Minutos después llegó el médico de la familia. Camelia lo recibió y lo acompañó hasta la habitación de la pequeña. Violeta estaba recostada de la pared mientras Nolan cuidaba de la pequeña, quien estaba temblando de frío.
—George, por fin llegas. —se puso de pie, el hombre de unos cincuenta años, cabello platinado y sonrisa afable se acercó y estrechó su mano.—Vine lo antes que pude Nolan, lamento todo lo que estás pasando.—Gracias, George. —se abrió paso para que el médico pudiera revisar a la pequeña.El médico se quitó el estetoscopio y llevó a Nolan a un lado de la habitación.—Nolan, la niña físicamente está bien. Pero… su fiebre es emocional.—No me digas que tiene, dame soluciones. ¿Qué debo hacer?La niña miró a Violeta y extendió sus manos. Violeta se acercó, se sentó en la cama y abrazó a la niña. Tanto Nolan como Griffing observaron la emotiva escena.—¿Quién es ella? —preguntó.—Es la chica que la sacó del auto.—Creo que por ahora ella es la solución. La pequeña sufrió un trauma algo severo, y en esa situación creó un nexo con la muchacha que la rescató. Por ahora, mi sugerencia es que ella permanezca a su lado. —Nolan no parecía muy agradado con la noticia, pero de ello dependía la estabilidad emocional de su hija. De igual manera, ya le había ofrecido quedarse un par de días.Mientras el doctor terminó de verificar la temperatura de Samantha, él se aproximó a Violeta. Ella se sentía incómoda con la proximidad y la presencia de Nolan O’Brien.—Quiero ofrecerle trabajo. —ella lo miró con asombro.—¿Qué dice? —preguntó ella, frinciendo el ceño.—Lo que escuchó. Necesito que se quede a trabajar en esta casa como la niñera de mi hija.—Pero yo… —nuevamente él la interrumpió.—Voy a pagarle muy bien. Más de lo que pudo haber ganado en el lugar donde iba a trabajar. ¡Piénselo! —regresó hasta donde estaba el médico.Violeta realmente no tenía que darle muchas vueltas al asunto. Necesitaba el dinero, tenía una larga lista de cuentas por pagar, eso sin contar que sus padres dependían del envío mensual de dinero que ella les hacía llegar todo fin de mes. Lo otro, era que la culpa la asediada sin detenerse.Samantha necesitaba ser cuidada y protegida, su madre ya no estaba para darle su amor. Ella debía aceptar aquella propuesta a pesar de que la presencia de Nolan la perturbaba sin ella entender las razones y Esther no la soportaba.Luego que el médico terminó su trabajo, Nolan lo acompañó hasta la entrada. Así, Violeta tendría oportunidad de evaluar su propuesta y darle una respuesta afirmativa.Violeta se sentó al lado de la pequeña y la niña se quedó recostada en su regazo. Ella acarició la cabellera suave y fina de la pequeña, la observó con detenimiento, era realmente hermosa, tenía rasgos finos y debía parecerse mucho a Aurora. La pequeña se quedó dormida y ella aunque trataba de mantenerse despierta poco a poco terminó vencida por el cansancio.Nolan subió de regreso para hablar con Violeta, abrió cuidadosamente la puerta, cuando miró hacia la cama, la chica estaba recostada al lado de la pequeña.Por primera vez, en todo ese tiempo transcurrido, miró con detenimiento y en detalle a la joven. Era una chica muy linda, su rostro era delicado, nariz puntiaguda, labios semi gruesos pero perfectamente delineados y su piel era suave. Se acercó hasta ella, la tocó del hombro y Violeta reaccionó sobresaltada. Miró a todos lados intentando reconocer aquel lugar ¿dónde estaba? ¿Qué hacía allí? Al mirar el rostro de Nolan, todas sus dudas se aclararon.—Violeta, debe ir a su habitación —le dijo en voz baja. Era la primera vez que él se dirigía a ella con sutileza.Él tomó la niña y la acomodó en la cama, mientras Violeta se ponía de pie con sumo cuidado para no despertarla.—Disculpe, me quedé dormida.