Nolan entró a la funeraria, hasta ahora no había enfrentando aquella terrible realidad. La mujer de su vida, ya no sería la luz de su amanecer. Al verlo, Esther se acercó a él, aunque parecía estar tranquila, rompió en llanto cuando vio a su cuñado entrar a la capilla funeraria.
Se lanzó entre sus brazos y él tuvo que tratar en seco para no romperse. Esa fortaleza apenas le duró algunos segundos, al acercarse al ataúd y ver el rostro pálido de su amada Aurora, detrás del frío cristal que la cubría, las lágrimas y un grito de dolor, provocó la tristeza en el resto de personas que estaban reunidas para dar esa despedida a la hermosa mujer.—¡Nooo! —su rostro reposó sobre el frío cristal mientras abrazaba el ataúd como si fuese el cuerpo de su esposa.—Cálmate Nolan —dijo Esther acariciando la espalda de él. Algunos colegas de la clínica también intentaron consolarlo y darle fuerzas, en especial Dailen Warren, la psicóloga más prestigiosa de Health & Life.—Vamos Nolan, es en estos momentos que tienes que mantenerte fuerte, por tu pequeña Samantha, por el fruto de ese amor incondicional que hubo entre tú y Aurora, que descanse en paz. —comentó la seductora mujer, mientras le brindaba un abrazo.Nolan nunca pensó que sería él quien despidiera a su gran amor, mucho menos que sería él quien diera el discurso de despedida al amor de su vida. El murmullo de las personas era ensordecedor, secando sus lágrimas, sacudió su nariz con su pañuelo y salió afuera para tomar un poco de aire. Tal como lo dijo Dailen, él debía ser fuerte aunque estuviese roto en mil pedazos su alma.Minutos después regresó. El padre de Aurora, Fabio Sansonetti acababa de llegar de Lombardia para despedir a su hija al igual que despidió a su ex esposa Alba y madre de Aurora.—Esto es una pesadilla, nunca pensé que debería vivir el mismo dolor dos veces. Mi Aurora siempre alegre y humilde, voy a extrañarte —Nolan volteó a mirarlo y ambos se dieron un fuerte abrazo y un palmadas que les recordaba a ambos que los hombres deben tener coraje ante cualquier adversidad.Las horas siguientes estuvieron realmente llenas de mucho dolor y tristeza, nada parecía consolar a Nolan.En tanto, Violeta cuida a la pequeña Samantha que instintivamente pareciera saber lo que está ocurriendo en esos momentos.—¿Quieres que salgamos al jardín a pasear?—No, Violeta. No quiero, sólo quiero ver a mi mamita.—Sami, ella siempre estará cuidando de ti desde al lado de papito Dios.—Pero yo quiero verla, sentir que me abrace —dijo con un tono lleno de absoluto pesar.—Vamos a hacer algo. ¿Sabes orar? —la pequeña negó con su cabeza.— Bien, yo te voy a enseñar, así podrás conversar con Dios y con ella cuando lo necesites.Violeta la ayudó a ponerse de pie, luego se arrodilló junto con la pequeña a la orilla de la cama y le mostró como poner sus manitas en posición de rezo.—Ahora vas a repetir conmigo, ¿vale? —la niña asintió y Violeta inició con la oración.— Querido papá Dios, hoy quiero pedirte —Samantha repitió junta a ella cada una de las frases— que protejas a mi mamita Aurora allá en el cielo y que cada vez que la necesite, me hagas saber que ella está a mi lado…La pequeña Samantha parecía entender cada palabra de Violeta, sus ojitos se hicieron cristalinos y comenzó a llorar. En ese mismo instante, en la lujosa necrópolis, el ataúd descendía a lo profundo de la tierra y el corazón de Nolan se iba junto a ella.Como suele suceder ante una pérdida física o emocional, el ser humano pasa por cinco etapa de duelo, y él se encontraba en la segunda fase, después de la negación, la ira. No podía evitar sentir rabia y frustración, aquello era injusto, Aurora ni merecía morir, así como él no merecía perderla.Regresaron a la mansión, él subió hasta su habitación, quería estar solo y desahogar aquella frustración sin ser molestado. Mas, Esther no quiso separarse de él ni un segundo. Eso lo hacía sentirse más ahogado e incluso obstinado de su presencia. Cuando iba a cerrar la puerta de su cuarto, ella se lo impidió.