Violeta no para de pensar en Nolan, en el peso de su cuerpo sobre el suyo, en su respiraciĂłn y su aliento, en la idea de sentir sus labios y en cĂłmo su cuerpo reaccionaba frente a Ă©l. Todo aquello era nuevo para ella, aunque buscaba enfocarse en otras cosas, todo parecĂa llevarla a ese momento junto a Ă©l, en la habitaciĂłn.
A ratos vuelve a la realidad, cuando la pequeña Samantha le pide que lea un cuento para ella y la chica la complace. Violeta era excelente en el oficio de ser una experta cuentacuentos, no sĂłlo leĂa la historia sino que la interpretaba y la niña se sentĂa tan envuelta en su magia que terminaba creyendo que eran historias reales.Antes de que aquel accidente cambiara su dinámica de vida, Violeta acababa de cumplir con su cuarto semestre de literatura en la universidad; pero al perder su empleo anterior como ayudante de cocina, lo cual era su segunda pasiĂłn, tuvo que perder su quinto semestre. Por eso ansiaba aquel empleo en el restaurante, no sĂłlo ganarCuando sus labios estaban por juntarse, las voces alteradas que se escuchaban desde la sala, interrumpieron aquel momento que empezaba a hacerse muy comprometedor para ambos. —¿DĂłnde está Nolan? —preguntaba en voz alta y ansiosa, Esther.—El Sr Nolan está ocupado en la biblioteca. Tiene que calmarse —dijo Camelia, luego de intentar sostenerla por el brazo, a lo que Esther reaccionĂł quitando su mano con repulsiĂłn.—No me toques sirvienta —espetĂł. Su rostro cambiĂł al ver a Nolan parado frente a ella y a unos metros detrás a la chica. Se arrojĂł a los brazos de su cuñado, llorando y desesperada. —¿QuĂ© te ocurre, Esther? ÂżPor quĂ© estás de esa manera? —preguntĂł Nolan, sorprendido con el comportamiento de su cuñada.Violeta subiĂł las escaleras rápidamente, aquella escena la incomodaba. Camelia tambiĂ©n se retirĂł y dejĂł a Nolan junto a su cuñada.—Lo siento Sr Nolan, no pude detenerla. —No se preocupe, Camelia. Yo me encargo. Puede retirarse. Esther lloraba copiosamente sobre el
Nolan se deja llevar por sus instintos, besa aquellos labios ansiosos y apasionados, mientras ella le acaricia su sexo con habilidad sorprendente y bisbisea su nombre…—¡Nolan! —aquella voz, él la reconoce a la perfección. —¿Esther, que rayos haces? —dice separando su cuerpo del de ella. —No me rechaces por favor, no. —Nolan la hace girar hacia el otro lado para quitársela de encima, luego se levanta de la cama ansioso y enciende la luz.—¿Qué es esto, Esther? —se lleva las manos a la cabeza aturdido por los tragos y lo que está pasando en ese preciso instante.— ¿Por qué estás vestida de esa manera? —pregunta con estupor. Ella se incorpora y comienza a quitarse el mandil, dejando descubierto no sólo sus hombros, sino el escote de encaje que deja ver sus senos turgentes. Él esquiva la mirada, no puede negar la belleza de su cuñada, pero verla vestida con la ropa de Aurora, le parece un tanto bizarro.—¿Por qué no me miras, Nolan? —lo incita ella.—Basta Esther, esto no puede
—¡Oh! —exclamĂł Nolan al ver a Violeta sentada en su sillĂłn, ella sacĂł rápidamente la mano debajo de su falda y lo mirĂł por el rabillo del ojo. —Lo siento, lo siento. —dijo, mientras se levantaba del sillĂłn. Me entretuve leyendo. —¿QuĂ© hace aquĂ y dĂłnde está mi hija? —ella lo observĂł con estupor. —¿La niña? —preguntĂł aĂşn aturdida por las sensaciones que envolvĂa su cuerpo. Nolan se aproximĂł a ella arrebatando el libro que Violeta sostenĂa en la mano.—¿QuĂ© rayos le pasa? ÂżLe estoy preguntando por Samantha? ÂżAcaso no está contratada para cuidar de ella? —la mirada de Nolan era nuevamente frĂa. —Su cuñada, la Sra Esther dijo que usted estaba al tanto que llevarĂa a la niña de paseo. —¿QuĂ© Esther quĂ©? —el tono de voz de Nolan se hizo más fuerte y su rostro se enrojeciĂł de pura ira. —Violeta, usted es la Ăşnica responsable de mi hija. Si Esther saliĂł con ella, usted debĂa ir. —espetĂł.—Pero ella… —no terminĂł de responder cuando Ă©l la interrumpiĂł.—Pero nada. ÂżPor quĂ© no me av
El mĂłvil de Nolan sonĂł repentinamente:—Nolan, tienes que venir ahora mismo a la mansiĂłn. La niña está muy nerviosa.—¿QuĂ© le ocurre a Sami? —preguntĂł con voz trĂ©mula.—No tengo idea, pero la niñera tuvo la culpa. —¿Violeta?...—SĂ, ella. EntrĂł a la habitaciĂłn y cuando escuchĂ© los gritos de Sami vine de inmediato porque la niña estaba gritando llena de miedo.—Ya salgo para allá, Esther.Nolan saliĂł de la oficina y se topĂł con Dailen, quien esperaba por Ă©l para ir a almorzar. —¡Estoy lista! —SonriĂł la exuberante morena.—Lo siento, Dai. Tengo que ir a casa, Samantha no está bien. —dijo con evidente preocupaciĂłn.—¿Quieres que te acompañe? —se ofreciĂł con gentileza y Nolan pensĂł en que serĂa buena idea, a fin de cuentas era psicĂłloga. —¡SĂ, sĂ! Creo que puedes ayudarme con mi hija, vamos. Ambos salieron de la clĂnica, subieron al auto de Nolan. Durante el trayecto, ella le preguntĂł algunas cosas sobre el comportamiento de la niña, la mayorĂa de las cuales Ă©l no alcanzĂł