—Vaya a descansar. El entierro de mi esposa será mañana y necesito que usted se encargue de Sami. —respondió él. Ella asintió, caminó hacia la puerta y volteó a verlo.— ¡Gracias Sr. O’Brien! —finalmente dijo.Violeta entró a la lujosa habitación, se tendió sobre la cama y quedó rendida como piedra. Cuando Camelia subió para darle de cenar, vio que estaba profundamente dormida y no quiso despertarla. Dejó la bandeja en la mesa de noche y salió de nuevo. Nolan venía saliendo de la habitación de su hija y se encontró con la empleada.—¿Violeta, ya está dormida?—Sí, señor. La pobre cayó como piedra. No siquiera cenó. Pero le dejé la comida a un lado de su cama.—Gracias, Camelia.—Con su permiso señor. —la mujer se giró para irse y él la detuvo.—Aguarde Camelia. —ella volteó de nuevo hacia él— Es posible que la Srta Violeta quede a cargo de mi hija.—Eso sería muy bueno Sr Nolan. La chica de verdad se ve que es muy buena.—¿Lo crees? —preguntó ya no con enojo, la mujer asintió.Nolan fue hasta su dormitorio, se metió a la ducha, necesitaba liberarse de todo aquello, de la tristeza, de la ansiedad, del miedo y del dolor que le provocaba la partida de la mujer que tanto amó. El agua se deslizaba por su rostro confundiéndose con sus lágrimas. Apoyó la frente en la fría baldosa y lloró desconsoladamente, como si en cada lágrima que brotaba de sus ojos se escapara un pedazo de su vida.Finalmente amaneció, Nolan despertó con la alarma de su reloj despertador. Se puso de pie, aquel sería el día más terrible de su vida. Debía despedirse para siempre del rostro, del cuerpo de la mujer que amo.Nolan había vivido momentos inolvidables junto a Aurora. Cuando la conoció, ella estaba ingresando como asistente administrativo al hospital. Desde el primer momento que la vio, quedó prendado de eu belleza. Ella era alta, esbelta, su cabellera oscura y ojos de un azul grisáceo que envolvía a cualquiera que la mirara. Era espontánea y excesivamente extrovertida. Él en cambio, era más reservado e introvertido, pero eso justamente fue lo que le fascinó de la pelioscura.Al inicio, ella trabajaba directamente con el director del Healt and life. Pero, un mes después, fue trasladada a la parte administrativa y all8 quedó a cargo de Nolan. Él sería su nuevo jefe y también su nuevo amor. La convivencia entre ellos creció de manera inmediata. Todas las veces que él debía quedarse horas extras, ella se ofrecía a apoyarlo y en dos meses ya eran más que jefe y empleada, un par de ardientes amantes.Los límites que él consideraba estrictos en un primer momento dejaron de serlo prontamente y sus encuentros sexuales, eran cada vez más intensos y extravagantes, como el momento en que hicieron el amor, en el depósito de la enfermería. Aquel huracán de pasión que provocó Aurora en él fue la razón perfecta para que él se casara ese mismo mes con ella.No faltó quien murmurara en los pasillos sobre la intempestiva relación, pero si de algo estaba seguro Nolan era que quería permanecer el resto de su vida al lado de ella. Mas, el destino cruel y despiadado le arrancó de un solo golpe la felicidad. Nolan estaba devastado por completo. Un huracán de tristeza ahora lo arrastraba hasta el más profundo dolor.Se arregló para ir a la funeraria, por petición de Aurora, ella no deseaba ser cremada. Nolan salió de su habitación y tubo tentado al pasar por el pasillo, tocar la puerta del dormitorio de Violeta. Justo cuando iba a golpear, se detuvo.—¿Deseaba algo Sr O’Brien? —la voz de ella a su espalda lo estremeció por completo. Se volteó hacia ella.—No, sólo quería saber si había despertado.—Sí, llevo un rato despierta.—¿Cómo está Samantha?—Aún duerme —respondió ella, señalando hacia la habitación de la cual venía saliendo.—Bien, le agradezco me tenga al tanto de cualquier cosa. Voy saliendo a la funeraria.