—Nolan… —la mirada de él, está vez estaba llena de rabia y de indignación.—Ahora no, Esther, ahora no.—No puedes estar solo.—Dije que quiero que te vayas, sino lo entendiste, ni tus palabras ni tu compañía me hacen sentir mejor. ¡Lárgate! —la forma tajante y las palabras fuertes de Nolan, la obligaron a desistir. Dio media vuelta y bajó las escaleras dirigiéndose al salón principal para servirse un trago.Esther era una mujer seria y muy diferente a Aurora, a pesar de que no eran hermanas de padre y madre, se criaron juntas. Cuando Fabio se separó de la madre de Esther apenas ella teniendo un año de nacida, Gloria se convirtió en una alcohólica y eso pareció queda grabado en ella. Cada vez que enfrentaba una situación difícil, recurría a la bebida como vía de escape. Fue por ello, que Alba la madre se Aurora, se ocupó de cuidarla muchas veces y quererla como a una hija.Sin embargo, Esther siempre sintió celos por su hermana, siempre quiso tener una madre como Alba, una familia como la de Aurora, incluso un marido como el de su hermana. Fue entonces que se mantuvo al lado de la hermosa pareja. Pero, ahora que su hermana no estaba, no sería un impedimento para ella conquistarlo. Finalmente podría ocupar un lugar en la vida de Nolan que ser la simple cuñada.En ese instante, Violeta bajó con Samantha en brazos, al verla Esther se llenó de enojo, aquella chica le causaba incomodidad y envidia. Violeta era mucho más joven y hermosa, incluso le recordaba a Aurora, su cabello largo oscuro, alta, esbelta y rebelde. Eso lo percibió desde el instante que la vio forcejear con Nolan la noche anterior antes de subir al auto.—Samantha, mi niña —dijo con emoción, arrebatando de los brazos a la pequeña. Violeta frunció el ceño al ver la actitud déspota e irrespetuosa de la fina y elegante mujer vestida de negro.—Tía, Esther. —reposó su cabeza sobre el hombro de la mujer que estaba acostumbrada a ver todos los días conviviendo con ellos.—¿Dónde está mi papá?—Está en su habitación ¿Quieres que te lleve a verlo? —la ingenua niña asintió emocionada.Esther dejó le entregó el vaso a Violeta, tratando de humillarla como si de una sirvienta se tratara.—Lleva eso a la cocina. —Violeta la miró con enojo, era evidente que su estadía en aquel lugar no sería nada agradable si Esther se lo proponía. Mas, ella recordó las palabras de Camelia y sonrió haciendo que Esther se llenara de rabia.Violeta fue hasta la cocina, dejó el vaso sobre el mesón de mármol y Camelia pudo notar que estaba enojada.—¿Ocurre algo, Violeta?—Es esa mujer, creo que me odia.—Doña Esther, es una mujer muy arrogante, muy diferente a mi Sra Aurora, si la hubieses conocido, serían grandes amigas, ella era risueña, amable y desprendida con todo. —Violeta recordó la sonrisa y amabilidad con la que Aurora le hizo señas para que abriera la puerta del auto. Sabía a que se refería la empleada y sobre todo la razón de su muerte…Esther tocó la puerta de la habitación de Nolan, al escuchar que tocaban, se puso de pie para ver de quien se trataba. Al ver que era ella, amagó a cerrarle pero la voz de su pequeña hija lo detuvo.—Papi… vine a verte. —Nolan bajó el rostro y se topó con la mirada de ternura y aquella sonrisa única de su pequeña, la levantó y cargo entre sus brazos.—Mi Samantha, mi niña. —El hombre no pudo evitar que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos, aunque trató de disimularlo frente a ella.