que se atreviera a entrar sería sacrificado. Dicho clan era liderado por un matrimonio y sus hijos: Mireya, Arthur y s
~Matías~ Me fui un poco intranquilo, con el miedo en el cuerpo por la idea de que, durante mi viaje de última hora para ayudar a mi tío, alguien viera la oportunidad de volver a atacar la manada y le hicieran daño a ella. Sé que tan solo han sido unos días, pero ya tengo muchas ganas de verla. Acabo de pisar el suelo de Camden y mi reloj marca las cinco de la madrugada, así que debe estar dormida. Por otro lado, papá tuvo que quedarse en Rusia y me alegro porque una manada sin su alfa sería un completo desastre; él ocupará el lugar de mi tío mientras este se recupera. El cumpleaños de Eloy es dentro de unas semanas. Espero que para entonces todo esté bien y los dos consigan llegar a tiempo para la celebración; aunque sabiendo que mi hermano comprenderá la situación, eso no evitará que se sienta triste por ello. Debéis saber, que exterminamos a todos los vampiros de aquella mansión; desafortunadamente, Mireya logró escapar. Hay que reconocer que la condenada es escurridiza. Por e
~Nikolay~ Flashes se reproducían en mi mente de lo último acontecido. Mis alarmas se disparan al recordar que aquella joven es mi mate; pero lo peor es que Mireya había conseguido llegar hasta ella, algo que mantiene mi confusión todavía, ya que ni siquiera yo había podido encontrarla todos estos años. Me zumban los tímpanos; una sequedad en la garganta me impide incluso hablar. Mi corazón palpita con premura contra mi pecho. Me siento adolorido y muy agotado, pero debo despertar; no puedo quedarme aquí eternamente, ¿no? –Eso que estás sintiendo es sed –dijo una voz a mi derecha. Haciendo acopio de todas mis fuerzas, por fin pude abrir los ojos. –¿Boris? –pregunté confuso, pues en mis 38 años jamás he visto a mi lobo de frente; desde que cumplí los 18, siempre nos hemos comunicado a través del link. –¿Quién más iba a ser? ¿Acaso no me reconoces? –preguntó con burla ante mi desconcierto. –¿Qué hago aquí? ¿Dónde estamos? –pregunté observando el bosque sombrío en el que nos encontrá
Nací en la manada Luna Oscura, originaria de Italia. Mi padre, Adriano Alessandro Bianchi, era el beta de la misma. Nuestro alfa Ángelo Santoro, era un hombre afable, honrado y se preocupaba más por su gente que por él mismo. Ambos entraron en una batalla que creían tener ganada contra una manada rival y juntos perecieron en la misma. Mi madre, Bianca, no soportó la pérdida de mi padre y, meses después, se quitó la vida. Yo quedé huérfano a los 14 años y reemplacé a mi padre como beta del alfa Ernesto Santoro. Con el tiempo, fui viendo qué tipo de alfa sería Ernesto: toda una vergüenza para el legado que Ángelo había dejado. Comenzó haciendo alianzas con manadas rivales. Como su beta, presencié todo, pero mis principios y lealtad se vieron comprometidos cuando Ernesto decidió dar asilo a vampiros y lobos que para nada cumplían reglas. A estos los obsequiaba con las mujeres de nuestros hombres, lo cual provocó una revuelta clara y muchos murieron. Poco tiempo después, obligaba a nuestr
~Matías~ Al rayar el alba, los primeros rayos de sol entraban por la ventana de nuestro dormitorio, dándole un brillo especial a su sedosa piel. Cautivado por su belleza, observé por un momento su sensual figura. Con suaves caricias deleitándome por sus curvas, ella se fue despertando. –Buenos días, cariño –dijo tallándose los ojos. –Buenos días, lobita, ¿cómo has dormido? –pregunté, colocando un mechón de cabello rebelde tras su oreja. –Muy bien, ya que estás aquí conmigo. –¿Ah sí? –Sí –contestó, con un ligero rubor cubriendo sus mejillas. –¿Significa que me echabas de menos? –Eres buena compañía, pero que no se te suba a la cabeza –añadió con una sonrisa burlona. –Ja, ja, está bien. Iba a decirte que hoy no iremos a clase –dije. –¿Ha pasado algo? –preguntó con el ceño fruncido. –No, nada preocupante. Será la reunión entre alfas para que me reconozcan como el nuevo alfa de Luz de luna; simple diplomacia que solemos hacer cuando hay un cambio de liderazgo –respondí.
~Matías~ Me encuentro en mi despacho con un vaso de whisky en la mano a primera hora de la mañana. No pude conciliar el sueño anoche, hastiado por el altercado durante la cena; pensando en cómo hubiera terminado todo si no llego a aparecer justo a tiempo. Sabía que Adriano provenía de una manada complicada, lo que no tenía idea era que su antiguo alfa se encontraba entre mis invitados, porque si lo llego a saber, a dicho sujeto no se le hubiera permitido entrar en mi territorio. La reunión finalizó y a cada uno de ellos les di mi confianza y palabra de una firme alianza futura por el bien de las manadas; para luego encontrarme con este tipo de situación, incitada por el alfa invitado, que claramente tenía pensamientos obscenos con mi luna. Adriano, por otro lado, se pasó la noche entera disculpándose cada vez que nos cruzábamos en algún punto de la misma. Sé que no es su culpa y así se lo hice saber; pero me es inevitable sentirme molesto, y por supuesto tomaré cartas en el asunto.