—No se preocupe, así será —respondió ella parcamente.—¿Pensó sobre mi propuesta? —ella asintió.—¡Sí! Pero creo que ya habrá tiempo para conversar sobre ello.—Sí, tiene razón. —sacó su móvil y le pidió el número de ella— ¿Me da su número para llamarla?—No tengo móvil por ahora. Creo que lo perdí junto a mi mochila.—Está bien. Entonces cuando regrese hablamos.Nolan bajó las escaleras, mientras Violeta lo observaba. No podía negar que a pesar de ser insoportable, él era un hombre sumamente elegante y apuesto. Su espalda era amplia y su cuerpo atlético sin exagerar musculatura, su perfume era envolvente y sus ojos color miel, hacían juego perfecto con su rubio cabello ondulado. Lo siguió con la mirada hasta ver que salió de la mansión.La voz de Camelia a la orilla de la escalera la volvió a la realidad:—¡Violeta! Baja a desayunar.—Sí, en seguida bajo.Minutos después, la empleada le sirvió una taza con café y tostadas con miel.—Hacía mucho tiempo que no comía tostadas. —refirió al morder la crujiente rebanada de pan en su boca.—Son mis preferidas. Si deseas algo más, sólo dime.—No, está bien.—¿La niña Samantha aún duerme?—Sí, justo venía de verla, cuando me topé con el Sr O’Brien.—Me dijo que trabajarás con nosotros.—Eso me propuso, la verdad es que me urge trabajar por lo menos un par de meses, mientras comienza la universidad.—Ah, ¿estudias?—Sí, llevo el sexto semestre de literatura. —mordió nuevamente la tostada y lamió sus dedos llenos de miel.—¿Entonces, sí aceptarás?—Creo que no tengo más opciones. Mucho más sabiendo que… —de pronto guardó silencio, por poco se le iba la lengua y le decía lo que realmente la obligaba a permanecer allí.—¿Sabiendo qué? —la incitó la astuta mujer a continuar.—Nada, sabiendo que la niña perdió a su madre. No me imagino lo que debe ser eso.—Me alegra mucho que te quedes. El Sr Nolan va a necesitar tu ayuda. Samantha es lo más importante para él, bueno ella y mi Sra Aurora que en paz descanse. Pero… debes tener un poco de cuidado —bajó la voz un poco, como si alguien pudiera escucharla— Debes cuidarte de la Sra Esther, ella si que no anda con rodeos para fastidiar a las empleadas de la casa, se cree la dueña de esto.—Debe tener sus razones —dijo en un tono irritable.—¿Por qué lo dices de esa manera, muchacha?—Creo que ella y el Sr Nolan se la llevan bastante bien.—No, yo no diría eso. Es ella la casquivana que se le quiere meter por los ojos, desde que mi Sra Aurora se casó, ella no sale de aquí.—Yo no vi que fuera ella quien lo obligara, el Sr O’Brien se veía muy contento con eso. —esta vez la voz de Violeta demostraba cierto tono recriminatorio.—¿No me digas que estás celosa? —pregunta sonriendo la mujer.—¿Yo, celosa? No para nada. ¿Por qué iba a estar celosa yo de tu jefe?—Querrás decir de nuestro jefe.—Bueno, eso. Jamás me fijaría en un hombre como ese, obstinado, arrogante e insoportable. —Camelia movió su cabeza de lado sin dejar de sonreír, era capaz de percibir fácilmente lo que estaba pasando.En tanto, Violeta terminó de tomar su taza de café y subió para ver a la niña, dando pasos firmes y fuertes mientras se decía a sí misma “Celosa yo, de ese hombre, jamás”.Mas, la palabra “Jamás y nunca” no existen cuando un corazón comienza a sentir los primeros síntomas de enamoramiento. Eso es algo que Violeta no conocía, pero que terminaría en descubrirlo muy pronto…Nolan entró a la funeraria, hasta ahora no había enfrentando aquella terrible realidad. La mujer de su vida, ya no sería la luz de su amanecer. Al verlo, Esther se acercó a él, aunque parecía estar tranquila, rompió en llanto cuando vio a su cuñado entrar a la capilla funeraria. Se lanzó entre sus brazos y él tuvo que tratar en seco para no romperse. Esa fortaleza apenas