—Papito, estás triste —dijo y limpió con sus dedos las mejillas de su padre.—No, mi amor, es que me emociona verte. —la pequeña rodeó con sus brazos el cuello de su padre y pegó su rostro a su mejilla aún húmeda.Esther observaba la escena, mostrando una sonrisa.—Es maravillosa mi Sami —Él se sorprendió al escucharla referirse así a la niña, aunque ella no trataba mal a la pequeña, tampoco solía ser excesivamente tierna con su hija.—¡Gracias por traerla! —dijo y le dio la espalda. Se sentó con su pequeña en la cama y la abrazó con fuerza.Sólo se tenían el uno al otro. Recordó las palabras de Dailen, horas atrás, aunque estuviese devastado tenía una razón para continuar adelante, esa razón era su pequeña hija.—Siempre estaré a tu lado mi niña.—¿Tú no te vas a ir, como mi mamá, verdad?—No mi amor, no. —besó su frente con ternura.Al sentirse excluida de aquella escena, Esther entrejunto la puerta y se dispuso a retirarse; iba dar el primer paso cuando escuchó que su sobrina mencionaba a la intrusa, entonces se detuvo y acercó su oido a la puerta para escuchar lo que la niña decía.—Violeta me enseñó a orar para hablar con mi mamita. —Nolan se sorprendió con las palabras de su hija, aquella chica parecía ser muy especial.—Sí, que bueno que hayas aprendido a orar. ¿Me enseñas luego? —la niña asintió emocionada.—¿Papi, Violeta se puede quedar a vivir con nosotros? —preguntó la niña y Esther sintió como se le retorcía el estómago.—Sí, mi amor. Gracias a ella tú estás bien.—Entonces vamos a decírselo. —bajó de la cama y lo tomó de la mano, Nolan no podía decirle no a su hija, ella era su talón de Aquiles.—Está bien mi amor, pero vamos con calma.Nolan, se quitó la chaqueta, desató la corbata y dobló las mangas de su camisa hasta los codos.—Así te ves muy guapo —dijo la niña y él sonrió. Samantha era una niña muy inteligente, de eso no había dudas.Al escuchar que se acercaban, Esther caminó apresuradamente hacia las escaleras, topándose justo con Violeta, quien regresaba a la habitación.—Quítate del medio, estorbo —chocó con su hombro a la chica, Violeta.—¿Cuál es su problema? —esta vez no se quedó callada.Pero Esther escuchó los pasos de Nolan acercarse y trató de disimular frente a él, su ira.—Disculpa, Violeta. No te vi, no me siento bien. —dijo colocando su mano sobre el hombro de la joven, quien se retiró con brusquedad.Nolan percibió aquel gesto de Violeta como algo de mal gusto.—¿Ocurre algo? —preguntó con voz ronca y Violeta palideció al escucharlo, miró hacia arriba y se encontró con su fría mirada.—No, señor —respondió.Samantha extendió sus brazos hacia Violeta, ella subió un par de escalones y la tomó la levantó. Para Nolan aquel momento resultó un tanto desagradable, pero la emoción de Samantha dispersó aquella atmósfera de tensión.—Violeta, mi papá dice que te quedarás a vivir con nosotros. —Ella le sonrió a la pequeña pero levantó la mirada para verlo y él, asintió brevemente.—Así será mi niña. —la pequeña la rodeó con sus brazos y estampó un beso en su mejilla.Nolan bajó las escaleras sin decir nada, Violeta lo observó por segunda vez desde arriba y vio cuando se dirigía hacia el salón donde estaba la esbelta rubia. Por segunda vez una extraña sensación de enojo la invadió.¿Qué era lo que le estaba pasando? ¿Por qué se enojaba al ver a Nolan junto a Esther?...Luego del entierro de Aurora, Nolan se sentía devastado, el sentimiento de orfandad y soledad en su corazón parecía crecer segundo a segundo. Los recuerdos como dardos agujereaban su pecho causando el más intenso dolor. Aunque quería fingirse fuerte frente a su pequeña hija, detrás de la puerta de su habitación, se deshacía en pedazos. Esa noche no lograba conciliar el sueño, el rostro pálido y gélido en el ataúd lo perseguían.—Aurora, mi amor ¿Por qué, por qué tuviste que irte y dejarme solo? —repite una y otra vez, esperando una respuesta que nunca llegará.Como un flash back, recuerda el momento en que le pidió casarse, al comienzo Aurora no tenía muchas intenciones de hacerlo, para ella el amor no debía estar sujeto a leyes, ni ataduras que no fueran las de sus sentimientos. —¿Aceptas casarte conmigo? —preguntó él, mostrando el hermoso anillo de brillantes y colocándolo en su dedo anular. Ella contempló la costosa joya puesta en su dedo.—Nolan, mi amor —lo abrazó con fuer