—SiĂ©ntese por favor —Nolan rompiĂł, el incĂłmodo silencio.— Quiero que me diga que pasĂł entre usted y mi hija.—No lo sĂ©, desde que la niña llegĂł del paseo estaba un poco arisca, yo quise acercarme a ella y no dejĂł que la tocara, cuando tomĂ© el peluche para decirle que me lo llevarĂa, Samantha reaccionĂł desesperada… yo le juro que no hice nada —Violeta une ambas manos palma con palma y mirada suplicante.—¡No puedo creer que mi hija le trate mal sin un motivo claro! Samantha es una niña dulce Âżpor quĂ© querrĂa rechazarla? Usted debiĂł hacer algo que le provocĂł esa reacciĂłn, Violeta… —hizo una pausa y luego agregó— creo que lo mejor para todos es que usted se vaya. No puede seguir trabajando en esta casa.Violeta sintiĂł que el mundo le caĂa a pedazos, encima. AĂşn asĂ no quiso discutir la decisiĂłn que Nolan ya habĂa tomado con anticipaciĂłn Âżpara quĂ© discutir o defenderse, cuando aquel hombre era impositivo y dĂ©spota?—Está bien Sr O’Brien. Se hará como usted dice. —respondiĂł parcamente
Camelia regresĂł minutos despuĂ©s para informarle a Violeta que ya habĂa pedido el taxi.—Violeta ya el taxi está… —guardĂł silencio al ver la figura de la otra mujer cerca.— Sra Esther —saludĂł.—Camelia lleva mi equipaje a la habitaciĂłn —le ordenĂł a la empleada.—SĂ Sra Esther. —Antes de obedecer a la pelirrubia, la mujer fue hasta donde estaba Violeta, se acercĂł y le dio un beso en la mejilla, mientras ponĂa en su mano un dinero para el pago del uber— CuĂdate mucho Violeta. —¡Uyy cuanto drama! —rezongĂł con sarcasmo la rubia, dejando escapar una carcajada. Violeta caminĂł hacia la entrada, el taxi se detuvo y ella embarcĂł. Nolan quien venĂa bajando las escaleras a toda prisa para detenerla, se topĂł con su cuñada. —¿A dĂłnde vas querido? ÂżViniste a recibirme? —dijo con emociĂłn. Nolan no le respondiĂł, sino que fue hasta la puerta; abriĂł con afán, necesitaba evitar que la niñera se fuera; pero ya era tarde, el auto se puso en marcha en ese preciso instante; Ă©l silbĂł para detenerl
Nolan llegĂł a la mansiĂłn con la pequeña Samantha, la actitud de la niña era mucho más relajada y risueña; por lo visto la conversaciĂłn con Dailen, habĂa sido beneficiosa y positiva para la ella. —¿Te agradĂł Dailen? —le preguntĂł Nolan.—SĂ, es bonita y buena, me regalĂł una paleta de caramelo. —Nolan sonrĂe con la ocurrencia de su niña. —Me alegra mucho. —la levanta entre sus brazos.— Ahora vamos a ti habitaciĂłn para que descanses un poco y luego cenes con papá.—¿Papito… Violeta, regresa hoy? —Nolan se emocionĂł ante la pregunta de su nena.—¿Quieres que ella regrese? —la pequeña asintiĂł.— SĂ, es posible que regrese hoy o mañana muy temprano. PensĂ© que no querĂas verla. —SĂ quiero, sĂłlo que tenĂa miedo de que ella se quede contigo… La voz de Esther petrifica a la pequeña, quien se queda callada y no termina de culminar la frase.—Por fin regresaron. ÂżA dĂłnde llevaste a mi Sami? —se acerca y toma a la niña, en brazos. —No tengo que darte explicaciones Âżo sĂ? —en el tono de
Nolan, sintiĂł las gotas de lluvia cayendo sobre su rostro, se cubriĂł con una de sus manos. Ella caminĂł apresuradamente y bajĂł la pequeña escalera de madera, corriĂł hasta la entrada y abriĂł la puerta. —Sr O’Brien, ÂżquĂ© hace usted aquĂ? —preguntĂł ella, haciendo un espacio para que Ă©l pudiera entrar y guarecerse de la lluvia.—Vine a buscarte y a pedirte que regreses a la mansiĂłn. —él se limpia el rostro con sus manos. Contempla el rostro perfecto y delicado de Violeta, su larga cabellera cayendo como castadas sobre sus pechos redondos. La bata de algodĂłn un tanto desgastada, deja entrever el color de su piel. Violeta se cubre con su antebrazo para ocultar la turgencia d sus pezones al contacto con el frĂo de la noche.—¿Quiere pasar? —pregunta ella, aĂşn sin creer que Nolan haya dado con su paradero y estĂ© allĂ para pedirle que vuelva. —SĂ, creo. Ella entra, Ă©l va detrás de ella. Violeta le muestra la escalera y Ă©l sube, ahora es ella quien lo sigue. Nolan espera en el pasillo