le duró algunos segundos, al acercarse al ataúd y ver el rostro pálido de su amada Aurora, detrás del frío cristal que la cubría, las lágrimas y un grito de dolor, provocó la tristeza en el resto de personas que estaban reunidas para dar esa despedida a la hermosa mujer. —¡Nooo! —su rostro reposó sobre el frío cristal mientras abrazaba el ataúd como si fuese el cuerpo de su esposa. —Cálmate Nolan —dijo Esther acariciando la espalda de él. Algunos colegas de la clínica también intentaron consolarlo y darle fuerzas, en especial Dailen Warren, la psicóloga más prestigiosa de Health & Life. —Vamos Nolan, es en estos mo
Luego del entierro de Aurora, Nolan se sentía devastado, el sentimiento de orfandad y soledad en su corazón parecía crecer segundo a segundo. Los recuerdos como dardos agujereaban su pecho causando el más intenso dolor. Aunque quería fingirse fuerte frente a su pequeña hija, detrás de la puerta de su habitación, se deshacía en pedazos. Esa noche no lograba conciliar el sueño, el rostro pálido y gélido en el ataúd lo perseguían.—Aurora, mi amor ¿Por qué, por qué tuviste que irte y dejarme solo? —repite una y otra vez, esperando una respuesta que nunca llegará.Como un flash back, recuerda el momento en que le pidió casarse, al comienzo Aurora no tenía muchas intenciones de hacerlo, para ella el amor no debía estar sujeto a leyes, ni ataduras que no fueran las de sus sentimientos. —¿Aceptas casarte conmigo? —preguntó él, mostrando el hermoso anillo de brillantes y colocándolo en su dedo anular. Ella contempló la costosa joya puesta en su dedo.—Nolan, mi amor —lo abrazó con fuer
Tocaron a la puerta, Violeta aún se sentía incómoda con aquella situación, su corazón se aceleró pensando que debía ser él quien estaba al otro lado de la habitación.—Un momento, por favor —dijo intentando ser serena en su respuesta y no mostrarse agitada. Abrió lentamente y la sonrisa de Camelia, le devolvió el alma al cuerpo.—¿Me permites entrar? —preguntó y le enseñó las bolsas que traía en ambas manos, Violeta asintió, abrió la puerta lo suficiente para que la empleada entrara con comodidad.— Te traje esto. —dijo, colocando sobre la cómoda ambas bolsas.—¿Pero, y esto qué es? —reaccionó con asombro. —Esto lo mandó a preparar el Sr Nolan; dice que andas descalza y con la misma ropa del día del accidente. Es ropa que escogí del guardarropas de mi Sra Aurora —volvió a persignarse— que Dios la tenga en la gloria y que creo te quedará bien. Violeta tomó la primera de las bolsas y vació el contenido sobre la cama. Revisó una a una las prendas, mientras le decía a Camelia que no
Después de aquel altercado con Esther, Violeta le pidió a Camelia llevarse las cosas de Aurora de su habitación, hasta ahora sólo le había traído problemas aquella decisión.—Violeta, la Sra Esther siempre ha sido una mujer arrogante e impositiva. Ella no quiere ver a ninguna mujer cerca del Sr Nolan, por eso actuó de esa manera, se cree con derechos en esta casa y en el mismo jefe. —No me importa ella y lo que desee con el Sr Nolan, los dos están bien grandecitos como para saber lo que quieren. Pero no pienso dejar que me humillen sólo por tomar cosas que no son mías.—Está bien, Violeta. Tomaré las cosas de la Sra Aurora y las regresaré a su habitación. —la mujer tomó las bolsas y la bata de seda que colgaba en el perchero de pie dorado, situado en la esquina de la habitación. —No, ese no. —respondió Violeta y la empleada la miró sin comprender lo que decía —No entiendo, esto también es de mi Sra Aurora. ¿Por qué no quieres que me lo lleve?—Es que… —hizo una pausa breve— y