Tocaron a la puerta, Violeta aún se sentía incómoda con aquella situación, su corazón se aceleró pensando que debía ser él quien estaba al otro lado de la habitación.—Un momento, por favor —dijo intentando ser serena en su respuesta y no mostrarse agitada. Abrió lentamente y la sonrisa de Camelia, le devolvió el alma al cuerpo.—¿Me permites entrar? —preguntó y le enseñó las bolsas que traía en ambas manos, Violeta asintió, abrió la puerta lo suficiente para que la empleada entrara con comodidad.— Te traje esto. —dijo, colocando sobre la cómoda ambas bolsas.—¿Pero, y esto qué es? —reaccionó con asombro. —Esto lo mandó a preparar el Sr Nolan; dice que andas descalza y con la misma ropa del día del accidente. Es ropa que escogí del guardarropas de mi Sra Aurora —volvió a persignarse— que Dios la tenga en la gloria y que creo te quedará bien. Violeta tomó la primera de las bolsas y vació el contenido sobre la cama. Revisó una a una las prendas, mientras le decía a Camelia que no
Después de aquel altercado con Esther, Violeta le pidió a Camelia llevarse las cosas de Aurora de su habitación, hasta ahora sólo le había traído problemas aquella decisión.—Violeta, la Sra Esther siempre ha sido una mujer arrogante e impositiva. Ella no quiere ver a ninguna mujer cerca del Sr Nolan, por eso actuó de esa manera, se cree con derechos en esta casa y en el mismo jefe. —No me importa ella y lo que desee con el Sr Nolan, los dos están bien grandecitos como para saber lo que quieren. Pero no pienso dejar que me humillen sólo por tomar cosas que no son mías.—Está bien, Violeta. Tomaré las cosas de la Sra Aurora y las regresaré a su habitación. —la mujer tomó las bolsas y la bata de seda que colgaba en el perchero de pie dorado, situado en la esquina de la habitación. —No, ese no. —respondió Violeta y la empleada la miró sin comprender lo que decía —No entiendo, esto también es de mi Sra Aurora. ¿Por qué no quieres que me lo lleve?—Es que… —hizo una pausa breve— y
—¿Cómo se te ocurre ofender a Esther y decirle que no tiene ya nada que hacer en mi casa? —pregunta con evidente enojo y resaltando las dos últimas palabras.—Sr O’Brien déjeme explicarle, eso no ocurrió de esa manera —Violeta finalmente reacciona a su ataque.—¿Dices entonces, que Esther miente? —la estruja con fuerza y ella busca zafarse de él, exigiéndole que la suelte.—¡Suélteme ahora mismo! —él la mira sorprendido por su actitud firme y destemida. La libera de su fuerte agarre. Violeta lo mira con frialdad y profundo rencor. —No vuelva a tocarme Sr O’Brien. Puede creerle a su cuñada si eso desea pero no pienso permitir que me ofendan o me agreda tanto usted como ella, cada vez que se les antoje. —frota uno de sus brazos donde yace la marca rojiza de los dedos de Nolan.—Tú tienes la culpa, te pregunto y no respondes, logras sacarme de mis casillas con tu actitud rebelde. —¿Mi culpa? —pregunta con estupor— ¿Sabe qué?... ahora mismo me voy de esta casa. —espetó.—No puedes
Violeta no para de pensar en Nolan, en el peso de su cuerpo sobre el suyo, en su respiración y su aliento, en la idea de sentir sus labios y en cómo su cuerpo reaccionaba frente a él. Todo aquello era nuevo para ella, aunque buscaba enfocarse en otras cosas, todo parecía llevarla a ese momento junto a él, en la habitación. A ratos vuelve a la realidad, cuando la pequeña Samantha le pide que lea un cuento para ella y la chica la complace. Violeta era excelente en el oficio de ser una experta cuentacuentos, no sólo leía la historia sino que la interpretaba y la niña se sentía tan envuelta en su magia que terminaba creyendo que eran historias reales. Antes de que aquel accidente cambiara su dinámica de vida, Violeta acababa de cumplir con su cuarto semestre de literatura en la universidad; pero al perder su empleo anterior como ayudante de cocina, lo cual era su segunda pasión, tuvo que perder su quinto semestre. Por eso ansiaba aquel empleo en el restaurante, no sólo ganar
Cuando sus labios estaban por juntarse, las voces alteradas que se escuchaban desde la sala, interrumpieron aquel momento que empezaba a hacerse muy comprometedor para ambos. —¿Dónde está Nolan? —preguntaba en voz alta y ansiosa, Esther.—El Sr Nolan está ocupado en la biblioteca. Tiene que calmarse —dijo Camelia, luego de intentar sostenerla por el brazo, a lo que Esther reaccionó quitando su mano con repulsión.—No me toques sirvienta —espetó. Su rostro cambió al ver a Nolan parado frente a ella y a unos metros detrás a la chica. Se arrojó a los brazos de su cuñado, llorando y desesperada. —¿Qué te ocurre, Esther? ¿Por qué estás de esa manera? —preguntó Nolan, sorprendido con el comportamiento de su cuñada.Violeta subió las escaleras rápidamente, aquella escena la incomodaba. Camelia también se retiró y dejó a Nolan junto a su cuñada.—Lo siento Sr Nolan, no pude detenerla. —No se preocupe, Camelia. Yo me encargo. Puede retirarse. Esther lloraba copiosamente sobre el
Nolan se deja llevar por sus instintos, besa aquellos labios ansiosos y apasionados, mientras ella le acaricia su sexo con habilidad sorprendente y bisbisea su nombre…—¡Nolan! —aquella voz, él la reconoce a la perfección. —¿Esther, que rayos haces? —dice separando su cuerpo del de ella. —No me rechaces por favor, no. —Nolan la hace girar hacia el otro lado para quitársela de encima, luego se levanta de la cama ansioso y enciende la luz.—¿Qué es esto, Esther? —se lleva las manos a la cabeza aturdido por los tragos y lo que está pasando en ese preciso instante.— ¿Por qué estás vestida de esa manera? —pregunta con estupor. Ella se incorpora y comienza a quitarse el mandil, dejando descubierto no sólo sus hombros, sino el escote de encaje que deja ver sus senos turgentes. Él esquiva la mirada, no puede negar la belleza de su cuñada, pero verla vestida con la ropa de Aurora, le parece un tanto bizarro.—¿Por qué no me miras, Nolan? —lo incita ella.—Basta Esther, esto no puede
—¡Oh! —exclamó Nolan al ver a Violeta sentada en su sillón, ella sacó rápidamente la mano debajo de su falda y lo miró por el rabillo del ojo. —Lo siento, lo siento. —dijo, mientras se levantaba del sillón. Me entretuve leyendo. —¿Qué hace aquí y dónde está mi hija? —ella lo observó con estupor. —¿La niña? —preguntó aún aturdida por las sensaciones que envolvía su cuerpo. Nolan se aproximó a ella arrebatando el libro que Violeta sostenía en la mano.—¿Qué rayos le pasa? ¿Le estoy preguntando por Samantha? ¿Acaso no está contratada para cuidar de ella? —la mirada de Nolan era nuevamente fría. —Su cuñada, la Sra Esther dijo que usted estaba al tanto que llevaría a la niña de paseo. —¿Qué Esther qué? —el tono de voz de Nolan se hizo más fuerte y su rostro se enrojeció de pura ira. —Violeta, usted es la única responsable de mi hija. Si Esther salió con ella, usted debía ir. —espetó.—Pero ella… —no terminó de responder cuando él la interrumpió.—Pero nada. ¿Por qué no me av