—¿Cómo se te ocurre ofender a Esther y decirle que no tiene ya nada que hacer en mi casa? —pregunta con evidente enojo y resaltando las dos últimas palabras.—Sr O’Brien déjeme explicarle, eso no ocurrió de esa manera —Violeta finalmente reacciona a su ataque.—¿Dices entonces, que Esther miente? —la estruja con fuerza y ella busca zafarse de él, exigiéndole que la suelte.—¡Suélteme ahora mismo! —él la mira sorprendido por su actitud firme y destemida. La libera de su fuerte agarre. Violeta lo mira con frialdad y profundo rencor. —No vuelva a tocarme Sr O’Brien. Puede creerle a su cuñada si eso desea pero no pienso permitir que me ofendan o me agreda tanto usted como ella, cada vez que se les antoje. —frota uno de sus brazos donde yace la marca rojiza de los dedos de Nolan.—Tú tienes la culpa, te pregunto y no respondes, logras sacarme de mis casillas con tu actitud rebelde. —¿Mi culpa? —pregunta con estupor— ¿Sabe qué?... ahora mismo me voy de esta casa. —espetó.—No puedes
Violeta no para de pensar en Nolan, en el peso de su cuerpo sobre el suyo, en su respiración y su aliento, en la idea de sentir sus labios y en cómo su cuerpo reaccionaba frente a él. Todo aquello era nuevo para ella, aunque buscaba enfocarse en otras cosas, todo parecía llevarla a ese momento junto a él, en la habitación. A ratos vuelve a la realidad, cuando la pequeña Samantha le pide que lea un cuento para ella y la chica la complace. Violeta era excelente en el oficio de ser una experta cuentacuentos, no sólo leía la historia sino que la interpretaba y la niña se sentía tan envuelta en su magia que terminaba creyendo que eran historias reales. Antes de que aquel accidente cambiara su dinámica de vida, Violeta acababa de cumplir con su cuarto semestre de literatura en la universidad; pero al perder su empleo anterior como ayudante de cocina, lo cual era su segunda pasión, tuvo que perder su quinto semestre. Por eso ansiaba aquel empleo en el restaurante, no sólo ganar
Cuando sus labios estaban por juntarse, las voces alteradas que se escuchaban desde la sala, interrumpieron aquel momento que empezaba a hacerse muy comprometedor para ambos. —¿Dónde está Nolan? —preguntaba en voz alta y ansiosa, Esther.—El Sr Nolan está ocupado en la biblioteca. Tiene que calmarse —dijo Camelia, luego de intentar sostenerla por el brazo, a lo que Esther reaccionó quitando su mano con repulsión.—No me toques sirvienta —espetó. Su rostro cambió al ver a Nolan parado frente a ella y a unos metros detrás a la chica. Se arrojó a los brazos de su cuñado, llorando y desesperada. —¿Qué te ocurre, Esther? ¿Por qué estás de esa manera? —preguntó Nolan, sorprendido con el comportamiento de su cuñada.Violeta subió las escaleras rápidamente, aquella escena la incomodaba. Camelia también se retiró y dejó a Nolan junto a su cuñada.—Lo siento Sr Nolan, no pude detenerla. —No se preocupe, Camelia. Yo me encargo. Puede retirarse. Esther lloraba copiosamente sobre el
Nolan se deja llevar por sus instintos, besa aquellos labios ansiosos y apasionados, mientras ella le acaricia su sexo con habilidad sorprendente y bisbisea su nombre…—¡Nolan! —aquella voz, él la reconoce a la perfección. —¿Esther, que rayos haces? —dice separando su cuerpo del de ella. —No me rechaces por favor, no. —Nolan la hace girar hacia el otro lado para quitársela de encima, luego se levanta de la cama ansioso y enciende la luz.—¿Qué es esto, Esther? —se lleva las manos a la cabeza aturdido por los tragos y lo que está pasando en ese preciso instante.— ¿Por qué estás vestida de esa manera? —pregunta con estupor. Ella se incorpora y comienza a quitarse el mandil, dejando descubierto no sólo sus hombros, sino el escote de encaje que deja ver sus senos turgentes. Él esquiva la mirada, no puede negar la belleza de su cuñada, pero verla vestida con la ropa de Aurora, le parece un tanto bizarro.—¿Por qué no me miras, Nolan? —lo incita ella.—Basta Esther, esto no puede